viernes, 31 de mayo de 2024

Capítulo 11. IV. La herencia del Hijo de Dios (2ª parte).

IV. La herencia del Hijo de Dios (2ª parte). 

5. Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas por tu privación, te estás culpando a ti mismo. 2no puedes culparte a ti mismo sin culparlos a ellos. 3Por eso es por lo que la culpa tiene que ser des-hecha, no verse en otra parte. 4Échate a ti mismo la culpa y no te podrás conocer, pues sólo el ego culpa. 5Culparse uno a sí mismo es, por lo tanto, identificarse con el ego, y es una de sus defensas tal como culpar a los demás lo es. 6No puedes llegar a estar en Presencia de Dios si atacas a Su Hijo. 7Cuando Su Hijo alce su voz en alabanza de su Creador, oirá la Voz que habla por su Padre. 8Mas el Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos comparten la gloria y a Ambos se les glorifica juntos. 


La creencia en la culpa procede de un pensamiento erróneo. Dicho pensamiento no es otro que el haber utilizado nuestra voluntad en una dirección diferente a la de nuestro Creador.

Si la Voluntad del Padre es el Ser que somos, la voluntad del Hijo de Dios, es ser su propio creador, dando lugar al estado de separación con Su Fuente: el ego.

Desechar la culpa es recuperar el recuerdo de nuestra inocencia, de nuestra impecabilidad.

Culparnos y culpar a los demás forma parte del mismo proceso y, ambos, pertenecen al ego. 

6. Cristo está en el altar de Dios, esperando para darle la bienve­nida al Hijo de Dios. 2Pero ven sin ninguna condenación, pues, de lo contrario, creerás que la puerta está atrancada y que no puedes entrar. 3La puerta no está atrancada, y es imposible que no puedas entrar allí donde Dios quiere que estés. 4Pero ámate a ti mismo con el Amor de Cristo, pues así es como te ama tu Padre. 5Puedes negarte a entrar, pero no pueden atrancar la puerta que Cristo mantiene abierta. 6Ven a mí que la mantengo abierta para ti, pues mientras yo viva no podrá cerrarse, y yo viviré eternamente. 7Dios es mi vida y la tuya, y Él no le niega nada a Su Hijo. 

La voluntad-deseo del Hijo de Dios le llevó a abandonar el altar de Su Padre, separándose de Su Mente Una, para dar lugar a pensamientos duales y al aprendizaje a través de la percepción.

A partir de ese instante, la confusión, el conflicto, la demencia, sustituyeron su estado mental, ocasionando que el miedo ocupase el lugar donde debía existir amor. Sus ojos se cerraron a la realidad y su consciencia cayó en un profundo sueño, del cual aún no ha despertado.

El altar de Dios siempre ha estado en Su Fuente, pues de Él emana lo que somos, el Amor. Es por ello, que este punto nos hace la siguiente recomendación: “Pero ámate a ti mismo con el Amor de Cristo, pues así es como te ama tu Padre”. 

7. En el altar de Dios Cristo espera Su propia reinstauración en ti. 2Dios sabe que Su Hijo es tan irreprochable como Él Mismo, y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo. 3Cristo espera a que lo aceptes como lo que tú eres, y a que aceptes Su Plenitud como la tuya propia. 4Pues Cristo es el Hijo de Dios, que vive en Su Creador y refulge con Su gloria. 5Cristo es la extensión del Amor y de la belleza de Dios, tan perfecto como Su Creador y en paz con Él. 

Al igual como el Espíritu Santo se encuentra en nuestra Mente Una, Cristo es la extensión del Amor en el Hijo de Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo, representando la Santísima Trinidad, la expresión Plena de la Gloria de Dios. 

8. Bendito es el Hijo de Dios cuyo resplandor es el de su Padre, y cuya gloria él quiere compartir tal como su Padre la comparte con él. 2No hay condenación en el Hijo, puesto que no hay conde­nación en el Padre. 3Dado que el Hijo comparte el perfecto Amor del Padre, no puede sino compartir todo lo que le pertenece a Él, pues de otra manera, no podría conocer ni al Padre ni al Hijo. 4¡Que la paz sea contigo que descansas en Dios, y en quien toda la Filiación descansa! 

¡Qué así sea! 

miércoles, 29 de mayo de 2024

Capítulo 11. III. De las tinieblas a la luz.

III. De las tinieblas a la luz. 

1. Cuando te sientas abrumado, recuerda que te has hecho daño a ti mismo. 2Tu Consolador te proveerá descanso, pues tú no pue­des proveértelo a ti mismo. 3No sabes cómo hacerlo porque si supieras nunca habrías podido sentirte abrumado. 4Si no te hicie­ras daño a ti mismo no podrías sufrir en absoluto, pues ésa no es la Voluntad de Dios para Su Hijo. 5El dolor es algo ajeno a Él, ya que Él no sabe de ataques, y Su paz te rodea silenciosamente. 6Dios permanece en perfecta quietud, ya que en Él no hay con­flicto alguno. 7El conflicto es la raíz de todos los males, pues al ser ciego no ve a quien ataca. 8Siempre ataca, no obstante, al Hijo de Dios, y el Hijo de Dios eres tú. 

El ego culpa al azar, a las circunstancias, a los demás, de su desconsuelo, de su percepción de sufrimiento y dolor. Para deshacerse de esta creencia, de estos pensamientos que emanan de su mente, proyecta sobre el mundo que le rodea toda la rabia, toda la ira, todo el miedo que lo consume con una profunda insatisfacción.

El ego no conoce la paz verdadera, pues su sistema de pensamiento está basado en el miedo, en el temor. Piensa, que la paz que añora, se encuentra fuera de él, que deben ser los demás, las circunstancias, el azar, los que le provean de esa falsa paz. El conflicto está servido bajo esa ilusoria visión. Si en su mente no hay paz, jamás la encontrará fuera.

2. El Hijo de Dios necesita ciertamente consuelo, pues no sabe lo que hace, al creer que su voluntad no es la suya. 2El Reino es suyo, y, sin embargo, vaga sin hogar. 3Aunque su hogar está en Dios se siente solo y, rodeado de hermanos, se siente sin amigos. 4¿Cómo iba a permitir Dios que esto fuese real, cuando Él no dispuso estar solo? 5Y si tu voluntad es la Suya, estar solo no puede ser verdad con respecto a ti porque no lo es con respecto a El. 

En el punto anterior, Jesús nos dice que el conflicto es la raíz de todos los males. Ese conflicto tiene su causa en la profunda y falsa creencia de que la voluntad del Hijo de Dios no es la Voluntad del Padre. Ya hemos visto a lo largo de las enseñanzas de este Curso, como el Hijo de Dios puede dormirse y creer que su sueño es verdad, pero jamás puede morir, pues su esencia es Eterna como la de Su Creador.

El Hijo de Dios necesita ser consolado, necesita ser guiado hacia el retorno a la verdad y, ese despertar, tan sólo se lo puede ofrecer el Espíritu Santo, es decir, cuando la corrección de la percepción falsa ilumine la Mente Una y se reconozca en la Unidad de la Filiación.

La voluntad del Hijo de Dios es Conocerse como heredero de los Atributos dispuestos por Su Creador, conocerse como un Dios Creador.

3. ¡Ay, criatura de Dios, si supieses lo que Dios dispone para ti, tu gozo sería absoluto! 2Y lo que ÉI dispone ha ocurrido, pues siem­pre fue verdad. 3Cuando venga la luz y hayas dicho: "La Volun­tad de Dios es, la mía", verás una belleza tal que sabrás que no procede de ti. 4Como resultado de tu gozo crearás belleza en Su Nombre, pues tu gozo es tan incontenible como el Suyo. 5El mundo desolado e insignificante se desvanecerá en la nada, y tu corazón estará tan rebosante de alegría que de un salto se elevará hasta el Cielo, ante la Presencia de Dios. 6No puedo, describirte cómo será esto, pues tu corazón no está todavía listo. 7Puedo decirte, no obstante, y recordártelo a menudo, que lo que Dios dispone para Sí Mismo lo dispone para ti y lo que Él dispone para ti es tuyo. 

La efímera voluntad del ego no podrá evitar que la Mente Verdadera abra nuestros ojos a la luz, al entendimiento, permitiéndonos fundir nuestra olvidada voluntad a la Voluntad del Padre.

La ilusión del sueño en el que se ha sumido la consciencia del Hijo de Dios, es como una densa niebla que dificulta la Visión Verdadera. Pero cuando venga la luz y hayas dicho: “La Voluntad de Dios es, la mía”, será el instante santo en el que esa niebla se difuminará y percibiremos la grandeza de la Mente Una.

4. El camino no es arduo, pero es muy diferente. 2El tuyo es el camino del dolor, de lo cual Dios no sabe nada. 3Ése es el camino que en verdad es arduo y muy solitario. 4El miedo y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que vas. 5Pero la jornada tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea recorrer. 6Camina en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son compañeros dignos del Hijo de Dios, que fue creado de la luz y en la luz. 7La Gran Luz siempre te rodea e irradia desde ti. 8¿Cómo podrías ver a los compañeros siniestros en una luz como ésa? 9Si los ves es únicamente porque estás negando la luz. 10Niégalos a ellos en vez de a la luz, pues la luz está aquí y el camino ha sido despejado. 

La luz y el amor, proceden de Dios y Su Hijo es portador de ambos atributos.

La oscuridad y el miedo, proceden del ego y sus “creaciones” son portadores de dolor y sufrimiento.

El camino que andemos dependerá del invitado que ocupe nuestra mente. Si elegimos al Espíritu Santo, el camino nos conducirá a la paz y a la felicidad. Si elegimos al miedo, el camino nos conducirá a la tribulación y a la aflicción. 

5. Dios no le oculta nada a Su Hijo, aun cuando Su Hijo quiere ocultarse a sí mismo. 2El Hijo de Dios, no obstante, no puede ocultar su gloria, pues Dios dispuso que fuese glorioso y le dio la luz que refulge en él. 3Nunca perderás el rumbo, pues Dios te guía. 4Cuando vagas sin rumbo no haces sino emprender una jornada que no es real. 5Los compañeros siniestros y el camino tenebroso, no son más que ilusiones. 6Vuélvete hacia la luz, pues la pequeña chispa que se encuentra en ti es parte de una Luz tan espléndida que te puede liberar para siempre de las tinieblas. 7Pues tu Padre es tu Creador y tú eres como Él. 

Caminar en la luz, es caminar de la mano de nuestro Padre, la plena garantía de que nunca perderemos el rumbo que ha de conducirnos a nuestro verdadero Hogar. 

6. Las criaturas de la luz no pueden morar en la oscuridad, pues no hay oscuridad en ellas. 2No te dejes engañar por los consoladores siniestros, ni permitas que entren en la mente del Hijo de Dios, pues no tienen cabida en Su templo. 3Cuando te sientas tentado de negar a Dios recuerda que no hay otros dioses que puedas anteponer a Él, y acepta lo que Su Voluntad dispone para ti en paz, 4pues no la puedes aceptar de ninguna otra manera. 

El Hijo de Dios es una criatura de la luz. Elegir la oscuridad a la luz, es elegir una voluntad diferente a la de Su Creador. La luz y las tinieblas no pueden coexistir. Donde hay luz no hay oscuridad y donde hay oscuridad, hay ausencia de luz. Hacer la Voluntad del Padre es vivir en la luz, la única realidad verdadera. 

7. Sólo el Consolador de Dios puede darte consuelo. 2En la quietud de Su templo, Él espera para darte la paz que es tuya. 3Da de Su paz, para que puedas entrar en el templo y encontrarla allí esperándote. 4Mas sé santo en Presencia de Dios, o, de lo contra­rio, no sabrás que estás allí, 5pues lo que no es como Dios no puede entrar en Su Mente porque no fue Su Pensamiento y, por lo tanto, no es de Él. 6Y si quieres saber lo que es tuyo, tu mente tiene que ser tan pura como la Suya. 7Protege cuidadosamente Su tem­plo, pues Él Mismo mora allí en paz. 8No puedes entrar en la Presencia de Dios con los compañeros siniestros a tu lado, pero tampoco puedes entrar solo. 9Todos tus hermanos tienen que entrar contigo, ya que hasta que no los hayas aceptado, no podrás entrar. 10Pues no podrás entender lo que es la Plenitud a menos que tú mismo seas pleno, y ninguna parte del Hijo puede ser excluida si su deseo es conocer la Plenitud de su Padre. 

El camino que nos conduce al Padre, es el camino del amor, el único y verdadero. Ese camino no lo andamos solos. Nuestros hermanos en la Filiación son nuestros acompañantes. Tenemos un pacto de amor para garantizar que, juntos, alcanzaremos la meta de la salvación.

8. Puedes aceptar en tu mente a la Filiación en su totalidad y ben­decirla con la luz que tu Padre le dio. 2Serás entonces digno de morar en el templo con Él, puesto que tu voluntad no es estar solo. 3Dios bendijo a Su Hijo para siempre. 4Si tú le bendices mientras estás en el tiempo, morarás en la eternidad. 5El tiempo no puede separarte de Dios si lo usas en favor de lo eterno. 

Te bendigo, hermano, y, bendigo a Dios, nuestro Padre. 

Así sea.

martes, 28 de mayo de 2024

Capítulo 11. II. La invitación a curar.

II. La invitación a curar. 

1. Si la enfermedad es separación, la decisión de curar y de ser curadores, por lo tanto, es el primer paso en el proceso de reconocer lo que verdaderamente quieres. 2Todo ataque te aleja de esto, y todo pensamiento curativo te lo acerca. 3El Hijo de Dios incluye tanto al Padre como al Hijo porque es a la vez Padre e Hijo. 4Unir tener y ser es unir, tu voluntad a la Suya, pues lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti es Él Mismo. 5Y tu voluntad es entregarte a Él porque, en tu perfecto entendimiento de Él, sabes que no hay sino una sola Voluntad. 6Mas cuando atacas a cualquier parte de Dios o de Su Reino tu entendimiento no es perfecto, y, por consi­guiente, pierdes lo que realmente quieres. 

En estado ego, nuestra mente es fiel a la creencia de que estamos separados de nuestro verdadero Creador y de Su Creación. Este estado de pensamiento da lugar a la enfermedad, pues la enfermedad es la percepción de la separación.

En estado Espíritu, nuestra mente es fiel a la creencia de que somos una Unidad en la Mente de nuestro Creador y de que formamos una Unidad en la Filiación Divina. Este estado de pensamiento da lugar a la curación, pues la curación es la percepción correcta de lo que somos. 

2. Curar, por lo tanto, se convierte en una lección de entendi­miento, y cuanto más la practicas mejor maestro y alumno te vuel­ves. 2Si has negado la verdad, ¿qué mejores testigos de su realidad podrías tener que aquellos que han sido curados por ella? 3Pero asegúrate de contarte a ti mismo entre ellos, pues estando dis­puesto a unirte a ellos es como te curarás. 4Todo milagro que obras te habla de la Paternidad de Dios. 5Todo pensamiento curativo que aceptas, proceda éste de un hermano o de tu propia mente, te enseña que eres el Hijo de Dios. 6En todo pensamiento hiriente que albergues, independientemente de donde lo percibas, yace la negación de la Paternidad de Dios y de tu relación filial con Él.  

Curar, es sanar la percepción errónea de estar separados. El tránsito de la percepción errada a la percepción verdadera, lleva consigo una lección de entendimiento. Dicho proceso forma parte del despertar de la consciencia, esto es, la Expiación que nos concede nuestra Mente Recta, el Espíritu Santo, permitiéndonos la comprensión de que somos los únicos soñadores de nuestros sueños. 

3. Y la negación es tan total como el amor. 2No puedes negar parte de ti mismo porque el resto parecerá estar separado de ti, y, por lo tanto, desprovisto de significado. 3Y al no tener significado para ti, no lo entenderás. 4Negar el significado de algo equivale a no comprenderlo. 5Únicamente puedes curarte a ti mismo porque únicamente el Hijo de Dios tiene necesidad de curación. 6Tienes necesidad de ella porque no te entiendes a ti mismo, y por lo tanto, no sabes lo que haces. 7Puesto que te has olvidado de lo que es tu voluntad, no sabes lo que realmente quieres. 

La visión que nos aporta el ego, es un mundo carente de significado, pues nos muestra un mundo carente de amor. La primera lección del Libro de Ejercicios nos enseña: “Nada de lo que veo, significa nada”. Ya hemos visto, que el objetivo de este Curso es ofrecernos el entrenamiento necesario para que nuestra mente recuerde la verdad de lo que somos.

El punto que estamos analizando, nos dice que “negar el significado de algo equivale a no comprenderlo”. Esta información parece contradecirse con el mensaje que nos ofrece la lección 1 del Libro de Ejercicios. Pero no lo hace, pues el único significado posible es el que nos ofrece lo verdadero, lo real, lo inmutable, lo eterno.

Las “creaciones” del ego, carecen de significado, pues son frutos de la percepción errónea, la que nos lleva a creer en un mundo separado de Su Fuente.

Las creaciones del Hijo de Dios, sí tienen significado. El único posible es que son portadoras de la verdad, la que se comparte con Su Creador. No podemos negar el significado de estas creaciones, pues de hacerlo estaríamos reconociendo que no comprendemos lo que somos y, por lo tanto, no comprendemos la naturaleza de Dios. 

4. La curación es señal de que quieres reinstaurar la plenitud. 2Y el hecho de que estés dispuesto a ello es lo que te permite oír-la Voz del Espíritu Santo, Cuyo mensaje es la plenitud. 3Él te capacitará para que vayas mucho más allá de la curación que lograrías por tu cuenta, pues a tu pequeña dosis de buena voluntad para reinstaurar la plenitud Él sumará toda Su Voluntad, haciendo así que la tuya sea plena. 4¿Qué podría haber que el Hijo de Dios no pudiese alcanzar cuando la Paternidad de Dios se encuentra en él? 5Mas la invitación tiene que proceder de ti, pues sin duda debes haber aprendido que aquel a quien invites a ser tu hués­ped, será quien morará en ti. 

Invitar al Espíritu Santo, a la Mente Recta, a nuestra morada, significa elegir servir a la Voluntad del Padre, que es nuestra única y verdadera voluntad. Significa que reconocemos a nuestra verdadera Paternidad. 

5. El Espíritu Santo no puede hablarle a un anfitrión que no le dé la bienvenida, puesto que no sería oído. 2El Eterno Invitado jamás se ausenta, pero Su Voz se vuelve cada vez más tenue en compañía de extraños. 3Necesita tu protección, únicamente porque la atención que le prestas es señal de que deseas Su Compañía. 4Piensa como Él aunque sólo sea por un momento y la pequeña chispa se convertirá en una luz tan resplandeciente que inundará tu mente para que Él se convierta en tu único Invitado. 5Siempre que le abres las puertas al ego, menoscabas la bienvenida que le das al Espíritu Santo. 6Él no se ausentará, pero habrás hecho una alianza contra Él. 7Sea cual sea la jornada que decidas emprender, Él irá contigo y esperará. 8Puedes confiar plenamente en Su paciencia, pues Él no puede abandonar a ninguna parte de Dios. 9Mas tú necesitas mucho más que paciencia. 

Este punto nos aproxima a una verdad que es como el verdadero Amor, no se puede explicar, tan solo se puede experimentar, para conocerlo. La presencia del Espíritu Santo en nuestra mente es eterna, pero lo hemos olvidado. El gesto de llamarlo, de invocarlo, es una demostración de que desconocemos su realidad, pues estamos olvidando de que nuestra verdadera esencia es Espiritual, lo que debe llevarnos a comprender, que es imposible que el Espíritu Santo se encuentre fuera de nosotros.

Tal vez, nuestra educación religiosa nos influya para pensar que Dios se encuentra fuera de nosotros. Pero esta interpretación procede de las enseñanzas del ego, que cree en la separación y que se cree su propio creador.

El Hijo de Dios está unido a Su Creador, pues es una extensión de Su Mente. 

6. No podrás descansar hasta que sepas cuál es tu función y la lleves a cabo, pues sólo en esto pueden estar completamente uni­das la Voluntad de tu Padre y la tuya. 2Tener a Dios es ser como Él, y Él se ha dado a Sí Mismo a ti. 3Tú que tienes a Dios debes ser como Dios, pues mediante Su regalo Su función se convirtió en la tuya. 4Invita este conocimiento de nuevo a tu mente y no dejes entrar ninguna otra cosa que lo pueda enturbiar. 5El Invitado que Dios te envió te enseñará cómo hacer esto sólo con que reconozcas la pequeña chispa y estés dispuesto a dejar que se expanda. 6No es necesario que estés enteramente dispuesto a ello porque Él lo está. 7Si simplemente le ofreces un pequeño lugar, Él lo iluminará tanto que gustosamente dejarás que éste se expanda. 8Y mediante esta expansión, comenzarás a recordar la creación. 

Así es. 

7. ¿Qué prefieres ser, del ego o anfitrión de Dios? 2Aceptarás únicamente a aquel que invites. 3Eres libre de determinar quién ha de ser tu invitado y cuánto tiempo ha de permanecer contigo. 4Mas esto no es auténtica libertad, pues depende todavía de cómo la consideres. 5El Espíritu Santo se encuentra ahí, pero no puede ayudarte a menos que tú se lo pidas. 6Y el ego no es nada, tanto si lo invitas a que entre como si no. 7La auténtica libertad radica en darle la bienvenida a la realidad, y de tus invi­tados, sólo él Espíritu Santo es real. 8Date cuenta, pues, de Quién mora en ti, reconociendo simplemente lo que ya se encuentra ahí, y no te conformes con consoladores imaginarios, pues el Conso­lador de Dios se encuentra en ti. 

Una nueva reafirmación en el mensaje que ha de aportarnos la certeza de lo que realmente somos. El Espíritu Santo actúa desde el Amor, es decir, respetando nuestra libertad. Debe ser nuestra voluntad, la que permita oír la Voz del invitado que Dios ha dispuesto para Su Creación. Esa pequeña dosis de voluntad que ha de llevarnos a elegir a quién preferir, al ego o a Dios.

lunes, 27 de mayo de 2024

Capítulo 11. I. Los regalos de la paternidad (2ª parte).

I. Los regalos de la paternidad (2ª parte). 


7. ¿Cómo iba a ser posible que una parte de Dios estuviese excluida de Su Amor o que una parte de Su Amor pudiese ser restringida? 2Dios es tu patrimonio porque Su único regalo es Él Mismo. 3¿De qué otra manera podrías dar, salvo como Él da, si quieres saber cuál es el regalo que Él te hizo? 4Da, pues, sin límites ni mesura, para que te des cuenta de cuánto te ha dado Él. 5Tu capacidad para aceptar a Dios depende de que estés dispuesto a dar como Él da. 6Tu paternidad y tu Padre son uno. 7La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es la Suya. 8De ello se deduce, pues, que tu voluntad es crear, toda vez que tu voluntad emana de la Suya. 9Y al ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él. 

¿Qué mejor manera de conocer la dicha que siente el Padre al crear a Su Hijo, que creando como Él nos ha creado? Amar como Él nos Ama, nos llevará a la certeza de que somos Uno con Su Mente. 

8. No sabes, no obstante, lo que tu voluntad dispone. 2Eso no es extraño si te percatas que negar equivale a "no saber". 3La Volun­tad de Dios es que tú eres Su Hijo. 4Al negar esto, niegas tu propia voluntad, y, por lo tanto, no puedes saber lo que es. 5Debes pre­guntar cuál es la Voluntad de Dios con respecto a todo porque Su Voluntad es también tu voluntad. 6Tú no sabes lo que es, pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti. 7Pregúntale, por lo tanto, cuál es la Voluntad de Dios para ti, y Él te dirá cuál es la tuya. 8No se puede hacer demasiado hincapié en el hecho de que tú no lo sabes. 9Siempre que lo que el Espíritu Santo te diga aparente ser una coacción, es únicamente porque no has reconocido tu voluntad. 

El ego ha negado la verdadera Voluntad, pues ha negado la Existencia de Dios, la verdadera Paternidad del Hijo de Dios. Ha sustituido esa Voluntad por el deseo de sentirse su propio creador. Ese deseo le lleva a creerse especial y separado del resto de la humanidad y sus iniciativas, inspiradas en el miedo, tan sólo dan lugar a circunstancias que le llevan a experimentar el sufrimiento y el dolor.

El Espíritu Santo responderá a nuestra pregunta cuando, desde el corazón, busquemos conocer cuál es nuestra voluntad. Esa voluntad no es diferente a la de nuestro Creador. Y dicha Voluntad es que nos conozcamos en la verdad que somos: Su Hijo bien amado. 

9. La proyección del ego hace que la Voluntad de Dios parezca ser algo externo a ti, y, por lo tanto, que no es tu voluntad. 2De acuerdo con esta interpretación parece que fuese posible que la Voluntad de Dios y la tuya estuviesen en conflicto. 3Dios, pues, parece exigirte algo que tú no le quieres dar, privándote así de lo que anhelas. 4¿Cómo iba a ser posible que Dios, que sólo desea lo que es tu voluntad, fuese capaz

de eso? 5Tu voluntad es Su vida, que Él te ha dado. 6Ni siquiera en el tiempo puedes vivir sepa­rado de Él. 7Dormir no es estar muerto. 8Lo que Él creó puede dormir, pero no puede morir. 9La inmortalidad es Su Voluntad para Su Hijo y la voluntad de Su Hijo para sí. 10El Hijo de Dios no puede disponer la muerte para sí mismo porque su Padre es Vida y Su Hijo es como Él. 11La creación es tu voluntad porque es Su Voluntad. 

Este punto, hace referencia a un aspecto importante de la Enseñanza que nos transmite el Curso. El Hijo de Dios es eterno y no puede morir. La muerte es un pensamiento erróneo procedente del sistema de pensamiento del ego. Lo que el ego llama muerte, forma parte del sueño de muerte que se produce mientras que nos encontremos dormidos. “Lo que Él creó puede dormir, pero no puede morir”. 

10. No puedes ser feliz a menos que hagas lo que realmente es tu voluntad, y esto no se puede cambiar porque es inmutable. 2Es inmutable porque es la Voluntad de Dios y la tuya, pues de otro modo Su Voluntad no podría extenderse. 3Tienes miedo de saber cuál es la Voluntad de Dios porque crees que no es la tuya. 4Esta creencia es lo que da lugar a la enfermedad y al miedo. 5Todo síntoma de enfermedad y de miedo emana de ella porque es la creencia que hace que no quieras saber. 6Al creer esto te ocultas en la oscuridad, negando que la luz se encuentre en ti. 

Hacer la Voluntad de Dios es reconocer que somos Su Hijo, que somos inmortales, impecables, inocentes y puros, que formamos una Unidad con Él y Su Filiación. En esta certeza, radica nuestra felicidad. Esa es nuestra voluntad y, como tal, debemos contribuir en su extensión. 

11. Se te pide que confíes en el Espíritu Santo únicamente porque Él habla por ti. 2Él es la Voz que habla por Dios, pero nunca olvi­des que Dios no dispuso estar solo. 3Él comparte Su Voluntad contigo, no te la impone. 4Recuerda siempre que lo que Dios da, Él lo conserva, de modo que nada que ÉI dé puede contradecirle. 5que compartes Su Vida, tienes que compartirla para poder conocerla, pues compartir es conocer. 6Bienaventurado tú que estás aprendiendo que oír la Voluntad de tu Padre es conocer la tuya. 7Pues tu voluntad es ser como Él, Cuya Voluntad es que así sea. 8La Voluntad de Dios es que Su Hijo sea uno y que esté unido a Él en Su Unicidad. 9Por eso es por lo que la curación representa el inicio del reconocimiento de que tu voluntad es la Suya. 

Hermosa lección la que se recoge en este punto: “Él comparte Su Voluntad contigo, no te la impone”. Es la fuerza del Amor Incondicional la que Dios comparte con Su Hijo. Ese Amor se comparte, pero no se impone.

Si lo aplicamos a las relaciones de amor de nuestro mundo, estaremos haciendo la Voluntad del Padre, la Voluntad del Cielo, en la Tierra. Es la única vía para experimentar la Paz y la Felicidad que Dios nos regala en cada instante de nuestra existencia.

viernes, 24 de mayo de 2024

Capítulo 11. I. Los regalos de la paternidad (1ª parte).

I. Los regalos de la paternidad (1ª parte).

1. Te has dado cuenta de tu necesidad de curación. 2¿Le ofrecerías cualquier otra cosa a la Filiación, habiendo reconocido la necesi­dad que tú mismo tienes de curación? 3Pues en esto estriba el comienzo del retorno al conocimiento; los cimientos sobre los que Dios ayudará a construir de nuevo el sistema de pensamiento que tú compartes con Él. 4Ni una sola piedra que coloques sobre esos cimientos dejará de ser bendecida por Él, pues estarás restau­rando la santa morada de Su Hijo, donde Él dispone que Su Hijo esté y donde está. 5Sea cual sea la parte de la mente del Hijo de Dios en la que reinstauras esta realidad, la reinstauras también en ti mismo. 6Moras en la Mente de Dios junto con tu hermano, pues la Voluntad de Dios no es estar solo. 

Si te encuentras entre los que estamos leyendo y compartiendo este texto, sin duda, te habrás dado cuenta que el ego no es tu creador y que el sistema de pensamiento que te ofrece es demente y falso. Te habrás dado cuenta de que ese sistema de pensamiento debe ser sanado, corregido, por lo que has decidido recordar tu verdadera identidad y retornar a tu verdadero hogar, donde nos reencontraremos con el resto de la Filiación y con nuestro Hacedor. 

2. Estar solo es estar separado de lo infinito, mas ¿cómo iba a ser posible esto si lo infinito no tiene fin? 2Nadie puede estar más allá de lo ilimitado porque lo que no tiene límites está necesariamente en todas partes. 3En Dios no hay principios ni finales, pues Su universo es Él Mismo. 4¿Cómo ibas a poder excluirte a ti mismo del universo, o de Dios que es el universo? 5Mi Padre y yo somos uno contigo, pues tú formas parte de nosotros. 6¿Crees realmente que parte de Dios puede extraviarse o estar ausente de Él? 

Creer que estamos solos y que estamos separados del resto de la creación, forma parte del error en el que se sustenta el sistema de pensamiento del ego. Todo lo creado es Dios, pues nada que no haya sido creado por Él, existe. Tu existencia, al igual que la del resto de la Filiación, es una parte del Todo-Dios. 

3. Si tú no formases parte de Dios, Su Voluntad no estaría unifi­cada. 2¿Es concebible esto? 3¿Podría una parte de Su Mente no contener nada? 4Si nadie excepto tú puede ocupar tu lugar en Su Mente, y el que tú lo ocupases constituyó tu creación, sin ti habría un lugar vacío en la Mente de Dios. 5La extensión no puede ser bloqueada, ni tampoco tiene vacíos. 6Continúa eternamente, por mucho que sea negada. 7Negar su realidad puede constituir un retraso en el tiempo, pero no en la eternidad. 8Por eso es por lo que tus creaciones no han cesado de extenderse y por lo que hay tanto esperando tu retorno. 

El Todo-Dios no podría ser el Todo sin una de sus partes. Dios no estaría completo sin una de sus Extensiones, de sus Creaciones. La Mente Una de Dios no puede estar dividida y escindida de uno de Sus Pensamientos. Lo que es eterno e infinito no lo puede colapsar el tiempo. La verdad no puede contemplar la ilusión y el error. Es verdad y lo será eternamente, o no es verdad y no lo ha sido nunca. 

4. Esperar es posible únicamente en el tiempo, pero el tiempo carece de significado. 2Tú que inventaste las demoras puedes dejar atrás el tiempo reconociendo simplemente que ni los princi­pios ni los finales fueron creados por lo Eterno, Quien no impuso límites a Su creación o a aquellos que crean como Él. 3 Desconoces esto debido simplemente a que has tratado de limitar lo que Él creó, y, por lo tanto, crees que la creación está limitada. 4¿Cómo, entonces, ibas a poder conocer tus creaciones habiendo negado lo infinito? 

Resulta un esfuerzo inestable el estar conteniendo el poder de la verdad. El desgaste de ese estado de pensamiento exige la fabricación de una realidad virtual que nos lleve a creer lo que percibimos. El tiempo se convierte, en esa realidad virtual, en el aliado de la ilusión, aportándoles argumentos para probar la realidad de lo percibido, pero olvidando que es virtual, es decir, es ilusoria.

¿Has probado en alguna ocasión unas gafas virtuales que te permitan visualizar escenas tan nítidas y aparentemente verdaderas que tus sentidos responden a ellas con la fuerza de la realidad? Yo he tenido ocasión de experimentar esa vivencia. De hecho, aún las tengo. En una ocasión experimente un viaje simulado a la Antártida, montado en un Kayak. Al principio pude percibir el vértigo que me producía el movimiento del kayak en su contacto con el agua. Una vez recuperado de esa primera impresión, tomé los remos para desplazarme por el mar. Era impresionante. La sensación de desplazamiento era totalmente real. Poco a poco podía ir describiendo el paisaje que se mostraba ante mí. Pude ver a los pingüinos que me observaban sorprendidos desde pequeños islotes de hielo. Más allá, descubrí a unas focas que jugueteaban zambulléndose en las profundidades del agua, que, por sus transparencias, permitían ver a los peces nadar.

Al final del trayecto, en el que tuve que ir sorteando los muchos islotes de hielo flotando en el agua, alcancé una montaña de hielo por la que debía escalar si quería alcanzar mi destino, la base donde se encontraba la tienda de campaña que me daría refugio ante la tormenta que se avecinaba. Si impresionante resultó el trayecto en kayak, imaginaros la experiencia de tener que escalar esa montaña de hielo. Para mi mente perceptiva todo fue real. Cada sensación, fue vivida con la misma intensidad que la aportada por la experiencia física. Sinceramente esta experiencia me ha permitido comprender el poder de la mente y valorar lo ilusorio de aquello que llamamos realidad.


5. Las leyes del universo no admiten contradicciones. 2 Lo que es válido para Dios es válido para ti. 3Si no crees que estás en Dios, tampoco creerás que Él está en ti. 4Lo infinito no tiene sentido sin ti, y tú no tienes sentido sin Dios. 5Dios y Su Hijo no pueden tener fin, pues nosotros somos el universo. 6Dios no está incompleto y sin Hijos. 7Puesto que Su Voluntad no fue estar solo, creó un Hijo como Él. 8No le niegues Su Hijo, pues tu renuencia a aceptar Su Paternidad te ha negado a ti la tuya. 9Ve en Sus creaciones a Su Hijo, pues las tuyas fueron creadas en Su honor. 10El universo del amor no se detiene porque tú no lo veas, ni tus ojos han perdido la capacidad de ver por el hecho de estar cerrados. 11Contempla la gloria de Su creación y te darás cuenta de lo que Dios ha salva­guardado para ti. 

Jesús, nos dice en este punto que el Hijo de Dios, la Extensión del Padre, es el universo. Nos dice, igualmente, que las leyes del universo no admiten contradicciones. Si no creemos que formamos una unidad en Dios, estaremos eligiendo creer que Él está fuera de nosotros, lo que propicia su negación desde el punto de vista del sistema de pensamiento del ego.

El Hijo de Dios es un Ser Espiritual y es el universo. El universo al que se refiere este punto apunta a esa idea, esto es, el universo es un Ser Espiritual y sus leyes no admite contradicciones, es decir, lo que es verdad no tiene opuestos. 

6. Dios te ha dado un lugar en Su Mente que es tuyo para siem­pre. 2Pero sólo puedes conservarlo si lo das de la misma manera en que se te dio. 3¿Cómo ibas a poder estar solo allí cuando se te dio porque Dios no dispuso estar solo? 4No es posible reducir la Mente de Dios. 5Tan sólo se puede expandir, pues todo lo que Él crea tiene la función de crear. 6El amor no limita, y lo que crea no está limitado. 7 Dar sin límites es lo que Dios ha dispuesto para ti porque eso es lo único que puede brindarte Su dicha, la cual es Su Voluntad compartir contigo. 8Tu amor es tan ilimitado como el Suyo porque es el Suyo. 

Si alguna ver nos hemos preguntado ¿cuál es la esencia del amor?, este punto nos responde a ello: es dar sin límites. 

jueves, 23 de mayo de 2024

Capítulo 11. DIOS O EL EGO: Introducción

 Capítulo 11

DIOS O EL EGO

 

Introducción

1. O Dios está loco o bien es el ego el que lo está. 2Si examinas imparcialmente las pruebas que ambas partes presentan, te darás cuenta de que eso tiene que ser verdad. 3Ni Dios ni el ego propo­nen un sistema de pensamiento parcial. 4Ambos sistemas son internamente coherentes, aunque diametralmente opuestos en todo, de tal modo que una lealtad parcial es imposible. 5Recuerda también que sus resultados son tan diferentes como sus cimien­tos, y que sus naturalezas fundamentalmente irreconciliables no pueden ser reconciliadas alternando entre ellos. 6Nada que esté vivo es huérfano, pues la vida es creación. 7Por lo tanto, toda decisión que tomas es invariablemente la respuesta a la pregunta: "¿Quién es mi padre?" 8Y serás fiel al padre que elijas. 

Es importante, yo diría esencial, conocer y ser consciente de la respuesta a la cuestión que nos plantea la introducción de este nuevo capítulo del Curso. Conocer a nuestro creador, no tan sólo responde a la pregunta de quién somos, sino también, qué somos.

El ego nos responderá que somos un cuerpo, pues hemos nacido de un cuerpo y que nuestra identidad está unida por lazos de sangre a nuestros padres biológicos. Para reforzar esta afirmación, el ego nos dará referencias de espacio y de tiempo, todo ello validado por documentos que harán oficiales los datos aportados. Todas las pruebas que proporciona para dar credibilidad a su identidad proceden de la evidencia de su percepción. Su realidad es experimentada desde su percepción y es irrevocable desde su sistema de pensamiento.

Sin embargo, ese sistema de pensamiento egoico, daría ese mismo valor de credibilidad a lo percibido en una vivencia experimentada durante el proceso del sueño. En él, llega a percibir con la misma sensación de realidad, que cuando lo percibe en estado de vigilia. Ambas vivencias experimentadas en diferentes estados de conciencia, tienen algo en común, ambas son ilusorias e irreales, pues están sujetas a lo temporal.

Tan sólo la luz-entendimiento, o expresado en otros términos empleados en el Curso, la percepción verdadera, nos permitirá comprender que lo experimentado por nuestra conciencia mientras permanecemos en el estado de sueño, forma parte de una ilusión, de una pesadilla irreal.

Esa luz-entendimiento no procede del ego, sino de nuestra verdadera identidad. Esa identidad es espiritual y procede de nuestro verdadero Hacedor, de nuestro único Padre, de Dios.

Dios nos responderá que somos un Ser Espiritual, perfecto, impecable, inocente y eterno, pues hemos nacido de la Extensión del Amor. Nos dirá que nuestra identidad nos mantiene unido al Gran Rayo de Dios y que formamos, junto a nuestros hermanos, la Filiación Divina.

Todas las pruebas que aporta el Ser para “demostrar” la credibilidad de su identidad proceden de la Verdad.

“Por sus obras los conoceréis”. Las obras procedentes del ego, son efectos que nos llevan a experimentar el miedo, la escasez, la necesidad, la infelicidad, el dolor y el sufrimiento, las pérdidas y la muerte. Las obras procedentes del Ser, son efectos que nos llevan a experimentar, la libertad, el amor, la alegría, la abundancia, el gozo, la felicidad, la verdadera vida compartida en la unidad.

¿A qué padre vas a elegir? 

2. ¿Qué le dirías, no obstante, a alguien que creyese que esta pre­gunta realmente entraña conflicto? 2Si tú concebiste al ego, ¿cómo habría podido el ego concebirte a ti? 3El problema de la autoridad sigue siendo la única fuente de conflictos porque el ego se originó como consecuencia del deseo del Hijo de Dios de ser el padre de Su Padre. 4El ego, por lo tanto, no es más que un sistema ilusorio en el que tú concebiste a tu propio padre. 5No te equivoques con respecto a esto. 6Parece una locura cuando se expone con perfecta honestidad, pero el ego nunca examina lo que hace con perfecta honestidad. 7Sin embargo, ésa es su premisa demente, la cual está cuidadosamente oculta bajo la tenebrosa piedra angular de su sis­tema de pensamiento. 8Y o bien el ego -que tú concebiste- es tu padre, o bien todo su sistema de pensamiento se desmorona. 

La conclusión es magnífica y su argumento, la verdad, desmonta el sistema de pensamiento del ego. 

3. Tú fabricas mediante la proyección, mas Dios crea mediante la extensión. 2eres la piedra angular de la creación de Dios, pues Su sistema de pensamiento es la luz. 3Recuerda que los Rayos están ahí sin ser vistos. 4Cuanto más te aproximas al centro de Su sistema de pensamiento, más clara se hace la luz. 5Cuanto más te aproximas al sistema de pensamiento del ego, más tenebroso y sombrío se vuelve el camino. 6Sin embargo, incluso la pequeña chispa que se encuentra en tu mente basta para iluminarlo. 7Lleva esa luz contigo sin ningún temor, y valerosamente enfócala a los cimientos del sistema de pensamiento del ego. 8Estáte dispuesto a juzgarlo con absoluta honestidad. 9Pon al descubierto la tenebrosa piedra angular de terror sobre la que descansa y sácala a la luz. 10Ahí verás que se basaba en la insensatez y que todos tus miedos eran infundados. 

“Somos hijos de la luz. Amamos la luz. Vivimos en la luz y somos protegidos por la luz”.

El poder que aportan estas palabras, emanadas desde nuestra Mente Una, nos servirá de guía en aquellos momentos en los que nos veamos desorientados. Me fue compartida por una amiga y ahora la comparto con todos vosotros con el único propósito de expandir la verdad. 

4. Hermano mío, tú eres parte de Dios y parte de mí. 2Cuando por fin hayas visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto también los nuestros. 3Vengo a ti de parte de nuestro Padre a ofre­certe todo nuevamente. 4No lo rechaces a fin de mantener oculta la tenebrosa piedra angular, pues la protección que te ofrece no te puede salvar. 5Yo te daré la lámpara y te acompañaré. 6No harás este viaje solo. 7Te conduciré hasta tu verdadero Padre, Quien, como yo, tiene necesidad de ti. 8¿Cómo no ibas a responder jubilo­samente a la llamada del amor? 

El Espíritu Crístico, el Espíritu del Amor, nos recuerda que no estamos solos en el camino de retorno hacia nuestro verdadero hogar. Cuando elegimos a Dios, como nuestro verdadero Padre, es imposible estar y sentirnos solos. Experimentaremos la grandeza de la Filiación, reconociendo a nuestros hermanos como los guías hacia el encuentro con la salvación. Alcanzar esa visión de la realidad nos hará sentir profundamente vivos y cada instante será un instante santo en el ese sagrado encuentro.

miércoles, 22 de mayo de 2024

Capítulo 10. V. La negación de Dios (2ª parte).

V. La negación de Dios (2ª parte).

7. Tu Padre no te ha negado. 2Él no toma represalias, pero sí te pide que retornes. 3Cuando piensas que Él no ha respondido a tu llamada es porque tú no has respondido a la Suya. 4Te llama desde cada parte de la Filiación, debido al Amor que le profesa a Su Hijo. 5Si oyes Su mensaje Él te habrá respondido, y te harás consciente de Él si escuchas debidamente. 6El Amor de Dios está en todo lo que Él creó, pues Su Hijo está en todas partes. 7Con­templa a tus hermanos en paz, y Dios no se demorará ni un ins­tante en llegar a tu corazón como muestra de agradecimiento por la ofrenda que le haces. 

Desde el corazón, pregúntate si realmente deseas oír la Voz de Dios guiándote hacia la salvación. Presta atención a tu respuesta a esta cuestión, pues en su honestidad encontrarás la verdadera respuesta.

No podremos oír la Voz de Dios si no estamos dispuestos a caminar unidos y en paz con nuestros hermanos. La Filiación tiene inscrito ese pacto de amor, por el cual todos llevamos el mensaje de Dios en nuestro interior y es ese mensaje el que debemos compartir con el resto de la humanidad. 

8. No recurras al dios de la enfermedad para curar, sino sólo al Dios del amor, pues curar significa que Lo has reconocido. 2Cuando lo reconozcas sabrás que Él nunca ha dejado de recono­certe y que en Su reconocimiento de ti radica tu ser. 3No estás enfermo ni tampoco puedes morir. 4Pero te puedes confundir a ti mismo con cosas que mueren. 5Recuerda, no obstante, que hacer eso es una blasfemia, pues significa que estás contemplando sin amor a Dios y a Su creación, de la cual Él no puede estar separado. 

Hemos visto en el punto 6, como el reconocimiento de Dios nos lleva a su aceptación y no a su negación. Reconocer es sinónimo de recordar. Es la toma de consciencia de lo que realmente somos. Es tener la certeza de que somos Amor y ese Amor es el pan nuestro de cada día que compartimos con la Filiación.

La enfermedad y la muerte no pertenecen a Dios. Han sido fabricadas por la errónea creencia que alimenta el pensamiento del ego. Reconocer al ego como nuestra verdadera identidad es negar a Dios y, con ello, negarnos a nosotros mismos. 

9. Sólo lo eterno puede ser amado, pues el amor no muere. 2Lo que es de Dios es Suyo para siempre, y tú eres de Dios. 3¿Cómo iba Él a permitirse a Sí Mismo sufrir? ¿Y cómo iba a ofrecerle a Su Hijo algo que no fuese aceptable para El? 5Si te aceptases tal como Dios te creó, sería imposible que pudieses sufrir. 6Sin embargo, para aceptarte tal como Dios te creó tienes que reconocerlo a Él como tu Creador. 7Esto no se debe a que de negarte a ello se te fuese a castigar. 8Se debe simplemente a que reconocer a tu Padre es reconocerte a ti mismo tal como eres. 9Tu Padre te creó comple­tamente libre de pecado, completamente libre de dolor y comple­tamente salvo de todo sufrimiento. 10Si niegas a tu Padre estarás invitando al pecado, al dolor y al sufrimiento a tu mente debido al poder que Él le dio. 11Tu mente es capaz de crear mundos, pero puede también negar lo que crea porque es libre. 

El amor que el ego percibe en el mundo por él fabricado no es el verdadero Amor. ¿Cómo el Amor verdadero podría causarnos dolor y sufrimiento?

El amor que practica el ego le causa dolor. Surge como un sentimiento de atracción por aquello que despierta su deseo y, de forma inmediata, lo amado se convierte en una experiencia de sufrimiento inspirada por el miedo a perder lo amado. El ego, cuando ama, se siente poseedor de la causa de su amor. Ese sentimiento posesivo se convierte en el carcelero que le priva del goce y de la felicidad. Esa ausencia de libertad es proyectada en el ser amado, causándole la privación de su propia libertad. 

El Amor verdadero es incondicional y su experiencia nos aporta el gozo de la felicidad eterna. 

10. No te das cuenta de cuánto te has negado a ti mismo, ni de cuánto Dios, en Su Amor, desea que no sea así. 2No obstante, Dios no interferiría en tus decisiones porque no podría conocer a Su Hijo si éste no fuese libre. 3Interferir en tus decisiones sería ata­carse a Sí Mismo, y Dios no está loco. 4Cuando tú lo niegas a Él eres tú el que está loco. 5¿Desearías que Él compartiese tu demen­cia? 6Dios nunca dejará de amar a Su Hijo y Su Hijo nunca dejará de amar a su Padre. 7Ésa fue la condición bajo la que la creación de Su Hijo tuvo lugar, la cual quedó establecida para siempre en Su Mente. 8Reconocer esto es cordura. 9Negarlo, demencia. 10Dios se dio a Sí Mismo a ti en tu creación, y Sus dones son eternos. 11¿Te negarías acaso a entregarte a Él? 

Dios se dio a Sí Mismo en la creación de Su Hijo y sus dones son eternos. Esta es la razón por la cual, Dios no puede interferir en las decisiones que toma su Creación. Si nos hizo libres, no puede alterar nuestras elecciones. Este apartado viene a responder algunas cuestiones que plantea el sistema de pensamiento del ego, ante situaciones que juzga cómo argumentos para negar la existencia de Dios.

Ante el sufrimiento, la enfermedad, el dolor, la pérdida de seres queridos, las guerras, las violaciones, etc, el ego se cuestiona: “¿si Dios existe cómo permite que sucedan estas cosas?

Una mente sana, una mente que haya recordado su procedencia, su verdadera identidad, reconoce que esos efectos no proceden del Amor, no proceden de Dios, pues Dios no se haría daño a Si Mismo.

Los efectos descritos por los argumentos del ego, pertenecen a su perceptor. Un mundo fabricado desde el miedo, bajo la creencia en el pecado, en la separación, justificará el sufrimiento, el dolor, la muerte, como la única vía de nuestra redención. 

11. Como resultado de las ofrendas que Le haces, se le restituirá el Reino a Su Hijo. 2Su Hijo se excluyó a sí mismo de Su don al negarse a aceptar lo que había sido creado para él y lo que él había creado en el Nombre de su Padre. 3El Cielo espera su retorno, pues fue creado para ser la morada del Hijo de Dios. 4Tú no te sientes a gusto en ninguna otra parte ni en ningún otro estado. 5No te niegues la dicha que fue creada para ti a cambio de la infelicidad que tú mismo te has labrado. 6Dios te ha proporcio­nado los medios para deshacer lo que tú has hecho. 7Escucha y aprenderás a recordar lo que eres. 

“Ninguna idea abandona su fuente”. Esta afirmación expresada en las enseñanzas del Curso, nos lleva a conocer, que el Hijo de Dios, la Expansión Creadora de la Mente de Dios, cuan Pensamiento emanado por Su Creador, nunca abandonará Su Fuente. 

12. Si Dios sabe que Sus Hijos son completamente impecables, es una blasfemia percibirlos como culpables. 2Si Dios sabe que Sus Hijos no pueden sufrir dolor alguno, es una blasfemia percibir sufrimiento en cualquier parte. Si Dios sabe que Sus Hijos son completamente dichosos, es una blasfemia sentirse deprimido. 4Todas estas ilusiones y las múltiples formas que la blasfemia puede adoptar, son negativas a aceptar la creación tal como es. 5Si Dios creó a Su Hijo perfecto, así es como debes aprender a consi­derarlo para que puedas conocer su realidad. 6Y como parte de la Filiación, así es como tienes que considerarte a ti mismo para que puedas conocer la tuya. 

Blasfemar, desde el punto de vista del ego, significa emitir palabras o expresiones injuriosas contra alguien o algo sagrado. A su vez, injuriar, es agraviar, ultrajar con obras o palabras.

Cuando UCDM hace referencia a la blasfemia, aporta un significado más trascendente desde el punto de vista de la consciencia. Blasfemar, desde ese sentido, es la evidencia de no reconocer la verdad, la realidad. En un aspecto más profundo, si cabe, es la evidencia de haber olvidado nuestra identidad Divina y la negación de la Identidad de Dios. 

13. No percibas nada que Dios no haya creado o lo estarás negando a Él. 2Suya es la única Paternidad que existe, y es tuya solamente porque Él te la dio. 3Las ofrendas que te haces a ti mismo no tie­nen sentido, pero las ofrendas que les haces a tus creaciones son como las Suyas porque las haces en Su Nombre. 4Por eso tus crea­ciones son tan reales como las Suyas. 5Con todo, la verdadera Paternidad tiene que ser reconocida si es que se ha de conocer al verdadero Hijo. 6Crees que las cosas enfermizas que has fabricado son tus verdaderas creaciones porque crees que las imágenes enfermizas que percibes son los Hijos de Dios. 7Sólo aceptando la Paternidad de Dios tendrás algo, porque Su Paternidad te lo dio todo. 8Por eso es por lo que negarlo a Él es negarte a ti mismo. 

Percibir a nuestros hermanos creyendo que son ellos mismos sus propios creadores, es una creencia errónea que da forma al sistema de pensamiento del ego. Esa percepción errada, nos llevará a la convicción de que nos encontramos separados de ellos.

La percepción errónea debe ser sustituida por la percepción verdadera, y para ello, tenemos que ver las cosas de otra manera. Reconocer nuestra verdadera identidad divina, es el paso esencial que nos llevará a reconocer lo que realmente somos. 

14. La arrogancia es la negación del amor porque el amor com­parte y la arrogancia no. 2Mientras ambas cosas te parezcan de­seables, el concepto de elección, que no procede de Dios, seguirá contigo. 3Si bien esto no es verdad en la eternidad, en el tiempo lo es, de modo que mientras el tiempo perdure en tu mente te verás obligado a elegir. 4El tiempo en sí es algo que tú elegiste. 5Si quie­res recordar la eternidad, debes contemplar sólo lo eterno. 6Si permites que lo temporal te preocupe, estarás viviendo en el tiempo. 7Como siempre, tu elección estará determinada por lo que valores. 8El tiempo y la eternidad no pueden ser ambos rea­les porque se contradicen entre sí. 9Sólo con que aceptes lo intem­poral como lo único que es real, empezarás a entender lo que es la eternidad y a hacerla tuya. 

El tiempo se convierte en una de las principales leyes que rigen el mundo percibido por el ego. Creemos que nuestra existencia está gobernada por el tiempo. Nacemos, crecemos y nos morimos, y todo ello, en un intervalo que llamamos tiempo. El tiempo se convierte en el argumento más real que da consistencia a la existencia del ego. Sin el tiempo, el ego no existiría, pues en la ausencia del tiempo, el ego se reconocería eterno, lo que le llevaría a reconocer la única paternidad real del ser, la de Dios, pues Dios es la Eternidad.

El tiempo es un pensamiento ilusorio percibido tan solo por la mente errada. Nada que sea real es temporal y cambiante. La verdad es intemporal, es eterna, por eso es real.

Este es un curso de entrenamiento mental. Corregir la percepción falsa, ha de permitirnos reconocer la Mentalidad Recta. Dicha mentalidad nos llevará a percibir el tiempo correctamente y nos abrirá la visión a la eternidad. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 157

LECCIÓN 157 En Su Presencia he de estar ahora. 1.  Éste es un día de silencio y de fe.  2 Es un tiempo especial y muy prometedor en el calen...