jueves, 15 de mayo de 2025

Capítulo 20. V. Los heraldos de la eternidad (1ª parte).

V. Los heraldos de la eternidad (1ª parte).

1.  En este mundo, el Hijo de Dios se acerca al máximo a sí mismo en una relación santa. 2 Ahí comienza a encontrar la confianza que su Padre tiene en él. 3Y ahí encuentra su función de restituir las leyes de su Padre a lo que no está operando bajo ellas y de encontrar lo que se había perdido. 4Sólo en el tiempo se puede perder algo, pero nunca para siempre. 5Así pues, las partes sepa­radas del Hijo de Dios se unen gradualmente en el tiempo, y con cada unión el final del tiempo se aproxima aún más. 6Cada mila­gro de unión es un poderoso heraldo de la eternidad. 7Nadie que tenga un solo propósito, unificado y seguro, puede sentir miedo. 8Nadie que comparta con él ese mismo propósito podría dejar de ser uno con él.

Jesús comienza este nuevo apartado, ubicándonos en el actual estado de conciencia que percibimos, "en este mundo". Ya hemos visto a lo largo de las enseñanzas del Curso que estamos estudiando que tanto Jesús como el Espíritu Santo utilizan el mundo ilusorio, el irreal, el que llamamos sueño, para ayudarnos a transformar la percepción falsa en verdadera. El Espíritu Santo nos ofrece la Expiación como el camino que ha de permitirnos alcanzar esa meta y lo hace con una propuesta correctiva que sustituya la creencia en la separación, en el pecado y en la culpa.

Por su parte, Jesús, como hemos dicho al principio, nos activa el "gps" interno y nos ayuda a conocer nuestra actual ubicación, esto es, nos ayuda a reconocer que, si bien el mundo que consideramos real es verdaderamente ilusorio, debemos utilizarlo para corregir nuestras falsas creencias y aplicar las leyes del Cielo en él. Es por ello que nos ilumina el camino diciéndonos que la relación santa es la puerta de entrada que nos comunicará con el Cielo, donde rigen las leyes del Amor y de la Unidad.

Este punto es una hermosa invitación para que transformemos nuestras mentes "infectadas por el virus de la separación" y nuestros pensamientos amorosos nos conviertan en los heraldos de la eternidad, creando relaciones santas en todos y cada uno de nuestros encuentros con la humanidad.

2. Cada heraldo de la eternidad anuncia el fin del pecado y del miedo. 2Cada uno de ellos habla en el tiempo de lo que se encuen­tra mucho más allá de éste. 3Dos voces que se alzan juntas hacen un llamamiento al corazón de todos para que se hagan de un solo latir. 4Y en ese latir se proclama la unidad del amor y se le da la bienvenida. 5¡Que la paz sea con vuestra relación santa, la cual tiene el poder de conservar intacta la unidad del Hijo de Dios! 6Lo que le das a tu hermano es para el bien de todos, y todo el mundo se regocija gracias a tu regalo. 7No te olvides de Aquel que te dio los regalos que das, y al no olvidarte de Él, recordarás a Aquel que le dio los regalos para que Él te los diera a ti.

Ser mensajeros de la eternidad significa que nuestras mentes han Expiado el error que la mantenía prisionera de la falsa creencia en la separación, en el pecado y en el miedo. Hemos recordado lo que somos y nuestra voluntad se ha puesto al servicio de la Voluntad de nuestro Padre. El mundo percibido se convierte en el escenario donde la paz y la felicidad sustituyen al miedo y al dolor. Es en este mundo donde los sueños dejan de ser pesadillas para convertirse en la tierra donde sembramos la semilla de la verdad, de la unidad, del amor. 

Para transformar el mundo de la falsa percepción, debemos transformar las creencias que nos han llevado a su visión y adquirir una nueva, basada en la unión que nos hace uno al resto de la Filiación.

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