I. Los regalos de la paternidad (2ª parte).
7. ¿Cómo iba a ser posible que una parte de Dios estuviese excluida de Su Amor o que una parte de Su Amor pudiese ser restringida? 2Dios es tu patrimonio porque Su único regalo es Él Mismo. 3¿De qué otra manera podrías dar, salvo como Él da, si quieres saber cuál es el regalo que Él te hizo? 4Da, pues, sin límites ni mesura, para que te des cuenta de cuánto te ha dado Él. 5Tu capacidad para aceptar a Dios depende de que estés dispuesto a dar como Él da. 6Tu paternidad y tu Padre son uno. 7La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es la Suya. 8De ello se deduce, pues, que tu voluntad es crear, toda vez que tu voluntad emana de la Suya. 9Y al ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él.
¿Qué mejor manera de conocer la dicha que siente el Padre al crear a Su Hijo, que creando como Él nos ha creado? Amar como Él nos Ama, nos llevará a la certeza de que somos Uno con Su Mente.
8. No sabes, no obstante, lo que tu voluntad dispone. 2Eso no es extraño si te percatas que negar equivale a "no saber". 3La Voluntad de Dios es que tú eres Su Hijo. 4Al negar esto, niegas tu propia voluntad, y, por lo tanto, no puedes saber lo que es. 5Debes preguntar cuál es la Voluntad de Dios con respecto a todo porque Su Voluntad es también tu voluntad. 6Tú no sabes lo que es, pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti. 7Pregúntale, por lo tanto, cuál es la Voluntad de Dios para ti, y Él te dirá cuál es la tuya. 8No se puede hacer demasiado hincapié en el hecho de que tú no lo sabes. 9Siempre que lo que el Espíritu Santo te diga aparente ser una coacción, es únicamente porque no has reconocido tu voluntad.
El ego ha negado la verdadera Voluntad, pues ha negado la Existencia de Dios, la verdadera Paternidad del Hijo de Dios. Ha sustituido esa Voluntad por el deseo de sentirse su propio creador. Ese deseo le lleva a creerse especial y separado del resto de la humanidad y sus iniciativas, inspiradas en el miedo, tan sólo dan lugar a circunstancias que le llevan a experimentar el sufrimiento y el dolor.
El Espíritu Santo responderá a nuestra pregunta cuando, desde el corazón, busquemos conocer cuál es nuestra voluntad. Esa voluntad no es diferente a la de nuestro Creador. Y dicha Voluntad es que nos conozcamos en la verdad que somos: Su Hijo bien amado.
9. La proyección del ego hace que la Voluntad de Dios parezca ser algo externo a ti, y, por lo tanto, que no es tu voluntad. 2De acuerdo con esta interpretación parece que fuese posible que la Voluntad de Dios y la tuya estuviesen en conflicto. 3Dios, pues, parece exigirte algo que tú no le quieres dar, privándote así de lo que anhelas. 4¿Cómo iba a ser posible que Dios, que sólo desea lo que es tu voluntad, fuese capaz
de eso? 5Tu voluntad es Su vida, que Él te ha dado. 6Ni siquiera en el tiempo puedes vivir separado de Él. 7Dormir no es estar muerto. 8Lo que Él creó puede dormir, pero no puede morir. 9La inmortalidad es Su Voluntad para Su Hijo y la voluntad de Su Hijo para sí. 10El Hijo de Dios no puede disponer la muerte para sí mismo porque su Padre es Vida y Su Hijo es como Él. 11La creación es tu voluntad porque es Su Voluntad.
Este punto, hace referencia a un aspecto importante de la Enseñanza que nos transmite el Curso. El Hijo de Dios es eterno y no puede morir. La muerte es un pensamiento erróneo procedente del sistema de pensamiento del ego. Lo que el ego llama muerte, forma parte del sueño de muerte que se produce mientras que nos encontremos dormidos. “Lo que Él creó puede dormir, pero no puede morir”.
10. No puedes ser feliz a menos que hagas lo que realmente es tu voluntad, y esto no se puede cambiar porque es inmutable. 2Es inmutable porque es la Voluntad de Dios y la tuya, pues de otro modo Su Voluntad no podría extenderse. 3Tienes miedo de saber cuál es la Voluntad de Dios porque crees que no es la tuya. 4Esta creencia es lo que da lugar a la enfermedad y al miedo. 5Todo síntoma de enfermedad y de miedo emana de ella porque es la creencia que hace que no quieras saber. 6Al creer esto te ocultas en la oscuridad, negando que la luz se encuentre en ti.
Hacer la Voluntad de Dios es reconocer que somos Su Hijo, que somos inmortales, impecables, inocentes y puros, que formamos una Unidad con Él y Su Filiación. En esta certeza, radica nuestra felicidad. Esa es nuestra voluntad y, como tal, debemos contribuir en su extensión.
11. Se te pide que confíes en el Espíritu Santo únicamente porque Él habla por ti. 2Él es la Voz que habla por Dios, pero nunca olvides que Dios no dispuso estar solo. 3Él comparte Su Voluntad contigo, no te la impone. 4Recuerda siempre que lo que Dios da, Él lo conserva, de modo que nada que ÉI dé puede contradecirle. 5Tú, que compartes Su Vida, tienes que compartirla para poder conocerla, pues compartir es conocer. 6Bienaventurado tú que estás aprendiendo que oír la Voluntad de tu Padre es conocer la tuya. 7Pues tu voluntad es ser como Él, Cuya Voluntad es que así sea. 8La Voluntad de Dios es que Su Hijo sea uno y que esté unido a Él en Su Unicidad. 9Por eso es por lo que la curación representa el inicio del reconocimiento de que tu voluntad es la Suya.
Hermosa lección la que se recoge en este punto: “Él comparte Su Voluntad contigo, no te la impone”. Es la fuerza del Amor Incondicional la que Dios comparte con Su Hijo. Ese Amor se comparte, pero no se impone.
Si lo aplicamos a las relaciones de amor de nuestro mundo, estaremos haciendo la Voluntad del Padre, la Voluntad del Cielo, en la Tierra. Es la única vía para experimentar la Paz y la Felicidad que Dios nos regala en cada instante de nuestra existencia.
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