viernes, 29 de noviembre de 2024

Capítulo 16. III. Las recompensas que se derivan de enseñar (2ª parte).

III. Las recompensas que se derivan de enseñar (2ª parte).

4. El propósito de este curso es que aprendas a conocerte a ti mismo. 2Has enseñado lo que eres, pero no has permitido que lo que eres te enseñe a ti. 3Has tenido sumo cuidado en evitar lo obvio, y en no ver la verdadera relación que existe entre causa y efecto, la cual es perfectamente evidente. 4Dentro de ti, no obs­tante, se encuentra todo lo que has enseñado. 5¿Qué parte de ti puede ser la que no lo ha aprendido? 6TIene que ser esa parte que realmente es externa a ti, no porque tú la hayas proyectado, sino porque así es en verdad. 7Y es esa parte que has aceptado dentro de ti la que no es lo que tú eres. 8Lo que aceptas en tu mente no puede realmente cambiarla. 9Las ilusiones no son sino creencias en algo que no existe. 10Y el aparente conflicto entre la verdad y la ilusión solo puede ser resuelto separándote de la ilusión y no de la verdad.

Sócrates le dice: “Querido amigo, hazme caso a mí y a lo que está escrito en Delfos: «Conócete a ti mismo», porque nuestros rivales son estos y no los que piensas. A ellos no los podremos vencer si no es a través del cuidado de ti mismo y de la técnica”. 

La sentencia "Nosce te ipsum" (Conócete a ti mismo) se dice que estaba inscrita en el templo de Apolo en Delfos y se atribuye a alguno de los Siete Sabios o al propio Apolo, que la habría dado como respuesta cuando Quilón (uno de los Siete Sabios) preguntó al oráculo de Delfos qué era lo mejor que podían aprender los hombres.

Jesús, conocedor de esta verdad, nos recuerda en este punto que el propósito de este curso es que aprendamos a conocernos a nosotros mismos. Considero esta invitación la clave esencial que ha de permitirnos enseñar la verdad de la que somos, indudablemente, portadores, pues nuestra condición, nuestro Ser, ha sido creado a Imagen y Semejanza de nuestro Creador.

5. Lo que has enseñado ya ha logrado esto, pues el Espíritu Santo es parte de ti. 2Al haber sido creado por Dios, Él no ha abando­nado ni a Dios ni Su creación. 3Él es a la vez Dios y tú, del mismo modo en que tú eres la vez Dios y Él. 4Pues la Respuesta de Dios a la separación te aportó más que lo que tú trataste de llevarte contigo. 5Él te protegió tanto a ti como a tus creaciones, al mantener unido ti lo que tú quisiste excluir. 6tus creaciones ocuparán el lugar de lo que tú admitiste para reemplazarlas. 7Tus creaciones son muy reales, pues forman parte del Ser que desco­noces. 8Se comunican contigo través del Espíritu Santo, y, para que aprendas a enseñar lo que eres, te ofrecen gustosamente su poder y gratitud por su creación a ti que eres su hogar. 9Tú que eres anfitrión de Dios lo eres también de ellas. 10Pues nada real ha abandonado jamás la mente de su creador. 11Y lo que no es real nunca estuvo en ella.

Conocernos a nosotros mismos lleva implícito un regalo que el ego y su sistema de pensamiento desconoce. Conocernos a nosotros mismos nos hará conscientes de nuestras creaciones, las cuales han quedado veladas tras elegir la separación en nuestra mente.

Elegir enseñar la verdad es un acto de amor y es un acto creador que, al ser compartido con los demás bajo la Visión de Cristo, propiciará la curación en aquellas mentes que se encuentren identificadas con el miedo, el pecado y la culpa.

6. Tú no eres dos seres en conflicto. 2¿Qué puede haber más allá de Dios? 3Si tú, que lo contienes a Él y a quien Él contiene, eres el universo, todo lo demás tiene que estar afuera, donde no existe nada. 4Has enseñado esto, y, desde muy lejos en el universo aun­que no desde más allá de ti mismo, los testigos de tu enseñanza se han congregado para ayudarte a aprender. 5Su gratitud se ha unido a la tuya y a la de Dios para fortalecer tu fe en lo que enseñaste. 6Pues lo que enseñaste es verdad. 7Si eliges estar solo, te excluyes a ti mismo de tu enseñanza y te mantienes separado de ella. 8Pero unido a ellos no puedes sino aprender que sola­mente te enseñaste a ti mismo, y que aprendiste de la convicción que compartiste con ellos.

El Plan de Salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo se convierte en la enseñanza que Él quiere que compartamos con el resto de la Filiación, pues la Salvación solo será posible si enseñamos Su Verdad y la aprendemos conjuntamente con cada uno de nuestros hermanos.

Cuando decidimos enseñar la verdad que hemos conocido en nuestro interior, cuando sabemos lo que somos, nuestra enseñanza llevará siempre ese mensaje de unidad e integración. Enseñaremos que la parte está en el Todo y que el Todo está en la parte.

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