viernes, 27 de septiembre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (1ª parte).

XI. La prueba de la verdad (1ª parte).

1.  Lo esencial, sin embargo, es que reconozcas que no sabes nada. 2El conocimiento es poder y todo poder es de Dios. 3Tú que has tratado de quedarte con el poder para ti sólo lo has "perdido". 4Todavía lo tienes, pero has interpuesto tantos obstáculos entre él y tu conciencia de él que no puedes utilizarlo. 5Todo lo que te has enseñado a ti mismo, ha hecho que seas cada vez menos cons­ciente de tu poder. 6No sabes lo que es ni dónde se encuentra. 7Has hecho un alarde de fuerza y de poder tan lamentable que no ha podido sino fallarte. 8Pues el poder no es una apariencia de fuerza, y la verdad está más allá de toda apariencia. 9Aun así, lo único que se interpone entre ti y el poder de Dios que hay en ti, es tu falso aprendizaje, así como todos tus vanos intentos de que­rer deshacer lo verdadero.

El ego y su sistema de pensamiento, creen poseer el poder que otorga el conocimiento, y basan esa creencia en su capacidad para dar significado a las cosas, a las cuales, tras analizarlas y desmenuzarlas, les otorga nombres, sin importarles que éstos sean diferentes en razón a las coordenadas del espacio y del tiempo, que suele aplicar en todas sus observaciones. La separación es la base de su saber, de sus creencias y ello le lleva a desconocer lo esencial, el hilo conductor que nos mantiene unidos en el nivel mental.

El saber del ego es limitado, temporal y, por tal razón, no cumple con el requisito de  la verdad, que no cambia. El saber no es Conocimiento, pues mientras que el Conocimiento pertenece a Dios y a Su relación directa con Su Hijo, el saber, es efímero y lo custodia celosamente el ego, para sentirse poderoso y marcar diferencias con los demás.

Este punto, es claro al respecto: lo esencial es que reconozcamos que no sabemos nada. Pues esa es la verdad que abrirá nuestra mente y nuestra percepción a un nivel superior.

2. Procura estar dispuesto, pues, a que todo esto sea des-hecho y a sentirte feliz de no ser un prisionero de ello eternamente. 2Pues te has enseñado a ti mismo a aprisionar al Hijo de Dios, lo cual es una lección tan descabellada que sólo un loco, en su delirio más profundo, podía haberla soñado. 3¿Cómo iba a poder Dios apren­der a no ser Dios? 4¿Y sería posible que Su Hijo, a quien Él ha dado todo poder, pudiese aprender a ser impotente? 5¿Hay algo de lo que te has enseñado a ti mismo que aún prefirieses conser­var en lugar de lo que tienes y eres?         

El ego, la falsa creación del Hijo de Dios, nos enseña que somos cuerpos separados llamados a buscar fuera de nosotros mismos, la fuerza que ha de unirnos a otros, a  los que consideramos especiales. Esa fuerza, la llamamos amor, cuando en verdad, no lo es, pues el verdadero amor no limite y nos hace libres, mientras que el ego, cuando cree estar amando, está condicionando ese amor con los límites que le impone al ser amado.

El Hijo de Dios debe recordar su verdadera identidad, y en el reencuentro con ese recuerdo, reconocerá que no necesita pedir amor, pues el Amor forma parte de su Ser

3. La Expiación te enseña cómo escapar para siempre de todo lo que te has enseñado a ti mismo en el pasado, al mostrarte única­mente lo que eres ahora. 2El aprendizaje, tiene lugar antes de que sus efectos supongan de manifiesto. 3El aprendizaje, por lo tanto, es algo propio del pasado, pero su influencia determina el pre­sente al darle a éste el significado que tiene para ti. 4Tu aprendi­zaje no le aporta al presente significado alguno. 5Nada que jamás aprendiste te puede ayudar a entender el presente, o enseñarte a deshacer el pasado. 6Tu pasado es lo que tú te has enseñado a ti mismo. 7Renuncia a él completamente. 8No trates de entender nin­gún acontecimiento, ningún hermano ni ninguna cosa bajo su luz, pues la oscuridad en la que tratarías de ver tan sólo empañaría lo que vieses. 9No confíes en que la oscuridad pueda jamás ilumi­nar tu entendimiento, pues si lo haces estarás contradiciendo la luz, y, por lo tanto, creerás que puedes ver la oscuridad. 10La oscuridad, no obstante, no se puede ver, pues no es más que una condición en la que es imposible ver.

Considero este punto muy importante, pues nos hace conscientes de cómo piensa nuestra mente en base a las experiencias del pasado. Damos credibilidad al hecho de que lo que somos ahora, es el resultado de lo vivido en el pasado, el cual, con sus experiencias nos ha permitido ir adquiriendo un aprendizaje que condiciona nuestro estado actual. Podemos decir, que creemos ser lo que hemos vivido con anterioridad. Tanto es así, que nuestra mente responde ante cada reto presente con la visión de pasado. Por ejemplo, en el mundo de relación, cuando nos encontramos con alguien la primera vez, no podemos evitar el hacernos un juicio de él basado en el recuerdo que nos ofrece nuestra mente sobre personas que hemos conocidos y que tienen puntos en común que nos recuerdan a la persona que acabamos de conocer. Son los típicos prejuicios que condicionan mucho nuestras vidas.

El pasado no existe. Cuando existió no era pasado, sino presente, y ese presente se nos ofrece como una nueva oportunidad para ser lo que realmente somos, esto es, el Ser que nunca cambia, pues es Eterno, como Eterno es Su Fuente, Dios.

Una mente desentrenada no se plantea vivir el presente desde ese estado único y eterno que nos permite manifestar nuestra esencia eterna. Su respuesta estará basada en el pasado, que es donde encuentra la seguridad de que existe, pues lo que cree ser, es la consecuencia directa de lo vivido. De este modo perpetúa su ignorancia y desaprovecha el instante presente para Ser lo que Es.

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