IX.
El reflejo de la santidad (1ª parte).
1.
Si tuviese que ocuparme de mis motivos, diría que el hecho de creer que mis pensamientos o mis acciones no serán aceptadas por alguien a quien le he otorgado el poder de juzgarme (en realidad me estoy juzgando a mi mismo y lo proyecto en el otro), y el cual me censurará y me condenará. Se trata de una manifestación de conciencia que fluye de la culpa. Me siento culpable por mis pensamientos o acciones y proyecto fuera de mí, la necesidad de que alguien me lo haga ver claramente con su juicio. Nuestra respuesta está servida, negaremos que pensamos de esa manera o de que hemos actuado de esa otra, para protegernos de lo que realmente estamos viendo en nuestro interior.
Ese ocultamiento, lo que está propiciando es que no nos conozcamos en absoluto. Ese desconocimiento nos llevó a identificarnos con una realidad que no somos y a olvidar lo que en realidad sí somos.
2. Llevar el ego ante Dios no es
sino llevar el error ante la verdad, donde queda corregido por ser lo opuesto a
aquello con lo que se encuentra. 2Allí queda disuelto porque la
contradicción no puede seguir en pie. 3¿Por cuánto tiempo puede
seguir en pie la contradicción una vez que se ha expuesto su absoluta
imposibilidad? 4Lo que desaparece en la luz no es atacado. 5Simplemente
desaparece porque no es verdad. 6La idea de que hay diferentes realidades no
tiene sentido, pues la realidad es una sola. 7La realidad no cambia
con el tiempo, el estado de ánimo la ocasión. 8Su naturaleza inmutable es lo que hace que sea real. 9Esto no
se puede deshacer. 10El proceso de des-hacimiento sólo es aplicable
a la irrealidad. 11Y eso es lo que la realidad hará por ti.
El des-hacimiento de la irrealidad, requiere de firmeza en nuestro pensamiento, el cual debe ponerse al servicio del Espíritu Santo para que la Expiación se convierta en nuestra mejor ayuda. La firmeza a la que me refiero no nos hará dudar entre el pasado y el presente, entre el ego y Dios, pues esa firmeza encontrará una fiel aliada en la certeza de que serviremos tan sólo al ser que somos.
Si la duda te tienta, pregúntate hacia dónde diriges tu visión, al exterior o al interior. Si es al exterior, estarás potenciando el sistema de pensamiento del ego, el cual te seducirá con sus cánticos de sirena. Dirige tu mirada hacia el interior, pues será ese lugar donde se producirá el encuentro con el Espíritu Santo y donde podrá oír al Voz que habla por el Padre.
3. La verdad, simplemente por ser lo que es te libera
de todo lo que no es verdad. 2
Las verdades del mundo ilusorio con el que estamos identificados, no son verdades, son falsas creencias, que están sujetas al cambio y a la temporalidad. Ya sabemos que la verdad y lo real, son inalterables.
Entonces, ¿dónde podemos encontrar la verdad en este mundo? La respuesta se hace evidente. En ningún sitio, pues este mundo, tal y como lo percibimos, no es verdad, no es real. Tan sólo un cambio en nuestra percepción, es decir, un cambio en la creencia que nos lleva a conocer que este mundo es irreal, nos permitirá ver la verdad de este mundo.
4. La santidad espera
serenamente en el templo el regreso de aquellos que la aman. 2
El Hijo de Dios es santo, pues la Santidad forma parte de la Mente de Dios. La santidad se caracteriza por expandir la esencia del Amor. Ya sabemos que el Hijo de Dios ha sido creado por esa Esencia, por Amor, pero al haber fabricado una realidad ausente de Amor, le ha llevado a identificarse con una identidad falsa y a olvidar su santidad.
El proceso de transformación de la conciencia en consciencia, gracias a la ayuda de la Expiación, permitirá al Hijo de Dios a reconocer su condición santa.
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