miércoles, 25 de septiembre de 2024

Capítulo 14. X. La igualdad de los milagros (2ª parte).

 X. La igualdad de los milagros (2ª parte).

5. El resultado de todo esto es un patrón zigzagueante y variable que nunca descansa y jamás se detiene. 2Se mueve incesante­mente por todo el espejo de tu mente, y los reflejos del Cielo aparecen fugazmente para luego desvanecerse, a medida que la oscuridad los envuelve. 3Allí donde había luz, la oscuridad la elimina en un instante, dando lugar a que patrones que alternan entre la luz y la oscuridad atraviesen tu mente sin tregua. 4La poca cordura que aún te queda permanece ahí gracias a un sen­tido de orden que tú mismo estableces. 5Mas el hecho mismo de que puedas hacer eso y seas capaz de imponer orden donde reina el caos, demuestra que tú no eres un ego y que en ti tiene que haber algo más que un ego. 6Pues el ego es caos, y si eso fuese lo único que hay en ti, te sería imposible imponer ningún tipo de orden. 7No obstante, aunque el orden que le impones a tu mente limita al ego, también te limita a ti. 8Ordenar es juzgar y clasificar por medio de juicios. 9Por lo tanto, es una función que le corresponde al Espíritu Santo, no a ti.

Tomar decisiones en base al sistema de pensamiento del ego, nos llevará a percibir circunstancias con sabor amargo y dolorosa, pues, los pensamientos dementes, no pueden dar frutos agradables.

Nuestras decisiones deben entregarse al Espíritu Santo, a la mente recta, pues su función es discernir lo verdadero de lo falso e inspirarnos el camino correcto que nos llevará a percibir correctamente y a reconocer nuestra verdadera identidad espiritual.

6. Te parecerá difícil aprender que no tienes ninguna base para poner orden en tus pensamientos. 2El Espíritu Santo te enseña esta lección ofreciéndote los ejemplos deslumbrantes de los milagros, fin de mostrarte que tu modo de ordenar es desacertado, pero que se te ofrece uno mejor. 3El milagro responde siempre de la misma manera ante cualquier petición de ayuda. 4No la juzga. 5Simplemente reconoce lo que es y responde consecuentemente. 6No se detiene a considerar qué petición es más importante, más urgente o más apremiante. 7Tal vez te preguntes por qué se te pide que hagas algo que no requiere que emitas ningún juicio, cuando todavía eres prisionero de los juicios. 8La respuesta es muy simple: 9el poder de Dios, no el tuyo, es el que engendra los milagros. 10El milagro en sí no hace sino dar testimonio de que el poder de Dios se encuentra dentro de ti. 11Ésa es la razón de que el milagro bendiga por igual a todos los que de alguna manera son partícipes en él, y ésa es también la razón de que todos sean partícipes en él. 12El poder de Dios es ilimitado. 13Y al ser siempre máximo, ofrece todo a cualquiera que se lo pida. 14No hay grados de dificultad en esto. 15A una petición de ayuda se le presta ayuda.

Para obrar milagros, para expandir el amor que compartimos con nuestro Creador, es preciso percibir de forma correcta y de reconocer lo que somos, el Hijo de Dios compartiendo la mente con el resto de la Filiación. En este estado de consciencia, estamos en disposición de ser canales al servicio de la curación, depositando nuestra visión de unicidad en todo aquel con el que se produce el encuentro santo. El reconocimiento de la santidad en la mente de los demás, abrirá nuestro canal para dar testimonio del poder de Dios, obrando en Su nombre el milagro.

No hay grados de dificultad en los milagros. Pues la expresión del Amor de Dios no puede estar condicionado por ningún pensamiento limitante.

7. El único juicio involucrado en esto es que el Espíritu Santo divide la petición en dos categorías: una en la que se extiende amor y otra en la que se pide amor. 2Tú no puedes hacer esa división por tu cuenta sin riesgos, pues estás demasiado confun­dido como para poder reconocer el amor, o para creer que cual­quier otra cosa no es sino una petición de amor. 3Estás demasiado aferrado a la forma, y no al contenido. 4Lo que consideras el con­tenido no es el contenido en absoluto. 5Es simplemente la forma, y nada más que la forma. 6Pues no respondes a lo que un her­mano realmente te ofrece, sino sólo a la percepción particular que tienes de su ofrecimiento tal como el ego lo juzga.

Cuando analizamos el sistema de pensamiento del ego, reconocemos que está basado en la necesidad y en la escasez, principalmente, en lo referente a su ignorancia, lo que le produce una profunda insatisfacción que le lleva a buscar respuestas a todo aquello que le produce dicha frustración. Su mente dual, ahora sirviendo a Dios y al ego, lo lleva a una profunda confusión que le impide reconocer la identidad real. La percepción errada le lleva a la creencia de que su ser es su aspecto formal, considerando que el contenido es físico, lo cual es erróneo.9

8. El ego es incapaz de entender lo que es el contenido, y no se interesa en él en absoluto. 2Para el ego, si la forma es aceptable el contenido lo es también. 3De otro modo, atacará la forma. 4Si crees que entiendes algo de la "dinámica' del ego, déjame asegurarte que no entiendes nada. 5Pues por tu cuenta no podrías entenderla. 6El estudio del ego no es el estudio de la mente. 7De hecho, al ego le encanta estudiarse a sí mismo, y aprueba sin reservas los esfuerzos que, para "analizarlo", llevan a cabo los que lo estudian, quienes de este modo demuestran su importancia. 8Lo único que estudian, no obstante, son formas desprovistas de todo contenido significativo. 9Su maestro no tiene sentido, aunque les oculta este hecho con gran celo tras palabras que parecen ser muy elocuentes, pero que cuando se enlazan revelan su falta de coherencia.

Hemos referido más arriba, que el sistema de pensamiento del ego se basa en la carencia y en la necesidad, lo que le lleva a una total ignorancia de lo que es verdadero. Esa carencia le lleva a buscar las respuestas que le den sentido a su existencia y a un mundo al que debe dar significado para no perder aún más la razón.

En esa búsqueda, se lanza a analizar y escudriñar todo aquello que le recuerda su ignorancia, y cuando descubre aspectos que no responden a su lógica racional, se limita a desechar y negar su valía y su existencia, pues reconocerla, podría poner en tela de juicio su propia realidad.

Lo sagrado dio lugar al saber ancestral, y, posteriormente, fue hecho prisionero del pensamiento racional, el cual, negó la credibilidad de lo sagrado e inventó otros significados a los interrogantes a los que se enfrentaba la mente en su intento por comprender el origen de las cosas.

Para dicha mente racional, el contenido deja de ser lo esencial y pasa a ser parte de la forma, pues de este modo, el sistema de creencia del ego, se reafirma.

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