lunes, 30 de septiembre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

4. Tú que aún no has llevado ante la luz que mora en ti toda la tenebrosidad que te has enseñado a ti mismo, difícilmente puedes juzgar la verdad o el valor de este curso. 2Pero Dios no te aban­donó. 3Y así, dispones de otra lección que Él te envía, la cual Aquel a Quien Él se la confió aprendió ya por cada criatura de la luz. 4Esta lección refulge con la gloria de Dios, pues en ella reside Su poder, que Él gustosamente comparte con Su Hijo. 5Aprende lo que es Su felicidad, la cual es también la tuya. 6Mas para alcanzar esto tienes primero que estar dispuesto a llevar todas las lecciones tenebrosas que has aprendido ante la verdad, y depositarlas de buen grado con manos que estén abiertas listas para recibir, y no cerradas para agarrar. 7Toda lección tenebrosa que lleves ante Aquel que enseña lo que es la luz, Él la aceptará, puesto que tú ya no la deseas. 8E intercambiará gustosamente cada una de ellas por la luminosa lección que Él ya aprendió por ti. 9Jamás creas que cualquier lección que hayas aprendido separado de Él tiene signi­ficado alguno.

El origen del ego no es la luz, sino la oscuridad. El origen del ego no es el Amor, sino el miedo. No es la Unidad, sino la separación. No es la Vida, sino la muerte. No es la Eternidad, sino la temporalidad. Si esto es así, que lo es, las enseñanzas que nos otorga el ego no nos aportará el Conocimiento que sí compartimos con nuestro Creador. 

Por lo tanto, es nuestra elección, seguir al maestro correcto, que ha de despertar nuestra consciencia a la luz, el Espíritu Santo, o continuar, participando de la escuela de la ignorancia propia del ego.

5. Existe una sola prueba -tan infalible como Dios- con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. 2Si en reali­dad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la tuya. 3A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a todos los que te rodean. 4La ausencia de una paz perfecta sólo significa una cosa: crees que no quieres para el Hijo de Dios lo que su Padre dispuso para él. 5Toda lección tenebrosa enseña esto en una u otra forma. 6Y cada lección de luz con la que el Espíritu Santo reemplazará las leccio­nes tenebrosas que tú  no aceptes, te enseñará que tu voluntad dispone lo mismo que la del Padre y la del Hijo.

Ya hemos dicho, que el origen del ego es el miedo, y ese miedo es la consecuencia de elegir la separación al Amor. Esa elección se ha inscrito en la mente del Hijo de Dios, como  la pérdida de su santidad, de su pureza, de su inocencia, lo que le ha llevado a la falsa creencia en el pecado. 

El pecado, a su vez, origina culpa y la culpa, exige redención a través del castigo y del dolor.

Como bien recoge este punto, la prueba, tan infalible como Dios, con la que podemos reconocer si lo que hemos aprendido es verdad, es la ausencia de miedo, o lo que es lo mismo, la firme creencia en la Unidad, pues tan sólo el Amor, puede ofrecernos paz y puede llevarnos a compartir paz.

6. No te preocupes por cómo vas a aprender una lección tan dia­metralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. 2¿Cómo ibas a poder saberlo? 3Tu papel es muy simple. 4Sólo tie­nes que reconocer que ya no deseas lo que has aprendido. 5Pide nuevas enseñanzas, y no te valgas de tus experiencias para confirmar lo que has aprendido. 6Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente:

7No conozco el significado de nada, incluido esto.
8No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
9No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora.
10Cuando de este modo te niegues a tratar de enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que Dios te ha dado te hablará. 11Ocupará el lugar que le corresponde en tu conciencia en el momento en que tú lo desocupes y se lo ofrezcas Él.

Desaprender lo aprendido, tan sólo es posible si elegimos vivir desde el presente, con la total certeza de que es ese espacio atemporal donde podremos comunicarnos con el Guía que Dios ha dispuesto para que encontremos el camino de retorno hasta Su Hogar.

viernes, 27 de septiembre de 2024

Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (1ª parte).

XI. La prueba de la verdad (1ª parte).

1.  Lo esencial, sin embargo, es que reconozcas que no sabes nada. 2El conocimiento es poder y todo poder es de Dios. 3Tú que has tratado de quedarte con el poder para ti sólo lo has "perdido". 4Todavía lo tienes, pero has interpuesto tantos obstáculos entre él y tu conciencia de él que no puedes utilizarlo. 5Todo lo que te has enseñado a ti mismo, ha hecho que seas cada vez menos cons­ciente de tu poder. 6No sabes lo que es ni dónde se encuentra. 7Has hecho un alarde de fuerza y de poder tan lamentable que no ha podido sino fallarte. 8Pues el poder no es una apariencia de fuerza, y la verdad está más allá de toda apariencia. 9Aun así, lo único que se interpone entre ti y el poder de Dios que hay en ti, es tu falso aprendizaje, así como todos tus vanos intentos de que­rer deshacer lo verdadero.

El ego y su sistema de pensamiento, creen poseer el poder que otorga el conocimiento, y basan esa creencia en su capacidad para dar significado a las cosas, a las cuales, tras analizarlas y desmenuzarlas, les otorga nombres, sin importarles que éstos sean diferentes en razón a las coordenadas del espacio y del tiempo, que suele aplicar en todas sus observaciones. La separación es la base de su saber, de sus creencias y ello le lleva a desconocer lo esencial, el hilo conductor que nos mantiene unidos en el nivel mental.

El saber del ego es limitado, temporal y, por tal razón, no cumple con el requisito de  la verdad, que no cambia. El saber no es Conocimiento, pues mientras que el Conocimiento pertenece a Dios y a Su relación directa con Su Hijo, el saber, es efímero y lo custodia celosamente el ego, para sentirse poderoso y marcar diferencias con los demás.

Este punto, es claro al respecto: lo esencial es que reconozcamos que no sabemos nada. Pues esa es la verdad que abrirá nuestra mente y nuestra percepción a un nivel superior.

2. Procura estar dispuesto, pues, a que todo esto sea des-hecho y a sentirte feliz de no ser un prisionero de ello eternamente. 2Pues te has enseñado a ti mismo a aprisionar al Hijo de Dios, lo cual es una lección tan descabellada que sólo un loco, en su delirio más profundo, podía haberla soñado. 3¿Cómo iba a poder Dios apren­der a no ser Dios? 4¿Y sería posible que Su Hijo, a quien Él ha dado todo poder, pudiese aprender a ser impotente? 5¿Hay algo de lo que te has enseñado a ti mismo que aún prefirieses conser­var en lugar de lo que tienes y eres?         

El ego, la falsa creación del Hijo de Dios, nos enseña que somos cuerpos separados llamados a buscar fuera de nosotros mismos, la fuerza que ha de unirnos a otros, a  los que consideramos especiales. Esa fuerza, la llamamos amor, cuando en verdad, no lo es, pues el verdadero amor no limite y nos hace libres, mientras que el ego, cuando cree estar amando, está condicionando ese amor con los límites que le impone al ser amado.

El Hijo de Dios debe recordar su verdadera identidad, y en el reencuentro con ese recuerdo, reconocerá que no necesita pedir amor, pues el Amor forma parte de su Ser

3. La Expiación te enseña cómo escapar para siempre de todo lo que te has enseñado a ti mismo en el pasado, al mostrarte única­mente lo que eres ahora. 2El aprendizaje, tiene lugar antes de que sus efectos supongan de manifiesto. 3El aprendizaje, por lo tanto, es algo propio del pasado, pero su influencia determina el pre­sente al darle a éste el significado que tiene para ti. 4Tu aprendi­zaje no le aporta al presente significado alguno. 5Nada que jamás aprendiste te puede ayudar a entender el presente, o enseñarte a deshacer el pasado. 6Tu pasado es lo que tú te has enseñado a ti mismo. 7Renuncia a él completamente. 8No trates de entender nin­gún acontecimiento, ningún hermano ni ninguna cosa bajo su luz, pues la oscuridad en la que tratarías de ver tan sólo empañaría lo que vieses. 9No confíes en que la oscuridad pueda jamás ilumi­nar tu entendimiento, pues si lo haces estarás contradiciendo la luz, y, por lo tanto, creerás que puedes ver la oscuridad. 10La oscuridad, no obstante, no se puede ver, pues no es más que una condición en la que es imposible ver.

Considero este punto muy importante, pues nos hace conscientes de cómo piensa nuestra mente en base a las experiencias del pasado. Damos credibilidad al hecho de que lo que somos ahora, es el resultado de lo vivido en el pasado, el cual, con sus experiencias nos ha permitido ir adquiriendo un aprendizaje que condiciona nuestro estado actual. Podemos decir, que creemos ser lo que hemos vivido con anterioridad. Tanto es así, que nuestra mente responde ante cada reto presente con la visión de pasado. Por ejemplo, en el mundo de relación, cuando nos encontramos con alguien la primera vez, no podemos evitar el hacernos un juicio de él basado en el recuerdo que nos ofrece nuestra mente sobre personas que hemos conocidos y que tienen puntos en común que nos recuerdan a la persona que acabamos de conocer. Son los típicos prejuicios que condicionan mucho nuestras vidas.

El pasado no existe. Cuando existió no era pasado, sino presente, y ese presente se nos ofrece como una nueva oportunidad para ser lo que realmente somos, esto es, el Ser que nunca cambia, pues es Eterno, como Eterno es Su Fuente, Dios.

Una mente desentrenada no se plantea vivir el presente desde ese estado único y eterno que nos permite manifestar nuestra esencia eterna. Su respuesta estará basada en el pasado, que es donde encuentra la seguridad de que existe, pues lo que cree ser, es la consecuencia directa de lo vivido. De este modo perpetúa su ignorancia y desaprovecha el instante presente para Ser lo que Es.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Capítulo 14. X. La igualdad de los milagros (3ª parte).

 X. La igualdad de los milagros (3ª parte).

9. Esto es típico de los juicios del ego. 2Por separado, parecen ser coherentes, pero enlázalos, el sistema de pensamiento que resulta de ese enlace es incoherente y totalmente caótico. 3Pues la forma no es suficiente para impartirle significado, y la falta de contenido subyacente impide la viabilidad de un sistema de pensamiento cohesivo. 4La separación sigue siendo, por lo tanto, la condición, que el ego siempre elegirá. 5Pues por su cuenta nadie puede juzgar al ego correctamente. 6Sin embargo, cuando dos más se unen para ir en busca de la verdad, el ego ya no puede defender por más tiempo su falta de contenido. 7El hecho de que puedan unirse les indica que el sistema de pensamiento del ego es falso.

El sistema de pensamiento característico del ego, fracciona la verdad en tantas partes, que hace imposible reconocerla. El juicio, basado en la interpretación de las formas, impide que la mente descubra el hilo sagrado que mantiene unidas a las mentes, al proceder de la misma Fuente. Dirigir la mirada al exterior en un afán de dar significado a las cosas, nos lleva a interpretar tan sólo el envoltorio, lo que lleva a reafirmar la creencia en la separación.

Tan sólo cuando cambiamos la orientación de nuestra mirada y la dirigimos hacia el interior, podremos descubrir lo esencial, esto es, reconocer la unicidad que nos mantiene unidos a todo lo creado y, fundamentalmente, al resto de la humanidad.

La garantía de que la verdad prevalecerá por encima de la ilusión, es una realidad, por la sencilla razón de que somos el Hijo de Dios, creados de la Esencia del Amor, cuya manifestación en el plano denso da lugar a la fuerza de atracción. La mente reconocerá la verdad, no por su forma, sino por su contenido. La forma cambia permanentemente, por lo que no vibra a la fuerza del Amor, de la verdad, de la realidad. Mientras que el contenido siempre fluye desde el Amor, desde la Unidad.

10. Es imposible recordar a Dios en secreto y a solas. 2Pues recordarle significa que no estás solo y que estás dispuesto a recordar ese hecho. 3No pienses acerca de ti, pues ninguno de los pensamientos que albergas es tuyo únicamente. 4Si quieres recordar a tu Padre, deja que el Espíritu Santo ponga orden en tus pensamientos y te dé la única respuesta con la que Él responde. 5Todo el mundo anda en busca de amor al igual que tú, pero no pueden saberlo a menos que se unan a ti en esa búsqueda. 6Si emprendéis la búsqueda juntos, la luz que os acompañará será tan poderosa que impartirá significado a todo lo que veáis. 7La jornada que se hace en solitario está destinada al fracaso porque ha excluido lo que quiere encontrar.

El ego busca ser especial, pues se siente diferente y separado de los demás. Su existencia adquiere valor, cuando demuestra su superioridad sobre el otro. Confunde la acción de participar con la de competir, y, su vida, se convierte en una alocada carrera por ser el mejor, no importándole lo más mínimo lo que tenga que hacer para conseguir ese objetivo.

El Hijo de Dios es el fruto del Pensamiento Creador emanado de la Mente de Su Hacedor, por tal razón, Padre e Hijo son una misma Mente, donde tan sólo puede imperar la Unidad. 

Sin embargo, el Hijo de Dios, imaginó una realidad diferente dando lugar a la creencia en la separación. 

Como bien se recoge en este punto del Capítulo que estamos analizando, es imposible recordar a Dios en secreto y a solas, o lo que es lo mismo, no podemos reconocer lo que somos, si decidimos mirar hacia el exterior e interpretar que no existe unidad entre lo que somos y lo que percibimos. La salvación solo es posible cuando decidimos ir de la mano con nuestros hermanos de Filiación.

11. De la misma manera en que Dios se comunica con el Espíritu Santo en ti, de igual modo el Espíritu Santo te traduce Su comunicación a través de ti para que puedas entenderla. 2Ninguna comu­nicación de Dios es secreta, pues todo lo que es Suyo está al descubierto y es completamente accesible a todos, puesto que es para todos. 3Nada puede vivir en secreto, y lo que tú quisieras ocultarle al Espíritu Santo no existe. 4Ninguna interpretación que hagas de un hermano tiene sentido. 5Deja que el Espíritu Santo te muestre a tu hermano y te enseñe tanto su amor como sus peticio­nes de amor. 6Ni tu mente ni la de tu hermano albergan otros órdenes de pensamiento que no sean estos dos.

Reconocer en nuestros hermanos su identidad divina, es recordar a Dios. Este reconocimiento no será posible si elegimos como maestro al ego, pues, como ya sabemos, su sistema de pensamiento se basa en la creencia en la separación.

Para recordar a Dios en el reconocimiento de la identidad divina de nuestros hermanos, debemos poner nuestra mente al servicio de la Mente Recta, del Espíritu Santo. Él nos mostrará el lugar santo donde se producirá el reencuentro con la verdad.

12. El milagro es el reconocimiento de que esto es verdad. 2Allí donde hay amor, tu hermano no puede sino ofrecértelo por razón de lo que el amor es. 3Pero donde lo que hay es una petición de amor, tú tienes que dar amor por razón de lo que eres. 4Dije antes que este curso te enseñará a recordar lo que eres y te restituirá tu Identidad. 5Ya hemos aprendido que se trata de una Identidad que compartes. 6El milagro se convierte en el medio a través del cual la compartes. 7Reconocerás tu Identidad al ofrecerla donde­quiera que Ésta no se reconoce. 8Y Dios Mismo, Quien ha dispuesto estar con Su Hijo eternamente, bendecirá cada acto de reconocimiento de Su Hijo con todo el Amor que le profesa. 9El poder de todo Su Amor estará presente en todos los milagros que le ofrezcas a Su Hijo. 10¿Cómo podría ser, entonces, que hubiese grados de dificultad en los milagros?

La vida, debe ser vivida como un milagro, pues, en verdad, el tiempo es trascendido y cada instante, cada presente, nos ofrece la oportunidad de recordar y reconocer lo que somos, el Hijo de Dios, que junto a nuestros hermanos, formamos la Filiación Divina.

Es por ello, que el milagro se convierte en el medio a través del cual, compartimos el reconocimiento de lo que realmente somos. 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Capítulo 14. X. La igualdad de los milagros (2ª parte).

 X. La igualdad de los milagros (2ª parte).

5. El resultado de todo esto es un patrón zigzagueante y variable que nunca descansa y jamás se detiene. 2Se mueve incesante­mente por todo el espejo de tu mente, y los reflejos del Cielo aparecen fugazmente para luego desvanecerse, a medida que la oscuridad los envuelve. 3Allí donde había luz, la oscuridad la elimina en un instante, dando lugar a que patrones que alternan entre la luz y la oscuridad atraviesen tu mente sin tregua. 4La poca cordura que aún te queda permanece ahí gracias a un sen­tido de orden que tú mismo estableces. 5Mas el hecho mismo de que puedas hacer eso y seas capaz de imponer orden donde reina el caos, demuestra que tú no eres un ego y que en ti tiene que haber algo más que un ego. 6Pues el ego es caos, y si eso fuese lo único que hay en ti, te sería imposible imponer ningún tipo de orden. 7No obstante, aunque el orden que le impones a tu mente limita al ego, también te limita a ti. 8Ordenar es juzgar y clasificar por medio de juicios. 9Por lo tanto, es una función que le corresponde al Espíritu Santo, no a ti.

Tomar decisiones en base al sistema de pensamiento del ego, nos llevará a percibir circunstancias con sabor amargo y dolorosa, pues, los pensamientos dementes, no pueden dar frutos agradables.

Nuestras decisiones deben entregarse al Espíritu Santo, a la mente recta, pues su función es discernir lo verdadero de lo falso e inspirarnos el camino correcto que nos llevará a percibir correctamente y a reconocer nuestra verdadera identidad espiritual.

6. Te parecerá difícil aprender que no tienes ninguna base para poner orden en tus pensamientos. 2El Espíritu Santo te enseña esta lección ofreciéndote los ejemplos deslumbrantes de los milagros, fin de mostrarte que tu modo de ordenar es desacertado, pero que se te ofrece uno mejor. 3El milagro responde siempre de la misma manera ante cualquier petición de ayuda. 4No la juzga. 5Simplemente reconoce lo que es y responde consecuentemente. 6No se detiene a considerar qué petición es más importante, más urgente o más apremiante. 7Tal vez te preguntes por qué se te pide que hagas algo que no requiere que emitas ningún juicio, cuando todavía eres prisionero de los juicios. 8La respuesta es muy simple: 9el poder de Dios, no el tuyo, es el que engendra los milagros. 10El milagro en sí no hace sino dar testimonio de que el poder de Dios se encuentra dentro de ti. 11Ésa es la razón de que el milagro bendiga por igual a todos los que de alguna manera son partícipes en él, y ésa es también la razón de que todos sean partícipes en él. 12El poder de Dios es ilimitado. 13Y al ser siempre máximo, ofrece todo a cualquiera que se lo pida. 14No hay grados de dificultad en esto. 15A una petición de ayuda se le presta ayuda.

Para obrar milagros, para expandir el amor que compartimos con nuestro Creador, es preciso percibir de forma correcta y de reconocer lo que somos, el Hijo de Dios compartiendo la mente con el resto de la Filiación. En este estado de consciencia, estamos en disposición de ser canales al servicio de la curación, depositando nuestra visión de unicidad en todo aquel con el que se produce el encuentro santo. El reconocimiento de la santidad en la mente de los demás, abrirá nuestro canal para dar testimonio del poder de Dios, obrando en Su nombre el milagro.

No hay grados de dificultad en los milagros. Pues la expresión del Amor de Dios no puede estar condicionado por ningún pensamiento limitante.

7. El único juicio involucrado en esto es que el Espíritu Santo divide la petición en dos categorías: una en la que se extiende amor y otra en la que se pide amor. 2Tú no puedes hacer esa división por tu cuenta sin riesgos, pues estás demasiado confun­dido como para poder reconocer el amor, o para creer que cual­quier otra cosa no es sino una petición de amor. 3Estás demasiado aferrado a la forma, y no al contenido. 4Lo que consideras el con­tenido no es el contenido en absoluto. 5Es simplemente la forma, y nada más que la forma. 6Pues no respondes a lo que un her­mano realmente te ofrece, sino sólo a la percepción particular que tienes de su ofrecimiento tal como el ego lo juzga.

Cuando analizamos el sistema de pensamiento del ego, reconocemos que está basado en la necesidad y en la escasez, principalmente, en lo referente a su ignorancia, lo que le produce una profunda insatisfacción que le lleva a buscar respuestas a todo aquello que le produce dicha frustración. Su mente dual, ahora sirviendo a Dios y al ego, lo lleva a una profunda confusión que le impide reconocer la identidad real. La percepción errada le lleva a la creencia de que su ser es su aspecto formal, considerando que el contenido es físico, lo cual es erróneo.9

8. El ego es incapaz de entender lo que es el contenido, y no se interesa en él en absoluto. 2Para el ego, si la forma es aceptable el contenido lo es también. 3De otro modo, atacará la forma. 4Si crees que entiendes algo de la "dinámica' del ego, déjame asegurarte que no entiendes nada. 5Pues por tu cuenta no podrías entenderla. 6El estudio del ego no es el estudio de la mente. 7De hecho, al ego le encanta estudiarse a sí mismo, y aprueba sin reservas los esfuerzos que, para "analizarlo", llevan a cabo los que lo estudian, quienes de este modo demuestran su importancia. 8Lo único que estudian, no obstante, son formas desprovistas de todo contenido significativo. 9Su maestro no tiene sentido, aunque les oculta este hecho con gran celo tras palabras que parecen ser muy elocuentes, pero que cuando se enlazan revelan su falta de coherencia.

Hemos referido más arriba, que el sistema de pensamiento del ego se basa en la carencia y en la necesidad, lo que le lleva a una total ignorancia de lo que es verdadero. Esa carencia le lleva a buscar las respuestas que le den sentido a su existencia y a un mundo al que debe dar significado para no perder aún más la razón.

En esa búsqueda, se lanza a analizar y escudriñar todo aquello que le recuerda su ignorancia, y cuando descubre aspectos que no responden a su lógica racional, se limita a desechar y negar su valía y su existencia, pues reconocerla, podría poner en tela de juicio su propia realidad.

Lo sagrado dio lugar al saber ancestral, y, posteriormente, fue hecho prisionero del pensamiento racional, el cual, negó la credibilidad de lo sagrado e inventó otros significados a los interrogantes a los que se enfrentaba la mente en su intento por comprender el origen de las cosas.

Para dicha mente racional, el contenido deja de ser lo esencial y pasa a ser parte de la forma, pues de este modo, el sistema de creencia del ego, se reafirma.

martes, 24 de septiembre de 2024

Capítulo 14. X. La igualdad de los milagros (1ª parte).

X. La igualdad de los milagros (1ª parte).

1. Cuando ninguna percepción se interponga entre Dios y Sus creaciones, o entre Sus Hijos y las suyas, el conocimiento de la creación no podrá sino continuar eternamente. 2Los reflejos que aceptas en el espejo de tu mente mientras estás en el tiempo o bien te acercan a la eternidad o bien te alejan de ella. 3Pero la eternidad en sí está más allá del tiempo. 4Salte del tiempo y con la ayuda del reflejo de la eternidad en ti, extiéndete y tócala. 5Y pasarás del  tiempo a la santidad tan inevitablemente como el reflejo de la santidad exhorta a todos a dejar a un lado la culpabi­lidad. 6Sé un reflejo de la paz del Cielo aquí y lleva este mundo al Cielo, 7pues el reflejo de la verdad atrae a todo el mundo a ésta, y a medida que todos entran en ella, dejan atrás todos los reflejos.

La percepción surge cuando la mente elige proyectar en vez de crear. No es lo mismo, expandir la luz, como manifestación de la verdad, que proyectar sus reflejos dando lugar al reverso de la verdad, esto es, la ilusión. 

La luz, el conocimiento, la realidad, la verdad, proceden del Cielo, donde, como hemos visto en este capítulo de las enseñanzas, las mentes se encuentran unidad en reconocimiento de su santidad.

En la tierra, esa luz, se percibe reflejada, llevando a la mente a identificarse con lo falso (percepción errónea) o con lo real (percepción verdadera), pero, en ambas situaciones la experiencia es perceptiva. 

Como bien recoge este punto, cuando ninguna percepción se interponga entre Dios y Sus creaciones o entre Sus Hijos y las suyas, el conocimiento de la creación será eterno.

En la tierra, podemos prepararnos para dar el salto definitivo hacia la verdad, siendo el reflejo de la paz del cielo, en ella.

2. En el Cielo la realidad no se refleja, sino que se comparte. 2Al compartir su reflejo aquí, su verdad se vuelve la única percep­ción que el Hijo de Dios acepta. 3De este modo aflora en él el recuerdo de su Padre, y a partir de ése momento nada más puede satisfacerle, excepto su propia realidad. 4Vosotros en la tierra no tenéis idea de lo que significa no tener límites, pues el mundo en el que aparentemente vivís es un mundo de límites. 5No es cierto que en este mundo pueda ocurrir algo que no conlleve grados de dificultad. 6El milagro, por lo tanto, tiene una función única, y lo inspira un Maestro único que trae las leyes de otro mundo á éste. 7Obrar milagros es lo único que puedes hacer que transciende la idea de grados de dificultad, pues los milagros no están basados en diferencias sino en la igualdad.

Si nos preguntamos, cómo podemos expandir el reflejo del Cielo en la tierra, este punto nos ofrece la respuesta: siendo canales de los milagros. El milagro se convierte en el acto consciente de reflejar la luz de la verdad del Cielo en la tierra. Al no estar condicionado por las limitaciones del mundo físico, el milagro trae las leyes del Amor al mundo terrenal, trascendiendo la idea limitante de los grados de dificultad característicos de las leyes de nuestro mundo.

3. Los milagros no compiten entre sí, y el número de milagros que puedes obrar es ilimitado. 2Pueden ser legión y a la vez simultáneos. 3Esto no es difícil de entender una vez que concibes que son posibles. 4Lo que más cuesta entender es que la falta de grados de dificultad que caracteriza al milagro es algo que tiene que proce­der de otra parte y no de aquí. 5Desde el punto de vista del mundo, eso es imposible.

Al igual como el Amor Incondicional, no es comprendido en el mundo que hemos fabricado, porque no está sujeto a sus leyes limitantes, el milagro, tampoco responde a las leyes que sostienen el sistema de pensamiento del ego. Pueden ser legión y a la vez simultáneos. Para la mente racional acostumbrada a las medidas temporales del tiempo y el espacio, esta afirmación será rechazada, lo que se convierte en el principal obstáculo para ser el canal adecuado para la expresión milagrosa.

4. Tal vez te hayas dado cuenta de que tus pensamientos no com­piten entre sí, y de que, aunque estén en conflicto entre sí, pue­den ocurrir simultáneamente y con gran profusión. 2Puedes ciertamente estar tan acostumbrado a eso que ya apenas te sor­prenda. 3No obstante, estás acostumbrado también a clasificar algunos de tus pensamientos como más importantes o mejores que otros, como más sabios, productivos o valiosos. 4Esto es cierto con respecto a los pensamientos que se les ocurren a los que creen vivir separados. 5Pues algunos pensamientos son refle­jos del Cielo, mientras que otros los suscita el ego, el cual tan sólo aparenta pensar.

En este punto y en los venideros, se nos enseña, aspectos del comportamiento de nuestra mente y de los pensamientos. La intención de ello responde a que es importante que conozcamos el canal que utilizamos, inconscientemente, para reconocernos. 

Ya hemos visto en otra parte del Curso, como la mente puede servir a Dios o al ego. En esa polaridad, podemos generar pensamientos basados en la creencia de la separación o pensamientos que refuerzan la certeza en la unicidad de las mentes. No podemos estar sirviendo a dos señores a la vez, pues esta circunstancia impide que reconozcamos nuestra identidad verdadera. Por tal motivo, nuestra mente debe ser ejercitada a través del entrenamiento adecuado que facilite la identificación correcta.

lunes, 23 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IX. El reflejo de la santidad (2ª parte).

IX. El reflejo de la santidad (2ª parte).

5. En este mundo puedes convertirte en un espejo inmaculado en el que la santidad de tu Creador se refleje desde ti hacia todo lo que te rodea. 2Puedes ser el reflejo del Cielo aquí. 3Pero el espejo que desee reflejar a Dios no puede albergar imágenes de otros dioses que lo empañen. 4La tierra puede reflejar el Cielo o el infierno, a Dios o al ego. 5Lo único que necesitas hacer es mante­ner el espejo limpio y libre de toda imagen en la que se oculta la oscuridad que jamás hayas superpuesto sobre él. 6Dios brillará en él por Su cuenta. 7Sólo el claro reflejo de Dios puede ser perci­bido en dicho espejo.

La transformación a la que aludiamos en el punto anterior, elevará nuestra consciencia hacia nuestra identidad divina, lo que nos permitirá compartir nuestra santidad con todo lo que nos rodea. 

Considero muy importante el contenido que se recoge en este punto, pues nos deja muy claro, que la tierra puede reflejar el Cielo o el infierno, a Dios o al ego, es decir, dependerá de la dirección de nuestra visión, es decir, si miramos hacia el exterior, veremos separación y nos identificaremos con el ego. Si miramos hacia nuestro interior, veremos unidad y nos identificaremos con Dios.

6. Los reflejos se ven en la luz. 2En las tinieblas es difícil verlos, y su significado parece encontrarse únicamente en interpretaciones cambiantes en lugar de en sí mismos. 3El reflejo de Dios no necesita interpretación. 4Es claro. 5Limpia el espejo, y no habrá nadie que no pueda entender el mensaje que refulge desde él para que todos lo vean. 6Ese mensaje es el que el Espíritu Santo pone frente al espejo que se encuentra en todos. 7Todos lo reconocen porque se les ha enseñado que tienen necesidad de él, pero no saben dónde buscar para encontrarlo. 8Deja, por lo tanto, que lo vean en ti y que lo compartan contigo.

Por nosotros mismos, no podremos guiar a otros, por la sencilla razón, de que nuestros ojos están ciegos a la verdad, y si es así, cómo podremos mostrar el camino a los demás.

Tenemos que servir al Espíritu Santo, a la Mente Recta, y Él que sabe de nuestras necesidades, nos guiará hacia el encuentro santo con aquellos a los que mostraremos el reflejo de la santidad de Dios. Ellos reconocerán ese reflejo, pues, al igual que nosotros, estarán buscando la luz.

7. Si pudieses darte cuenta, aunque sólo fuese por un instante, del poder curativo que el reflejo de Dios que brilla en ti puede brindar a todo el mundo, apenas podrías esperar a limpiar el espejo de tu mente a fin de que pudiese recibir la imagen de santidad que sana al mundo. 2La imagen de santidad que refulge en tu mente no se encuentra oculta ni jamás podrá cambiar. 3Su significado le resulta evidente a todo aquel que la contempla, pues todos la perciben de la misma manera. 4Todos llevan sus diferentes problemas ante su luz sanadora y allí todos quedan resueltos. 

En verdad, tan sólo hay un error que hay que corregir. Cuando la Expiación hace su papel en nuestra consciencia, hace que nuestra mente active la percepción verdadera y desecharemos la falsa creencia de la separación.

Cuando la unicidad forme parte de nuestra mente, de nuestra visión, se convertirá en una luz que emanará de nuestro interior, la cual, será reconocida por todos aquellos que busquen su encuentro.

8. La respuesta de la santidad a cualquier forma de error es siem­pre la misma. 2No hay contradicción en lo que la santidad sus­cita. 3Sea cual fuere lo que se lleve ante ella su única respuesta es la curación. 4Aquellos que han aprendido a ofrecer únicamente curación, están por fin listos para alcanzar el Cielo debido a la santidad que se refleja en ellos. 5En el Cielo la santidad no es un reflejo, sino la verdadera condición de lo que aquí no era más que un reflejo en ellos. 6Dios no es una imagen, y Sus creaciones en cuanto que parte de Él, lo contienen a Él dentro de ellas mismas. 7Ellas no reflejan simplemente la verdad, sino que son la verdad. 

Tan solo las mentes que se creen separadas de los demás, son mentes enfermas y sus vidas se caracterizan por experimentar multitud de problemas. 

Sin embargo, como hemos referido en el punto anterior, tan sólo hay un error, por lo que podemos decir, que todos los problemas tienen la misma causa, el error original, esto es, la creencia en la separación.

Corregir ese error, nos permitirá sanar la mente enferma, y cambiar la falsa creencia en la separación, por la visión crística de la Unicidad. 

viernes, 20 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IX. El reflejo de la santidad (1ª parte).

IX. El reflejo de la santidad (1ª parte).

1. La Expiación no te hace santo. 2Fuiste creado santo. 3La Expia­ción lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres. 4Llevar ilusiones ante la verdad, o el ego ante Dios, es la única función del Espíritu Santo. 5No trates de ocultarle al Padre lo que has hecho, pues ocultarlo te ha costado no conocerte a ti mismo ni conocer a Dios. 6El conocimiento está a salvo, mas ¿qué seguridad tienes aparte de él? 7La invención del tiempo para que ocupase el lugar de lo eterno se basó en tu decisión de no ser como eres. 8De esta manera, la verdad pasó a ser el pasado, y el presente se consagró a las ilusiones. 9El pasado fue alterado también y se interpuso entre lo que siempre ha sido y el ahora. 10El pasado que tú recuerdas jamás tuvo lugar, y no representa sino la negación de lo que siem­pre ha sido.

Debo reflexionar sobre el motivo que me puede llevar a ocultar algo que he hecho, algo que estoy pensando, pues en la respuesta, tal vez vislumbre el motivo que llevó al Hijo de Dios a ocultar sus actos a Dios.

Si tuviese que ocuparme de mis motivos, diría que el hecho de creer que mis pensamientos o mis acciones no serán aceptadas por alguien a quien le he otorgado el poder de juzgarme (en realidad me estoy juzgando a mi mismo y lo proyecto en el otro), y el cual me censurará y me condenará. Se trata de una manifestación de conciencia que fluye de la culpa. Me siento culpable por mis pensamientos o acciones y proyecto fuera de mí, la necesidad de que alguien me lo haga ver claramente con su juicio. Nuestra respuesta está servida, negaremos que pensamos de esa manera o de que hemos actuado de esa otra, para protegernos de lo que realmente estamos viendo en nuestro interior.

Ese ocultamiento, lo que está propiciando es que no nos conozcamos en absoluto. Ese desconocimiento nos llevó a identificarnos con una realidad que no somos y a olvidar lo que en realidad sí somos.

2. Llevar el ego ante Dios no es sino llevar el error ante la verdad, donde queda corregido por ser lo opuesto a aquello con lo que se encuentra. 2Allí queda disuelto porque la contradicción no puede seguir en pie. 3¿Por cuánto tiempo puede seguir en pie la contra­dicción una vez que se ha expuesto su absoluta imposibilidad? 4Lo que desaparece en la luz no es atacado. 5Simplemente desapa­rece porque no es verdad. 6La idea de que hay diferentes realida­des no tiene sentido, pues la realidad es una sola. 7La realidad no cambia con el tiempo, el estado de ánimo la ocasión. 8Su natura­leza inmutable es lo que hace que sea real. 9Esto no se puede des­hacer. 10El proceso de des-hacimiento sólo es aplicable a la irrealidad. 11Y eso es lo que la realidad hará por ti.

El des-hacimiento de la irrealidad, requiere de firmeza en nuestro pensamiento, el cual debe ponerse al servicio del Espíritu Santo para que la Expiación se convierta en nuestra mejor ayuda. La firmeza a la que me refiero no nos hará dudar entre el pasado y el presente, entre el ego y Dios, pues esa firmeza encontrará una fiel aliada en la certeza de que serviremos tan sólo al ser que somos.

Si la duda te tienta, pregúntate hacia dónde diriges tu visión, al exterior o al interior. Si es al exterior, estarás potenciando el sistema de pensamiento del ego, el cual te seducirá con sus cánticos de sirena. Dirige tu mirada hacia el interior, pues será ese lugar donde se producirá el encuentro con el Espíritu Santo y donde podrá oír al Voz que habla por el Padre.

3. La verdad, simplemente por ser lo que es te libera de todo lo que no es verdad. 2La Expiación es tan dulce que basta con que la llames con un leve susurro para que todo su poder acuda en tu ayuda y te preste apoyo. 3Con Dios a tu lado no puedes ser débil. 4Pero sin Él no eres nada. 5La Expiación te ofrece a Dios. 6El regalo que rechazaste Él lo conserva en ti. 7El Espíritu Santo lo salvaguarda ahí para ti. 8Dios no ha abandonado Su altar, aunque Sus devotos hayan entronado a otros  dioses en él. 9El templo sigue siendo santo, pues la Presencia que mora dentro de él es la santidad.

Cuando se habla de la verdad y la analizamos desde el sistema de pensamiento del ego, podemos estar seguros de que el tema dará para una larga disertación, que la mayoría de las veces, encuentra un mismo final, cada uno tiene su propia verdad. Lo cierto es que las verdades que se han postulado a lo largo de los tiempos como verdades inalterables, se han visto modificadas, por otras verdades, que, igualmente, son más inalterables, si ello fuese posible.

Las verdades del mundo ilusorio con el que estamos identificados, no son verdades, son falsas creencias, que están sujetas al cambio y a la temporalidad. Ya sabemos que la verdad y lo real, son inalterables.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar la verdad en este mundo? La respuesta se hace evidente. En ningún sitio, pues este mundo, tal y como lo percibimos, no es verdad, no es real. Tan sólo un cambio en nuestra percepción, es decir, un cambio en la creencia que nos lleva a conocer que este mundo es irreal, nos permitirá ver la verdad de este mundo.


4. La santidad espera serenamente en el templo el regreso de aquellos que la aman. 2La Presencia sabe que ellos retornarán a la pureza y a la gracia. 3La misericordia de Dios los admitirá con gran ternura, desvaneciendo toda sensación de dolor y pérdida con la garantía inmortal del Amor de su Padre. 4Allí el miedo a la muerte será reemplazado por la alegría de vivir, 5pues Dios es Vida, y ellos moran en la Vida.. 6La Vida es tan santa como la Santidad mediante la que fue creada. 7La Presencia de la santidad vive en todo lo que vive, pues la santidad creó la vida y no puede abandonar lo que creó tan santo como ella misma.

El Hijo de Dios es santo, pues la Santidad forma parte de la Mente de Dios. La santidad se caracteriza por expandir la esencia del Amor. Ya sabemos que el Hijo de Dios ha sido creado por esa Esencia, por Amor, pero al haber fabricado una realidad ausente de Amor, le ha llevado a identificarse con una identidad falsa y a olvidar su santidad.

El proceso de transformación de la conciencia en consciencia, gracias a la ayuda de la Expiación, permitirá al Hijo de Dios a reconocer su condición santa.

jueves, 19 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VIII. El santo lugar de encuentro (2ª parte).

VIII. El santo lugar de encuentro (2ª parte).


3. No dejes que tu mente vague por corredores sombríos, lejos del centro de la luz. 2Tú y tu hermano podéis elegir extraviaros, pero sólo os podéis volver a unir a través del Guía que se os ha proporcionado. 3Él te conducirá sin duda alguna allí donde Dios y Su Hijo esperan tu reconocimiento de Ellos. 4Ellos están unidos en el propósito de darte el regalo de unidad ante el cual toda separación desaparece. 5Únete a lo que eres. 6No puedes unirte a nada, excepto a la realidad. 7La gloria de Dios y de Su Hijo es ciertamente tuya. 8Ellos no tienen opuesto, y no hay nada más que puedas otorgarte a ti mismo.

Si nuestra mente sirve a la percepción falsa, esto es, a la creencia en la separación, nuestra visión se recreará en lo externo, donde veremos proyectado aquellos aspectos que, al ser condenados en nuestro interior, decidimos juzgarlos en el otro.

Como ya hemos visto, la Salvación tan sólo es real, cuando decidamos percibir correctamente y ver la unicidad que nos une al resto de la Filiación. El Espíritu Santo nos conducirá al lugar de encuentro donde encontraremos la oportunidad de redimir el error de la separación.

4. No existe substituto para la verdad. 2la verdad hará que esto resulte evidente para ti a medida que se te conduzca al lugar donde has de encontrarte con ella. 3se te conducirá allí mediante una dulce comprensión que no te puede conducir a ninguna otra parte. 4Donde Dios está, allí estás tú. 5Ésa es la verdad. 6Nada puede convertir el conocimiento que Dios te dio en falta de cono­cimiento. 7Todo lo que Dios creó conoce a su Creador. 8Pues así es como el Creador y Sus creaciones crean la creación. 9En el santo lugar de encuentro el Padre y Sus creaciones están unidos, y junto con ellos lo están también las creaciones de Su Hijo. 10Hay un solo eslabón que los une a todos y los mantiene en la unidad desde la cual tiene lugar la creación. 

No será fruto de la casualidad, el hecho de que nos encontremos en el lugar adecuado donde se producirá el encuentro que nos permitirá alcanzar el proceso de transformación del miedo al amor, de la separación a la unidad. Ni Dios, ni el Espíritu Santo, son aficionados a los juegos de azar. Allí donde se encuentre Su Hijo, se encuentra Él Mismo, pues el Espíritu Santo, Expresión de Su Mente, se encuentra igualmente, en Su Hijo

5. El eslabón a través del que el Padre se une a quienes Él da el poder de crear jamás puede ser destruido. 2El Cielo en sí es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador. 3Y el Cielo sigue siendo lo que la Voluntad de Dios dispone para ti. 4No deposites ninguna otra ofrenda sobre tus altares, pues no hay nada que pueda coexistir con el Cielo. 5Ahí tus insignificantes ofrendas se depositan junto al regalo de Dios, y sólo lo que es digno del Padre es aceptado por el Hijo, a quien va destinado. 6A quien Dios se da a Sí Mismo, Dios se ha dado. 7Tus insignificantes ofrendas desaparecerán del altar donde Él ha depositado la Suya Propia. 

Es curioso, que desde pequeños, nos inducen a creer que el Cielo y la presencia del Creador, se encuentran en una dimensión intergalactica, en los confines del universo. Pero nada más lejos de la realidad, esa creencia procede de la ignorancia del sistema de pensamiento del ego, la cual está basada en la visión de lo externo.

El Cielo, tal y como nos enseña este punto, es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador, es decir, es la Mente Una, de la que forma parte el Hijo de Dios. Es esa Unicidad lo que la Voluntad de Dios dispone para Su Hijo. Esa Unicidad debe ser la única ofrenda que llevemos al altar de nuestra consciencia.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VIII. El santo lugar de encuentro (1ª parte).

VIII. El santo lugar de encuentro (1ª parte).

1.  Has escondido en las tinieblas, la gloria que Dios te dio, así como el poder con que Él dotó a Su inocente Hijo. 2Todo ello yace oculto en cada rincón tenebroso, envuelto en culpabilidad y en la oscura negación de la inocencia. 3Detrás de las sombrías puertas que has cerrado no hay nada porque no hay nada que pueda opacar el regalo de Dios. 4El que las hayas cerrado es lo que te impide reconocer el poder de Dios que refulge en ti. 5No destie­rres el poder de tu mente, sino permite que todo lo que oculta tu gloria sea llevado ante el juicio del Espíritu Santo para que allí quede disuelto. 6Todo aquel a quien Él quiere salvar para la gloria es salvado para ella. 7El le prometió al Padre que tú serías liberado de la pequeñez y llevado a la gloria a través Suyo. 8Él es completamente fiel a lo que le prometió a Dios, pues comparte con Él la promesa que se le dio para que la compartiese contigo.

Cuando la mente sirve al ego, hablamos de la mente errada, la mente que fabrica una realidad ilusoria y perecedera. Esa mente nos lleva a percibir falsamente, pues ve un mundo separado, donde las mentes deciden dar más valor a lo externo que al mundo interior. 

Cuando la mente sirve al Espíritu Santo, hablamos de la mente recta, la mente que crea la única realidad verdadera y eterna. El Espíritu Santo nos mantiene unidos a la Mente de Dios. La mente una, nos lleva percibir correctamente, pues ve un mundo donde las mentes están unidas, donde las mentes deciden dar más valor a lo interno que al mundo externo.

2. Él aún la comparte, para tu beneficio. 2Cualquier otra cosa que te prometa algo diferente, sea grande o pequeño, de mucho o poco valor, Él lo reemplazará con la única promesa que se le dio para que la depositara sobre el altar a tu Padre y a Su Hijo. 3No hay ningún altar a Dios que no incluya a Su Hijo. 4Y cualquier cosa que se lleve ante dicho altar que no sea igualmente digna de Ambos, será reemplazada por regalos que sean completamente aceptables tanto para el Padre como para el Hijo. 5¿Puedes acaso ofrecerle culpabilidad a Dios? 6No puedes, entonces, ofrecérsela a Su Hijo. 7Pues Ellos no están separados, y los regalos que se le hacen a uno, se le hacen al otro. 8No conoces a Dios porque des­conoces esto. 9Y, sin embargo, conoces a Dios y también sabes esto. 10Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el Espíritu Santo. 11Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de encuentro donde Dios, unido a Su Hijo le habla a Su Hijo a través de Él. 12La comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. 13En ti y en el Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes jamás han estado separados. 14Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. 15El amor fluye constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen que sea. 16Y por lo tanto, así es.

El Hijo de Dios, ha sido creado a Imagen y Semejanza de Su Padre, lo que establece una igualdad entre ambos. Sin embargo, cuando la mente decide actuar por su cuenta, se desvincula de la verdad y da lugar a una realidad ilusoria, donde la percepción da credibilidad a la creencia en la separación.

La Salvación no es un camino que debamos andar solos, sino en unión amorosa con nuestros hermanos, con los cuales, formamos la Filiación Divina. La Salvación se produce cuando tomamos la firma decisión de Ser lo que Somos, el Hijo de Dios indivisible de la Mente de Su Padre.

El Amor es la Esencia con la que Dios nos ha creado, y por tanto, es el Amor, la vía de comunicación que debe establecer la Unicidad de la Filiación.

martes, 17 de septiembre de 2024

Capítulo 14. VII. Cómo compartir la percepción del Espíritu Santo (2ª parte).

 VII. Cómo compartir la percepción del Espíritu Santo (2ª parte).

5. Cuando una mente cree en la oscuridad y se niega a abando­narla, la luz no puede entrar. 2La verdad no lucha contra la igno­rancia, ni el amor ataca al miedo. 3Lo que no necesita protección no tiene necesidad de defenderse a sí mismo. 4Las defensas son invenciones tuyas. 5Dios las desconoce. 6El Espíritu Santo las usa en favor de la verdad sólo porque tú las inventaste contra ella. 7La percepción que de acuerdo con Sus propósitos Él tiene de ellas, simplemente las transforma en una llamada a lo que has atacado con ellas. 8Las defensas, al igual que todo lo demás que has inventado, tienen que ser transformadas dulcemente en algo beneficioso para ti y ser reinterpretadas por el Espíritu Santo de medios de auto-destrucción a medios de conservación y libera­ción. 9La tarea del Espíritu Santo es imponente, pero el poder de Dios está con Él. 10Llevar a cabo esa tarea, por lo tanto, es algo tan fácil para Él, que se logró en el mismo instante en que se le dio para ti. 11No demores tu retorno la paz preguntándote cómo va a poder Él llevar a cabo lo que Dios le encomendó. 12Deja eso en manos de Uno que sabe. 13No se te pide que lleves a cabo tareas de tal magnitud. 14Se te pide únicamente que hagas lo poco que Él sugiere, confiando tan sólo en que, si Él te lo pide, tú lo puedes hacer. 15Verás cuán fácilmente puedes llevar a cabo todo lo que Él te pida.

El Amor no puede interferir en las decisiones adoptadas por nuestro libre albedrío. Por tal motivo, el Amor adquiere el significado de libertad. Cualquier expresión del amor que no sea capaz de aportar libertad, no es verdadero amor.

La inocencia, la indefensión, son expresiones del Amor, y ese Amor, al proceder de Dios, no concibe el miedo, por lo que no requiere, ni necesita defenderse de nada.

El miedo ataca al amor, negándolo, y este ataque responde a un mecanismo de defensa para proteger su falsa existencia. El amor no ataca al miedo, pero nos inspira para que lo miremos de frente, pues sabe que no podremos ver lo que no existe.

El Espíritu Santo, utiliza la defensa para proteger la verdad de lo falso, llevándonos a través de la Expiación a corregir la percepción errónea por la percepción verdadera.

6. El Espíritu Santo sólo te pide esto: que lleves ante Él todos los secretos que le hayas ocultado. 2Ábrele todas las puertas y pídele que entre en la oscuridad y la desvanezca con Su luz. 3Si lo invitas, Él entrará gustosamente. 4Y llevará la luz a la oscuridad si le franqueas la entrada a ella. 5Pero Él no puede ver lo que mantienes oculto. 6Él ve por ti, pero a menos que tú mires con Él, Él no puede ver. 7La visión de Cristo no es sólo para Él, sino para ti y para Él. 8Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tene­brosos y secretos, y contémplalos con Él. 9Él abriga la luz y tú la oscuridad. 10Ambas cosas no pueden coexistir cuando las contempláis juntos. 11Su juicio prevalecerá, y Él te lo ofrecerá cuando unas tu percepción a la Suya. 

Cuando decidimos poner nuestros deseos al servicio de la voluntad, lo que estamos haciendo es movilizando el principio de la luz, del entendimiento, y cuando esto se produce, nos conectamos con la frecuencia del Espíritu Santo, al cual le ofrecemos esa llamada de invocación para que la Mente Recta, restituya en nuestro interior nuestro nivel de percepción, consiguiendo que donde antes había oscuridad, ahora haya luz.

7. Uniéndote a Su manera de ver es como aprendes a compartir con Él la interpretación de la percepción que conduce al conoci­miento. 2Por tu cuenta no puedes ver. 3Compartir la percepción con Aquel que Dios te ha dado te enseña a reconocer lo que ves. 4Es el reconocimiento de que ninguna cosa que ves significa nada por sí sola. 5Ver con Él te mostrará que todo significado, inclu­yendo el tuyo, no procede de una visión doble, sino de la dulce fusión de todas las cosas en un solo significado, una sola emoción y un solo propósito. 6Dios tiene un solo Propósito, y lo comparte contigo. 7La única visión que el Espíritu Santo te ofrece brindará esta unicidad a tu mente con una claridad y una luminosidad tan intensas que por nada del mundo dejarías de aceptar lo que Dios quiere que tengas. 8Contempla tu voluntad, y acepta que es la Suya, y que todo Su Amor es tuyo. 9¡Que todo honor se te rinda ti a través del Espíritu Santo, y, a través de Él, a Dios! 

Si formamos parte de la Mente de Dios, igualmente, en nuestra mente debe encontrarse la Mente del Espíritu Santo, la Mente Recta. Si esto es verdad, y, como hemos visto, la verdad, simplemente es, cuando invocamos al Espíritu Santo, no estamos invocando una fuerza exterior a nosotros, sino la Extensión de la Mente de Dios y la Voz que habla por Él, donde tenemos nuestro verdadero Hogar,

En nuestro interior se encuentra la Mente Recta, el Espíritu Santo, y como bien nos invita este punto, debemos unirnos a Su manera de ver, para que la Expiación desempeñe su papel, esto es, corregir la percepción falsa del ego, por la percepción verdadera del Espíritu.

La manera de ver del Espíritu Santo, nos llevará a la Visión Crítica, la que se expresa a través del Amor

Capítulo 24. V. El Cristo en ti (3ª parte).

V. El Cristo en ti (3ª parte). 4.  Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su camino, y tú lo recorrerás con él.  2 Y ambos caminaréis ...