Ejemplo-Guía: "¿A qué llamamos felicidad?
Para mí, esta es la cuestión que debemos tener clara. ¿Dónde ponemos nuestro corazón, en los tesoros de este mundo o en los tesoros que nos ofrece el Cielo?
A pesar de los múltiples aspectos con los que se nos puede presentar la búsqueda de la felicidad, podemos agruparlos todos en un patrón. Se trata de un código establecido por las reglas de juego implantada por el ego, la visión de la separación. Desde el sistema de pensamiento característico del ego, donde dar es perder, la felicidad se nos muestra formando parte intrínseca del miedo. La dinámica es la siguiente: Me siento escaso y necesitado y, demando, externamente, aquello que ha de saciar mi apetito. Una vez que consigo satisfacer mi necesidad, trato de acumular su bien preciado, pues debemos garantizar que el gozo sea permanente. Pero, de forma inmediata, en vez de permanecer en el gozo que esa satisfacción nos presta, decidimos despertar a la bestia devastadora que duerme en nuestro interior, el miedo. Acabamos de fastidiarlo todo. La felicidad es agridulce. Disfrutamos, pero tememos perder lo que tenemos.
El escenario del ego, el mundo de la percepción, no es el mundo dónde encontraremos la verdadera felicidad, por la sencilla razón, de que está sujeto a las leyes de la temporalidad, donde todo nace y muere. En lo más alto de la escalera que nos conduce a la felicidad, encontramos un deseo oculto que satisface profundamente al ego, el deseo de que el cuerpo sea eterno. Podríamos decir, que ese deseo, evocado en tantas historias a la que ha dado lugar la imaginación creadora de los novelistas, no es más que la manifestación de un recuerdo ancestral de lo que somos: ser eternos.
El ego, no puede negar que desea imitar a Dios, y por eso fabrica un mundo donde imperan sus leyes. Para el ego, demostrar que su cuerpo puede competir con la eternidad del Ser, siendo igualmente eterno, sería la demostración final de que Dios no existe, pues mientras que el cuerpo puede ser percibido, juzgado y transformado, la imagen de Dios no goza de tal credibilidad.
Pero, para que el gozo del ego fuese completo, también tendría que trasladar el logro de la eternidad, de la perpetuidad, a la felicidad, y eso, aunque lo persigue constantemente yendo de una conquista a otra, no lo podrá lograr, mientras no venza al miedo y eso no lo hará, pues de hacerlo, desaparecería.
Es momento de tener claro cuál es nuestro orden de prioridades con respecto a la felicidad. Pero debemos tener presentes, que es un estado mental, independientemente del mundo exterior. Es una elección que está en manos de nuestra mente y por ello de nuestras creencias. Por todo ello, si en este mundo no vamos a alcanzar la felicidad, mientras que permanezcamos en él, tendremos que desaprender todas las creencias que nos han llevado a pensar que es en este mundo dónde la vamos a encontrar.
La felicidad, al igual que el Plan de Salvación, no es una conquista individual. No podremos ser felices mientras que nuestro hermano no lo es. Es más, seremos felices, cuando decidamos que nuestra felicidad es hacer feliz a los demás. Estaremos dando, lo que tenemos y en vez de perder lo que damos, lo recibiremos en abundancia. Cuanta más felicidad demos, más felices seremos.
Reflexión: ¿Qué necesitamos para ver tan solo la felicidad?
hacer feliz a los demás facilitándoles el camino para que continuen adelante....
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarSomos Uno con Dios y el Espíritu Santo.Amen🙏🙏🙏🙏🙏
ResponderEliminarBendiciones hermano!!!
ResponderEliminarGracias
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