miércoles, 27 de marzo de 2024

Capítulo 5: CURACIÓN Y PLENITUD. Introducción

 Capítulo 5

CURACIÓN Y PLENITUD

 

Introducción

1. Curar es hacer feliz. 2Te he dicho que pensases en las muchas oportunidades que has tenido de regocijarte y en las muchas que has dejado pasar. 3Esto es lo mismo que decirte que has rehusado sanar. 4Tu luz es la luz de la dicha. 5El resplandor no está asociado con la aflicción. 6La dicha suscita que uno esté completamente dispuesto a compartirla, y fomenta el impulso natural de la mente de responder cual una sola. 7Quienes intentan curar sin ser ellos mismos completamente dichosos, suscitan diferentes respuestas a la vez y, por consiguiente, privan a otros de la dicha de responder de todo corazón.

Desde la lucidez de mi mente, puedo afirmar que el sistema de pensamiento en el que se sustenta el ego, no permite el estado de la felicidad. Si curar es hacer feliz, podemos decir, que en estado mental-ego, la enfermedad es hacer infeliz, es decir, si no gozamos de una mente recta, si nuestras creencias no nos llevan a crear desde la Unidad, nuestra mente se encuentra "enferma" y es la causa de la infelicidad, del dolor, del miedo.

Si nuestra mente se expresa desde la coherencia, reconoceremos aquello que debemos expiar, corregir, para crear un mundo sano y feliz. Sabremos qué frecuencia sintonizar para comunicarnos con la Creación.

2. Para poder actuar de todo corazón tienes que ser feliz. 2Si el miedo y el amor no pueden coexistir, y si es imposible estar com­pletamente atemorizado y seguir viviendo, el único estado de plenitud posible es el del amor. 3 No existe diferencia alguna entre el amor y la dicha. 4Por lo tanto, el único estado de plenitud posi­ble es el de absoluta dicha. 5Curar o hacer feliz es, por lo tanto, lo mismo que integrar y unificar. 6Por eso es por lo que no importa a qué parte de la Filiación se le ofrece la curación o qué parte la lleva a cabo. 7 Todas las partes se benefician, y se benefician por igual.

Te invito a acompañarme en un ejercicio de auto-reconocimiento. Juntos podemos mirar en nuestro interior y buscar un recuerdo en el que hayamos experimentado un estado de felicidad y plenitud. ¿Lo tienes? Recréate en él. Vívelo mentalmente y busca la causa que ha dado lugar a ese estado. 

Bien, si este ejercicio lo hubiésemos realizado 1.000 personas, tendríamos 1.000 respuestas donde coincidirían en una misma cosa. En todas ellas, en todas, encontraríamos la presencia del amor. Y esta conclusión es maravillosa.

Podríamos ir más allá y elegir aplicar lo aprendido en el anterior ejercicio a todas las percepciones. Acompáñame. Busca en tu interior una vivencia en la que te hayas sentido triste, enojado, deprimido. Observa ese efecto y toma consciencia de cómo afecta tu manera de ver las cosas. Busca la causa que da lugar a ese estado. Eso que ves, la causa, responde al miedo, a ese pensamiento que emana de la falsa creencia en la separación. Ese miedo es una elección y podemos sustituirlo por un pensamiento feliz. Ese pensamiento se encuentra en ti y es tu verdadera esencia de amor. Nada nos impide elegir amar en vez de temer.

3. Todo pensamiento benévolo que cualquiera de tus hermanos abrigue en cualquier parte del mundo te bendice. 2Deberías que­rer bendecirles a tu vez, como muestra de agradecimiento. 3No tienes que conocerlos personalmente ni ellos a ti. 4 La luz es tan potente que irradia a través de toda la Filiación, la cual da gracias al Padre por irradiar Su dicha sobre ella. 5Únicamente los santos Hijos de Dios son canales dignos de Su hermosa dicha porque sólo ellos son lo suficientemente hermosos como para conservarla compartiéndola. 6Es imposible que un Hijo de Dios pueda amar a su prójimo de manera diferente de como se ama a sí mismo. 7De ahí que la plegaria del sanador sea:

8Permíteme conocer a este hermano como me conozco a mí mismo.

Nuestros pensamientos de amor son emanaciones de luz que están en sintonía con la luz que emana de cada ser. Esa es la razón que hace posible que se  produzca un estado de sanación sin límites de distancia y tiempo. Esa luz posee la consistencia que le otorga la ley de atracción, mientras que los pensamientos basados en el miedo carecen de consistencia al estar bajo el amparo de la ley de destrucción.

Nos revela este punto una verdad que debemos conocer: nadie puede amar a su prójimo de manera diferente de como se ama a sí mismo. Esto es así, porque nadie puede dar lo que no tiene. Esta afirmación merece una profunda reflexión sobre nuestra manera de amar y de exigir amor.

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