¿Qué me enseña esta lección?
Muchos no relacionan, aún, el dolor físico con el dolor emocional. Sin embargo, si observásemos con atención cómo funciona la acción de Dar y Recibir, veríamos con total claridad, que tanto el dolor como el sufrimiento que experimentamos a través de nuestro cuerpo, es la consecuencia del dolor y el sufrimiento que ocupa nuestra mente.
Relacionar la manifestación del dolor de nuestro cuerpo con un sentimiento de odio hacia alguien, no forma parte del pensamiento de nuestro ego. La creencia en la venganza, cuando nos sentimos atacados nos lleva a justificar nuestro odio y rencor hacia la persona que nos ataca.
Si sembramos dolor o rencor, ¿qué esperamos cosechar?
Respondemos con dolor o rencor, hacia el ataque del otro, porque elegimos interpretar ese gesto como un ataque. Ahora bien, podemos ver las cosas de otra manera. Podemos dejar de vernos separados del mundo que nos rodea y ver en cada uno de nuestros hermanos el verdadero Ser de Luz que habita en su interior.
Si vemos tan sólo el envoltorio, el cuerpo, y las acciones que se desencadenan del ser temeroso que trata de dirigirlo, entonces no encontraremos nunca la paz.
Si elegimos perdonar, estaremos reconociendo al Ser verdadero y estaremos abriendo las puertas que nos conduce a la felicidad.
Ejemplo-Guía: "Perdonando a nuestros enemigos, perdonando a nuestra propia oscuridad"
Esta lección nos invita a experimentar la fuerza del amor. Y lo hace a través de la práctica del perdón.
Cómo bien expresa la lección, el perdón es algo que se adquiere, algo que se aprende y yo me atrevería a decir, que es algo que se recuerda, pues, en verdad somos esencias de amor.
Bien, este ejercicio nos queda bien explicado en el desarrollo de esta lección. Tan sólo tenemos que identificar a aquella persona que tenemos catalogada en el grupo de "enemigos" y buscar en ella cualquier expresión de luz que nos invite a contemplarla desde la visión del perdón.
¿Tienes dificultad para realizar esta visualización? ¿No sabes cómo ver la luz en el otro? Te comparto lo que suelo hacer para ayudarme a encontrar esa luz.
Mientras que vea al otro como un ser separado de mí, tendré dificultad para encontrar en él su aspecto luminoso. Esto ocurre por la sencilla razón de que estoy mirándolo desde la oscuridad. Separación y oscuridad es lo mismo.
Por lo tanto, lo primero que hago es cambiar esa vieja creencia y en su lugar elijo verlo desde la unidad, es decir, cuando lo miro, lo hago como si me estuviese mirando en un espejo en el que su imagen es mi imagen proyectada.
Cuando tomo esa decisión, cuando al mirar al otro, lo hago con la certeza de que lo que estoy viendo en él, es la proyección de mi propio yo, entonces, no puedo menos que agradecerle desde el corazón la ayuda que me presta, pues gracias a su presencia, tengo acceso a una información de la que no soy consciente. Cuando al mirarlo, lo que veo, me lleva a juzgarlo y a condenarlo, lo que en verdad estoy haciendo es juzgarme y condenarme a mí mismo.
Esta visión es profundamente liberadora. El otro pasa de ser el enemigo, a la condición de maestro. Si veo en él la envidia, debo preguntarme, de forma inmediata, dónde se encuentra en mí la envidia.
Fijaros de la importancia de esta propuesta. Fijaros, igualmente, de la invitación que nos hace la lección, cuando nos indica que busquemos la imagen de un amigo y cuando lo hayamos hecho, lo envolvamos en la luz que hemos visto en el enemigo. En verdad, lo que nos está diciendo es que no importa, la catalogación que hagamos del otro, enemigo o amigo, lo que verdaderamente importa, es que estamos viéndonos a nosotros mismos en ellos.
Si al visualizar, al enemigo o al amigo, vemos aspectos positivos y aspectos negativos en ellos, dichos aspectos es lo de menos, la llave que ha de llevarnos a la felicidad, es reconocer, que ambos están reflejando la proyección que hacemos de nosotros mismos.
No podremos dar lo que no tenemos, por lo tanto, si vamos a envolver de luz, tanto al enemigo como al amigo, previamente, debemos encontrar esa luz en nosotros mismos. Este ejercicio, nos ayuda a comprender, que dando es como recibiremos y conservaremos.
Esta práctica, es un ejercicio de alquimia, pues lo que realmente estamos haciendo es transformar los "metales pesados", es decir, nuestros viejos miedos, en el metal más preciado, el oro, símbolo de la Consciencia.
Reflexión: Me miro en el espejo de mi enemigo. ¿Qué percibo?
Oy me perdono a mi mismo.
ResponderEliminarOy me perdono a mi mismo.
ResponderEliminarNo existe un tú o un yo. Sólo un nosotros que formamos parte del Hijo de Dios que sueña. Si deseamos despertar de la pesadilla de la separación, primero debemos recordarlo.
ResponderEliminarAsí es. Gracias por tu aportación.
Eliminarbuen dia. perdonando tambien seremos perdonados.todos somos hijos de dios,y por lo tanto estamos unidos atravez de su perdon...gracias por todo..
ResponderEliminarExcelente Reflexión, Gracias
ResponderEliminarPerdono a los demás y me perdono.
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarVeo un Mundo Amado y Perdonado adónde Todos Somos Uno🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏♥️♥️♥️♥️♥️♥️♥️
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