I. Inocencia e invulnerabilidad (2ª parte).
6. Cuando hayas aceptado
Cuando nos sentimos culpables, lo que realmente estamos haciendo es condenándonos a nosotros mismo. Cuando nos condenamos, estamos admitiendo que creemos en que podemos condenar a otros. La culpa nos muestra que creemos en la separación, pues si en vez de culpa, amásemos, ¿cómo podríamos condenarnos y condenar?
7. A medida que percibas a los santos compañeros que viajan a tu lado, te darás cuenta de que no hay tal viaje, sino tan sólo un despertar. 2El Hijo de Dios, que nunca ha estado dormido, no ha dejado de tener fe en ti, al igual que tu Padre. 3No hay ningún camino que recorrer ni tiempo en el que hacerlo. 4Pues Dios no espera a Su Hijo en el tiempo ya que jamás ha estado dispuesto a estar sin él. 5Y, por lo tanto, así ha sido siempre. 6Permite que el fulgor de la santidad del Hijo de Dios disipe la nube de culpabilidad que nubla tu mente, y al aceptar como tuya su pureza, aprende de él que es tuya.
El Hijo de Dios, es Cristo, y Su Visión, el Amor, nunca ha estado dormida, siempre ha permanecido despierta y en Comunión con Su Padre, en la Eternidad.
Caminar junto a nuestros hermanos siendo conscientes de la Unidad de la Filiación, nos permitirá gozar de la Visión Crística, cuya Luz disipará la nube de culpabilidad que nubla nuestra mente.
Este mensaje toca al corazón y no podemos evitar exclamar ¡Guau! Qué maravilla y cuánta sabiduría expresan esas palabras. Es tan obvio, que avergüenza que nuestra conciencia no clame de júbilo a esta invitación a despertar de su letargo sueño. En el ahora, en el siempre, en la eternidad, siempre permaneceremos invulnerables a la culpa. Si elegimos cualquier otro tiempo, estaremos apostando por lo que no existe y, encima, apostamos por revivir el sentimiento de culpa, o lo que es lo mismo, eligiendo ver el pasado, en el ahora, estamos eligiendo condenarnos.
Ningún estado pasado puede aportarnos paz, pues lo que no está, lo que no es real, no es nada, y, ¿puede la nada aportar paz?
9. Aceptar
Haz de tu presente, tu existencia real, y de esta manera gozarás de inmortalidad. Haz de tu presente, el pasado, y de esta manera harás real la muerte.
10. No puedes desvanecer la culpabilidad otorgándole primero realidad, y luego expiando por ella. 2Ése es el plan que el ego propone en lugar de simplemente desvanecerla. 3El ego cree en la expiación por medio del ataque, al estar completamente comprometido con la noción demente de que el ataque es la salvación. 4Y tú, que en tanta estima tienes a la culpabilidad, debes también creer eso, pues, ¿de qué otra manera, salvo identificándote con el ego, podrías tener en tanta estima lo que no deseas?
El sacrificio, el autocastigo, el dolor, el sufrimiento, son los fieles aliados que acompañan a la culpa, y se presentan como las vías de salvación como pago justo por los pecados cometidos.
El ego no quiera cargar con el peso de la culpa y ello le lleva a proyectarla fuera, viendo el pecado en los demás, los juzga y los condena. Su veredicto siempre será el de la culpa y su sentencia redentora le lleva a imponer castigos cuyos efectos aportarán la falta de libertad, el miedo, el sufrimiento, el dolor, la enfermedad y un largo etc.
Debemos entregar al Espíritu Santo, nuestra visión del pasado, nuestras creencias en el pecado y en la culpa, en la separación y el miedo. La Expiación corregirá esas creencias y nos llevará a visionar una nueva realidad, en la que el amor sustituirá al miedo, y donde la invulnerabilidad nos permitirá recuperar la inocencia y la pureza.
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