¿Qué me enseña esta lección?
Si analizamos el origen del ego, el principio de individualización, asistiremos al nacimiento de la errónea creencia de la separación. El proceso de individualización forma parte del proceso evolutivo de la conciencia, pero la identificación y el estancamiento en esa fase evolutiva no forma parte de dicho proceso.
Como consecuencia de ese error primigenio, se han ido produciendo nuevos errores. La separación, ha generado la creencia en el pecado y éste a su vez ha dado lugar a la culpa. La culpa para ser redimida, se alía con el castigo. Pero ese castigo, más allá de encontrar la liberación, nos condiciona al dolor, al miedo, a la venganza y al ataque.
Creernos separados, nos lleva a sentirnos indefensos, y, al mismo tiempo merecedores de recibir el castigo en forma de ataques, que viene a justificar nuestra soledad en el mundo.
Desde el error primigenio, todo es una cadena de errores que han dado lugar a que utilicemos muchas energías en proteger aquello que ha propiciado el proceso de individualización: el cuerpo.
Todo nuestro mundo gira en torno al cuerpo, pero no nos damos cuenta de que éste es el vehículo más denso en el que se manifiesta nuestro verdadero Ser. Es decir, el cuerpo físico, está al servicio del Espíritu. Pero esta realidad no es conocida y aprobada por el ego, el cual, identificado tan sólo con el cuerpo, niega y se defiende contra la verdad que le inspira su verdadera realidad: el ego es tan sólo una ilusión temporal.
La respuesta del ego es defenderse de todo aquello que interpreta un ataque. Es su ley. En cambio, el Ser Verdadero, no puede ser atacado, pues su principal valor procede del Principio de Unidad.
Ejemplo-Guía: "¿De qué te defiendes?"
El ataque es fruto del sistema de pensamiento del ego, el cual está basado en el miedo. Ya hemos tenido ocasión de determinar en otras lecciones previas, que el miedo es la creencia adquirida tras haber elegido ver un mundo diferente al que Dios, nuestro Padre, ha creado.
Miedo-separación-ataque, son expresiones concadenadas al sistema de pensamiento dual propio del ego. Nos encontramos experimentando desde un cuerpo al que hemos dado poderes sobre nuestra identidad. El cuerpo es el que gobierna todo nuestro sistema de pensamiento, de tal modo, que la búsqueda de la felicidad pasa por satisfacer todos los deseos procedentes del mismo.
El ego-cuerpo vive con ese único propósito, pero lo primero que aprende, desde que nace, es a demandar aquello que no tiene: necesita alimento, necesita calor, necesita cuidados, necesita afecto. La cuestión nos lleva a describir un sin fin de "necesidades" que si no son satisfecha provoca una reacción de dolor y tristeza.
Esos compases del juego, van adquiriendo otros aspectos, pero todos ellos, siempre responden a la necesidad, a la escasez. La vida se traduce en una constante lucha por encontrar los medios necesarios para dar respuesta a la demanda. Esta lucha es una carrera que no parece tener fin, pues cuando lo conseguimos, queremos más, temerosos de que un día podamos perderlo y quedarnos sin ello. Durante esa férrea carrera, vamos adquiriendo la experiencia de que es preciso asegurar nuestros logros, nuestros bienes; es preciso ser el número uno en todo; ganar por encima de todas las cosas; poseer es nuestro lema de vida; atesorar, nuestra mayor afición. Para asegurar nuestras posesiones, nos rodeamos del sistema más sofisticado que garantice nuestra seguridad.
Muchos de estos sistemas de auto seguridad son muy sutiles, pero creemos que nos dan resultado. Dentro de esta gama, nos encontramos con la soberbia; la avaricia; la gula; la lujuria; la ira; la pereza; la envidia.
Son mecanismos de defensa que utiliza nuestra mente y que nos condiciona para garantizar la seguridad de nuestras debilidades.
Me gustaría compartir con vosotros un ejercicio que facilita el autoconocimiento de nuestras defensas. Muchos de vosotros lo conoceréis e incluso lo estaréis practicando. Tenemos una importante pista para conocer cuáles son nuestros miedos, y, por ende, cuáles son nuestras defensas. Siempre que atacamos o nos sentimos atacados, nos está revelando un punto estratégico, en el que pretendemos hacernos fuerte, al haberle dado el valor y el significado de ser especial, y que nos lleva a decidir protegernos de ello.
El ejercicio consiste en identificar dos cuestiones:
¿Qué te produce miedo perder, que estás dispuesto a atacar para defenderlo?
Por ejemplo, ¿tu dinero? ¿tu posición social? ¿tu pareja?
La otra cuestión es más sutil y podemos tener cierta dificultad para aceptarla. Es la siguiente:
¿Dónde ves la soberbia en el otro? ¿Dónde ves la ira? ¿Dónde ves la avaricia?, etc.
Puede ocurrir, que tu respuesta sea, pues veo la soberbia en mi jefe, pero la avaricia no la veo en nadie. Esta respuesta, te está indicando que tu mente está proyectando un mecanismo de defensa para protegerte de tu propia soberbia, y lo hace condenando la soberbia en los demás. En cambio, al no ver la avaricia, ello significa que no la atacas para protegerte de ella.
Como bien explica la lección, la mente, la verdadera causa de todos los mecanismos de defensa y ataque, desde que somos pequeños, nos lleva al aprendizaje de la planificación, lo que significa que tenemos que prepararnos para ganarnos el pan de cada día con el sudor de nuestra frente. Nuestros padres, desde la cercanía familiar y más tarde los sistemas educativos, nos preparan para enfrentarnos a la vida con el más importante de las armas, la que nunca falla, la que, si no utilizamos, nos llevará al fracaso: la planificación.
Planificar, nos exige vivir anticipadamente un estado temporal que no existe, el futuro, y lo hace en base a los cimientos que ha legado desde otro estado temporal que tampoco existe, desde el pasado. Con lo cual, el único estado real, el presente, no es vivido, con lo que la oportunidad eterna que nos brinda es desaprovechada viviendo un presente con conciencia de pasado y con expectativas temerosas del futuro.
Esta situación nos brinda una magnífica oportunidad para reflexionar, cuanto más, dado que esa práctica habitual es agotadora y siempre nos lleva al mismo final, una profunda insatisfacción, y a malgastar todas nuestras energías en defendernos de nuestros miedos.
La propuesta que nos ofrece una visión libre de miedos, es dejar de planear, lo que algunos hermanos están bautizando con el concepto "no hacer, haciendo", lo que significa, vivir la vida viviendo, desde la certeza y total confianza de que no debemos intentar dirigir nuestra vida desde el miedo, sino desde el amor y qué mejor modo de hacerlo que ceder nuestras decisiones a Aquel que habla en nombre de nuestro Padre, el Espíritu Santo.
Termino con una frase que recoge esta lección y que me ha encantado:
"Hoy recibiremos en lugar de planear, de manera que podamos dar en vez de organizar".
Reflexión: ¿Crees que puedes organizarlo todo en tu vida?
En mi indefencion radica miseguridad.El hijo de DIOS es eterno.
ResponderEliminarEn mi indefencion radica miseguridad.El hijo de DIOS es eterno.
ResponderEliminarGracias J.J
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ResponderEliminarVivo mi Vida en el Eterno Presente guiado por el Espíritu Santo🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏💙💙💙💙💙💙💙💙
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