III. El miedo a la redención (1ª parte).
1. Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que
observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. 2Puede que también
pienses que al Espíritu Santo le sería muy fácil mostrártelo desvanecerlo, sin
que tú tuvieses necesidad de traerlo a la conciencia. 3Hay, no obstante,
un obstáculo adicional que has interpuesto entre
Para el sistema de pensamiento
del ego, con el cual nos encontramos identificados, el miedo, la culpa, el
ataque, la separación, son sus pilares más sólidos y sobre los cuales se
encuentra levantado su hogar, el cuerpo. El ego no siente miedo del miedo, sino
del amor. La redención es la llave que abre los barrotes de la celda en la que
nos encontramos privados de la libertad; es la luz que disipa la oscuridad que
percibimos en nuestras pesadillas. La redención no puede ser aceptada por el
ego, pues el ego es hijo de la culpa, y, si ésta desaparece, desaparecería el
ego, igualmente.
La redención abrirá nuestros
ojos y nos permitirá ver que el mundo del ego no es nada. Nos permitirá
despertar de la pesadilla de nuestros sueños y reconocer que somos los
soñadores y, como tal, podemos elegir tener sueños felices. La redención nos
permitirá reconocer como el Hijo de Dios y que formamos la santa Filiación
unidos al Padre por nuestra condición de Amor.
3. Honestamente, ¿no te es más
difícil decir "te quiero” que "te odio"? 2Asocias el
amor con la debilidad y el odio con la fuerza, y te parece que tu
verdadero poder es realmente tu debilidad. 3Pues no podrías dejar de
responder jubilosamente a la llamada del amor si la oyeses, y el mundo que creíste haber construido
desaparecería. 4El Espíritu Santo, pues, parece estar atacando tu
fuerza, ya que tú prefieres excluir a Dios. aMas Su Voluntad no es
ser excluido.
El verdadero Amor no lo ve el ego. El sistema de
pensamiento del ego confunde ese Amor con el deseo que despierta la atracción
física y con la atracción que despierta la simpatía de compartir ideas, las
cuales son filtradas por el colador del juicio, separando todo aquello que no
está en sintonía con nuestros pensamientos. Ese tipo de amor, da lugar a las
relaciones especiales, las cuales están condicionadas por el pensamiento de la
culpa. Este tipo de relaciones responden a la atracción por compensar carencias
inconscientes que subyacen en nuestra mente. Cuando el amor del ego se enfrenta
al miedo, tratará por todos los medios de protegerse de ese sentimiento, es
entonces, cuando ese amor da lugar a la posesión y al sentimiento de propiedad:
“tú me perteneces porque te amo”.
El ego, al no ver el verdadero Amor, lo asocia con
la debilidad, y a la hora de elegir, se decanta por aquello que le hace sentir
fortaleza, como el ataque y el egoísmo.
4. Has construido
todo tu demente sistema de pensamiento porque crees que estarías desamparado
en Presencia de Dios, y quieres salvarte de Su Amor porque crees que éste te
aniquilaría. 2Tienes miedo de que pueda alejarte completamente de ti
mismo y empequeñecerte porque crees que la magnificencia radica en el desafío y
la grandeza en el ataque. 3Crees haber construido un mundo que Dios
quiere destruir, y que amando a Dios -y ciertamente lo amas- desecharías ese
mundo, lo cual es, sin duda, lo que harías. 4Te has valido del mundo,
por lo tanto, para encubrir tu amor, y cuanto más profundamente te adentras en
los tenebrosos cimientos del ego, más te acercas al Amor que yace allí oculto.
5Y eso es lo que realmente te asusta.
Si analizamos el peculiar
sistema de pensamiento del ego, la confusión que gobierna su mente le lleva a
manifestarse de forma contradictorias, aunque en el fondo, la causa es la
misma, la ausencia de amor. En este sentido, nos encontramos a los que niegan
la existencia de Dios, alegando que ningún “dios” podría crear un mundo cruel
para sus hijos. También nos encontramos, a los que sí creen en Dios, y lo
utilizan como benefactor para conseguir los intereses egoístas que los mueven.
Son los que invocan la ayuda de “dios” para ganar sus batallas, sus contiendas.
Por otro lado, se encuentran los que por su devoción se consideran los fieles
“mensajeros” de la divinidad, y en nombre del “amor” exigen y practican severos
sacrificios en respuesta a sus sentimientos de culpa por ser pecadores.
Todos ellos, comparten el mismo
error: la ausencia del verdadero Amor.
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