martes, 13 de mayo de 2025

Capítulo 20. IV. La entrada al arca (3ª parte).

 IV. La entrada al arca (3ª parte).

5. Los que son incapaces de pecar dan tal como han recibido. 2Ve en tu hermano, pues, el poder de la impecabilidad, y comparte con él el poder que le has concedido para que se libere del pecado. 3A todo el que camina por la tierra, en aparente soledad se le ha dado un salvador, cuya función especial aquí es liberarlo, para así liberarse él a sí mismo. 4En el mundo de la separación se le asigna esa función a cada uno por separado, aunque todos ellos son uno solo. 5Pero los que saben que todos ellos son uno solo no tienen necesidad de salvación. 6cada uno encuentra a su salvador cuando está listo para contemplar la faz de Cristo y ver que Éste está libre de pecado.

El pecado es una creencia, la manifestación de una interpretación errónea de un acto erróneo motivado por un pensamiento erróneo. Nos hace sentirnos "sucios" y nuestra consciencia se enfrenta a él, despertando en nuestro interior el sentimiento corrosivo de la culpa. Cuando esta dinámica se despierta en nosotros, buscamos deshacernos de ese pesado fardo que nos atormenta, lo que nos lleva a buscar la solución, bien castigándonos a nosotros mismos o bien condenándolo en el otro. La primera solución nos hace mártires; la segunda, nos hace verdugos.

Ver el pecado como un error nos permite adoptar una solución más inteligente y acorde con el proceso de corrección, pues lo único que tenemos que hacer es aprender del error y corregirlo en nuestra mente para que no se vuelva a producir. De este modo, si aplicamos esa percepción correcta del error, evitaremos el autocastigo y el condenar a los demás.

Me ha encantado lo que dice Jesús en este punto cuando se refiere a que a todo el que camina por la tierra se le ha dado un salvador. Esta afirmación viene a reforzar mi creencia en que tenemos hecho un pacto de amor con todos nuestros hermanos y muy en especial con aquellos que caminan junto a nosotros y se convierten en nuestros mejores maestros para alcanzar la meta que nos mantiene unidos, la salvación.

6. No es éste un plan que tú hayas elaborado; y no tienes que hacer nada, salvo aprender el papel que se te encomendó. 2Pues Aquel que conoce todo lo demás se ocupará de ello sin tu ayuda. 3Pero no pienses que Él no tiene necesidad del papel que te co­rresponde desempeñar para que lo asista a Él en lo demás. 4Pues de tu papel depende todo el plan, y ningún papel está completo sin tu papel, ni tampoco puede lo que es todo estar completo sin él. 5Al arca de la paz se entra de dos en dos. aSin embargo, el comienzo de otro mundo los acompaña. 6Toda relación santa tiene que entrar aquí para aprender la función especial que le corresponde desempeñar en el plan del Espíritu Santo ahora que com­parte Su propósito. 7Y a medida que ese propósito se alcanza, surge un nuevo mundo en el que el pecado no tiene cabida, y donde el Hijo de Dios puede entrar sin miedo y descansar por un rato para olvidar su esclavitud y recordar su libertad. 8Mas ¿cómo iba a poder entrar a descansar y a recordar si tú no le acompañas? 9A menos que estés allí, él no está completo. 10Y es su compleción lo que él recuerda allí.

Me llama la atención el término "arca de la paz" utilizado por Jesús en este punto. Me recuerda al "arca de Noé" que Dios le mandara construir para ser salvado, junto a toda clase de animales, del diluvio universal. 

El arca de la paz, al igual que el arca de Noé, adquiere el significado de "salvación". Al igual que ocurrió con el arca de Noé, donde Dios le pidió que buscara toda especie animal y que fueran macho y hembra, en el arca de la paz, también nos pide el Espíritu Santo que entremos de dos en dos. El número dos representa en el lenguaje cabalístico el Amor de Dios, convirtiéndolo en la fuerza que une y da cohesión a toda obra creadora.

Nos dice este punto que el plan de salvación no es un plan que hayamos elaborado nosotros y que no tenemos que hacer nada, salvo aprender el papel que se nos encomienda. Ese papel no es otro que el de ver la inocencia en el rostro del otro y reconocernos en él. Juntos recordaremos el pacto de amor que hemos sellado en el Cielo, donde la ley del Amor nos hace Uno.

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