domingo, 1 de septiembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 245

LECCIÓN 245

Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.

1. Tu paz me rodea, Padre. 2Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña 3y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro. 4Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo. 5Se la ofrezco a los que sufren, a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza. 6Envía­melos, Padre. 7Permíteme ser el portador de Tu paz. 8Pues quiero salvar a Tu Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a reconocer mi Ser.

2. Y así caminamos en paz, 2transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. 3Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predi­camos la Palabra de Dios, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que Él nos dio.

¿Qué me enseña esta lección?

Para poder oír la Voz de Dios, sentir Su Paz, hemos de acallar el murmullo del ego, hemos de aquietar nuestra mente. 

Mientras que nuestra mente sintonice la emisora que lo mantiene conectado al mundo material, estaremos sirviendo a la ilusión. En este mundo nos percibimos separados de la Fuente que nos ha Creado. Nuestra libertad está condicionada por el peso del pecado, de la culpa, y nos fabricamos un mundo en el que el castigo, el sufrimiento, el dolor, el sacrificio, se convierten en los suplementos imprescindibles para alcanzar nuestra purificación, nuestra salvación.

Para lograr vibrar a tono con la Paz de Dios, debemos despertar a nuestra divinidad, debemos hacer consciente nuestro verdadero Ser. Para caminar en Paz, debemos Ser Paz y, no hay otro camino que el de la Unidad, el del Amor Incondicional.



Ejemplo-Guía: "¿Cómo puedo ayudar a los demás a encontrar la paz?

Antes de responder a esta cuestión, considero primordial hacernos la siguiente pregunta: ¿Es posible la paz en este mundo?

Parece contradictorio plantear dicha reflexión, cuando estamos deseosos de poder ayudar a los demás a encontrar la paz. Sin embargo, la realidad que percibimos parece convencernos de que dicha paz no es posible lograrla en este mundo.

En el Manual del Maestro, podemos encontrar un punto dedicado, exclusivamente, a dar respuesta a la cuestión que hemos planteado:

¿Es posible la paz en este mundo? 

Ésta es una pregunta que todo el mundo debe hacerse. Es ver­dad que la paz no parece ser posible aquí. Sin embargo, la Pala­bra de Dios promete otras cosas que, al igual que ésta, parecen imposibles. Su Palabra ha prometido paz. Ha prometido tam­bién que la muerte no existe, que la resurrección tendrá lugar y que el renacimiento es la herencia del hombre. El mundo que ves no puede ser el mundo que Dios ama, y, sin embargo, Su Palabra nos asegura que Él ama al mundo. La Palabra de Dios ha prometido que aquí es posible la paz, y lo que Él promete no puede ser imposible. Mas es cierto que hay que contemplar el mundo de otra manera, si es que se han de aceptar Sus promesas. Lo que el mundo es, ya ha sido determinado. Tú no puedes elegir lo que debe ser. Pero sí puedes elegir cómo lo quieres ver. De hecho, eso tienes que elegirlo” (M-11.1:1-12). 

Volvemos nuevamente al tema de los juicios. Esta vez pregún­tate qué es más probable que sea verdad: tus juicios o la Palabra de Dios. Pues ambos afirman cosas diferentes acerca del mundo, y tan opuestas que no tiene objeto tratar de reconciliarlas. Dios ofrece salvación al mundo, tus juicios quieren condenarlo. Dios afirma que la muerte no existe; tu juicio ve a la muerte como el final inevitable de la vida. La Palabra de Dios te asegura que Él ama al mundo; tus juicios afirman que el mundo no es digno de ser amado. ¿Quién tiene razón? Pues uno de los dos tiene que estar equivocado. No puede ser de otra manera” (M-11.2:1-9). 

El texto explica que el Espíritu Santo es la Respuesta a todos los problemas a los que tú has dado lugar. Estos problemas no son reales, pero eso no significa nada para los que creen en ellos. todo el mundo cree en lo que ha hecho, pues lo hizo creyendo en ello. esta extraña y paradójica situación que no tiene sen­tido ni significado, de la cual, no obstante, no parece que haya forma de escaparse, Dios ha enviado Su juicio para reemplazar al tuyo. Con gran ternura, Su juicio sustituye al tuyo. por me­dio de esa sustitución, lo incomprensible se vuelve comprensi­ble. ¿Es posible la paz en este mundo? En tu juicio no lo es ni lo será nunca. Pero en el juicio de Dios, lo único que se refleja aquí es paz” (M-11.3:1-9). 

La paz es imposible para los que ven conflictos e inevitable para los que ofrecen paz. ¡Cuán fácilmente, pues, te puedes escapar del juicio que tienes acerca del mundo! No es el mundo lo que hace que la paz parezca imposible. El mundo que ves es lo que es imposible.  No obstante, el juicio de Dios acerca de este mundo distorsionado lo ha redimido y preparado para que le dé la bienvenida a la paz. Y la paz desciende sobre él en jubilosa respuesta. Ahora la paz puede estar aquí, ya que ha entrado un Pensamiento de Dios. ¿Qué otra cosa sino un Pensamiento de Dios podría trocar el infierno en Cielo sólo por ser lo que es? La tierra se postra ante su Presencia, que llena de gracia se inclina en respuesta, para elevarla de nuevo. Ahora la pregunta es diferen­te. Ya no es: ¿Es posible la paz en este mundo?, sino: ¿Cómo sería posible que no hubiese paz aquí?” (M-11.4:1-12).

Ya habrás intuido, que nos resultará imposible ayudar a los demás a encontrar la paz, si esa paz no forma parte de nuestra mente. Lo recordamos una vez más, no podemos dar lo que no tenemos. Por otro lado, es dando como recibimos, es dando, como conservamos lo que damos. Nuestra verdadera esencia es paz, pero lo hemos olvidado, a raíz de poner nuestra mente al servicio del ego. Recuperar nuestra consciencia de que somos paz, pasa por recordar lo que somos, seres espirituales, el Hijo de Dios, impecable, inocente y puro.


La paz cuando forma parte de nuestra consciencia, se expande en cada uno de nuestros gestos. Esa paz, es contagiosa. Luego, no debemos de preguntarnos cómo podemos ayudar a los demás a encontrar la paz, sino que la cuestión es ser consciente de nuestra verdadera identidad. Lo demás vendrá por añadidura.

Reflexión: ¿Podemos dar paz, si no la hemos conquistado interiormente?

5 comentarios:

  1. Maravilloso, muchas gracias por acompañarmos a diario en el camino

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  2. No podre dar paz si no he cultivado la paz en mi corazón, cultivar la paz es aquietar la mente y conectar con la energía de Dios, Para lograr vibrar a tono con la Paz de Dios, debo despertar a la divinidad que habita en mi, debo hacer consciente mi verdadero Ser. Para caminar en Paz, debo Ser Paz y, no hay otro camino que el de la Unidad, el del Amor Incondicional.
    Hoy me uno a la frecuencia de Dios para sanar mi mente egoica, al estar en paz no necesito más nada para dar la paz puesto que solo con la presencia el otro también va a sentirse en paz, son como ondas expansivas que nos llevan a comprobar que todos somos uno. Abrazos desde Venezuela 🇻🇪

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