Para encontrar paz debo estar limpio de culpa. Y la culpabilidad es la condición que hemos fabricado al albergar la creencia de que somos pecadores y de que hemos sido expulsados del Jardín del Edén, el hogar dispuesto por Dios para su Filiación.
Mientras que permanezcamos identificados con ese “sueño", en el que nos vemos separados de nuestro creador, buscaremos, ansiosamente, la paz, pues reconocemos en ella nuestra verdadera condición espiritual. Sin embargo, para que ese re-encuentro tenga lugar, tenemos que “despertar” y re-conocer que somos Uno con Todo lo Creado.
No podremos estar en paz, mientras busquemos el castigo para redimir nuestra conciencia pecadora. No podemos estar en paz, mientras pensemos que debemos sufrir para alcanzar el perdón de nuestros pecados. No podemos estar en paz, mientras creamos que debemos sacrificarnos por los demás para lograr su perdón.
Estaremos en paz, cuando tomemos consciencia de lo que Somos: Amor.
Estaremos en paz, cuando hagamos consciente a través de nuestras acciones el Pensamiento de la Unidad y reconozcamos en el rostro de nuestros Hermanos, el Sagrado Rostro de Dios.
Ejemplo-Guía: "¿Has identificado ya lo que te priva del gozo de la Paz de Dios?
Fácil y directa. La cuestión que he elegido para reflexionar sobre la lección de hoy, no da lugar a equívocos, ni a otras interpretaciones. Aunque, estoy proyectando una afirmación que quizás no compartas. He podido obviar que tal vez no compartas mi opinión de que la única y verdadera paz es la que Dios nos otorga.
Es posible que, en mi anhelo por fundirme en ese remanso de felicidad, que supone la Paz de Dios, me haya olvidado de esa parte de mí que aún se encuentra prisionera de las falsas creencias. Si he de ser honesto conmigo y con las Enseñanzas, si mis ojos aún perciben el infierno experimentado por uno tan solo de mis hermanos, ese infierno se encuentra en mi interior. Si me hubiese liberado de sus cadenas, no lo percibiría, lo que no significa que uno de mis hermanos pueda estar experimentándolo. La diferencia está en verlo o no verlo, en percibirlo o no percibirlo, o lo que es lo mismo, en haberlo integrado en nuestra consciencia o en no haberlo hecho.
Cuando estemos preparados para ver tan solo la inocencia fuera de nosotros, entonces, estaremos dispuestos para gozar de la Dicha y de la Paz que Dios ha dispuesto en nosotros. Esta situación nos está revelando de que nuestra consciencia despierta del sueño en el que ha permanecido dormida.
Te preocupa no saber cuándo estás preparado para experimentar esa comunión de Paz. Pues no debes tener esa preocupación, no tendrás dudas. Será cómo encontrarse rodeado de luz o de oscuridad. En la luz, nada se ocultará a tus ojos. En la oscuridad, seguirá deseando luz para ver. Y, ¿cómo se evidencia esa situación?
Si ves la paz, la tendrás. Si no la ves, la buscarás. La vida nos ofrece lecciones que Dios quiere que aprendamos. La recompensa de esas lecciones de Vida, es la Paz. Pongamos unos ejemplos:
- Me dirijo al trabajo en mi coche nuevo. Al llegar a un cruce, otro vehículo pierde el control y me golpea en la parte trasera, destrozándola por completo. Dejamos ahí la escena.
Si esta circunstancia la viviésemos como protagonistas, ¿responderíamos igual que si la estuviésemos observando como tercera persona? No pasa nada, si tu respuesta es no. En una encuesta, el “no”, ganaría por mayoría absoluta. Pero, esa opinión reafirmada por la mayoría tan solo nos confirma, que nuestra conciencia se encuentra compartiendo la creencia en la separación, es decir, lo que me pasa a mí, nada tiene que ver con lo que le pase al vecino.
Podríamos incluso ahondar en nuestros argumentos y afirmar: ¿Estaría bueno que también me tuviesen que afectar los problemas ajenos? Lo más significativo de esta última reflexión es que en el fondo de este mecanismo de defensa, encontramos un profundo temor a sufrir. No queremos sufrir. Con ello, lo que estamos expresando de una manera inconsciente es que reconocemos que el modo en cómo percibimos el mundo nos produce dolor.
Volviendo al ejemplo del golpe en nuestro vehículo nuevo, si lo vivimos en primera persona, responderemos desde el dolor personal, lo que sin duda nos llevará a una situación de sufrimiento, lo que conlleva la ausencia de paz.
Si la experiencia la vivimos en tercera persona, como un observador, nuestra respuesta nos llevará a emitir un juicio condenando al culpable de lo sucedido, pero no nos afectará en lo personal. A pesar de ello, dicha respuesta tampoco nos aporta una situación de satisfacción, de gozo y de paz. En verdad, lo que estamos haciendo es proyectar nuestra creencia en la separación, y para ello, utilizamos nuestra habitual arma, el juicio condenatorio, el cual, nos permite quitarnos la presión de la culpa, proyectándola sobre el comportamiento de otros.
Ambas respuestas, nos llevan a la misma situación: atacamos fuera para protegernos de nuestros miedos.
Ahora, imagina que tus creencias te hacen partícipe de una manera de pensar diferente a la que hemos descrito más arriba. Sí, tú eres el protagonista del coche nuevo, el cual ha sido golpeado y destrozado en su parte trasera. Pero para ti, más allá del apego que puedas sentir por tu vehículo, das más valor al modo en cómo respondes a las vivencias que la vida te ofrece. Valoras, por encima de cualquier hecho, la paz, pues tienes la certeza, de que esa paz es el fruto de un profundo reconocimiento, de que eres el Hijo de Dios. Esa creencia, te llevará a ver en el incidente una simple anécdota que te ofrece la oportunidad de perdonar, y, sobre todo, de liberar de la culpa al agente que ha causado "aparentemente" la infracción.
Si nos ponemos en el lugar del infractor, con plena conciencia de que hemos tenido la "culpa" de lo sucedido, ¿cómo nos sentiríamos si el conductor al que hemos destrozado su flamante coche nuevo, no le diese mayor importancia a lo sucedido, si no que se preocupa por nuestra situación personal? Ese comportamiento, lo agradeceríamos y llenaría nuestro corazón de gratitud. Es un acto de visión unitaria.
Lo único que pretendo con este ejemplo es poner de manifiesto, que la Paz verdadera, forma parte de nuestro interior, pues es la condición natural de nuestro Ser Espiritual. Para percibir dicha paz en este mundo, tenemos que ceder la hegemonía de nuestra vida al Espíritu y no a la personalidad egoica.
Reflexión: No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor.
El ejemplo del incidente de transito es realmente aleccionador, Gracias
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarGracias J.J
ResponderEliminarGracias J. J.
ResponderEliminarGracias gracias gracias 😌
ResponderEliminarGracias Gracias Gracias...la Paz de Dios es mi Realidad
ResponderEliminarLa Paz de Dios me envuelve,me guía y es mi Realidad 🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏💙💙💙💙💙💙💙💙
ResponderEliminarLa Paz de Dios Vive en mi🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏💙💙💙💙💙💙💙💙
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