viernes, 20 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IX. El reflejo de la santidad (1ª parte).

IX. El reflejo de la santidad (1ª parte).

1. La Expiación no te hace santo. 2Fuiste creado santo. 3La Expia­ción lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres. 4Llevar ilusiones ante la verdad, o el ego ante Dios, es la única función del Espíritu Santo. 5No trates de ocultarle al Padre lo que has hecho, pues ocultarlo te ha costado no conocerte a ti mismo ni conocer a Dios. 6El conocimiento está a salvo, mas ¿qué seguridad tienes aparte de él? 7La invención del tiempo para que ocupase el lugar de lo eterno se basó en tu decisión de no ser como eres. 8De esta manera, la verdad pasó a ser el pasado, y el presente se consagró a las ilusiones. 9El pasado fue alterado también y se interpuso entre lo que siempre ha sido y el ahora. 10El pasado que tú recuerdas jamás tuvo lugar, y no representa sino la negación de lo que siem­pre ha sido.

Debo reflexionar sobre el motivo que me puede llevar a ocultar algo que he hecho, algo que estoy pensando, pues en la respuesta, tal vez vislumbre el motivo que llevó al Hijo de Dios a ocultar sus actos a Dios.

Si tuviese que ocuparme de mis motivos, diría que el hecho de creer que mis pensamientos o mis acciones no serán aceptadas por alguien a quien le he otorgado el poder de juzgarme (en realidad me estoy juzgando a mi mismo y lo proyecto en el otro), y el cual me censurará y me condenará. Se trata de una manifestación de conciencia que fluye de la culpa. Me siento culpable por mis pensamientos o acciones y proyecto fuera de mí, la necesidad de que alguien me lo haga ver claramente con su juicio. Nuestra respuesta está servida, negaremos que pensamos de esa manera o de que hemos actuado de esa otra, para protegernos de lo que realmente estamos viendo en nuestro interior.

Ese ocultamiento, lo que está propiciando es que no nos conozcamos en absoluto. Ese desconocimiento nos llevó a identificarnos con una realidad que no somos y a olvidar lo que en realidad sí somos.

2. Llevar el ego ante Dios no es sino llevar el error ante la verdad, donde queda corregido por ser lo opuesto a aquello con lo que se encuentra. 2Allí queda disuelto porque la contradicción no puede seguir en pie. 3¿Por cuánto tiempo puede seguir en pie la contra­dicción una vez que se ha expuesto su absoluta imposibilidad? 4Lo que desaparece en la luz no es atacado. 5Simplemente desapa­rece porque no es verdad. 6La idea de que hay diferentes realida­des no tiene sentido, pues la realidad es una sola. 7La realidad no cambia con el tiempo, el estado de ánimo la ocasión. 8Su natura­leza inmutable es lo que hace que sea real. 9Esto no se puede des­hacer. 10El proceso de des-hacimiento sólo es aplicable a la irrealidad. 11Y eso es lo que la realidad hará por ti.

El des-hacimiento de la irrealidad, requiere de firmeza en nuestro pensamiento, el cual debe ponerse al servicio del Espíritu Santo para que la Expiación se convierta en nuestra mejor ayuda. La firmeza a la que me refiero no nos hará dudar entre el pasado y el presente, entre el ego y Dios, pues esa firmeza encontrará una fiel aliada en la certeza de que serviremos tan sólo al ser que somos.

Si la duda te tienta, pregúntate hacia dónde diriges tu visión, al exterior o al interior. Si es al exterior, estarás potenciando el sistema de pensamiento del ego, el cual te seducirá con sus cánticos de sirena. Dirige tu mirada hacia el interior, pues será ese lugar donde se producirá el encuentro con el Espíritu Santo y donde podrá oír al Voz que habla por el Padre.

3. La verdad, simplemente por ser lo que es te libera de todo lo que no es verdad. 2La Expiación es tan dulce que basta con que la llames con un leve susurro para que todo su poder acuda en tu ayuda y te preste apoyo. 3Con Dios a tu lado no puedes ser débil. 4Pero sin Él no eres nada. 5La Expiación te ofrece a Dios. 6El regalo que rechazaste Él lo conserva en ti. 7El Espíritu Santo lo salvaguarda ahí para ti. 8Dios no ha abandonado Su altar, aunque Sus devotos hayan entronado a otros  dioses en él. 9El templo sigue siendo santo, pues la Presencia que mora dentro de él es la santidad.

Cuando se habla de la verdad y la analizamos desde el sistema de pensamiento del ego, podemos estar seguros de que el tema dará para una larga disertación, que la mayoría de las veces, encuentra un mismo final, cada uno tiene su propia verdad. Lo cierto es que las verdades que se han postulado a lo largo de los tiempos como verdades inalterables, se han visto modificadas, por otras verdades, que, igualmente, son más inalterables, si ello fuese posible.

Las verdades del mundo ilusorio con el que estamos identificados, no son verdades, son falsas creencias, que están sujetas al cambio y a la temporalidad. Ya sabemos que la verdad y lo real, son inalterables.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar la verdad en este mundo? La respuesta se hace evidente. En ningún sitio, pues este mundo, tal y como lo percibimos, no es verdad, no es real. Tan sólo un cambio en nuestra percepción, es decir, un cambio en la creencia que nos lleva a conocer que este mundo es irreal, nos permitirá ver la verdad de este mundo.


4. La santidad espera serenamente en el templo el regreso de aquellos que la aman. 2La Presencia sabe que ellos retornarán a la pureza y a la gracia. 3La misericordia de Dios los admitirá con gran ternura, desvaneciendo toda sensación de dolor y pérdida con la garantía inmortal del Amor de su Padre. 4Allí el miedo a la muerte será reemplazado por la alegría de vivir, 5pues Dios es Vida, y ellos moran en la Vida.. 6La Vida es tan santa como la Santidad mediante la que fue creada. 7La Presencia de la santidad vive en todo lo que vive, pues la santidad creó la vida y no puede abandonar lo que creó tan santo como ella misma.

El Hijo de Dios es santo, pues la Santidad forma parte de la Mente de Dios. La santidad se caracteriza por expandir la esencia del Amor. Ya sabemos que el Hijo de Dios ha sido creado por esa Esencia, por Amor, pero al haber fabricado una realidad ausente de Amor, le ha llevado a identificarse con una identidad falsa y a olvidar su santidad.

El proceso de transformación de la conciencia en consciencia, gracias a la ayuda de la Expiación, permitirá al Hijo de Dios a reconocer su condición santa.

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