domingo, 20 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 294

LECCIÓN 294

Mi cuerpo es algo completamente neutro.

1. Soy un Hijo de Dios. 2¿Cómo iba a poder ser también otra cosa? 3¿Acaso creó Dios lo mortal y lo corruptible? 4¿De qué le sirve al bienamado Hijo de Dios lo que ha de morir? 5Sin embargo, lo que es neutro no puede ver la muerte, pues allí no se han depositado pensamientos de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor. 6La neutralidad del cuerpo lo protege mientras siga siendo útil. 7Una vez que no tenga ningún propósito, se dejará a un lado. 8No es que haya enfermado, esté viejo o lesionado. 9Es que simple­mente no tiene ninguna función, es innecesario, y, por consi­guiente, se le desecha. 10Haz que hoy no vea en él más que esto: algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor.

2. Mi cuerpo, Padre, no puede ser Tu Hijo. 2Y lo que no ha sido creado no puede ser ni pecaminoso ni inocente; ni bueno ni malo. 3Déjame, pues, valerme de este sueño para poder ser de ayuda en Tu plan de que despertemos de todos los sueños que urdimos.


¿Qué me enseña esta lección?

Cuando actuamos, percibimos que es el cuerpo el que actúa y que lo hace por iniciativa propia. Esta percepción errónea está basada en la creencia de que somos un cuerpo.

Pero si observamos detenidamente el proceso de nuestros actos, no tardaremos en descubrir, que el cuerpo está al servicio de la mente, de los pensamientos y de los sentimientos.
Si pensamos en cosas alegres, nuestro cuerpo se fortalece y expresa un nivel de respuesta asertivo. En cambio, si pensamos en cosas que nos hagan sentir tristes, el cuerpo se debilita y presenta desgana y desinterés.

Esta aseveración es aplicable a la creencia de que el cuerpo es capaz de enfermar por sí sólo, independientemente de su relación con los pensamientos y emociones. Pero esto no es posible. Realmente, la enfermedad relacionada con el cuerpo no existe. El origen de lo que llamamos enfermedad, se encuentra en la mente, de modo que cuando pensamos y sentimos, erróneamente, nuestro cuerpo refleja ese error, dando lugar a estados de desorden físico.

Es importante conocer, que el cuerpo es neutral. Tiene una importante misión, la cual, nos permite comunicarnos y compartir nuestros valores internos. Cuando sirve al Amor, tendrán lugar actos de Amor; cuando sirve al miedo, el cuerpo experimentará sufrimiento y ataques.

El cuerpo no es nuestra verdadera realidad, pero no por ello, debemos verlo como algo pecaminoso. En muchas creencias que han dado lugar a religiones, el cuerpo ha sido juzgado como un instrumento al servicio del pecado. A veces, el sentimiento de culpa ha alcanzado dimensiones tan disparatadas, que nos han llevado a sacrificar una parte del cuerpo, para así, calmar nuestras necesidades de redención y purificación. Si es mi ojo el que me hace sentir sucio, me saco el ojo. Si es mi mano, la que roba, me corto la mano.

Hoy vemos las cosas de otra manera. Hoy somos capaces de ver que el error se encuentra en la mente y no en el cuerpo. Es a nivel mental, donde debemos corregir el error y no a niveles físicos.

Ejemplo-Guía: "Por qué creemos necesaria la enfermedad?

¿Cómo podemos desear la enfermedad? ¿Cómo podemos desear la muerte?

En efecto, no son deseos conscientes. No es que nos digamos: "cuerpo, enferma, que he obrado mal". Es precisamente la visión pecaminosa, la que nos lleva a expresar culpa y a proyectarla externamente, sobre los demás y sobre nuestro cuerpo, al que hemos dado el papel principal de nuestra existencia, desde el punto de vista del ego.

Cuando no queremos ver nuestra propia oscuridad, decidimos verla fuera. Cuando nos sentimos culpables, de forma inmediata desatamos la dinámica redentora del castigo y qué mejor forma de padecer los efectos de nuestros pecados, que nuestra identidad, nuestro cuerpo, sufra las consecuencias de los mismos.

Dentro del sueño, hemos establecidos leyes que gobiernan nuestros actos. Unas son más visibles para la conciencia que otras. Por ejemplo, el peso de la ley caerá sobre nosotros si hemos cometido un delito, como robar o asesinar. La función de la ley es correctiva. Siempre pretende serlo, aunque no siempre lo consiga. Pero en otras ocasiones, esas leyes son más sutiles, se encuentran arraigadas, profundamente, en nuestras creencias. Por ejemplo, la creencia en el pecado, en que hemos desobedecido a nuestro Creador, nos tiene "sentenciados" al sufrimiento como vía de redención y purgatorio. El infierno, encuentra su origen en la necesidad de encontrar un escenario donde podamos purificarnos de nuestros actos pecaminosos.

Tenemos creencias, avaladas por la ciencia médica, en la que establecemos una relación causa-efecto entre el comportamiento humano y las enfermedades. Estas creencias se han basado especialmente en el estudio del comportamiento del cuerpo humano, lo que ha dado lugar a los postulados de la medicina oficial.

En los últimos años, estamos siendo testigo del nacimiento de nuevos paradigmas, no centrados tanto en el cuerpo, como en la mente, así como en ciertos aspectos del ser que están cercanos a lo esotérico.

En ambas disciplinas, se establece una relación estrecha entre las causas y los efectos, aunque con marcadas diferencias entre unas y otras.

Si la analizamos desde el punto de vista de las enseñanzas de Un Curso de Milagros, ambas, tratan la enfermedad, con lo cual, están tratando algo que no es real.

La enfermedad es visible para el ego, debido a que cuando mira, lo hace desde el pecado, el cual, se lo atribuye a las acciones del cuerpo.

Os dejo algunas consideraciones aportadas por el Curso, relacionadas con lo que estamos analizando: 

“Es imposible ver a tu hermano libre de pecado y al mismo tiempo verlo como si fuese un cuerpo. ¿No es esto perfectamente consistente con el objetivo de la santidad? Pues la santidad es simplemente el resultado de dejar que se nos libere de todos los efectos del pecado, de modo que podamos reconocer lo que siem­pre ha sido verdad. Es imposible ver un cuerpo libre de pecado, pues la santidad es algo positivo y el cuerpo es simplemente neu­tral. No es pecaminoso, pero tampoco es impecable. Y como realmente no es nada, no se le puede revestir significativamente con los atributos de Cristo o del ego. Tanto una cosa como la otra sería un error, pues en, ambos casos se le estarían adjudicando atributos a algo que no los puede poseer. Y ambos errores ten­drían que ser corregidos en aras de la verdad” (T-20.VII.4:1-8).

“El cuerpo es el medio a través del cual el ego trata de hacer que la relación no santa parezca real. El instante no santo es el tiempo de los cuerpos. Y su propósito aquí es el pecado. Mas éste no se puede alcanzar salvo en fantasías, y, por lo tanto, la ilusión de que un hermano es un cuerpo está en perfecta consonancia con el propósito de lo que no es santo. Debido a esta correspon­dencia, los medios no se ponen en duda mientras se siga atribuyendo valor a la finalidad. La visión se amolda a lo que se desea, pues la visión siempre sigue al deseo. Y si lo que ves es el cuerpo, es que has optado por los juicios en vez de por la visión. Pues la visión, al igual que las relaciones, no admite grados. O ves o no, ves” (T-20.VII.5:1-9).

“Todo aquel que ve el cuerpo de un hermano ha juzgado a su hermano y no lo ve. No es que realmente lo vea como un peca­dor, es que sencillamente no lo ve. En la penumbra del pecado su hermano es invisible. Ahí sólo puede ser imaginado, y es ahí donde las fantasías que tienes acerca de él no se comparan con su realidad. Ahí es donde las ilusiones se mantienen separadas de la realidad. Ahí las ilusiones nunca se llevan ante la verdad y siempre se mantienen ocultas de ella. Y ahí, en la oscuridad, es donde te imaginas que la realidad de tu hermano es un cuerpo, el cual ha entablado relaciones no santas con otros cuerpos y sirve a la causa del pecado por un instante antes de morir” (T-20.VII.6:1-7). 

“Existe ciertamente una clara diferencia entre este vano imagi­nar y la visión. La diferencia no estriba en ellos, sino en su pro­pósito. Ambos son únicamente medios, y cada uno de ellos es adecuado para el fin para el que se emplea. Ninguno de los dos puede servir para el propósito del otro, pues cada uno de ellos es en sí la elección de un propósito, empleado para propiciarlo. Cada uno de ellos carece de sentido, sin el fin para el que fue concebido, y, aparte de su propósito, no tiene valor propio. Los medios parecen reales debido al valor que se le adjudica al obje­tivo. Y los juicios carecen de valor a menos que el objetivo sea el pecado” (T-20.VII.7:1-7).

“El cuerpo no se puede ver, excepto a través de juicios. Ver el cuerpo es señal de que te falta visión y de que has negado los medios que el Espíritu Santo te ofrece para que sirvas a Su pro­pósito. ¿Cómo podría lograr su objetivo una relación santa si se vale de los medios del pecado? Tú te enseñaste a ti mismo a juzgar; mas tener visión es algo que se aprende de Aquel que quiere anular lo que has aprendido. Su visión no puede ver el cuerpo porque no puede ver el pecado. Y de esta manera, te conduce a la realidad. Tu santo hermano -a quien verlo de este modo supone tu liberación- no es una ilusión. No intentes verlo en la oscuridad, pues lo que te imagines acerca de él parecerá real en ella. Cerraste los ojos para excluirlo. Tal fue tu propó­sito, y mientras ese propósito parezca tener sentido, los medios para su consecución se considerarán dignos de ser vistos, y, por lo tanto, no verás” (T-20.VII.8:1-10).

“Tu pregunta no debería ser: "¿Cómo puedo ver a mi hermano sin su cuerpo?" sino, "¿Deseo realmente verlo como alguien incapaz de pecar?" Y al preguntar esto, no te olvides de que en el hecho de que él es incapaz de pecar radica tu liberación del miedo. La salvación es la meta del Espíritu Santo. El medio es la visión. Pues lo que contemplan los que ven está libre de pecado. Nadie que ama puede juzgar, y, por lo tanto, lo que ve está libre de toda condena. Y lo que él ve no es obra suya, sino que le fue dado para que lo viese, tal como se le dio la visión que le permi­tió ver” (T.20.VII.9:1-8).

Reflexión: "El cuerpo es algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor". 

5 comentarios:

  1. hola muy buena la explicación ahora entiendo que nuestro cuerpo es totalmente neutro y puede remplazarse por algo mejor pero esto tambien se aplica al diario vivir...

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  2. El cuerpo tiene la función de servirle a la mente como recurso de aprendizaje, la enfermedad nos viene a mostrar que hay una emoción o pensamiento que gestionar porque detrás de toda forma de dolor realmente hay una falta de perdón, hoy en día más médicos estudian el componente emocional de la enfermedad con el alisiente de que quien puede sanar las emociones sana el cuerpo, el Dr Hamer, Louse Hay y muchos otros han hecho estudios para determinar que tipo de emoción afecta en específico un órgano.
    Para sanar nuestro cuerpo es importante reconocer la enfermedad no como un castigo de Dios porque Dios nunca nos castiga para Dios su hijo es impecable.
    Reconocer la enfermedad aceptarla darle la bienvenida y estar seguro que hay una emoción generada por un evento del pasado que se debe mirar con amor y perdón en ese momento comienzan los milagros y gozaremos de un cuerpo sano hasta que ya no sea necesario este cuerpo y nos será reemplazado por uno mejor, el cuerpo es neutro, algo que es útil por un tiempo y apto para servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor.
    Mientras estemos encarnados en este cuerpo tenemos el deber de tener pensamientos alegres y ver un mundo perdonado, así nuestro cuerpo se fortalece y expresa un nivel de respuesta asertivo. En cambio, si pensamos en cosas que nos hagan sentir miedo estaremos dando poder a la mente para generar la enfermedad.

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  3. Muchísimas gracias Juan José, por compartir tanta sabiduría. Dios te bendiga.

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