jueves, 18 de julio de 2024

Capítulo 13. I. Inocencia e invulnerabilidad (1ª parte).

I. Inocencia e invulnerabilidad (1ª parte). 

1. Dije anteriormente que el Espíritu Santo comparte el objetivo de todos los buenos maestros, cuya meta final es hacerse innecesa­rios al enseñarles a sus alumnos todo lo que ellos saben. 2Eso es lo único que el Espíritu Santo desea, pues dado que comparte el Amor del Padre por Su Hijo, intenta eliminar de la mente de éste toda traza de culpabilidad para que así pueda recordar a su Padre en paz. 3La paz y la culpabilidad son conceptos antitéticos, y al Padre sólo se le puede recordar estando en paz. 4El amor y la culpabilidad no pueden coexistir, y aceptar uno supone negar el otro. 5La culpabilidad te impide ver a Cristo, pues es la negación de la irreprochabilidad del Hijo de Dios. 

Este punto nos enseña dos aspectos interesantes. Por un lado, nos indica el objetivo que comparten los buenos maestros, entre los que se encuentra el Espíritu Santo, y nos dice que, su meta final es hacerse innecesarios al enseñarles a sus alumnos lo que ellos saben. El buen maestro debe saber cuándo debe retirarse en su labor de enseñar, para que el estudiante tome el timón de su barco y comience a navegar por sí solo.

Por otro lado, nos revela, que esa decisión debe tomarse cuando hayamos enseñado que la culpabilidad es la creencia que nos impide recordar nuestra condición de Hijo de Dios. 

2. En el extraño mundo que has fabricado el Hijo de Dios ha pecado. 2¿Cómo, entonces ibas a poder verlo? 3Al hacerlo invisi­ble, surgió el mundo del castigo procedente de la tenebrosa nube de culpabilidad que aceptaste, y que en tanta estima tienes. 4Pues la irreprochabilidad de Cristo es la prueba de que el ego jamás existió, ni jamás podrá existir. 5Sin culpabilidad, el ego no tiene vida, y el Hijo de Dios está libre de toda culpa. 

La culpa nos lleva a escondernos de Dios, al creer que fue Él quien nos expulsó del Paraíso. Bajo esa falsa creencia, el ego justifica su identidad, pues es hijo de la separación. Recuperar la Inocencia, la irreprochabilidad de Cristo, el Hijo de Dios, exige ver las cosas de otra manera, cambiar la percepción errada y visionar el mundo real. 

3. Al examinarte a ti mismo y juzgar honestamente tus acciones, puede que sientas la tentación de preguntarte cómo es posible que puedas estar libre de culpa. 2Mas ten en cuenta lo siguiente: no es en el tiempo donde no eres culpable, sino en la eternidad. 3Has "pecado" en el pasado, pero el pasado no existe. 4Lo que es siempre no tiene dirección. 5El tiempo parece ir en una dirección, pero cuando llegues a su final, se enrollará hacia el pasado como una gran alfombra extendida detrás de ti, y desaparecerá. 6Mien­tras sigas creyendo que el Hijo de Dios es culpable seguirás caminando a lo largo de esa alfombra, creyendo que conduce a la muerte. 7Y la jornada parecerá larga, cruel y absurda, pues en efecto, lo es. 

Para percibir el mundo real, nuestras creencias deben cambiar, nuestra mente debe servir tan solo al Espíritu, cuya esencia es el Amor. No podemos ver quienes somos, si nuestra percepción se basa en el tiempo. Tan solo el presente nos puede mostrar la verdad, pues tan solo el presente es eterno. Ver desde el pasado o desde el futuro, nos impedirá reconocernos realmente. Cargamos con la falsa creencia en el pecado y en la culpa, debido a que nuestra mente se alimenta del pasado, lo que le lleva a temer, igualmente, el futuro. Es en el presente donde únicamente podremos crear un nuevo mundo, el mundo real, esto es así, porque el presente es inocente y nos permite elegir desde la inocencia y no desde el dolor. 

4. El viaje en que el Hijo de Dios se ha embarcado es en verdad inútil, pero el viaje en el que su Padre le embarca es un viaje de liberación y dicha. 2El Padre no es cruel, y Su Hijo no puede herirse a sí mismo. 3La venganza que teme y que ve, nunca recaerá sobre él, pues aunque cree en ella, el Espíritu Santo sabe que no es verdad. 4El Espíritu Santo se encuentra al final del tiempo que es donde tú debes estar, puesto que Él está contigo. 5Él ya ha des-hecho todo lo que es indigno del Hijo de Dios, pues ésa fue la misión que Dios le dio. 6Y lo que Dios da, siempre ha sido. 

Como bien expresa en punto anterior, la jornada parece larga, cruel y absurda, pues en efecto lo es.

Si miramos el mundo que percibimos actualmente, no es de extrañar que pensemos que nos queda un largo camino por recorrer. El tiempo se convierte en nuestro compañero, invitándonos a aprender día a día, que no podemos continuar haciendo real los horrores del mundo.

La fuerza de las enseñanzas del Curso en Milagros radica en la nueva visión que nos aporta para ver el mundo de otra manera. Una de las lecciones más importante que nos ofrece es reconocer que no es el mundo de afuera el que debemos cambiar, sino nuestro mundo interno, el que ocupa las creencias en nuestra mente. 

5. Me verás a medida que aprendas que el Hijo de Dios es inocente. 2Él siempre anduvo en busca de su inocencia, y la ha encon­trado. 3Pues cada cual está tratando de escapar de la prisión que ha construido, y no se le niega la manera de encontrar la libera­ción. 4Puesto que reside en él, la ha encontrado. 5Cuándo ha de encontrarla es sólo cuestión de tiempo, y el tiempo no es sino una ilusión. 6Pues el Hijo de Dios es inocente ahora, y el fulgor de su pureza resplandece incólume para siempre en la Mente de Dios. 7El Hijo de Dios será siempre tal como fue creado. 8Niega tu mundo y no juzgues al Hijo de Dios, pues su eterna inocencia se encuentra en la Mente de su Padre y lo protege para siempre. 

Como ya hemos comentado, es en el presente, en el ahora, donde podremos reencontrarnos con nuestra inocencia. Es en el ahora, donde ni el pasado ni el futuro tienen presencia, salvo que decidamos que la tengan. La corrección debe realizarse en nuestra mente para que podamos percibir de manera fiable, para poder ver el mundo real, libre de culpa, de miedo, de sufrimiento y dolor. Ese cambio, aunque se produce en nuestra mente, también afecta a las mentes de nuestros hermanos. Al sanar nuestra mente, estamos sanando la de los demás. Sanar la falsa creencia en la separación, nos permitirá reconocer la fuerza que nos une al resto de la Filiación. 

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