viernes, 5 de septiembre de 2025

Capítulo 23. II. Las leyes del caos (3ª Parte).

II. Las leyes del caos (3ª Parte).


7. Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. 2Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, 3pues Él se ha convertido en el "ene­migo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. 4La salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos parece estar en pugna con el Padre y siente que su ata­que está justificado. 5Ahora el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. 6Pues ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo.

El ego se define por el deseo de ser especial. He ahí el origen de la identidad del ego. El egoísmo es la consecuencia de utilizar nuestra voluntad para favorecernos nosotros mismos, inspirados por la creencia en que estamos separados y, para muestra, un botón; nuestros cuerpos así lo confirman. La expresión coloquial: "Cada persona es un mundo" es el testimonio de que creemos en la separación como nuestra más valiosa verdad y nuestra más nítida realidad.

Si el ego aceptase por una sola vez que es el Hijo de Dios, desde ese mismo instante dejaría de serlo. Hay una razón muy sencilla de comprender para reforzar esta afirmación. Dios es Amor. El amor es unidad. El Hijo de Dios es la extensión de Dios Mismo. El Hijo de Dios es Amor. El Hijo de Dios es unidad. Luego, el Hijo de Dios no puede ser el ego. Cualquier otro pensamiento que no vea la verdad en dicha afirmación no formará parte de la Mente que compartimos con Dios. Ese pensamiento es una ilusión, o lo que es lo mismo, carece de significado y no es nada.

8No hay manera de liberarse o escapar. 2La Expiación se con­vierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón. 3Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. 4Sólo la destruc­ción puede ser el resultado final. 5Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para derrotar a Su Hijo. 6No pienses que el ego te va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. 7Ésa es la función de este curso, que no le concede ningún valor a lo que el ego estima.

"Darse cuenta" es tomar conciencia. Es un gesto que nos brinda la razón, la mente recta, cuando alcanzamos la vibración que nos permite percibir correctamente, esto es, dejar de ver el mundo dual y ver tan solo el mundo de la unidad. No hay más, pero tampoco menos.

Estamos tan absortos en el sistema de pensamiento del ego, que nuestra consciencia se encuentra dormida y ajena a la verdad. Estamos como hipnotizados por una voz que nos guía a experimentar los efectos del error original, el cual nos hace sentir débiles ante el impulso desenfrenado de una naturaleza instintiva que tan solo busca satisfacer el deseo de ser especial. Adoptamos la arrogancia, el miedo y el ataque para sentirnos fuertes y poderosos; sin embargo, lo que realmente estamos haciendo es ocultar la más profunda huella de nuestro dolor, el creernos pecadores y ser el objetivo de venganza de Dios, al cual consideramos despiadado.

Si has tenido en alguna ocasión un momento de lucidez y te has dado cuenta de cuál es la causa de nuestro sufrimiento, aférrate a esa visión, pues sin duda te habrá mostrado que ningún mal puede proceder del uso del amor, mientras que la creencia en el miedo y en la separación se convierte en el pensamiento más adictivo que practicamos y en el único responsable de que percibamos un mundo caótico y demente.

9. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apro­pia. 2Esto conduce a la cuarta ley del caos, que, si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. 3Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. 4De acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo. 5Mas las otras tres leyes no pueden sino con­ducir a esto. 6Pues los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni procuran compartir las cosas que valoran. 7Y lo que tus enemigos ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto de ti.

La dinámica que se describe en este punto es muy curiosa, pero también muy demencial.

Por un lado, tenemos el deseo de ser especial. Por otro, el efecto que ese deseo ocasiona en nuestra mente, el de sentirnos diferentes a nuestro Creador y de naturaleza pecaminosa. Ese acto de rebeldía es interpretado como pecado y nos hace sentir sucios y desmerecedores del amor de Dios, el cual decide expulsarnos del Paraíso Terrenal, o lo que es lo mismo, abandonarnos a un mundo incierto donde tendremos que ganarnos el pan de cada día.

Al sentirnos sucios y desahuciados, ocultamos en nuestro interior los más oscuros impulsos que nos inspiran el deseo de ser especial. Al no poder dominar estos oscuros deseos, los condenamos interiormente y buscamos un modo de purificarnos interiormente, para lo cual elegimos el autocastigo y la proyección de ese "eficaz" remedio. Es cuando proyectamos el juicio sobre el mundo que nos rodea e identificamos en los demás esos mismos deseos oscuros que ocultamos, llevándonos a su condena.

Pero he aquí que la mente curiosa del ego se dirá: "Seguro que lo que oculta con tanto esmero debe ser de gran valor". Y guiado por ese impulso de ser especial, se lanza a usurpar en el otro lo que supone de tanto valor como para ser ocultado. Cuando lo descubre se da cuenta que responde a una naturaleza pecaminosa y que debe ser condenada y purifica para su salvación.

Y todo ello por elegir entregar su mente a la fabricación de un mundo ilusorio, donde permanece separado salvo en el pensamiento de su inventor.

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