miércoles, 31 de enero de 2024

Capítulo 1. Principio 31: Los milagros deben inspirar gratitud, no reverencia.


PRINCIPIO 31

Los milagros deben inspirar gratitud, no reverencia. Debes dar gracias a Dios por lo que realmente eres. Los Hijos de Dios son santos, y los milagros honran su santidad, que ellos pueden ocultar, mas nunca perder.


En ocasiones, en mi vida, no siempre he tenido claro el modo en cómo debía dirigirme a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo, a los Ángeles, en general, a cualquier representante de lo Superior. Desde pequeño, me habían enseñado a postrarme de rodilla ante todo símbolo divino.

En este Principio, Un Curso de Milagros nos ofrece información sobre este particular, lo que me permite dedicar las siguientes líneas a tres conceptos que están estrechamente relacionados con este tema y que sin duda nos aclarará cualquier duda que podamos albergar.

Vamos a hablar de la “reverencia”, de la “gratitud o gracia” y de la “santidad”.

Comenzaremos compartiendo el párrafo 3, del punto II en el Capítulo 1, donde el Curso nos señala:

“La reverencia se debe reservar sólo para la revelación, a la que se puede aplicar perfecta y correctamente. No es una reacción apropiada hacia los milagros porque un estado de reverencia es un estado de veneración, lo cual implica que uno de rango infe­rior se encuentra ante su Creador. Tú eres una creación perfecta y deberías sentir reverencia solamente en presencia del Creador de la perfección. El milagro es, por lo tanto, un gesto de amor entre iguales. Los que son iguales no deben sentir reverencia los unos por los otros, pues la reverencia implica desigualdad. Por consi­guiente, no es una reacción apropiada hacia mí. Un hermano mayor merece respeto por su mayor experiencia, y obediencia por su mayor sabiduría. También merece ser amado por ser un her­mano, y devoción si es devoto. Es tan sólo mi devoción por ti lo que me hace merecedor de la tuya. No hay nada con respecto a mí que tú no puedas alcanzar. No tengo nada que no proceda de Dios. La diferencia entre nosotros por ahora estriba en que yo no tengo nada más. Esto me coloca en un estado que en ti es sólo latente” (T-5.II.3:1-13).

Este punto deja bastante claro, que mientras la reverencia es el modo adecuado para dirigirnos a nuestro Creador, no lo es así, si nos dirigimos a Cristo, por su condición de igual, de hermano, lo que hace que el gesto apropiado sea el respeto, la obediencia, la devoción y el amor.

En ese nivel de igualdad, de filiación, de unidad, existe un vínculo que nos une, el amor y de ese elevado sentimiento emana de forma natural, la expresión de la gracia, la aptitud de la gratitud y el gesto de agradecimiento.

En este sentido podemos decir,  que la gratitud hacia nuestro hermano es la única ofrenda que quiere nuestro Hermano Mayor –Cristo-. "Él se la llevará a Dios por nosotros, sabiendo que conocer a nuestro hermano es conocer a Dios. Si  estamos agradecidos a nuestro hermano, le estaremos agradecidos a Dios por lo que Él creó. Mediante la gratitud podremos llegar a conocer a nuestro hermano, y un momento de verdadero reconocimiento convierte a todo el mundo en nuestro hermano porque cada uno de ellos es Hijo de nuestro Padre" (T-4-VI.7:3-5).
  
Jesús no indica en el Curso que,  "Yo no necesito gratitud, pero tú necesitas desarrollar tu mer­mada capacidad de estar agradecido, o no podrás apreciar a Dios. Él no necesita que lo aprecies, pero tú sí. No se puede amar lo que no se aprecia, pues el miedo hace que sea imposible apreciar nada. Cuando tienes miedo de lo que eres no lo apre­cias, y, por lo tanto, lo rechazas. Como resultado de ello, enseñas rechazo"  (T-6.I.17:1-5).
   
Nos refiere el Curso que, “la única reacción apropiada hacia un hermano es apreciarlo. Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las perci­bes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia” (T-12.I.6:1-2).

Si recurrimos al Libro de Ejercicios, encontramos una Lección dedicada a la Gracia. Recurriré a ella y la expondré en su integridad, pues su contenido nos enseñará el alcance espiritual de la gratitud.

LECCIÓN 123

Gracias Padre por los regalos que me has concedido.

1. Sintámonos agradecidos hoy. 2Hemos llegado a sendas más lle­vaderas y a caminos más despejados. 3Ya no nos asalta el pensa­miento de volver atrás, ni resistimos implacablemente a la verdad. 4Aún hay cierta vacilación, algunas objeciones menores y cierta indecisión, pero puedes sentirte agradecido por tus logros, los cuales son mucho más grandes de lo que te imaginas.
2. Dedicar ahora un día a sentirte agradecido te aportará el benefi­cio adicional de poder tener un atisbo de lo grande que ha sido tu progreso y de los regalos que has recibido. 2Alégrate hoy, con amoroso agradecimiento, de que tu Padre no te haya abandonado a tu suerte, ni de que te haya dejado solo vagando en las tinieblas. 3Agradece que te haya salvado del ser que creíste haber hecho para que ocupara Su lugar y el de Su creación. 4Dale gracias hoy.
3. Da gracias de que Él no te haya abandonado, y de que Su Amor ha de refulgir por siempre sobre ti, eternamente inmutable. 2Da gracias asimismo por tu inmutabilidad, pues el Hijo que Él ama es tan inmutable como Él Mismo. 3Agradece que se te haya salvado. 4Alégrate de tener una función que desempeñar en la salvación. 5Siéntete agradecido de que tu valía exceda con mucho los míse­ros regalos que le diste a quien Dios creó como Su Hijo y de que excede también los mezquinos juicios que emitiste en contra suya.
4. Elevaremos hoy nuestros corazones llenos de agradecimiento por encima de la desesperanza, y alzaremos nuestros ojos agra­decidos, que ya no mirarán al suelo. 2Hoy entonaremos el himno de gratitud, en honor al Ser que Dios ha dispuesto que sea nues­tra verdadera Identidad en Él. 3Hoy le sonreiremos a todo aquel que veamos y marcharemos con paso ligero según seguimos ade­lante a llevar a cabo nuestro cometido.
5. No caminamos solos. 2Y damos gracias de que a nuestra sole­dad haya venido un Amigo a traernos la Palabra salvadora de Dios. 3Gracias a ti por escucharlo. 4Su Palabra es muda si no se la oye. 5Al darle las gracias a Él se te dan a ti también. 6Un mensaje que no se haya oído no puede salvar al mundo, por muy poderosa que sea la Voz que lo comunique o por muy amoroso que sea el mensaje.
6. Gracias a ti que has oído, pues así te vuelves el mensajero que lleva la Voz de Él consigo y que la deja resonar por todo el mundo. 2Acepta hoy las gracias que Dios te da, al darle tú las gracias a Él. 3Pues Él quiere ofrecerte las gracias que tú le das, puesto que acepta tus regalos llenos de amorosa gratitud y te los devuelve multiplicados miles y cientos de miles de veces más. 4Él bendecirá tus regalos compartiéndolos contigo. 5Y así, el poder y fortaleza de éstos crecerán hasta llenar el mundo de gozo y gratitud.
7. Acepta las gracias que Él te da y dale las tuyas durante quince minutos en dos ocasiones hoy. 2Y comprenderás a Quién le das las gracias, y a Quién le da Él las gracias según tú se las das a Él. 3Esta santa media hora que le dediques te será devuelta a razón de años por cada segundo; y debido a las gracias que le das, tendrá el poder de brindarle la salvación al mundo miles y miles de años más pronto.
8. Acepta las gracias que Él te da, y comprenderás con cuánto amor te conserva en Su Mente, cuán profundo e infinito es el cuidado que te prodiga y cuán perfecta es Su gratitud hacia ti. 2Acuérdate de pensar en Él cada hora y de darle las gracias por todo lo que Él le ha dado a Su Hijo para que éste pueda elevarse por encima del mundo, y recordar a su Padre y a su Ser.

Ante tales y hermosas palabras, no podemos menos que elevar la siguiente oración: “Padre, te doy gracias por lo que soy, por haber conservado mi Identidad inalterada e impecable en medio de todos los pensamientos de pecado que mi alocada mente inventó. Y te doy gracias también por haberme salvado de ellos. Amén”.

Dijimos al principio que hablaríamos de la santidad. Y lo vamos a hacer a continuación. Para ello, vamos a escudriñar, nuevamente, el Libro de Ejercicios y extraeremos el contenido de aquellas lecciones donde se haga referencia a este aspecto.


En la Lección 36: “Mi santidad envuelve todo lo que veo”, se recoge lo siguiente: “Eres santo porque tu mente es parte de la de Dios. Y puesto que eres santo, tu visión no puede sino ser santa también. "Impecabilidad" quiere decir libre de pecado. No se puede estar libre de pecado sólo un poco. O bien eres impecable o bien no lo eres. Si tu mente es parte de la de Dios tienes que ser impecable, pues de otra forma parte de Su Mente sería pecaminosa. Tu visión está vinculada a Su santidad, no a tu ego, y, por lo tanto, no tiene nada que ver con tu cuerpo” (L.pI.36.1:2-8).

Dios nos creó a Su Imagen y Semejanza. Si Dios es Santo, Su Hijo, fruto de la expansión de la Mente de su Padre, también lo es. La impecabilidad está asociada a la santidad.

En la Lección 37: ”Mi santidad bendice al mundo”, se nos enseña lo siguiente: “Tu propósito es ver el mundo a través de tu propia santi­dad. De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. Nadie pierde; a nadie se le despoja de nada; todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. Tu santa visión significa el fin del sacrificio porque les ofrece a todos su justo merecido. Y él tiene derecho a todo, ya que ése es su sagrado derecho como Hijo de Dios" (L.pI.137.1:2-6).

"No hay ninguna otra manera de poder eliminar la idea de sacri­ficio del pensamiento del mundo. Cualquier otra manera de ver inevitablemente exige el que algo o alguien pague. Como resul­tado de ello, el que percibe sale perdiendo. Y no tiene ni idea de por qué está perdiendo. Su plenitud, sin embargo, le es restau­rada a su conciencia a través de tu visión. Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. Los que se consideran a sí mismos completos no exigen nada" (L.pI.137.2:1-7).

"Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo” (L.pI.137.3:1-2).

El hecho de que tratemos al mundo desde la visión de la santidad, estamos ofreciendo el regalo que ha de permitirle negar el sacrificio y aceptar la bendición de saberse inocentes e inmaculados.

Si avanzamos en nuestro objetivo, llegamos a la Lección 38, “No hay nada que mi santidad no pueda hacer”, donde se recoge lo siguiente: “Tu santidad invierte todas las leyes del mundo. Está más allá de cualquier restricción de tiempo, espacio, distancia, así como de cualquier clase de límite. El poder de tu santidad es ilimitado porque te establece a ti como Hijo de Dios, en unión con la Mente de su Creador" (L.pI.138.1:1-3).

"Mediante tu santidad el poder de Dios se pone de manifiesto. Mediante tu santidad el poder de Dios se vuelve accesible. Y no hay nada que el poder de Dios no pueda hacer. Tu santidad, por lo tanto, puede eliminar todo dolor, acabar con todo pesar y resol­ver todo problema. Puede hacer eso en conexión contigo o con cualquier otra persona. Tiene el mismo poder para ayudar a cual­quiera porque su poder para salvar a cualquiera es el mismo" (L.pI.138.2:1-6).

"Si tú eres santo, también lo es todo lo que Dios creó. eres santo porque todas las cosas que Él creó son santas. Y todas las cosas que Él creó son santas porque tú eres santo. En los ejercicios de hoy vamos a aplicar el poder de tu santidad a cualquier clase de problema, dificultad o sufrimiento que te venga a la mente tanto si tiene que ver contigo como con otro. No haremos distin­ciones porque no hay distinciones” (L.pI.138.3:1-5).

Deberíamos recordar permanentemente esta afirmación: No hay nada que mi santidad no pueda hacer. En verdad nos lleva a confirmar la certeza de lo que somos: Santos Hijos de Dios. Nuestra santidad niega al ego y a sus falsas creencias y pensamientos. Nuestra santidad reinstaura la unidad y pone fin a la separación en nuestra mente.

La siguiente Lección, la 39, “Mi santidad es mi salvación”, refiere lo siguiente: “Hemos dicho ya que tu santidad es la salvación del mundo. ¿Y qué hay de tu propia salvación? No puedes dar lo que no tienes. Un salvador tiene que haberse salvado. ¿De qué otro modo, si no, podría enseñar lo que es la salvación? Los ejercicios de hoy van dirigidos a ti, en reconocimiento de que tu salvación es crucial para la salvación del mundo. A medida que apliques los ejerci­cios a tu mundo, el mundo entero se beneficiará" (L.pI.139.3:1-7).

"Tu santidad es la respuesta a toda pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora o se haga en el futuro. Tu santidad significa el fin de la culpabilidad y, por ende, el fin del infierno. Tu santidad es la salvación del mundo, así como la tuya. ¿Cómo podrías tú -a quien le pertenece tu santidad- ser excluido de ella? Dios no conoce lo profano. ¿Sería posible que Él no cono­ciese a Su Hijo?" (L.pI.139.4:1-6).

Si sentimos culpabilidad estamos identificados con el ego y no con nuestra condición santa. Si sentimos culpabilidad es señal inequívoca de que nos creemos pecadores y merecedores del castigo divino. Si es eso lo que hemos dado, es eso lo que recibiremos. Si damos “pecado” cosechamos “culpabilidad”, o lo que es lo mismo, nos estamos condenando a nosotros mismos.
Nuestra santidad es nuestra salvación pues, nos libera de la culpa y deshace el error de la falsa creencia en el pecado, en la separación.

Con la Lección 299, “La santidad eterna mora en mí”, ponemos fin a este recorrido: “Mi santidad está mucho más allá de mi propia capacidad de comprender o saber lo que es. No obstante, Dios, mi Padre, Quien la creó, reconoce que mi santidad es la Suya. Nuestra Voluntad conjunta comprende lo que es. Y nuestra Voluntad conjunta sabe que así es" (L.pII.299.1:1-4).

"Padre, mi santidad no procede de mí. No es mía para dejar que el pecado la destruya. No es mía para dejar que sea el blanco del ataque. Las ilusiones pueden ocultarla, pero no pueden extinguir su fulgor ni atenuar su luz. Se yergue por siempre perfecta e intacta. En ella todas las cosas sanan, pues siguen siendo tal como Tú las creaste. Y puedo conocer mi santidad, pues fui creado por la Santidad Misma, y puedo conocer mi Fuente porque Tu Voluntad es que se Te conozca” (L.pII.299.2:1-8).

Pongo fin a esta entrega, con esta bella oración:

“Padre, somos como Tú. En nosotros no hay crueldad, puesto que en Ti no la hay. Tu paz es nuestra. Y bendecimos al mundo con lo que hemos recibido exclusivamente de Ti. Elegimos una vez más, y elegi­mos asimismo por todos nuestros hermanos, sabiendo que son uno con nosotros. Les brindamos Tu salvación tal como la hemos recibido ahora. Y damos gracias por ellos que nos completan. En ellos vemos Tu gloria y en ellos hallamos nuestra paz. Somos santos porque Tu santidad nos ha liberado. Y Te damos gracias por ello. Amén" (L.pI.170.13:1-10).

martes, 30 de enero de 2024

Capítulo 1. Principio 30. "...los milagros reconocen el espíritu..."


PRINCIPIO 30

Dado que los milagros reconocen el espíritu, ajustan los niveles de percepción y los muestran en su debido lugar. Esto sitúa al espíritu en el centro, desde donde puede comunicarse directamente.

"Es imposible no creer en lo que ves, pero es igualmente imposi­ble ver lo que no crees. La percepción se construye sobre la base de la experiencia, y la experiencia conduce a las creencias. La percepción no se estabiliza hasta que las creencias se cimientan. De hecho, pues, lo que ves es lo que crees" (T-11.VI.1:1-4).
Compartiendo una de las ideas desarrollada en el Curso de Milagros, diremos que la única carencia que realmente necesitamos corregir es nuestra sensa­ción de estar separados de Dios.

Pero, ¿por qué surgió esa percepción de separación?

De hecho, esa percepción de separación jamás habría surgido si no hubiésemos distorsionado la percepción de la realidad, lo cual nos llevó a percibirnos como alguien necesi­tado.

En el Capítulo I del Texto, en el apartado VII, dedicado a las “distorsiones de los impulsos milagrosos”, podemos leer lo siguiente:

“Tus percepciones distorsionadas producen una densa envol­tura alrededor de los impulsos milagrosos, dificultándoles el que lleguen a tu conciencia. La confusión de los impulsos milagrosos con los impulsos físicos es una de las distorsiones básicas de la percepción. Los impulsos físicos son impulsos milagrosos mal canalizados. Todo placer real procede de hacer la Voluntad de Dios. Esto es así porque no hacer Su Voluntad es una negación del Ser. La negación del Ser da lugar a ilusiones, mientras que la corrección del error nos libera del mismo. No te engañes a ti mismo creyendo que puedes relacionarte en paz con Dios o con tus hermanos a través de algo externo"  (T-1.VII.1:1-7).

"Criatura de Dios, fuiste creado para crear lo bueno, lo hermoso y lo santo. No te olvides de eso. El Amor de Dios, por un breve período de tiempo, todavía tiene que expresarse de un cuerpo a otro, ya que la visión es aún muy tenue. El mejor uso que puedes hacer del cuerpo es utilizarlo para que te ayude a ampliar tu percepción, de forma que puedas alcanzar la verdadera visión de la que el ojo físico es incapaz.  Aprender a hacer esto es la única utilidad real del cuerpo” (T-1.VII.2:1-5). 

Para entrar en materia no está nada mal. Tendremos que ahondar en la idea de la “percepción”, pues como hemos adelantado, se nos presenta como el resultado al que ha dado lugar la orientación de nuestra mente, dando lugar a un estado de confusión entre niveles o lo que es lo mismo, la dualidad espíritu-cuerpo.

¿Cómo se origina la percepción?

"La proyección da lugar a la percepción" (T-21.In.1:1). "Debemos conocer, que la capacidad de extenderse es un aspecto fundamental de Dios que Él le dio a Su Hijo" (T-2.I.1:1). 
"En la creación, Dios Se extendió a Sí Mismo a Sus creaciones y les infundió la misma amorosa Volun­tad de crear que Él posee. No sólo fuiste plenamente creado, sino que fuiste creado perfecto" (T-2.I.1:2-3).  
Al ser creados a  semejanza de Dios hemos heredado su capacidad creativa. "Ningún Hijo de Dios puede perder esa facultad, ya que es inherente a lo que él es, pero podemos usarla de forma inadecuada al proyectar. El uso inadecuado de la extensión -la proyección- tiene lugar cuando creemos  que existe en nosotros alguna carencia o vacuidad, y que podemos suplirla con nuestras propias ideas, en lugar de con la verdad" (T-2.I.1:6-7).

Nuestra condición divina nos faculta para que el mundo que vemos se componga de aquello con lo que lo hemos dotado, lo que significa que, es importante para nosotros. Es el testimonio de nuestro estado mental, la imagen externa de una condición interna.

Podemos leer en el Curso, que “tal como el hombre piense, así percibirá” (T-21.In.1:6).  En este sentido, la percepción es un resultado, no una causa.

Debemos dedicar una especial atención a lo que acabamos de explicar, ya que la proyección de nuestros pensamientos nos desvelará aquello que se encuentra en nuestra mente, es decir, si emitimos juicios condenatorios sobre el mundo, preguntémonos dónde nos estamos condenando; si contemplamos desastres y catástrofes, preguntémonos dónde se encuentra el caos en nuestro interior. En definitiva, lo que veamos dará testimonio de nuestra elección y nos permitirá reconocer cuál de ellas elegimos. El mundo que vemos tan sólo nos muestra cuánta dicha nos hemos permitido ver en nosotros y aceptar como nuestra. Si esta afirmación es verdad, el poder de dar dicha tiene entonces que encontrarse en nosotros.

"La percepción, que es intrínsecamente enjuiciadora, comenzó sólo después de la separa­ción. Desde entonces nadie ha estado seguro de nada" (T-3.V.1:1-2). 
"Desde que se produjo la separación ha habido una gran confu­sión entre las palabras "crear" y "fabricar”. La diferencia está en que cuando fabricamos algo, lo hacemos como resultado de una sensación específica de carencia o de necesidad" T-3.V.2:1-2).

"Es esencial hacer una clara distinción entre lo que se crea y lo que se fabrica. Toda forma de curación se basa en esta correc­ción fundamental de percepción de niveles" (T-2.IV.A-12:1-2).

"El poder del milagro para ajustar niveles genera la percep­ción correcta que da lugar a la curación. Hasta que eso no ocurra será imposible entender lo que es la curación. El perdón es un gesto vacío a menos que conlleve corrección. Sin ella, lo que hace es básicamente juzgar, en vez de sanar" (T-2.IV.A-15:1-4).

“La percepción entraña selectivi­dad a todo nivel. Es un proceso continuo de aceptación y rechazo, de organización y reorganización, de substitución y cam­bio. Evaluar es un aspecto esencial de la percepción, ya que para poder seleccionar es necesario juzgar" (T-3.V.7:6-8).

"¿Qué le ocurre a la percepción en ausencia de juicios, o de nada que no sea perfecta igualdad? Percibir se vuelve imposible. La verdad sólo se puede conocer. Toda ella es igualmente verdadera, y, conocer cualquier parte de ella es conocerla en su totalidad. Únicamente la percepción entraña una conciencia parcial. El conocimiento transciende las leyes que gobiernan la percepción porque un conocimiento parcial es imposible. El conocimiento es uno y no tiene partes separadas” (T-3.V.8:1-7)).

¿Se puede sanar la percepción sabiendo que es un error de la mente?

Ya en el punto anterior adelantábamos que la curación se basa en una corrección de percepción de niveles y es el poder del milagro el que genera la percepción correcta que da lugar a la curación. De ello se deduce, que podemos hablar de percepción errónea y de percepción verdadera. La primera juzga y la segunda sana.

"El perdón es lo que sana la percepción de la separación. Es necesario que percibamos correctamente a nuestro hermano debido a que las mentes han elegido considerarse a sí mismas como entidades separadas" (T-3.V.9:1-2).

"La percepción se basa en un estado de separación, así que cada vez que de alguna manera percibimos, tendremos necesidad de curación" (T-3.V.10:3).

¿Cómo debemos entender la percepción verdadera?

La per­cepción verdadera, o percepción inocente, significa que nunca percibimos falsamente y que siempre vemos correctamente. Dicho de una manera más llana, significa que nunca vemos lo que no existe y siempre vemos lo que sí existe.

"La percepción es temporal. Al ser un atributo de la creencia en el espacio y en el tiempo, es susceptible de producir miedo o amor. Las percepciones falsas producen miedo y las verdaderas fomentan el amor, mas ninguna de ellas brinda certeza porque toda percepción está sujeta a cambios. Por eso es por lo que la percepción no es conocimiento. La verdadera percepción es la base del conocimiento, pero gozar de conocimiento es la afir­mación de la verdad y esto se encuentra allende cualquier percep­ción" (T-3.III.1:6-10).

"El milagro, al ser una manera de percibir, no es conocimiento" (T-3.III.2:4). 

"El primer paso en el proceso de deshacer lo ilusorio es cuestionarlo. El milagro -la res­puesta correcta- lo corrige" (T-3.III.2:6-7).

"La forma en que percibimos en cualquier momento dado determina nuestro comportamiento, y las acciones sólo pueden ocurrir en el tiempo" (T-3.III.2:9).

“No se puede hacer demasiado hincapié en el hecho de que corregir la percepción es simplemente un expediente temporal. Dicha corrección es necesaria únicamente porque la percepción falsa es un obstáculo para el conocimiento, mientras que la per­cepción fidedigna es un trampolín hacia él. El valor de la percep­ción correcta reside en la conclusión inevitable de que toda percepción es innecesaria. Esto elimina el obstáculo por com­pleto. Te preguntarás cómo puede ser posible esto mientras parezca que vives en este mundo. Esa es una pregunta razonable. No obstante, tienes que asegurarte de que realmente la entiendes. ¿Quién es el "tú" que vive en este mundo? El espíritu es inmor­tal, y la inmortalidad es un estado permanente. El espíritu es tan verdadero ahora como siempre lo fue y lo será siempre, ya que no entraña cambios de ninguna clase. No es un continuo, ni se puede entender tampoco comparándolo con un opuesto. El conocimiento nunca admite comparaciones. En eso estriba su diferencia principal con respecto a cualquier otra cosa que la mente pueda comprender” (T-4.II.11:1-13).

"La percepción no es conocimiento, pero puede ser transferida al conocimiento, o cru­zar hasta él" (T-5.I.6:5).  

Esta labor de transferencia no la podemos realizar por nosotros mismos, necesitamos ayuda para ello.

"Los pensamientos se originan en la mente del pensador, y desde ahí se extienden hacia afuera. Esto es tan cierto del Pensa­miento de Dios como del nuestro. Puesto que nuestra mente está divi­dida, podemos percibir y también pensar. No obstante, la percepción no puede eludir las leyes básicas de la mente. Percibimos desde nuestra mente y proyectamos nuestras percepciones al exterior. Aunque la percepción es irreal, el Espíritu Santo puede usarla provechosamente por el .hecho de que nosotros la concebimos. Él puede inspirarnos­ cualquier percepción y canalizarla hacia Dios" (T-6.II.9:1-7).

"La fuerza de la percepción correcta es tan grande que pone a la mente en armonía con la Mente de Dios, pues se encuentra al servicio de Su Voz, la cual mora en todos vosotros" (T-7.IV.5:7).

Debemos  tener presente de que somos nosotros los que hemos inventado la percepción, y ésta perdurará mientras la sigamos deseando.

"Compartir la percepción con Aquel que Dios te ha dado te enseña a reconocer lo que ves. 4Es el reconocimiento de que ninguna cosa que ves significa nada por sí sola. 5Ver con Él te mostrará que todo significado, inclu­yendo el tuyo, no procede de una visión doble, sino de la dulce fusión de todas las cosas en un solo significado, una sola emoción y un solo propósito 6Dios tiene un solo Propósito, y lo comparte contigo" (T14.VII.7:3-6).

En el Capítulo XI del Curso, podemos leer:

Ha habido mucha con­fusión con respecto a lo que significa la percepción, debido a que la palabra se usa con el significado de "conciencia" y también con el de "interpretación de la conciencia". No obstante, no puedes ser consciente sin interpretar, pues lo que percibes es tu propia interpretación" (T11.VI.2:5-6).

"Este curso es muy claro. Si no lo ves así, es porque estás haciendo interpretaciones contra él, y, por lo tanto, no crees lo que dice. Y puesto que lo que crees determina tu percepción, no per­cibes el significado del curso y, consecuentemente, no lo aceptas. Con todo, diferentes experiencias conducen a diferentes creen­cias, y a través de éstas, a diferentes percepciones. Pues las per­cepciones se aprenden mediante creencias, y la experiencia ciertamente enseña. Te estoy conduciendo a una nueva clase de experiencia que cada vez estarás menos dispuesto a negar: Aprender de Cristo es fácil, pues percibir con Él no entraña nin­gún esfuerzo. Sus percepciones son tu conciencia natural, y lo único que te fatiga son las distorsiones que introduces en ésta. Deja que sea el Cristo en ti Quien interprete por ti, y no trates de limitar lo que ves con creencias pueriles indignas del Hijo de Dios. Pues hasta que Cristo no sea aceptado completamente, el Hijo de Dios se considerará a sí mismo huérfano” (T-11.VI.3:1-10).

¿Se puede percibir el mundo real?

Para dar respuesta a esta cuestión, expondremos parte del contenido recogido en el apartado VII, del Capítulo XI del Curso de Milagros “La condición de la realidad”:

El mundo que tú percibes no pudo haber sido creado por el Padre, pues el mundo no es tal como tú lo ves. Dios creó única­mente lo eterno, y todo lo que tú ves es perecedero. Por lo tanto, tiene que haber otro mundo que no estás viendo. La Biblia habla de un nuevo Cielo y de una nueva tierra, mas esto no puede ser cierto en un sentido literal, pues lo que es eterno no puede volver a ser creado. Percibir de manera diferente es sencillamente perci­bir de nuevo, lo cual implica que antes, o en el ínterin, no estabas percibiendo en absoluto. ¿Cuál es entonces el mundo que le espera a tu percepción cuando finalmente lo veas?" (T-11.VII.1:1-6)

"Todo pensamiento amoroso que el Hijo de Dios jamás haya tenido es eterno. Los pensamientos amorosos que su mente per­cibe en este mundo constituyen la única realidad de éste. Siguen siendo percepciones porque él todavía cree estar separado. Mas son eternos porque son amorosos. Y al ser amorosos son semejantes al Padre, y, por lo tanto, no pueden morir. El mundo real ciertamente se puede percibir. Lo único que ello requiere es que estés dispuesto a no percibir nada más. Pues si percibes tanto el bien como el mal, estarás aceptando lo falso y lo verdadero, y no estarás distinguiendo claramente entre ellos" (T-11.VII.2:1-8).

"El ego tal vez vea algo bueno, pero nunca ve sólo lo bueno. Esa es la razón de que sus percepciones sean tan variables. No rechaza la bondad por completo, pues eso sería inaceptable para ti. Pero siempre añade a lo real algo que no es real, confundiendo así la ilusión con la realidad. Pues las percepciones no pueden ser parcialmente verdaderas. Si crees tanto en la verdad como en la ilusión, no podrás saber cuál de ellas es cierta. Para establecer tu propia autonomía trataste de crear de manera diferente de como crea tu Padre, creyendo que lo que hiciste podía ser distinto de Él. No obstante, todo lo que es verdad es como Él. Percibir única­mente el mundo real te conducirá al Cielo real, ya que te capaci­tará para comprenderlo” (T-11.VII.3:1-9).
"Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí" (T-21.II.2:3-5).

lunes, 29 de enero de 2024

Capítulo 1. Principio 29: Los milagros alaban a Dios a través de ti.


PRINCIPIO 29

Los milagros alaban a Dios a través de ti. Lo alaban al honrar a Sus creaciones, afirmando así la perfección de las mismas. Curan porque niegan la identificación con el cuerpo y afirman la identificación con el espíritu.


Debo reconocer, que siempre me he preguntado ¿cuál sería la manera más acertada de dirigirme a Dios? Reconozco que actualmente, en este sentido, soy poco ortodoxo, si bien en otras ocasiones he practicado el ritual. A medida en que mi mente se va sanando y mi visión sustituye la separación por la unidad, mi “diálogo” con É,l va perdiendo formulismo y se torna más directo. Deja de ser una búsqueda externa para convertirse en un encuentro íntimo y universal.

El Principio que hoy abordamos, nos ofrece la oportunidad de analizar este aspecto en la forma de la alabanza. Veamos qué nos aporta Un Curso de Milagros sobre este particular:

La Biblia afirma repetidamente que debes alabar a Dios. Esto no quiere decir que debas decirle cuán maravilloso es. Dios no tiene un ego con el que aceptar tal alabanza, ni percepción con qué juzgarla. Pero a menos que desempeñes el papel que te corresponde en la creación, Su gozo no será total porque el tuyo no lo es. Y Él ciertamente sabe esto. Lo sabe en Su Propio Ser y en la experiencia que Su Ser tiene de la experiencia del Hijo. El constante fluir de Su Amor se obstruye cuando Sus canales están cerrados, y se siente solo cuando las mentes que Él creó no se comunican plenamente con Él” (T-4.VII.6:1-7).

De lo anterior, podemos deducir, que la mejor manera de elevar nuestras alabanzas a Dios es desempeñar el papel que nos corresponde en la creación. Como bien expresa la Lección 99 del Libro de Ejercicios, la Salvación es mi única función aquí. La Salvación y el perdón son lo mismo.

Si continuamos desarrollando el contenido del Curso, nos encontramos con la siguiente reflexión:

Dios es alabado cada vez que una mente aprende a ser comple­tamente servicial. Esto, sin embargo, es imposible, a menos que también aprenda a ser completamente inofensiva, pues ambas creencias tienen que coexistir. Los que son verdaderamente servi­ciales son a su vez invulnerables porque no protegen a sus egos, y, por lo tanto, nada puede hacerles daño. Su espíritu servicial es la manera en que alaban a Dios, y Él les devolverá las alabanzas que le hagan porque ellos son como Él, y pueden regocijarse juntos. Dios se extiende hasta ellos y a través de ellos, y cunde una gran alegría por todo el Reino. Cada mente que ha sido transformada contribuye a aumentar esta alegría al estar individualmente dis­puesta a compartirla. Los verdaderamente serviciales son los obradores de milagros de Dios, a quienes yo dirijo hasta que este­mos todos unidos en el júbilo del Reino. Yo te dirigiré allí donde puedas ser verdaderamente servicial, y a quien pueda seguir mi dirección a través de ti” (T-4.VII.8:1-8).

La capacidad de servicio está estrechamente vinculada con el desapego y con la mente correcta, pues dicha mente nos permite ver la realidad de lo que somos, lo que nos lleva a abandonar la identificación con el cuerpo, principal baluarte del ego.
La actitud servicial, es una actitud amorosa y exenta de juicio condenatorio. Dicha condición favorece el estado de purificación previo a la experiencia espiritual de la resurrección.

Nos enseña el Curso que, "el Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos comparten la gloria y a Ambos se les glorifica juntos" (T-11.IV.5:8). Es la aceptación de la compleción de la Filiación lo que nos hace compartir la gloria con el Creador.

Esta afirmación, nos plantea una importante reflexión: ¿Cómo amamos al resto de la Filiación?

No puedes amar sólo a algunas partes de la realidad y al mismo tiempo entender el significado del amor. Si amases de manera distinta de como ama Dios, Quien no sabe lo que es el amor espe­cial, ¿cómo ibas a poder entender lo que es el amor? Creer que las relaciones especiales, con un amor especial, pueden ofrecerte la sal­vación, es creer que la separación es la salvación. Pues la salva­ción radica en la perfecta igualdad de la Expiación. ¿Cómo puedes pensar que ciertos aspectos especiales de la Filiación pue­den ofrecerte más que otros? El pasado te ha enseñado esto. Mas el instante santo te enseña que eso, no es así" (T-15.V.3:1-7).

"Todas las relaciones especiales contienen elementos de miedo en ellas debido a la culpabilidad. Por eso es por lo que están sujetas a tantos cambios y variaciones. No se basan exclusiva­mente en el amor inmutable. Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser perfecto” (T-15.V.4:1-4).

No entraremos a analizar en profundizar el significado que encierra la “relación especial”, pues considero que este tema nos invita a dedicarle un capítulo en exclusividad, pero me gustaría reseñar una idea que considero esencial: “Creer que las relaciones especiales, con un amor especial, pueden ofrecerte la sal­vación, es creer que la separación es la salvación” (T-15.V.3:3). Ahí lo dejo.

“Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. Puesto que goza de plenitud, no pide nada. Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.” (T-15.VII.1:1-7).

Nos indica el Curso que, "la relación de amor especial es el arma principal del ego para impedir que lleguemos al Cielo" (T-16.V.2:3). 

"En la relación especial -nacida del deseo oculto de que Dios nos ame con un amor especial- es donde triunfa el odio del ego. Pues la relación especial es la renuncia al Amor de Dios y el intento de asegurar para uno mismo la condición de ser especial que Él nos negó. Es esencial para la supervivencia del ego que creamos que el especialismo no es el infierno, sino el Cielo. Pues el ego jamás querría que viésemos que lo único que la separación con­lleva son pérdidas, al ser la única condición en la que el Cielo no puede existir" (T-16.V.4:1-4).

En el título del Principio que estamos estudiando, se recoge: "Curan porque niegan la identificación con el cuerpo y afirman la identificación con el espíritu." Esta idea es igual a la que expone el Principio 17, “Los milagros trascienden el cuerpo”. Decíamos al desarrollar este Principio: Lo primero que tenemos que saber, es que Dios no creó el cuerpo porque el cuerpo es destructible, y, por consiguiente, no forma parte del Reino. Sin embargo, el cuerpo es el símbolo de lo que creemos ser. Al ser un  mecanismo de separación, podemos decir que no existe. A pesar de ello, el  Espíritu Santo, en la función que tiene encomendada dentro del sueño, utiliza nuestra creencia y logra que el cuerpo se  utilice como un recurso de aprendi­zaje.  El cuerpo no es real pero la mente sí lo es. La mente puede curar al cuerpo, pero el cuerpo no puede curar a la mente, lo que nos lleva a determinar que la mente tiene que ser más fuerte que el cuerpo. Nos revela el Curso que todo milagro es una demostración de esto” (T-6.V.A.2:1-7).

Existe una preocupación muy común en los estudiantes de Un Curso de Milagros, cuando tienen que asimilar la idea de que el cuerpo no es real. Se cuestionan cómo deben actuar cuando la vida los lleve a situaciones en las que el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, se hacen patentes. Si el cuerpo no es real, ¿dejamos de ser insensibles a estas cuestiones?

Comparto la respuesta que Kenneth Wapnick nos dejó sobre esta cuestión:

“Hay una manera de mirar que plantea el Curso, la cual es como una doble visión. Usted no niega lo que ven sus ojos; no niega que alguien sufra dolor físico o que alguien tenga una necesidad o lo que sea. Pero al mismo tiempo, usted también se percata de que lo que ve es un pedido de ayuda. Eso es lo que Un curso en milagros llama el Juicio del Espíritu Santo (T-12.I): que la enfermedad y el dolor o la ira y el ataque, lo que sea que haya hecho la persona, es realmente un pedido de ayuda y una expresión de que esa persona está identificada con su ego.
Usted le dice al Espíritu Santo o a Jesús o a quienquiera que usted sienta que le habla: ¿Qué quieres que haga? Si usted cree que empieza a sentirse perturbado por el problema de la persona, en cualquier nivel que sea, antes de pedirle a El qué debe hacer, debe pedirle ayuda para sanar su percepción. Eso es lo que quiere decir con "la única oración que tiene sentido es la del perdón" (T-3.V.6:3). Usted le pide primero que lo ayude a cambiar de la manera de mirar del ego a la manera de mirar de Él, y luego dice: "¿Qué quieres que haga? ¿Cuál sería mi más amorosa forma de actuar en este momento?" Y entonces lo lleva a cabo. Primero usted trata de percatarse de su propia interferencia. Repito, bien sea que la enfermedad de alguien suscite mucha compasión en usted, culpa, dolor, agravio, o que las características del comportamiento de alguien le causen mucha ira -es por eso que usted pide ayuda. Y entonces dice: "¿Qué sería lo más amoroso que puedo hacer? ¿Qué quieres que haga?" Cualesquiera palabras que quiera usar están bien, pero ciertamente usted no niega lo que ve. Esto no es un curso de negación. De hecho, el texto dice, en un pasaje que leí antes, que es casi imposible negar la experiencia física en este mundo. No sugiere que lo hagamos, porque la línea siguiente dice que ésta es una forma de negación particularmente inútil (T-2.IV 3:8-11)”.

domingo, 28 de enero de 2024

Capítulo 1. Principio 28: Los milagros son una manera de ganar liberación del miedo.


PRINCIPIO 28

Los milagros son una manera de ganar liberación del miedo. La revelación produce un estado en el que el miedo ya ha sido abolido. Los milagros son, por lo tanto, un medio, y la revelación, un fin.


Ya tuvimos ocasión de analizar detenidamente el concepto del miedo, cuando vimos el Principio 26, cuyo título, lo recuerdo, enunciaba: “Los milagros representan tu liberación del miedo”. 

El Principio que abordamos hoy, ahonda una vez más en la misma idea, si bien, introduce un aspecto al que vamos a dedicar este estudio. Se trata del concepto "revelación", o lo que es lo mismo, la causa que produce un estado en el que el miedo ya ha sido abolido.

Veamos, qué nos aporta el Curso sobre la revelación:

“La revelación produce una suspensión completa, aunque tem­poral, de la duda y el miedo. Refleja la forma original de comuni­cación entre Dios y Sus creaciones, la cual entraña la sensación extremadamente personal de creación que a veces se busca en las relaciones físicas. La proximidad física no puede proporcionarla. Los milagros, en cambio, son genuinamente interpersonales y conducen a un auténtico acercamiento a los demás. La revelación te une directamente a Dios. Los milagros te unen directamente a tu hermano. Ni la revelación ni los milagros emanan de la con­ciencia, aunque ambos se experimentan en ella. La conciencia es el estado que induce a la acción, aunque no la inspira. Eres libre de creer lo que quieras, y tus actos dan testimonio de lo que crees" (T-1.II.1;1-9).

"La revelación es algo intensamente personal y no puede trans­mitirse de forma que tenga sentido. De ahí que cualquier intento de describirla con palabras sea inútil. La revelación induce sólo a la experiencia. Los milagros, por otra parte, inducen a la acción. Por ahora resultan más útiles debido a su naturaleza interpersonal. En esta fase del aprendizaje, obrar milagros es importante porque no se te puede forzar a que te liberes del miedo. La reve­lación es literalmente inefable porque es una experiencia de amor inefable" (T-1.II.2:1-7).

"La reverencia se debe reservar sólo para la revelación, a la que se puede aplicar perfecta y correctamente. No es una reacción apropiada hacia los milagros porque un estado de reverencia es un estado de veneración, lo cual implica que uno de rango infe­rior se encuentra ante su Creador. Tú eres una creación perfecta y deberías sentir reverencia solamente en presencia del Creador de la perfección. El milagro es, por lo tanto, un gesto de amor entre iguales. Los que son iguales no deben sentir reverencia los unos por los otros, pues la reverencia implica desigualdad. Por consi­guiente, no es una reacción apropiada hacia mí. Un hermano mayor merece respeto por su mayor experiencia, y obediencia por su mayor sabiduría. También merece ser amado por ser un her­mano, y devoción si es devoto. Es tan sólo mi devoción por ti lo que me hace merecedor de la tuya. No hay nada con respecto a mí que tú no puedas alcanzar. No tengo nada que no proceda de Dios. La diferencia entre nosotros por ahora estriba en que yo no tengo nada más. Esto me coloca en un estado que en ti es sólo latente" (T-1.II.3:1-13).

"Nadie viene al Padre sino por mí" no significa que yo esté en modo alguno separado de ti o que sea diferente, excepto en el tiempo, y el tiempo no existe realmente. La afirmación tiene más sentido desde el punto de vista de un eje vertical que de uno horizontal. Tú estás debajo de mí y yo estoy debajo de Dios. En el proceso de "ascensión" yo estoy más arriba porque sin mí la distancia entre Dios y el hombre sería demasiado grande para que tú la pudieses salvar. Yo salvo esa distancia por ser tu her­mano mayor, por un lado, y por el otro, por ser un Hijo de Dios. La devoción que les profeso a mis hermanos es lo que me ha puesto a cargo de la Filiación, que completo porque formo parte de ella. Tal vez esto parezca contradecir la afirmación "Yo y el Padre somos uno"; pero esa afirmación consta de dos partes en reconocimiento de la mayor grandeza del Padre" (T-1.II.4:1-7).

"Las revelaciones son indirectamente inspiradas por mí debido a mi proximidad al Espíritu Santo y a que me mantengo alerta para cuando mis hermanos estén listos para recibir la revelación. De esta manera puedo obtener para ellos más de lo que ellos podrían obtener para sí mismos. El Espíritu Santo es el mediador entre la comunicación superior y la inferior, y mantiene abierto para la revelación el canal directo de Dios hacia ti. La revelación no es recíproca. Procede de Dios hacia ti, pero no de ti hacia Dios. El milagro reduce al mínimo la necesidad del tiempo. En el plano longitudinal u horizontal el reconocimiento de la igualdad de los miembros de la Filiación parece requerir un tiempo casi interminable. El milagro, no obstante, entraña un cambio súbito de la percepción horizontal a la vertical. Esto introduce un inter­valo del cual tanto el que da como el que recibe emergen mucho más adelantados en el tiempo de lo que habrían estado de otra manera. El milagro, pues, tiene la propiedad única de abolir el tiempo en la medida en que hace innecesario el intervalo de tiempo que abarca. No existe relación alguna entre el tiempo que un milagro tarda en llevarse a cabo y el tiempo que abarca. El milagro substituye a un aprendizaje que podría haber durado miles de años. Lo hace en virtud del reconocimiento implícito de la perfecta igualdad que existe entre el que da y el que recibe en la que se basa el milagro. El milagro acorta el tiempo al producir su colapso, eliminando de esta manera ciertos intervalos dentro del mismo. Hace esto, no obstante, dentro de la secuencia tem­poral más amplia”. (T-1.II.5:1-10)

"La revelación puede, de vez en cuando, revelarnos cuál es el fin, pero para alcanzarlo, los medios son necesarios. El milagro o, lo que es lo  mismo, el des-hacimiento del error, es el medio que debemos utilizar para alcanzar tal fin" T-1.VII.4:11).

El Curso nos enseña que, "Dios ha salvaguardado tu reino, pero no puede compartir Su gozo contigo hasta que no conozcas el reino con toda tu mente" (T-4.VII.7:1).

Como ya hemos advertido, la experiencia de "la revelación no es suficiente porque es una comunicación de Dios hacia ti solamente" (T-4.VII.7:2).

"Dios no tiene necesidad de que se le devuelva la revelación, lo cual sería claramente imposible, pero sí desea que se transmita a otros. Esto no se puede hacer con la revelación en sí, pues su contenido no puede ser expresado debido a que es algo sumamente personal para la mente que lo recibe. No obstante, dicha mente la podemos extender a otras men­tes, mediante las actitudes generadas por la sabiduría que se deriva de la revelación" (T-4.VII.7:3-5).

"Sólo la mente sana puede experimentar una revelación de efectos duraderos porque la revelación es una experiencia de pura dicha" (T-5.I.1:3).

“La revelación de que el Padre y el Hijo son uno alboreará en toda mente a su debido tiempo. Sin embargo, ese momento lo determina la mente misma, pues es algo que no se puede enseñar” (L.pI-158.2:8).

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 91

LECCIÓN 91 Los milagros se ven en la luz. 1.  Es importante recordar que  los  milagros y la visión van nece­sariamente de la mano.  2 Esto...