La palabra transmite un tono vibratorio, que al igual que la música, puede fabricar o crear. Cuando fabricamos, estamos generando ilusión, y todo lo ilusorio, como todo lo temporal, acaba muriendo. Mientras que, cuando creamos, estamos generando vida, estamos creando eternidad.
Ejemplo-Guía: "Sobre la enseñanza"
Comparto la idea que transmite el Curso, cuando nos revela que Dios no enseña, pues enseñar implica una insuficiencia que Dios sabe que no existe. Dios no está en conflicto y el propósito de enseñar es producir cambios, pero Dios sólo creó lo inmutable. En este sentido, la separación no fue una pérdida de la perfección, sino una interrupción de la comunicación.
Dejamos de gozar de la comunicación directa con nuestro Creador y en su lugar, elegimos oír la voz del ego, la cual irrumpió en nuestra mente de forma estridente. Tal vez te surja la pregunta, ¿por qué Dios no impidió tal hecho?, pero el Curso nos aclara este punto diciéndonos que Dios no la acalló porque erradicarla habría sido atacarla. Habiendo sido cuestionado, Él no cuestionó. Él simplemente dio la Respuesta. Su Respuesta es nuestro Maestro, el Espíritu Santo.
Enseñar, se puede hacer de muchas maneras, pero como bien nos revela el Curso, el mejor modo de hacerlo es a través del ejemplo. Si bien esto es cierto, no podemos olvidar el uso de la palabra, y en este sentido debemos saber que podemos hablar desde el espíritu o desde el ego. Hay una manera de distinguir, cuál es la fuente que nos motiva. Si hablamos desde el espíritu es que hemos decidido acatar las palabras "Detente y reconoce que yo soy Dios". Son palabras inspiradas porque reflejan conocimiento y las expresamos desde el ánimo, desde el alma. En cambio, si hablamos desde el ego, lo que hacemos es renegar del conocimiento en vez de ratificarlo, y ello se expresa en un estado de des-ánimo.
Con relación a esto que digo, puedo verificar por mis propias experiencias, que cuando nos ponemos al servicio del Espíritu Santo y servimos como canales a su mensaje, es como si no hablásemos nosotros. En ocasiones, llegamos a pronunciar mensajes de los que no éramos conscientes que lo sabíamos. Os puedo asegurar, que la mayor ratificación de que hablamos sostenidos por el "ánimo" la reconoceremos por la opinión de aquellos que han sido los receptores del mensaje, los cuales, te confirman que el mensaje le ha llegado al alma.
Como bien nos indica el Texto, enseñar debe ser curativo, ya que consiste en compartir ideas y en el reconocimiento de que compartir ideas es reforzarlas. Jesús nos exhorta a que enseñemos lo que hemos aprendido porque al hacerlo podremos contar con ello.
Me encanta la siguiente frase: "Eres lo que enseñas, pero es evidente que puedes enseñar incorrectamente, y, por consiguiente, te puedes enseñar mal a ti mismo" (T-6.V.B.1:4)
Nos hemos enseñado a creer que no somos lo que realmente somos. Con lo cual no nos conocemos en absoluto y vamos por el mundo intentando conocernos a través del juicio que hacemos de los demás. En este sentido, cada lección que enseñamos es una lección que estamos aprendiendo.
¿Qué lección debemos enseñar y aprender?
Un Curso de Milagros, nos lo pone fácil, pues nos dice que debemos enseñar tan sólo una lección: “Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres” (T-6.I.13:2). La única manera de aprenderla es enseñándola, pues lo que enseñemos es lo que aprendemos y no podemos olvidar, que lo que enseñamos, nos lo enseñamos a nosotros mismos.
Vamos a extendernos un poco más en el tema de la enseñanza y, para ello, bucearemos en el contenido del Texto:
"La enseñanza y el aprendizaje correcto"
“Un buen maestro clarifica sus propias ideas y las refuerza al enseñarlas. En el proceso de aprendizaje tanto el maestro como el alumno están a la par. Ambos se encuentran en el mismo nivel de aprendizaje, y a menos que compartan sus lecciones les faltará convicción. Un buen maestro debe tener fe en las ideas que enseña, pero tiene que satisfacer además otra condición: debe tener fe en los estudiantes a quienes ofrece sus ideas” (T-4:I.1:1-4).
“Muchos montan guardia en torno a sus ideas porque quieren conservar sus sistemas de pensamiento intactos, y aprender significa cambiar. Los que creen estar separados siempre temen cambiar porque no pueden concebir que los cambios sean un paso hacia adelante en el proceso de subsanar la separación. Siempre los perciben como un paso hacia una mayor separación, debido a que la separación fue su primera experiencia de cambio. Crees que si no permites ningún cambio en tu ego alcanzarás la paz. Esta marcada confusión sólo puede tener lugar si sostienes que un mismo sistema de pensamiento puede erigirse sobre dos cimientos distintos. Nada puede llegar al espíritu desde el ego, ni nada puede llegar al ego desde el espíritu. El espíritu no puede ni reforzar al ego, ni aminorar el conflicto interno de éste. El ego en sí es una contradicción. Tu falso ser y el Ser de Dios están en oposición. Y lo están con respecto a sus orígenes, rumbos y desenlaces. Son fundamentalmente irreconciliables porque el espíritu no puede percibir y el ego no puede gozar de conocimiento. No están, por lo tanto, en comunicación, ni jamás lo podrán estar. El ego, sin embargo, puede aprender, aún cuando su hacedor esté desencaminado. Este, no obstante, no puede hacer que lo que fue infundido con vida sea completamente exánime” (T-4.I.2:1-14).
“El espíritu no tiene necesidad de que se le enseñe nada, pero el ego sí. El proceso de aprender se percibe, en última instancia, como algo aterrador porque conduce, no a la destrucción del ego, sino al abandono de éste a la luz del espíritu. Éste es el cambio que el ego no puede sino temer, puesto que no comparte mi caridad. La lección que yo tuve que aprender es la misma que tú tienes que aprender ahora, y puesto que la aprendí, puedo enseñártela. Nunca atacaré a tu ego, si bien estoy tratando de enseñarte cómo surgió su sistema de pensamiento. Cuando te recuerdo tu verdadera creación, tu ego no puede por menos que reaccionar con miedo” (T-4.I.3:1-6).
“Aprender y enseñar son los mayores recursos de que dispones ahora porque te permiten cambiar de mentalidad y ayudar a otros a hacer lo mismo. Negarte a cambiar de mentalidad no conseguiría probar que la separación no ocurrió. El soñador que duda de la realidad de su sueño mientras todavía está soñando no está realmente sanando su mente dividida. Tú sueñas con un ego separado y crees en el mundo que se basa en él. Todo ello te parece muy real. No puedes deshacerlo sin cambiar de mentalidad al respecto. Si estás dispuesto a renunciar al papel de guardián de tu sistema de pensamiento y ofrecérmelo a mí, yo lo corregiré con gran delicadeza y te conduciré de regreso a Dios” (T-4.I.4:1-7).
“Todo buen maestro espera impartir a sus estudiantes tanto de lo que él mismo ha aprendido que algún día dejen de necesitarle. Este es el verdadero y único objetivo del maestro. Es imposible convencer al ego de esto porque va en contra de todas sus leyes. Pero recuerda que las leyes se promulgan para proteger la continuidad del sistema en que cree el que las promulga. Es natural que el ego trate de protegerse a sí mismo una vez que lo inventaste, pero no es natural que desees obedecer sus leyes a menos que tú creas en ellas. El ego no puede tomar esta decisión debido a la naturaleza de su origen. Pero tú puedes tomarla debido a la naturaleza del tuyo” (T-4.I.5:1-7).
“Los egos pueden chocar en cualquier situación, pero es imposible que el espíritu choque en absoluto. Si percibes a un maestro simplemente como "un ego más grande" sentirás miedo, ya que agrandar un ego es aumentar la ansiedad que produce la separación. Enseñaré contigo y viviré contigo si estás dispuesto a pensar conmigo, pero mi objetivo será siempre eximirte finalmente de la necesidad de un maestro. Esto es lo opuesto al objetivo del maestro que se deja guiar por el ego. A ése sólo le interesa el efecto que su ego pueda tener sobre otros egos, y, por consiguiente, interpreta la interacción entre ellos como un medio de conservar su propio ego. Yo no podría dedicarme a enseñar si creyese eso, y tú no serás un maestro dedicado mientras lo creas. Se me percibe constantemente como un maestro al que hay que exaltar o rechazar, pero yo no acepto ninguna de esas dos percepciones de mí mismo” (T-4.I.6:1-7).
“El que enseñes o aprendas no es lo que establece tu valía. Tu valía la estableció Dios. Mientras sigas oponiéndote a esto, todo lo que hagas te dará miedo, especialmente aquellas situaciones que tiendan a apoyar la creencia en la superioridad o en la inferioridad. Los maestros tienen que tener paciencia y repetir las lecciones que enseñan hasta que éstas se aprendan. Yo estoy dispuesto a hacer eso porque no tengo derecho a fijar los límites de tu aprendizaje por ti. Una vez más: nada de lo que haces, piensas o deseas es necesario para establecer tu valía. Este punto no es debatible excepto en fantasías. Tu ego no está nunca en entredicho porque Dios no lo creó. Tu espíritu no está nunca en entredicho porque Él lo creó. Cualquier confusión al respecto es ilusoria, y, mientras perdure esa ilusión, no es posible tener dedicación alguna" (T.4.I.7:1-10).
Reflexión: "Hoy sólo enseñaremos lo que queremos aprender, y nada más"
Me encanta leerte, me ayudan mucho tus explicaciones. No se si tienes un grupo. Me encantaría poder contactar contigo. Gracias
ResponderEliminargracias cada vez voy aprendiendo mucho mas mil gracias......
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarWao segunda vez que leo esta frase hoy la mejor forma de aprender es enseñando, el Espíritu santo me ha hablado a través de esta lección, voy a tener paciencia y repetir las lecciones para aprenderlas, sólo en conexión con la fuente podré hablar por Dios, deseo ser un instrumento de tu amor padre sé que a través del lenguaje oral puedo estar conectada con el espíritu santo cuando las palabras que emito sean de amor y de perdón.
ResponderEliminarEstoy dispuesta a que mi ego fracase para servir a Dios, me libero del juicio, la critica y la condenación.
Gracias Padre porque cada día comprendo más un curso de milagros y gracias a ti por tu amorosa guía, te abrazo desde aquí que es allá 🤗
Gracias
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