viernes, 30 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).

 III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).


12. ¿Negarías la verdad de la decisión de Dios, imponiendo tu mísera evaluación de ti mismo en lugar de la serena e inmutable evaluación, que Él ha hecho de Su Hijo? 2Nada puede alterar la convicción de Dios de que todo lo que Él creó goza de perfecta pureza, pues es absolutamente puro. 3No decidas contra ello porque, dado que procede de Él, no puede sino ser verdad. 4La paz mora en toda mente que acepta serenamente el plan que Dios elaboró para su Expiación, renunciando al suyo propio. 5Tú no sabes lo que es la salvación, pues no comprendes lo que es. 6No tomes decisiones con respecto a lo que es o adónde se encuentra, sino que en vez de ello pregúntaselo todo al Espíritu Santo y no tomes ninguna decisión sin Su dulce consejo.

Desde que nacemos, nos enseñan afanosamente a comunicarnos con el mundo procedente del exterior, lo que aleja la conciencia pura que acaba de nacer de la fuente verdadera que lo ha mantenido en comunicación directa con su creador. Se sustituye lo interior por lo externo, y en esa separación, perdemos el verdadero significado de lo que somos.

La percepción de lo externo nos seduce y la aceptamos como el canal más apropiado para aprender a manejarnos en el mundo. Recibimos mucha información de cómo debemos comportarnos y de cómo debemos atender nuestras tareas. Y así, sin darnos cuenta de ella, nos hemos desconectado de la Voz de nuestro verdadero guía, el cual, tendrá que hacer maravillas para devolver nuestra dormida consciencia a la única y verdadera realidad, la que se encuentra en nuestro interior.

13. Aquel que conoce el plan que Dios quiere que sigas puede enseñarte lo que éste es. 2Sólo Su Sabiduría puede guiar tus pasos en dicho plan. 3Cada decisión que tomas por tu cuenta significa únicamente que quieres definir la que es la salvación y aquello de lo que debes ser salvado. 4El Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad. 5No tienes ningún otro "enemigo", y el Espíritu Santo es el único Amigo que te puede ayudar contra esta absurda distorsión de la pureza del Hijo de Dios. 6Él es el poderoso protector de la inocencia que te hace libre. 7Y Él ha decidido deshacer todo lo que podría ocultar tu inocencia de tu mente despejada.

El origen de la culpa se encuentra en la errónea interpretación que hemos hecho al pensar que hemos desobedecido a Dios al incumplir su mandato de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Desde ese acto, interpretado como pecaminoso, nos hemos sentido culpables de toda relación que nos lleve a elegir el miedo en vez del amor. 

De la Unidad de la Filiación, surgió la división de los seres, y dado que el miedo ha surgido como consecuencia de ser diferentes a Dios, el mundo fabricado, al que hemos dado significado, es ajeno a la verdad, por ser fruto del miedo, en vez del amor.

Por lo tanto, la salvación tan sólo es posible cuando conseguimos corregir ese error primigenio, es decir, cuando recuperamos la identidad de nuestra inocencia y escapamos de la culpabilidad ilusoria con la que nos hemos identificados.

14. Permítele, por lo tanto, ser el único Guía que sigues hacia la salvación. 2Él conoce el camino y te conduce gustosamente por él. 3Con Él no podrás sino aprender que lo que Dios desea para ti es tu voluntad. 4Sin Su dirección pensarás que puedes saber por tu cuenta lo que debes hacer, y decidirás contra tu paz tan irreme­diablemente como decidiste que la salvación residía solamente en ti. 5La salvación está en manos de Aquel a Quien Dios se la  confió para ti. 6Él no se ha olvidado de ello. 7No te olvides de Él y Él tomará todas tus decisiones por ti, las cuales serán en favor de tu salvación y de la paz de Dios en ti.

La Mente Una del Espíritu Santo, a través de la Expiación (corrección del error), no ayuda a transformar nuestra falsa percepción, de modo que abandonemos la falsa creencia en la separación y alcancemos la rectitud de la mente.

Todos estos puntos nos conducen a un único aprendizaje: pensar con la mente del Espíritu Santo y desechemos al falso guía que nos mantiene prisioneros del miedo y de la culpa: el ego.

15.  No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. 2Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. 3El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado" de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 4Lo que no puede suceder no puede tener efectos temibles. 5Descansa tranquila­mente en la fe que has depositado en Aquel que te ama y que desea librarte de la locura. 6Puede que lo que hayas elegido sea la demencia, mas la demencia no es tu realidad. 7Nunca te olvides del Amor de Dios, Quien se ha acordado de ti. 8Pues es absoluta­mente imposible que Él jamás hubiese permitido que Su Hijo dejara de formar parte de la amorosa Mente en la que fue creado, y donde se fijó su morada en perfecta paz para siempre.

Todo juicio condenatorio procede de la carencia de amor. Sentenciar al Hijo de Dios como culpable por utilizar los poderes creadores de manera errónea, es carencia de amor. Por este motivo, el Espíritu Santo sólo enseña que el pecado de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 

Dios, no ha expulsado a Su Hijo del Paraíso Terrenal, y en Su Eterno Amor, aguarda la unificación de la Filiación en utilizar la voluntad al servicio de la Unidad.

jueves, 29 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (3ª parte).

III. La decisión en favor de la inocencia (3ª parte).


8. Dios es la única Causa, y la culpabilidad es algo ajeno a Él. 2No le enseñes a nadie que te ha hecho daño, pues si lo haces, te esta­rás enseñando a ti mismo que lo que es ajeno a Dios tiene poder sobre ti. 3Lo que no tiene causa no puede existir. 4No des testimonio de ello, ni fomentes el que ninguna mente lo crea. 5Recuerda siem­pre que la mente es una, y que la causa es una. 6No aprenderás a comunicarte con esta unicidad hasta que no aprendas a negar lo que no tiene causa y a aceptar como tuya la Causa que es Dios. 7El poder que Dios le ha dado a Su Hijo es de él, y no hay nada más que Su Hijo pueda ver o elija contemplar sin imponerse a sí mismo la pena de la culpabilidad, en lugar de la feliz enseñanza que gustosamente le ofrecería el Espíritu Santo.

Cuando este punto nos dice que Dios es la única Causa, nos está revelando que la única Causa de todo acto creador es el Amor de donde emana la Mente Una. Ya hemos visto a lo largo del apartado que estamos analizando, que tan sólo el Amor nos ofrece el principio de la libertad y que para poner fin a la rueda kármica que fabrica el miedo (dando desde el miedo recibimos tan sólo miedo), tenemos que activar el poder de la única Causa, el poder del Amor (dando amor cuando recibimos dolor).

Lo que no tiene causa no puede existir. Elegir cualquier otra fuente creadora, que no proceda del amor, dará lugar a la fabricación del error, de la ilusión y de la separación.

9. Siempre que eliges tomar una decisión para ti solo estás pen­sando destructivamente y la decisión será errónea. 2Te hará daño por razón del concepto de decisión que te condujo a ella. 3No es verdad que puedas tomar decisiones por tu cuenta, o para ti solo. 4Ningún pensamiento del Hijo de Dios puede estar separado o tener efectos aislados. 5Cada decisión que se toma, se toma para toda la Filiación, es aplicable tanto a lo interno como a lo externo y afecta a una constelación mucho mayor que nada que jamás hayas podido concebir.

La mente es una y la Filiación ha sido creada de una única Mente, la de Dios. Compartimos con Él Su Mente y tenemos el poder de crear utilizando la mente expandiendo el Amor. Pensar que cuando utilizamos la mente no afecta a la totalidad de la Filiación, es escindirnos de la verdad y servir al error. 

10. Los que aceptan la Expiación son invulnerables. 2Pero los que creen ser culpables reaccionarán ante la culpabilidad porque cree­rán que es la salvación, y no se negarán a verla ni a ponerse de su parte. 3Creen que incrementar la culpabilidad es la manera de auto-protegerse. 4No lograrán comprender el simple hecho de que lo que no desean no puede sino hacerles daño. 5Todo esto procede del hecho de que no creen que lo que desean sea bueno. 6Mas se les dio la voluntad porque es algo santo. y porque les brindará todo lo que necesitan, lo cual les llegará tan naturalmente como la paz que no conoce límites. 7Nada que su voluntad no les provea tiene valor alguno. 8Pero como ellos no entienden su propia voluntad, el Espíritu Santo la comprende por ellos silenciosa­mente y les da lo que desean sin que se tengan que esforzar o afanar, y sin dejarlos con la imposible carga de tener que decidir por su cuenta qué es lo que desean o necesitan.

Aceptar la Expiación es recordar nuestra verdadera identidad espiritual. Es decidir poner en manos del Espíritu Santo todas nuestras decisiones, pues reconocemos en Él, al verdadero Maestro, al guía que nos iluminará el camino que nos hace invulnerables e inocentes.

El Principio de la voluntad, al igual que los Principios del Amor y del Conocimiento, los hemos heredados de Dios. Cuando los utilizamos para crear, generamos obras de amor que gozan de la eternidad.

Caer en el olvido de lo que somos, ha propiciado, igualmente, que hemos olvidado la grandeza de los Principios con los que hemos sido creados, lo que nos lleva a elegir otros patrones a los que hemos dado credibilidad, como el deseo, el miedo y la culpa.

11. Jamás se dará el caso de que tengas que tomar decisiones por tu cuenta. 2No estás desprovisto de ayuda, y de una Ayuda que conoce la solución. 3¿Te conformarías con unas migajas, que es todo lo que por tu cuenta puedes ofrecerte a ti mismo, cuando Aquel que te lo da todo simplemente lo pone a tu disposición? 4Él nunca te preguntará qué has hecho para ser digno del regalo de Dios. 5Así pues, no te lo preguntes a ti mismo. 6Acepta, en cambio, Su respuesta pues Él sabe que tú eres digno de todo lo que Dios dispone para ti. 7No trates de librarte del regalo de Dios que el Espíritu Santo tan libre y gustosamente te ofrece. 8Él te ofrece sólo lo que Dios le dio para ti. 9No tienes que decidir si eres merecedor de ello o no. 10Dios sabe que lo eres.

Afortunadamente, somos como Dios nos ha creado. Somos Su Hijo Bienamado, y como nuestro amoroso Padre, ha dispuesto la ayuda del Espíritu Santo, para que nuestra mente sea capaz de recordar y reconocer su verdadera identidad, cuando sumido en la ilusión del falso sueño se sienta perdido, atacado, vulnerado, dañado y atormentado.

Dios sabe lo que somos.

miércoles, 28 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (2ª parte).

 III. La decisión en favor de la inocencia (2ª parte).


4. Cada día, cada hora y cada minuto, e incluso cada segundo, estás decidiendo entre la crucifixión y la resurrección, entre el ego y el Espíritu Santo. 2El ego es la elección en favor de la culpa­bilidad; el Espíritu Santo, la elección en favor de la inocencia. 3De lo único que dispones es del poder de decisión. 4Aquello entre lo que puedes elegir ya se ha fijado porque aparte de la verdad y de la ilusión no hay ninguna otra alternativa. 5Ni la verdad ni la ilusión traspasan los límites de la otra, ya que son alternativas irreconciliables entre sí y ambas no pueden ser verdad. 6Eres cul­pable o inocente, prisionero o libre, infeliz feliz.

Este punto atesora tanta sabiduría que cualquier resistencia a no aceptar lo que en él se recoge con tanta sencillez, sin duda responde a que nuestra mente está atrapada prestando sus servicios al sistema de pensamiento incorrecto, el que niega la posibilidad de que Dios pueda existir en su máxima expresión de Amor y Libertad.

¿Somos conscientes de a quién sirve nuestra mente?

5. El milagro te enseña que has optado por la inocencia, la liber­tad y la dicha. 2El milagro no es causa sino efecto. 3Es el resultado natural de haber elegido acertadamente, y da testimonio de tu felicidad, la cual procede de haber elegido estar libre de toda culpa. 4Todo aquel a quien ofreces curación, te la devuelve. 5Todo aquel a quien ofreces ataque lo conserva y lo atesora guardán­dote rencor por ello. 6El que te guarde rencor no es irrelevante: tú creerás que lo hace. 7Es imposible ofrecerle a otro lo que no deseas sin recibir esta sanción. 8El costo de dar es recibir. 9Recibi­rás o bien una sanción que te hará sufrir, o bien la feliz adquisi­ción de un preciado tesoro.

El milagro es el resultado, el fruto, de toda creación amorosa, cuyos efectos nos deleita con el dulce sabor de la inocencia, de la libertad y de la dicha.

Tanto para bien, como para mal, el costo de dar es recibir. Si damos amor, recibiremos amor. Si damos odio, rencor, dolor, recibiremos sus mismos efectos.

6. Nadie le impone sanción alguna al Hijo de Dios, salvo la que él se impone a sí mismo. 2Cada oportunidad que se le da para sanar es otra oportunidad más de reemplazar las tinieblas por la luz y el miedo por el amor. 3Si la rechaza, se condena a sí mismo a las tinieblas, puesto que no eligió liberar a su hermano y entrar con él en la luz. 4Al otorgarle poder a lo que no es nada, desperdicia la gozosa oportunidad de aprender que lo que no es nada no tiene ningún poder. 5al no disipar las tinieblas, se vuelve teme­roso de ellas y de la luz. El gozo que resulta de aprender que las tinieblas no tienen poder alguno sobre el Hijo de Dios es la feliz lección que el Espíritu Santo enseña, y que desea que tú enseñes con Él. 7Enseñarla es Su gozo, tal como será el tuyo.

Cualquier acto de amor que no conlleve el principio de la libertad, no puede ser confundido con el amor verdadero, el cual, al igual que la verdad, siempre nos hará libres.

La única respuesta sanadora a cualquier acción que nos prive de la libertad es el amor, pues, el que expande su miedo es carente, precisamente, del amor. Al dar y al compartir su miedo, recibirá los efectos de su propio miedo, corriendo el riesgo de perpetuar su error entrando en un círculo interminable de dolor. Tan sólo el que se libera de las pesadas cadenas de la culpa, responde al miedo con amor, aportando luz allí donde tan sólo había oscuridad.

7. Así es como se enseña esa simple lección: la ausencia de culpa es invulnerabilidad. 2Por lo tanto, pon de manifiesto tu invulne­rabilidad ante todo el mundo. 3Enséñales que no importa lo que traten de hacerte, tu perfecta libertad de la creencia de que algo puede hacerte daño demuestra que ellos son inocentes. Ellos no pueden hacer nada que te haga daño, y al no dejarles pensar que pueden, les enseñas que la Expiación, que has aceptado para ti mismo, es también suya. 5No hay nada que perdonar. 6Nadie puede hacerle daño al Hijo de Dios. 7Su culpabilidad es total­mente infundada, y al no tener causa, no puede existir.

Llevar a la práctica el contenido de lo que nos enseña este punto, pondría fin al mundo de demencia en el que nos encontramos. Ya no habría necesidad de identificar a los culpables, pues al liberarnos de nuestra propia culpa, no la veríamos proyectada en los demás.

Las mentes se unirían en la creencia de que el amor es el camino verdadero que nos permitiría el encuentro con la felicidad y ello nos daría alas para volar por encima de todo aquello que estuviese vinculado con el miedo y la culpabilidad.

martes, 27 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (1ª parte).

III. La decisión en favor de la inocencia (1ª parte).

1. El alumno feliz no puede sentirse culpable por el hecho, de tener que aprender. 2Esto es tan fundamental para el aprendizaje que jamás debiera olvidarse. 3El alumno que está libre de culpa aprende con facilidad porque sus pensamientos son libres. 4Esto conlleva, no obstante, el reconocimiento de que la culpabilidad no es la salvación, sino una interferencia que no tiene ningún propósito.

No podemos olvidar que el sentimiento de culpa pertenece al proceso mental fabricado por el ego. Si el alumno feliz se sintiese culpable por el hecho de tener que aprender, lo que realmente está reconociendo es que en su sistema de pensamiento, aún existe una parte que cree estar separada de Su Creador, El Cual es Perfecto e Impecable. Pensar que tener que aprender no está a la altura del Hijo de Dios, pues aprender significa que carecemos de algo, nos puede llevar al sentimiento de culpa al no creernos perfectos. 

Sentir culpa nos hace prisioneros de nuestros falsos pensamientos basados en el miedo y en la separación. Estar libres de culpa, en cambio, hace que gocemos del principio de la libertad, el cual se manifiesta cuando servimos al amor y a la verdad.

2. Tal vez estés acostumbrado a utilizar la inocencia simplemente para contrarrestar el dolor de la culpabilidad, y no la ves como algo con valor propio. 2Crees que la culpabilidad y la inocencia son valiosas, y que cada una representa un escape de lo que la otra no te ofrece. 3No quieres tener solamente una de ellas, pues sin ambas te consideras a ti mismo incompleto, y, por lo tanto, infeliz. 4Sin embargo, sólo puedes estar completo en tu inocencia, y sólo en tu inocencia puedes ser feliz. 5En esto no hay conflicto. 6Desear de algún modo la culpabilidad, en cualquier forma que sea, hará que dejes de apreciar el valor de tu inocencia y que no la puedas ver.

Este punto viene a reforzar lo que hemos dicho en el anterior. La certeza en la inocencia, la visión de que somos puros e impecables, dispone nuestra mente a aprender desde la libertad: enseñar es aprender.

En cambio, cuando nuestro sistema de pensamientos trata de servir a dos señores a la vez, entonces, la culpa y la inocencia intercambian su hegemonía en nuestros pensamientos y ello no favorece el estado de paz y de libertad.

3. No puedes establecer ningún acuerdo con la culpabilidad, y al mismo tiempo escaparte del dolor que sólo la inocencia mitiga. 2Vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. 3Cada vez que el dolor de la culpabilidad parezca atraerte, recuerda que si sucumbes a él estarás eligiendo en contra de tu felicidad, y no podrás aprender a ser feliz. 4Con dulzura, por lo tanto, aunque con la convicción que nace del Amor del Padre y de Su Hijo, repite para tus adentros lo siguiente: 

5Pondré de manifiesto lo que experimente.

6Si Soy inocente no tengo nada que temer.

7Elijo dar testimonio de mi aceptación de la Expiación, no de su rechazo.

8Quiero aceptar mi inocencia poniéndola de manifiesto y compartiéndola.

9Quiero llevarle paz al Hijo de Dios de parte de su Padre.

 

Nos afirma este punto, que vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. Este mundo no ha sido creado, pues si así fuese gozaríamos de la esencia propia de todas las creaciones, del Amor. Este mundo ha sido fabricado, y es la muestra de la carencia y de la necesidad, los frutos propios del miedo. 

Mientras que el amor crea y se expande, permitiendo que la mente se exprese desde la pureza y la impecabilidad, el miedo fabrica y se contrae sobre sí mismo, favoreciendo que la mente se exprese desde la culpa y el pecado.

lunes, 26 de agosto de 2024

Capítulo 14. II. El alumno feliz (2ª parte).

 II. El alumno feliz (2ª parte).


5. Cuando le enseñas a alguien que la verdad es verdad, lo apren­des con él. 2Y así aprendes que lo que parecía ser lo más difícil de entender es lo más fácil. 3Aprende a ser un alumno feliz, 4pues jamás aprenderás cómo hacer que lo que no es nada sea todo. 5Pero date cuenta de que ésa ha sido tu meta, y reconoce cuán descabellada ha sido 6Alégrate de que haya sido des-hecha, pues cuando la examinas honestamente, queda des-hecha. 7Dije ante­riormente: "No te conformes con lo que no es nada", pues has creído que lo que no es nada podía hacerte feliz. 8Mas eso no es verdad.

Nada de este mundo, excepto, el Amor, es verdad. El amor es eterno y, al igual que la verdad, no cambia. Es inalterable. No decide amar con diferencias, diciendo, a ti te quiero un poco más que a él. El amor es ciego en el mundo del ego, pues no ve las diferencias entre lo creado. El amor Es y extiende lo que Es. Si no se manifiesta en la integridad, no es verdadero amor. El amor no está condicionado, ni limitado. Ninguna cadena de este mundo, por muy gruesas que sean, podrán privarle la libertad. El amor no teme, no conoce el miedo.

Cuando enseñamos la verdad, estamos compartiendo amor y lo estamos aprendiendo, pues nos hacemos conscientes de lo que somos.

6. Si quieres ser un alumno feliz tienes que entregarle al Espíritu Santo todo lo que has aprendido para así desaprenderlo. 2Y luego empezar a aprender las gozosas lecciones que se suceden rápida­mente sobre los sólidos cimientos de que la verdad, es verdad. 3Pues lo que se construye sobre ellos es verdad, y está basado en la verdad. 4Todo un universo de aprendizaje se revelará ante ti en toda su maravillosa simplicidad. 5Y puesto que tendrás la verdad ante ti, no desearás volver la vista atrás.

La felicidad es el estado que se alcanza cuando servimos a la verdad. Podemos decir, que es uno de los frutos que se cosecha cuando hemos puesto nuestra voluntad en manos del amor y lo hemos compartido en nuestros actos creadores.

Para ser merecedores del fruto de la felicidad, debemos estar dispuestos a cambiar nuestro mente errada, la que ha dado lugar a la creencia en la separación, la que nos ha llevado a la arrogante iniciativa de crear un mundo diferente al de Dios, donde el miedo sustituye al amor, dando lugar a creaciones falsas y dementes.

El alumno feliz debe desaprender lo aprendido, pues esas lecciones no proceden del Creador de la Verdad, sino del fabricante de lo ilusorio.

El que ha probado el dulzor del fruto de la verdad, habrá gozado de la experiencia que acompaña al estado de la felicidad y, en adelante, tan sólo servirá a la verdad.

7. El alumno feliz satisface las condiciones del aprendizaje en este mundo, de la misma forma en que satisface las condiciones del conocimiento en el Reino. 2Todo ello se basa en el plan del Espíritu Santo para liberarte del pasado y revelarte el camino hacia la libertad. 3Pues la. verdad es verdad. 4¿Qué otra cosa podía o pudo jamás serlo? 5En esta simple lección se encuentra la llave de la lóbrega puerta que crees está cerrada para siempre. 6Construiste esa puerta de la nada, y detrás de ella no hay nada. 7La llave no es más que la luz que con su resplandor desvanece las siluetas, for­mas y temores de lo que no es nada. 8Acepta de las manos de Cristo esta llave que abre la puerta de la libertad para que puedas unirte a Él en la santa misión de difundir la luz. 9Pues, al igual que tus hermanos, no te das cuenta de que la luz ha llegado y de que te ha liberado del sueño de las tinieblas.

El alumno feliz ya no siente placer satisfaciendo los deseos egoístas que hasta hora lo habían seducido y lo mantenían hipnotizado llevándole a la percepción de un mundo irreal e ilusorio. Sumido en esa pesadilla, ha perseguido hasta la saciedad alcanzar la felicidad, pero sus intentos han sido infructuosos y agotado de experimentar fracaso tras fracaso, su mente alcanza un punto en el que necesita reencontrarse con la paz y la felicidad.

Ese punto de inflexión, viene acompañado por el deseo de ver las cosas de otra manera, o lo que es lo mismo, por el deseo de sustituir sus erróneos pensamientos basados en el miedo y sustituirlos por el único sentimiento que le permitirá encontrar la felicidad, el Amor.

8. Ve a tus hermanos libres, y aprende de ellos cómo liberarte de las tinieblas. 2La luz que refulge en ti los despertará, y ellos no dejarán que sigas durmiendo. 3La visión de Cristo se otorga en el mismo instante en que se percibe. 4Allí donde todo es claro, todo es santidad. 5La quietud de su simplicidad es tan irresistible que te darás cuenta de que es imposible negar la simple verdad, pues no hay nada más. 6Dios está en todas partes y Su Hijo mora en Él junto con todo lo demás. 7¿Cómo puede entonar cantos fúnebres cuando esto es cierto?

Tan sólo la verdad nos hará libres, pues la verdad es Amor y el Amor, si no aporta libertad, no es amor. Ver a nuestros hermanos libres, significa verlos desde el Amor, es decir, verlos desde la Unidad. Si vemos a nuestros hermanos desde el Amor, ello significa que nuestra mente sirve a la verdad, es decir, sirve al amor.

El mundo que hemos fabricado no favorece el amor, pues nuestra percepción de él no es verdadera. Cuando percibimos el mundo que nos rodea, lo vemos como un mundo aparte de nosotros mismos. Esa visión adolece del espíritu de la unicidad, por lo que, nuestra visión no estará percibiendo la verdad, y si no es verdad, habrá carencia de amor y por la misma razón, carencia de felicidad.

viernes, 23 de agosto de 2024

Capítulo 14. II. El alumno feliz (1ª parte).

II. El alumno feliz (1ª parte).

1. El Espíritu Santo necesita un alumno feliz en quien Su misión pueda llevarse a cabo felizmente. 2que eres tan partidario de la aflicción, debes reconocer en primer lugar que eres infeliz y desdichado. 3El Espíritu Santo no puede enseñar sin este con­traste, pues tú crees que la aflicción es felicidad. 4Esto te ha confundido tanto, que te has empeñado en aprender a hacer lo que nunca podrás hacer, creyendo que si no aprendes a hacerlo no serás feliz. 5No te das cuenta de que los cimientos sobre los que se basa este objetivo de aprendizaje tan extraño no tienen ningún sentido. 6No obstante, puede que aún tengan sentido para ti. 7Si tienes fe en lo que no es nada, encontrarás el "tesoro" que buscas. 8Pero habrás agregado una carga más a tu ya sobrecargada mente. 9Creerás que lo que no es nada es valioso y lo apreciarás. 10Para ti, un trocito de vidrio, una mota de polvo, un cuerpo o una guerra son todos una misma cosa. 11Pues si valoras una sola cosa que esté hecha de lo que no es nada, habrás creído que lo que no es nada puede ser valioso y que puedes aprender a hacer que lo que no es verdad lo sea.

Lo que no es verdad, no es nada. Tan sólo el amor es verdad, por lo que aquello que hayamos creado carente de amor, será falso, no será nada. La cuestión que debemos plantearnos con total sinceridad es la siguiente: ¿El mundo al que damos valor está creado desde el amor? ¿Ese mundo es la expresión viva del amor? ¿En ese mundo existe el miedo, las luchas, la culpa, el dolor, el sufrimiento, la muerte? 

Ahora, sabremos, si nuestro mundo es real o es nada, y dependerá de nuestra elección, el vivir en la verdad o querer vivir en la nada.

2. El Espíritu Santo, que ve donde te encuentras, pero sabe que realmente te encuentras en otra parte, comienza Su lección de simplicidad con la enseñanza fundamental de que la verdad es verdad. 2Ésta es la lección más difícil que jamás tendrás que aprender y, al fin y al cabo, la única. 3La simplicidad es algo muy difícil para las mentes retorcidas. 4Observa todas las distorsiones que has hecho de lo que no es nada; todas las extrañas manifestaciones, sentimientos, acciones y reacciones que has urdido de ello. 5Nada te es tan ajeno como la simple verdad, ni hay nada que estés menos inclinado a escuchar. 6El contraste entre lo que es verdad y lo que no lo es, es perfectamente evidente, sin embargo, tú no lo ves. 7Lo que es simple y obvio no es evidente para los que desean fabricar palacios y ropajes regios de la nada, creyendo que éstos les convierten en reyes de áurea.

Tal vez nos sintamos identificados con aquellos que prefieren tener sueños de riquezas, de poder, de ostentación y, por supuesto, de miedo a perderlo. Sí, tal vez, nos dejemos seducir por esos cánticos de sirenas que nos anuncian que nuestro navío se acerca a las calmadas aguas de la felicidad, una felicidad que nos exige permanecer en guardia para no ser despojado de nuestras riquezas, las mismas que nos lleva a pensar que somos felices.

Pero, la verdad es verdad, mientras que lo falso, falso es. La verdad nos habla de unidad, de igualdad, de libertad. La falsedad, nos habla de separación, de egoísmo, de privación, de necesidad.

3. El Espíritu Santo ve esto y enseña simplemente que nada de ello es verdad. 2A esos infelices alumnos que quieren enseñarse a sí mismos lo que no es nada y que se engañan creyendo que es algo, el Espíritu Santo les dice con perfecta serenidad: 

3La verdad es verdad. 4Es lo único que importa, lo único que es real y lo único que existe. 5Permíteme hacer por ti la única distinción que tú no puedes hacer, pero que necesitas aprender. 6La fe que tienes en lo que no es nada te está engañando. 7Deposítala en mí, y yo, a mi vez, la depositaré delicadamente en el santo lugar donde le corresponde estar. 8Allí no encontrarás engaño, sino únicamente la simple ver­dad. 9Y la amarás porque la comprenderás.

El día que miremos a los demás y nos veamos en ellos, ese día, habremos reconocido la verdad. ¿Qué habremos hecho para que ésto ocurra? Sencillamente, reconocer la verdad, esto es, percibir correctamente a través de la mente recta (inspirada por el Espíritu Santo).

4. Al igual que tú, el Espíritu Santo no creó la verdad. 2Al igual que Dios, Él sabe que la verdad es verdad. 3El Espíritu Santo lleva la luz de la verdad a las tinieblas y deja que resplandezca sobre ti. 4Y a medida que resplandece en ti, tus hermanos la ven, y al darse cuenta de que esta luz no es obra tuya, ven en ti mucho más de lo que tú mismo ves. 5Ellos serán los felices alumnos de la lección que esa luz les muestra porque les enseña a liberarse de lo que no es nada y de todas las obras de lo que no es nada. 6No podrán ver que las pesadas cadenas que parecen atarlos a la des­esperación no son nada hasta que tú les lleves la luz. 7Se darán cuenta entonces de que las cadenas han desaparecido y de que, por lo tanto, no podían haber sido nada. 8Y tú te darás cuenta de esto junto con ellos. 9Y puesto que les enseñaste lo que es la felicidad y la liberación, ellos se convertirán en tus maestros de libera­ción y felicidad.

Me gusta pensar que en la Filiación existe un "pacto de amor" firmado en la morada del Creador. Pero ese pacto, lo hemos olvidado, y al fabricar el mundo fruto de la creencia en la dualidad, el otro, ya no es visto como nuestro hermano, al cual, nos une ese pacto de amor. Ese otro, es el firme candidato a convertirse en nuestro enemigo, pues, al perder la visión interna del amor, ante nuestra decisión de mirar fuera de nosotros, lo identificáremos como una amenaza de la cual es preciso defenderse.

Pero la esencia con la que se constituyó ese pacto de amor es imperecedera, invulnerable, eterna. Recordarlo, significa que hemos elegido la verdad a la ilusión, y que esa verdad, nos llevará a reconocer a los demás, como los amigos con los que andaremos el camino que nos llevará al Hogar de nuestro Creador. 

jueves, 22 de agosto de 2024

Capítulo 14: I. Las condiciones del aprendizaje (2ª parte).

 I. Las condiciones del aprendizaje (2ª parte).


3. La vista se dirige siempre hacia el exterior. 2Si no tuvieses más pensamientos que los tuyos propios, el sistema de pensamiento que engendraste sería eternamente tenebroso. 3Los pensamientos que la mente del Hijo de Dios proyecta o extiende disponen de todo el poder que él les confiere. 4Los pensamientos que comparte con Dios están más allá de sus creencias, pero los que conci­bió por su cuenta son sus propias creencias. 5Y son éstas, y no la verdad, las que él ha elegido defender y amar. 6Al Hijo de Dios no se le despojará de sus creencias. 7Pero él puede renunciar a ellas, pues la Fuente para desvanecerlas mora en él. 8No hay nada en el mundo que pueda enseñarle que la lógica del mundo es totalmente demente y que no lleva a ninguna parte. 9Pero en él, que "ideó" esa lógica demente, mora Uno que sabe que dicha lógica no lleva a ninguna parte, pues Él lo sabe todo.

El mundo inventado por el Hijo de Dios, es fruto del poder creador de la mente, el cual ha dado lugar a un sistema de pensamiento cuyo origen es la ausencia de amor y la presencia del miedo, el pensamiento dual.

Dios, ya lo hemos visto en el punto anterior, puso al Espíritu Santo en el Hijo de Dios, lo que es una garantía de que la mente puede tener acceso a lo que es real, esto es, al Amor, que es la Fuente de donde procedemos.

4. Cualquier dirección que conduzca a donde el Espíritu Santo no te conduce no lleva a ninguna parte. 2Cualquier cosa que nie­gues que el Espíritu Santo sepa que es verdad, te la estás negando a ti mismo, y Él tiene que enseñarte, por lo tanto, a no negarla. 3El proceso de des-hacimiento es indirecto, tal como lo es el de fabri­car. 4Fuiste creado, sólo para crear, no para ver ni para fabricar nada. 5Éstas no son sino expresiones indirectas de la voluntad de vivir, que ha sido obstaculizada por el caprichoso y profano deseo de morir y matar, el cual tu Padre no comparte contigo. 6Te has impuesto a ti mismo la tarea de compartir lo que no se puede compartir. 7Y mientras sigas pensando que puedes aprender a hacerlo, no creerás todo lo que sí se puede aprender a hacer.

Cuando este punto nos expresa que fuimos creados, sólo para crear, no para ver ni para fabricar nada, lo que realmente nos está enseñando, es que debemos extender lo que somos en verdad, es decir, debemos compartir nuestro amor. No se trata de ver el amor, sino de ser el amor.

En el mundo del ego, la mirada se orienta al exterior y el amor se busca fuera de nosotros, pues si fuésemos capaces de dirigir la mirada hacia nuestro interior, descubriríamos que somos amor y en vez de buscarlo, lo daríamos.

5. El Espíritu Santo, por lo tanto, tiene que comenzar Sus enseñan­zas mostrándote lo que nunca podrás aprender. 2Su mensaje no es indirecto, pero Él tiene que introducir la simple verdad en un sis­tema de pensamiento que se ha vuelto tan distorsionado y tan complejo, que no puedes ni darte cuenta de que no significa nada. 3Él simplemente contempla sus cimientos y los descarta. 4Pero tú que no puedes deshacer lo que hiciste, ni escaparte de la pesada carga de embotamiento que ocupa tu mente, no puedes ver más allá de tu propio sistema de pensamiento. 5Éste te engaña porque elegiste engañarte a ti mismo. 6Los que eligen dejarse engañar, simplemente atacarán los enfoques directos porque éstos parecen poder adentrarse en el engaño y socavarlo.

Las enseñanzas del Espíritu Santo nos mostrará que el camino que nos lleva al encuentro con el amor no lo hallaremos fuera de nosotros mismos, sino en nuestro interior. Será mirando en nuestro interior donde podremos encontrar la única esencia que nos permitirá alcanzar la salvación, pues sin ese amor, no veremos a los demás desde la unidad, y la salvación tan sólo será una realidad, cuando caminemos todos juntos de la mano hacia la morada del Padre, donde únicamente reina la Mente Una.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Capítulo 14: I. Las condiciones del aprendizaje (1ª parte).

Capítulo 14

LAS ENSEÑANZAS EN FAVOR DE LA VERDAD

 

Introducción

1. Sí, en verdad eres bendito. 2Mas en este mundo no te das cuenta de ello. 3No obstante, tienes los medios para aprender que lo eres y verlo claramente. 4El Espíritu Santo usa la lógica con tanta facilidad y eficacia como lo hace el ego, salvo que Sus conclusiones no son dementes. 5Éstas toman una dirección diametralmente opuesta y apuntan tan claramente hacia el Cielo como el ego apunta hacia las tinieblas y la muerte. 6Hemos examinado gran parte de la lógica del ego y hemos visto sus conclusiones lógicas. 7Y habiéndolas visto, nos hemos dado cuenta de que tales conclu­siones no se pueden ver excepto en ilusiones, pues sólo ahí parece verse claramente su aparente claridad. 8Démosles la espalda ahora y sigamos la simple lógica que el Espíritu Santo utiliza para enseñar las sencillas conclusiones que hablan en favor de la ver­dad y sólo de la verdad.

En la Introducción de este nuevo Capítulo, Jesús, nos anuncia que el único guía que enseña en favor de la verdad es el Espíritu Santo, y, es en Él, en quien debemos depositar toda nuestra fe y fidelidad. 

I. Las condiciones del aprendizaje (1ª parte).

1. Si eres bendito y no lo sabes, necesitas aprender que cierta­mente lo eres. 2El conocimiento no es algo que se pueda enseñar, pero sus condiciones se tienen que adquirir, pues eso fue lo que desechaste. 3Puedes aprender a bendecir; pero no puedes dar lo que no tienes. 4Por lo tanto, si ofreces una bendición, primero te tiene que haber llegado a ti. 5Y tienes también que haberla aceptado como tuya, pues, de lo contrario, ¿cómo podrías darla? 6Por eso es por lo que los milagros dan testimonio de que eres bendito. 7Si perdonas completamente es porque has abandonado la culpa­bilidad, al haber aceptado la Expiación y haberte dado cuenta de que eres inocente. 8¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por ti, sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías sino hacer si se hubiese hecho por ti?

Para bendecir, hay que ser bendito, pues, nadie pueda dar lo que no tiene. Pero, ¿tenemos claro el significado de los términos bendecir y bendito?

El Diccionario de la RAE, define el término bendito con los siguiente significados: En religión (santo, bienaventurado, venerable). Persona dichosa, feliz, sencilla y de pocas luces.

Para el término "bendecir" recoge los siguientes significados: alabar, elogiar, ensalzar, enaltecer, engrandecer, magnificar. Colmar de bienes a alguien o hacer que prospere. Invocar en favor de alguien o de algo la bendición divina. Consagrar al culto divino algo, mediante determinada ceremonia. Dicho de un obispo o de un presbítero: Hacer la señal de la cruz sobre alguien o sobre algo.

Todos estos significados, apuntan a la consecución de un estado de consciencia que se ha liberado de la culpabilidad. Dicho estado es la inocencia, o lo que es lo mismo, la ausencia de la creencia en el pecado.

La inocencia es un estado mental que se comparte en el Hogar de Dios y que al extenderla en nuestros pensamientos amorosos, nos hacen ser personas felices, dichosas y portadores de gracia. 

2. En un mundo nacido de la negación y carente de dirección se necesitan pruebas indirectas de la verdad. 2Percibirás la necesidad de esto si te das cuenta de que la negación es la decisión de no querer saber. 3La lógica del mundo, por lo tanto, no puede sino conducir a la nada, pues su meta es la nada. 4Si decides ser tan sólo un sueño y no tener ni dar nada más que eso, te verás obligado a dirigir tus pensamientos hacia el olvido total. 5Pero si lo eres todo y eso es lo que tienes y lo que das, y aun así lo niegas, es porque tu sistema de pensamiento se ha desconectado total­mente de la verdad y se ha separado de ella. 6Éste es un mundo demente y no debes subestimar la magnitud de su demencia. 7No hay ninguna área de tu percepción que no se haya visto afectada, y tu sueño es sagrado para ti. 8Por eso es por lo que Dios puso al Espíritu Santo en ti, allí donde tú pusiste el sueño.

La creencia del ego de que su identidad es el cuerpo con el que percibe, le lleva a una total negación de la verdad. Es más, si el ego, reconociese que no es un cuerpo, no existiría, pues su falsa realidad está sustentada en la información que le aportan sus sentidos y sus percepciones.

El ego sabe que su mundo es caótico, pero esa conclusión no le lleva a cambiar su creencia sobre la identidad con la que se identifica. Su mundo será caótico, pero no se siente autor de ese caos. 

Podemos continuar viviendo y creyendo en el mundo percibido, o lo que es lo mismo, podemos decidir seguir soñando y creer que aquello que forma parte de nuestro sueño es la única realidad. Como bien se recoge en este punto, "no hay ninguna área de tu percepción que no se haya visto afectada, y tu sueño es sagrado para ti".

martes, 20 de agosto de 2024

Capítulo 13. Xl. La paz del Cielo (3ª parte).

 Xl. La paz del Cielo (3ª parte). 


8. El nexo de comunicación que Dios Mismo colocó dentro de ti y que une tu mente con la Suya, no puede ser destruido. 2Tal vez creas que ése es tu deseo, y esa creencia ciertamente interfiere en la profunda paz en la que se conoce la dulce y constante comuni­cación que Dios desea mantener contigo. 3Sus canales de extensión, no obstante, no pueden cerrarse del todo o separarse de Él. 4Gozarás de paz porque Su paz fluye todavía hacia ti desde Aquel Cuya Voluntad es la paz. 5Dispones de ella en este mismo ins­tante. 6El Espíritu Santo te enseñará a usarla, y al extenderla, sabrás que se encuentra en ti. 7Dios dispuso que el Cielo fuese tuyo, y nunca dispondrá nada más para ti. 8Lo único que el Espí­ritu Santo conoce es la Voluntad de Dios. 9Es imposible que no alcances el Cielo, pues Dios es algo seguro, y lo que Su Voluntad dispone es tan seguro como Él.

Continua este punto añadiendo elementos que vienen a reafirmar lo que decíamos en el anterior. Podemos permanecer dormidos, sumidos en un sueño en el que nos vemos como autores de nuestra existencia, identificados con una personalidad que se rige por un sistema de pensamiento basado en el miedo y en la creencia en la separación. Pero, el nexo de comunicación que Dios colocó dentro del Hijo de Dios y que une su mente con la Suya, no puede ser destruido. Ello es la garantía, de que, con la ayuda del Espíritu Santo, recordaremos nuestra verdadera identidad, y despertaremos del ilusorio sueño en el que nos hemos sentido atrapados. 

9. Aprenderás lo que es la salvación porque aprenderás a salvar. 2Es imposible que te puedas excluir de lo que el Espíritu Santo quiere enseñarte. 3La salvación es algo tan seguro como Dios. 4La certeza de Dios es suficiente. 5Date cuenta de que incluso la más tenebrosa pesadilla que perturba la mente del Hijo durmiente de Dios no tiene poder alguno sobre él. 6Él aprenderá la lección del despertar. 7Dios vela por él y la luz le rodea.

La función del Espíritu Santo es ayudarnos a encontrar el camino de la salvación. Ese camino, no es un logro personal, pues el Hijo de Dios no es un ser separado del resto de la Filiación, con la que forma la creación de Dios.

El Espíritu Santo, que tiene la visión integral de nuestra existencia, pondrá en nuestro camino todo lo necesario para que tomemos consciencia de la realidad, del verdadero significado de aquellos con los que estamos unidos por un pacto de amor. Cada uno de nuestros hermanos, es una mano tendida, que nos invita a caminar juntos y hacer el camino que ha de conducirnos hacia la salvación.  

10. ¿Cómo iba a poder el Hijo de Dios perderse en sueños, cuando Dios ha puesto dentro de él la jubilosa llamada a despertar y a ser feliz? 2Él no se puede separar de lo que está en él. 3Su sueño no podrá resistir la llamada a despertar. 4Es tan seguro que la misión de la redención se cumplirá como que la creación permanecerá inmutable por toda la eternidad. 5No tienes que saber que el Cielo es tuyo para que lo sea. 6Lo es. 7Mas para saberlo, tienes que aceptar que la Voluntad de Dios es tu voluntad.

Todos nuestros esfuerzos, en este mundo de ilusión, para recordar quienes somo y lo que somos, va acompañado de grandes sacrificios y renuncias. Sin embargo, todo es mucho más fácil, cuando reconocemos que, lo que andamos buscando fuera, tan solo lo podremos encontrar en nuestro interior, pues, es donde Dios lo ha puesto para que siempre, en cada momento, podamos verlo.

Nos dice Jesús, que, para saberlo, tenemos que aceptar que la Voluntad de Dios es nuestra voluntad. ¿Y qué otra Voluntad ha llevado a Dios a crearnos, si no la de Amar? 

11. El Espíritu Santo deshará por ti todo lo que has aprendido que enseña que lo que no es verdad tiene que ser reconciliado con la verdad. 2Esta es la reconciliación con la que el ego quisiera sus­tituir tu reconciliación con la cordura y con la paz. 3El Espíritu Santo tiene pensado para ti un tipo de reconciliación muy dife­rente, y lo pondrá en práctica tan inexorablemente como que al ego le será imposible poner en práctica lo que él se propone. 4El fracaso es cosa del ego, no de Dios: 5No puedes alejarte de Él y es imposible que el plan que el Espíritu Santo le ofrece a todo el mundo para la salvación de todos, no sea perfectamente consu­mado. 6Serás liberado, y no recordarás nada de lo que fabricaste, salvo lo que fue creado para ti, y a su vez por ti. 7Pues, ¿cómo podrías recordar lo que nunca fue verdad, o no recordar lo que siempre lo fue? 8En esta reconciliación con la verdad, y sólo con la verdad, radica la paz del Cielo.

Cuando sufrimos los efectos de una pesadilla, al despertar y comprobar que todo ha sido fruto de la ilusión del sueño, nos sentimos profundamente aliviados y, dicho alivio viene acompañado del olvido de lo vivido ilusoriamente durante el sueño. Es como si tuviésemos un mecanismo de defensa en nuestra mente para olvidar lo que no es real. Si los horrores experimentados durante la pesadilla, perdurasen en nuestro recuerdo, aun habiendo despertado, seguiríamos viviendo el miedo ocasionado por lo soñado. Pero no es así. 

Este punto, nos enseña, que el Espíritu Santo nos ofrece un plan de salvación en el que seremos liberados de nuestras falsas creaciones, de nuestros sueños y pesadillas, y no recordaremos nada de ellos.

lunes, 19 de agosto de 2024

Capítulo 13. Xl. La paz del Cielo (2ª parte).

 Xl. La paz del Cielo (2ª parte).


4. No hay nada en este mundo que pueda brindarte semejante paz porque no hay nada en este mundo que se comparta totalmente. 2La percepción perfecta tan sólo puede mostrarte lo que se puede compartir plenamente. 3Puede mostrarte asimismo lo que resulta de ese compartir, mientras todavía tengas presente los resultados de no compartir. 4El Espíritu Santo señala calladamente el con­traste sabiendo que, en última instancia, dejarás que Él juzgue por ti la diferencia, permitiéndole que te muestre cuál de las dos alternativas es cierta. 5Tiene perfecta fe en tu juicio final, porque sabe que es Él Quien lo emitirá por ti. 6Dudar de eso sería dudar de que Él vaya a llevar a cabo Su misión. 7Mas ¿cómo iba a ser posible eso cuando Su misión es de Dios?

La percepción perfecta o verdadera, es el equivalente al estado de consciencia conocido como "despertar". El Hijo de Dios, tras su elección, cayó en un profundo sueño del cual aún no ha despertado. Ese sueño le llevó a olvidar su origen, su esencia creadora, el Amor, y se identificó con alguien que no era y a sentirse separado de los demás.

Ese despertar vendrá acompañado del acto de no juzgar bajo el sistema de pensamiento del ego, es decir, de manera condenatoria. La mente se pondrá al servicio del Espíritu Santo, o lo que es lo mismo, al servicio de la Mente Recta, lo que nos llevará a emitir un único juicio, el que dirigiremos para identificar la verdad, del error. 

5. Tú, cuya mente está ensombrecida por las dudas y la culpabili­dad, recuerda esto: Dios te dio el Espíritu Santo a Quien le enco­mendó la misión de eliminar toda duda y todo vestigio de culpabilidad que Su amado Hijo jamás se hubiese echado encima. 2Su misión no puede fracasar, pues nada puede impedir el logro de lo que Dios ha dispuesto que se logre. 3La Voluntad de Dios se hace sean cuales fueren tus reacciones a la Voz del Espíritu Santo, sea cual fuere la voz que elijas escuchar 4sea cuales fueren los extraños pensamientos que te asalten. 5Encontrarás la paz en la que Dios te ha establecido porque Él no cambia de parecer. 6Él es tan estable, como la paz en la que moras, la cual el Espíritu Santo te recuerda.

De nosotros depende, que demoremos más o menos tiempo, el atender lo que la Voluntad de Dios a dispuesto, la salvación de Su Hijo.  

6. En el Cielo no recordarás cambios ni variaciones. 2Sólo aquí tienes necesidad de contrastes. 3Los contrastes y las diferencias son recursos de aprendizaje necesarios, pues gracias a ellos apren­des lo que debes evitar y lo que debes procurar. 4Cuando hayas aprendido eso, encontrarás la respuesta que elimina la necesidad de las diferencias. 5La verdad viene por su cuenta a encontrarse consigo misma. 6Cuando hayas aprendido que tú le perteneces a la verdad, ésta vendrá hasta ti quedamente sin diferencias de nin­guna clase, 7pues no necesitarás ningún contraste que te ayude a comprender que eso, y sólo eso es lo que quieres. 8No temas que el Espíritu Santo vaya a fracasar en la misión que tu Padre le ha encomendado. 9La Voluntad de Dios no fracasa en nada.

El Cielo es el reino de la Unidad y en él, no hay contrastes, no existe la dualidad. En cambio, en la tierra, los contrastes y las diferencias son recursos que favorecen nuestro proceso de aprendizaje, permitiendo elegir lo que nos beneficia y a desechar lo que nos hace daño.

Pero, la dualidad forma parte del sueño y del sistema de pensamiento del ego. En la medida que nuestra percepción se vaya espiritualizando, dejaremos de ver las cosas desde su aspecto dual y se nos mostrará su percepción real y verdadera. 

7. Ten fe únicamente en lo que sigue a continuación, y ello será suficiente: la Voluntad de Dios es que estés en el Cielo, y no hay nada que te pueda privar del Cielo o que pueda privar al Cielo de tu presencia. 2Ni tus percepciones falsas más absurdas, ni tus ima­ginaciones más extrañas ni tus pesadillas más aterradoras significan nada. 3No prevalecerán contra la paz que la Voluntad de Dios ha dispuesto para ti. 4El Espíritu Santo restaurará tu cordura por­que la demencia no es la Voluntad de Dios. 5Si eso es suficiente para el Espíritu Santo, también es suficiente para ti. 6No conservarás lo que Dios desea que se elimine porque eso interrumpe Su comunicación contigo, que es con quien Él quiere comunicarse. 7Su Voz se oirá.

No podemos negar el Pensamiento de Dios, al igual, que no podemos negar lo que realmente somos. Sí es cierto, que, como Hijos de Dios, tenemos el poder de elegir libremente haciendo uso de nuestra voluntad. Si nuestra elección es crear como Dios nos ha creado, esto es, desde el Amor, nuestras creaciones gozarán de la verdad y serán reales. Si, por el contrario, elegimos crear desde una visión distinta al Amor, nuestras creaciones no responderán a la verdad y, por lo tanto, no serán reales y eternas.

Las palabras recogidas en este punto, pueden hacernos pensar que nos priva de la libertad, pero esa conclusión sería errónea y no estaríamos comprendiendo el mensaje que se nos enseña. Todo pensamiento sigue a su fuente. Somos el Pensamiento de Dios, y en base a esa ley inalterable, no hay nada que nos pueda privar del Cielo.

En verdad, este punto es sumamente alentador, pues nos revela, que estamos llamados a reencontrarnos en la Unidad de la Filiación, en nuestro verdadero hogar, el Cielo. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 248

LECCIÓN 248 Lo que sufre no forma parte de mí. 1.  He abjurado de la verdad.  2 Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la fals...