jueves, 19 de diciembre de 2024

Capítulo 16. VII. El final de las ilusiones (1ª parte).

VII. El final de las ilusiones (1ª parte).

1. Es imposible abandonar el pasado sin renunciar a la relación especial. 2Pues la relación especial es un intento de revivir el pasado y alterarlo. 3Toda imaginada ofensa, todo dolor que toda­vía se recuerde, así como todas las desilusiones pasadas y las injusticias y privaciones que se percibieron, forman parte de la relación especial, que se convierte en el medio por el que intentas reparar tu herido amor propio. 4Sin el pasado, ¿de qué base dis­pondrías para elegir a un compañero especial? 5Toda elección al respecto se hace por razón de algo "malo" que ocurrió en el pasado a lo que aún te aferras, y por lo que otro tiene que pagar.

Hagámoslo fácil para facilitar la comprensión del motivo que lleva al ego a establecer relaciones especiales. Lo primero que tenemos que conocer es la procedencia del ego, pues de este modo sabremos cuál es la causa que debemos corregir. El ego es un efecto del uso incorrecto de la mente. Es el resultado de haber elegido creer que somos diferentes a nuestro creador.

El Hijo de Dios, creado a imagen y semejanza del Creador, haciendo uso de la voluntad, elige desligarse del conocimiento que le ofrece el Cielo, símbolo de la Unidad, y fabrica una realidad ilusoria con la que se identifica. He aquí que el ego es el hijo de la separación. Ser hijo de la separación conlleva caminar con una mochila donde carga todas las consecuencias inherentes a la creencia de la separación: miedo, culpa, ira, sufrimiento, sacrificio, enfermedad, dolor y muerte. 

La existencia del ego depende de no perder esa mochila, pues, sin ella, su sistema de pensamiento, su realidad, desaparecería. Por lo tanto, pone mucho empeño en ocultar a la conciencia que su único objetivo es mostrarnos un plan de salvación que nos habla de un amor que gratificará la percepción de nuestros sentidos, y para hacer realidad dicho plan, es imprescindible sentirse amado de una manera especial y amar del mismo modo. Ese amor oculta los valores que guarda en su mochila. Ese amor es condicional, pues no ofrece libertad, sino límites que exigirán al otro, al ser amado, que se sacrifique para que él pueda ver satisfechas sus demandas y necesidades.

Entre los "objetos" más valiosos que guarda en su mochila, el ego utiliza uno muy especial, la culpa. Trasladar la culpa al otro, ocultando su propia culpa, lleva al ego a sentirse superior y ganador. Proyectando sus miedos, lleva ese miedo en las relaciones especiales y trata de mantenerlo vivo utilizando el ataque. Su frase preferida es esta: "Tú tienes la culpa de todo lo que nos pasa".

Remontémonos al origen de la creación. Dios crea a Su Hijo desde el Amor. Podemos decir, que somos Hijos del Amor. Dios creó un único Hijo. Lo que nos lleva a pensar que somos el fruto de Su Pensamiento, el cual se extendió de Su Fuente Original. Al ser creados a Su Imagen y Semejanza, somos Espíritu y tenemos sus mismos poderes creadores: Voluntad, Amor e Inteligencia. La Filiación goza de Unidad, es por ello que las Enseñanzas nos describen que Dios creó a un único Hijo. Esa es nuestra verdadera identidad: Ser Espiritual. Ese Ser comparte la misma Fuente que Su Creador, lo cual es la garantía de que no puede ser diferente a Su Creador, es decir, no podemos ser Hijos del Amor e hijos del pecado al mismo tiempo.

El Hijo de Dios, ya lo hemos visto, tiene libertad para utilizar los poderes adquiridos, según su voluntad. Sus falsas creaciones no sustituyen su verdadera realidad. Si eso fuese posible, tendría el poder para poner fin a la existencia de Su Creador; tendría el poder de eliminar su esencia, su espíritu, su amor. Lo que sí es posible es identificarse con una apariencia ilusoria y falsa, como es el ego. El percibir una vibración diferente a la que existe en el plano superior de la Conciencia Una le lleva a un estado de sopor, semejante al sueño, donde todo lo percibido es de la misma calidad que su origen, esto es, ilusoria.

Permanecer en el sueño favorece la creencia en el pecado y en la culpa. Ese recuerdo del pasado oscurece nuestro presente, impidiéndonos nacer de nuevo y recordar nuestra verdadera identidad. Impide que despertemos a la verdadera realidad.

En toda esta trama, el ego continuará su aventura, siempre que le dejemos caminar con su apreciada mochila.

2. La relación especial es una venganza contra el pasado. 2Al tra­tar de eliminar todo sufrimiento pasado, pasa por alto el presente, pues está obsesionada con el pasado y comprometida totalmente a él. 3Ninguna relación especial se experimenta en el presente. 4Sombras del pasado la envuelven y la convierten en lo que es. 5No tiene ningún significado en el presente, y si no significa nada en el ahora, no significa nada en absoluto. 6¿Cómo ibas a poder cambiar el pasado, salvo en fantasías? 7¿Y quién te puede dar aquello de lo que según tú se te privó en el pasado? 8El pasado no es nada. 9No trates de culparlo por tus privaciones, pues el pasado ya pasó. 10En realidad es imposible que no puedas desprenderte de lo que ya pasó. 11Debe ser, por lo tanto, que estás perpetuando la ilusión de que todavía está ahí porque crees que sirve para algún propósito que quieres ver realizado. 12Y debe ser también que ese propósito no puede realizarse en el presente, sino sólo en el pasado.

La existencia del ego necesita creer en el pasado, pues es desde ese espacio temporal de donde extrae los significados que hacen coherentes sus percepciones. Sin ese pasado, el ego no tendría más remedio que reconocer su ignorancia, pues el simple hecho de no percibir su propia ilusión sería suficiente para reconocer su inexistencia, su falsedad. El presente es todo un reto para el ego, pues le brinda la oportunidad de descubrir que es falso. Para evitarlo, elige traer lo conocido, el pasado, a lo desconocido, el presente, de modo que pueda perpetuar y justificar su existencia.

El ego utiliza la culpa en sus relaciones especiales como una promesa de alcanzar el plan de salvación que llama, ligeramente, una experiencia de amor. El karma está basado en esa falsa percepción. Nos sentimos culpables del daño que causamos como consecuencia de haber elegido el miedo en vez del amor, y decidimos purificar esa culpa, prometiéndonos amor eterno, un amor que, al carecer de los pilares sólidos de la libertad, no se alcanzará, lo que nos llevará a posponerlo en otra vida. Con ello, lo que estamos haciendo es trasladar el pasado al futuro y perpetuar el ciclo, con un nuevo empezar.

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