I. Inocencia e invulnerabilidad (1ª parte).
1. Dije
anteriormente que el Espíritu Santo comparte el objetivo de todos los buenos
maestros, cuya meta final es hacerse innecesarios al enseñarles a sus alumnos
todo lo que ellos saben. 2Eso es lo único que el Espíritu Santo
desea, pues dado que comparte el Amor del Padre por Su Hijo, intenta eliminar
de la mente de éste toda traza de culpabilidad para que así pueda recordar a su
Padre en paz. 3La paz y la culpabilidad son conceptos antitéticos, y
al Padre sólo se le puede recordar estando en paz. 4El
amor y la culpabilidad no pueden
coexistir, y aceptar uno supone negar el otro. 5La culpabilidad te
impide ver a Cristo, pues es la negación de la irreprochabilidad del Hijo de
Dios.
Por otro lado, nos revela, que esa decisión debe
tomarse cuando hayamos enseñado que la culpabilidad es la creencia que nos
impide recordar nuestra condición de Hijo de Dios.
2. En el extraño
mundo que has fabricado el Hijo de Dios ha pecado. 2¿Cómo, entonces
ibas a poder verlo? 3Al hacerlo invisible, surgió el mundo del
castigo procedente de la tenebrosa nube de culpabilidad que aceptaste, y que en
tanta estima tienes. 4Pues la
irreprochabilidad de Cristo es la
prueba de que el ego jamás existió, ni jamás podrá existir. 5Sin
culpabilidad, el ego no tiene vida, y el Hijo de Dios está libre de toda culpa.
La culpa nos lleva a escondernos
de Dios, al creer que fue Él quien nos expulsó del Paraíso. Bajo esa falsa
creencia, el ego justifica su identidad, pues es hijo de la separación.
Recuperar la Inocencia, la irreprochabilidad de Cristo, el Hijo de Dios, exige
ver las cosas de otra manera, cambiar la percepción errada y visionar el mundo
real.
Para percibir el mundo real, nuestras creencias
deben cambiar, nuestra mente debe servir tan solo al Espíritu, cuya esencia es
el Amor. No podemos ver quienes somos, si nuestra percepción se basa en el
tiempo. Tan solo el presente nos puede mostrar la verdad, pues tan solo el
presente es eterno. Ver desde el pasado o desde el futuro, nos impedirá
reconocernos realmente. Cargamos con la falsa creencia en el pecado y en la
culpa, debido a que nuestra mente se alimenta del pasado, lo que le lleva a
temer, igualmente, el futuro. Es en el presente donde únicamente podremos crear
un nuevo mundo, el mundo real, esto es así, porque el presente es inocente y
nos permite elegir desde la inocencia y no desde el dolor.
4. El viaje en que
el Hijo de Dios se ha embarcado es en verdad inútil, pero el viaje en el que su
Padre le embarca es un viaje de liberación y dicha. 2El Padre
no es cruel, y Su Hijo no puede herirse a sí mismo. 3La venganza que
teme y que ve, nunca recaerá sobre él, pues aunque cree en ella, el Espíritu
Santo sabe que no es verdad. 4El Espíritu Santo se encuentra al
final del tiempo que es donde tú debes estar, puesto que Él está contigo. 5Él
ya ha des-hecho todo lo que es indigno
del Hijo de Dios, pues ésa fue la misión que Dios le dio. 6Y
lo que Dios da, siempre ha sido.
Como bien expresa en punto anterior, la jornada
parece larga, cruel y absurda, pues en efecto lo es.
Si miramos el mundo que percibimos actualmente, no
es de extrañar que pensemos que nos queda un largo camino por recorrer. El
tiempo se convierte en nuestro compañero, invitándonos a aprender día a día,
que no podemos continuar haciendo real los horrores del mundo.
La fuerza de las enseñanzas del Curso en Milagros
radica en la nueva visión que nos aporta para ver el mundo de otra manera. Una
de las lecciones más importante que nos ofrece es reconocer que no es el mundo
de afuera el que debemos cambiar, sino nuestro mundo interno, el que ocupa las
creencias en nuestra mente.
5. Me verás a
medida que aprendas que el Hijo de Dios es inocente. 2Él siempre
anduvo en busca de su inocencia, y la ha encontrado. 3Pues cada
cual está tratando de escapar de la prisión que ha construido, y no se le niega
la manera de encontrar la liberación. 4Puesto que reside en él, la
ha encontrado. 5Cuándo
ha de encontrarla es sólo cuestión de
tiempo, y el tiempo no es sino una ilusión. 6Pues el Hijo de Dios es
inocente ahora, y el fulgor de su pureza resplandece incólume para siempre en
Como ya hemos comentado, es en el
presente, en el ahora, donde podremos reencontrarnos con nuestra inocencia. Es
en el ahora, donde ni el pasado ni el futuro tienen presencia, salvo que
decidamos que la tengan. La corrección debe realizarse en nuestra mente para
que podamos percibir de manera fiable, para poder ver el mundo real, libre de
culpa, de miedo, de sufrimiento y dolor. Ese cambio, aunque se produce en
nuestra mente, también afecta a las mentes de nuestros hermanos. Al sanar
nuestra mente, estamos sanando la de los demás. Sanar la falsa creencia en la
separación, nos permitirá reconocer la fuerza que nos une al resto de la
Filiación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario