VI. La luz de la comunicación (1ª parte).
1. La jornada que juntos
emprendemos es el intercambio de la oscuridad por la luz, y el de la
ignorancia por el entendimiento. 2Nada que entiendas puede ser
temible. 3Es sólo en la oscuridad y en la ignorancia donde percibes
lo aterrador, y huyes de ello para sumirte en una oscuridad todavía más
tenebrosa. 4Mas sólo lo que está oculto puede aterrorizar, no por lo
que es intrínsecamente, sino por el hecho de estar oculto. 5Lo
tenebroso es aterrador porque no comprendes su significado. 6Si lo
comprendieses estaría claro para ti, y ya no estarías en la oscuridad. 7Nada
tiene un valor oculto, pues lo que está oculto no puede ser compartido, y por
lo tanto, se desconoce su valor. 8Lo que está oculto se mantiene
aparte, pero el valor de algo reside siempre en el aprecio que se le da conjuntamente.
9Lo que está oculto no puede ser amado, y, así, sólo puede ser
temido.
Mantener oculto sus creencias demenciales, le lleva a vivir en un permanente terror, lo que le lleva a condenar y a atacar a todos aquellos que le recuerdan, con su comportamiento, su propia manera de ser. He aquí el origen de toda lucha, de toda guerra, de toda contienda por acabar con aquello que interpretamos como amenazante para nuestros egoístas intereses.
2. La serena luz en la que el
Espíritu Santo mora dentro de ti es sencillamente una luz donde todo está al
descubierto, donde no hay nada oculto, y, por ende, donde no hay nada que
temer. 2El ataque siempre cederá ante el amor si se lleva ante éste
y no se mantiene oculto de él. 3No hay tinieblas que la luz del amor
no pueda disipar, a menos que se mantengan ocultas de la influencia benéfica del amor. 4Lo que se mantiene fuera del
alcance del amor no puede compartir su poder curativo, pues ha sido separado de
él y se ha mantenido en la oscuridad. 5Los centinelas de la oscuridad la
vigilan celosamente, y tú, que fabricaste de la nada a esos guardianes de lo
ilusorio, tienes ahora miedo de ellos.
Si no elegimos sustituir el miedo por el amor, no conseguiremos llevar hasta la luz lo que albergamos con temor en nuestro interior. La culpa se convierte en la piedra angular donde se erige el poder del miedo sobre nuestra conciencia, lo que nos lleva a ocultar todo aquello que nos lleva a sentirnos culpables, para mantenerlo fuera del alcance de la mirada de los demás.
Seguro que has experimentado en alguna ocasión una vivencia en la que, cuando se te ha señalado como el causante de alguna fechoría, has respondido de manera instantánea protegiéndose de tu propia culpa, llevándote a negar la acusación que se te hace. Dicha reacción instintiva suele desencadenar vivencias muy dolorosas, pues en tu defensa, cuando te ves pillado en tu errónea acción y acusado de ello, decides proteger tu honestidad llevando un movimiento estratégico que te aporte la victoria en esa contienda, es cuando decides atacar al otro, al acusante, bien buscando en tu memoria hechos que le hagan sentirse, igualmente, culpable, o bien, haciendo uso de la fuerza, causándole una dolorosa agresión que nunca olvidará.
3. ¿Vas a continuar otorgándole un
poder imaginario a esas extrañas ideas de seguridad? 2No son ni
seguras ni inseguras. 3No Protegen ni tampoco atacan. 4No
hacen nada en absoluto, pues no son nada en absoluto. 5En
cuanto que guardianes de las tinieblas y de la ignorancia no recurras a
ellas a no ser que quieras sentir miedo, pues lo que mantienen en la oscuridad es temible. 6Abandónalas,
y lo que era temible dejará de serlo. 7Sin la protección de la oscuridad,
lo único que queda es la luz del amor, pues sólo éste tiene significado y sólo
él puede vivir en la luz. 8Todo lo demás no puede sino desaparecer.
¿Has sentido alguna vez gratitud hacia la persona que con sus juicios nos hace sentir culpables y reaccionar ocultando aquello que avergüenza nuestra consciencia?
Nos resultará difícil encontrar en nuestra memoria alguna reacción que nos muestre un gesto de gratitud, cuando nos sentimos amenazados y condenados. Sin embargo, si observamos la dinámica de la vivencia de aprendizaje, el otro, al juzgarnos y condenarnos, nos hace un doble favor. Por un lado, nos hace consciente de un aspecto oculto de nuestro yo que debe ser aceptado e integrado de forma amorosa, Por otro lado, nos ofrece la oportunidad de arrojar luz a su oscura condena, y la única manera de hacerlo, es transformando nuestra propia oscuridad en luz, esto es, en recordar lo que realmente somos y reconocer en él, a nuestro hermano, que nos enseña el camino que nos conducirá a ambos hasta la salvación, pues respondiendo a su odio con amor, estaremos viendo su inocencia, en vez de su culpa.
La afirmación con la que da comienzo este punto, es todo un reto para el sistema de pensamiento del ego, el cual, combate la creencia de la existencia de Dios con uno de sus argumentos más sólidos, la muerte pone fin a la vida.
Ya sabemos, por las enseñanzas del Curso, que la muerte es un pensamiento, una creencia, que no es real, pues está sustentada por su condición de temporalidad. Tan sólo la vida es verdad y real, pues se alimenta de la esencia del amor. Por tal motivo, la vida es eterna.
La muerte cede ante la vida, porque lo temporal, lo destructible, no es verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario