miércoles, 3 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 246

LECCIÓN 246

Amar a mi Padre es amar a Su Hijo.

1. Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón. 2Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi ser, si trato de hacerle daño al Hijo de Dios. 3Que no deje de reconocerme a mí mismo, y siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo que mi Padre es o que mi mente puede concebir todo el amor que Él me profesa y el que yo le profeso a Él.

2. Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a TiPadre mío. 2Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Volun­tad. 3reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone, y sólo eso, es lo que la mía dispone también. 4Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. 5Amén.

¿Qué me enseña esta lección?

No podemos amar a nuestro Padre si no nos amamos a nosotros mismos. Esto es así, pues el Hijo es una extensión del Padre; es una parte de Sí Mismo; el Hijo ha sido creado a Su Imagen y Semejanza. 

De igual forma, no podemos amar a nuestros hermanos si ese amor no se encuentra en nuestro interior. Cuando nos amamos, estamos tomando consciencia de la unidad que gobierna sobre todo lo creado. No podemos amar una parte de nosotros y odiar otra. Eso no es posible, pues la dualidad no forma parte del Amor Unificador. 

Podemos, y de hecho así lo hacemos, amar nuestra naturaleza más elevada y noble y, sin embargo, odiar aquellos aspectos de nuestro yo de los que no nos sentimos orgullosos. En estos casos, experimentaremos circunstancias en las que nos veremos atraídos por aquellas personas que nos inspiran elevados valores, mientras que sentiremos aversión por aquellas otras que representan los bajos instintos. 

Amar a Dios significa amar a nuestros hermanos y amarnos a nosotros mismos. Amar la Filiación. 

El deseo de sentirnos especiales es una prueba que nos ofrece la oportunidad de valorar el verdadero sentido de la unidad.


Ejemplo-Guía: "Reflexionando sobre el Amor".

Muchos decimos amar a Dios; sin embargo, odiamos a aquellos que nos dañan. La lección de hoy nos enseña que no podemos amar a Dios si no amamos, igualmente, a Su Hijo.

Sí, desde la perspectiva de la percepción, desde la visión de la separación y de la dualidad, es posible amar un elevado ideal y al mismo tiempo odiar aquello que aborrecemos. Pero esta visión es errónea, pues el verdadero Amor está basado en la certeza de que formamos parte de una misma Filiación y que esa vinculación se encuentra plenamente unida a nuestra Fuente, a la Mente de nuestro Creador.

Es imposible amar a Dios y no amar a Su creación, pues ambos forman una unidad.


En nuestro maniobrar humano, observamos que muchos padres tienen preferencias por uno de sus hijos en detrimento de otros. La escala de niveles, frutos de un sistema de pensamiento basado en el juicio, en la división y en la diferenciación, nos lleva a seleccionar nuestro amor, sometiéndolo a un sistema de medida.


Amo lo que considero bueno y beneficioso y rechazo lo que considero malo o perjudicial. La razón de que este sistema de pensamiento se exprese de esta manera la encontramos en la creencia de que existe un "afuera" que nos produce un profundo miedo y tratamos de identificarlo para protegernos de él. Esa proyección fabricada por nuestra mente nos lleva a identificarnos como cuerpos separados, siendo la imagen del otro la que nos amenaza. De igual modo, las circunstancias que experimentamos son valoradas como agresoras a nuestros intereses, a nuestros deseos, lo que nos convierte en víctimas de un fatal destino, cuando en verdad, ese "destino" no es más que la proyección de nuestro mundo interno.


"Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a TiPadre mío".  Esta expresión, define de manera hermosa la ruta que nos lleva directamente a la plenitud del alma, pues nos conduce, de manera inequívoca, hasta las puertas del Cielo. No importa el camino, pues todos los caminos, sin filtros de juicios, nos conducen hacia la Salvación.

Si desde nuestro corazón somos capaces de expresar la frase anterior, sin duda, estaremos en condición de gozar de la paz de Dios, pues el Amor recorrerá cada una de las células de nuestro ser.


Reflexión: ¿Hay diferencia entre querer y amar?

Capítulo 23. II. Las leyes del caos (1ª Parte).

II. Las leyes del caos (1ª Parte).

1. Puedes llevar las "leyes" del caos ante la luz, pero nunca las podrás entender. 2Las leyes caóticas no tienen ningún significado y, por lo tanto, se encuentran fuera de la esfera de la razón. 3No obstante, aparentan ser un obstáculo para la razón y para la ver­dad. 4Contemplémoslas, pues, detenidamente, para que poda­mos ver más allá de ellas y entender lo que son, y no lo que quieren probar. 5Es esencial que se entienda cuál es su propósito porque su fin es crear caos y atacar la verdad. 6Éstas son las leyes que rigen el mundo que tú fabricaste. 7Sin embargo, no gobiernan nada ni necesitan violarse: necesitan simplemente contemplarse y transcenderse.

Tan sólo aquello que es verdad tiene significado. La razón nos invita a reflexionar sobre dicha afirmación, ya que entenderlo nos llevará a una evidente conclusión: "Si no tiene significado, no es nada". En el Libro de Ejercicios del Curso, las primeras lecciones nos enseñan que los pensamientos sobre este mundo no tienen significados; por lo tanto, si carecen de significado, no son nada.

Cuando pensamos, lo hacemos condicionados por el pasado, lo que impide ver el único tiempo real, el presente. Trasladando a nuestro presente el pasado, lo que hacemos es interponer un velo que nos impide corregir cualquier error al que le hemos otorgado el significado de pecado.

Si realmente queremos cambiar, debemos empezar a entender cómo funciona nuestra mente y cómo nuestro cerebro inscribe nuestras creencias y modula nuestro comportamiento de manera autónoma e inconsciente. Como bien nos dice Jesús, tan solo tenemos que contemplar esos pensamientos sin significados y trascenderlos.

2. La primera ley caótica es que la verdad es diferente para cada persona. 2Al igual que todos estos principios, éste mantiene que cada cual es un ente separado, con su propia manera de pensar que lo distingue de los demás. 3Este principio procede de la creen­cia en una jerarquía de ilusiones: de que algunas son más impor­tantes que otras, y, por lo tanto, más reales. 4Cada cual establece esto para sí mismo, y le confiere realidad atacando lo que otro valora. 5Y el ataque se justifica porque los valores difieren, y los que tienen distintos valores parecen ser diferentes, y, por ende, enemigos.

Decíamos en el punto anterior que tan solo la verdad tiene significado y la razón de ello responde a que el Hijo de Dios es Uno con Su Creador y con Su Creación. La creencia en la separación defendida por el sistema de pensamiento del ego es un pensamiento erróneo y falso que nos lleva a la percepción de un mundo donde las ilusiones, sin significados, han sustituido a la verdad y a la realidad.

Desde el punto de vista del sistema de pensamiento del ego, la creencia en la separación favorece el culto a múltiples verdades. Cada personaje es dueño de su verdad, la cual entiende irreconciliable con las verdades de los demás, pues atenta directamente contra su deseo de ser especial.

Mientras que para la razón la verdad es inalterable y única, para la mente ilusoria, la verdad de hoy es la base de las verdades del mañana.

3. Observa cómo parece ser esto un impedimento para el primer principio de los milagros, 2pues establece grados de verdad entre las ilusiones, haciendo que algunas parezcan ser más difíciles de superar que otras. 3Si uno pudiese darse cuenta de que todas ellas son la misma ilusión y de que todas son igualmente falsas, sería fácil entender entonces por qué razón los milagros se apli­can a todas ellas por igual. 4Cualquier clase de error puede ser corregido precisamente porque no es cierto. 5Cuando se lleva ante la verdad en vez de ante otro error, simplemente desaparece. 6Ninguna parte de lo que no es nada puede ser más resistente a la verdad que otra.

Si no es verdad, no tiene significado, y si no tiene significado, es nada. Si no es verdad, es ilusión y no tiene significado. Si es ilusión, es nada. Para la razón, la verdad es una y su significado magnifica la idea de la unidad que rige la Creación de Dios. Para la verdad, no hay grados a la hora de percibir el error, es decir, no hay pequeños errores, ni grandes errores. Tan solo hay un error, el cual tiene un solo origen: la creencia en la separación.

El sufrimiento, el dolor, la enfermedad, la soledad, la escasez, el miedo, etc., son manifestaciones de ese error original. Corregir el error nos invita a deshacernos de la falsa creencia en la separación y recordar nuestra afinidad con la Filiación. 

martes, 2 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 245

LECCIÓN 245

Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.

1. Tu paz me rodea, Padre. 2Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña 3y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro. 4Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo. 5Se la ofrezco a los que sufren, a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza. 6Envía­melos, Padre. 7Permíteme ser el portador de Tu paz. 8Pues quiero salvar a Tu Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a reconocer mi Ser.

2. Y así caminamos en paz, 2transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. 3Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predi­camos la Palabra de Dios, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que Él nos dio.

¿Qué me enseña esta lección?

Para poder oír la Voz de Dios, sentir Su paz, hemos de acallar el murmullo del ego, hemos de aquietar nuestra mente. 

Mientras nuestra mente sintonice la emisora que lo mantiene conectado al mundo material, estaremos sirviendo a la ilusión. En este mundo nos percibimos separados de la Fuente que nos ha creado. Nuestra libertad está condicionada por el peso del pecado, de la culpa, y nos fabricamos un mundo en el que el castigo, el sufrimiento, el dolor, el sacrificio, se convierten en los suplementos imprescindibles para alcanzar nuestra purificación, nuestra salvación.

Para lograr vibrar a tono con la paz de Dios, debemos despertar a nuestra divinidad, debemos hacer consciente nuestro verdadero Ser. Para caminar en paz, debemos ser paz y no hay otro camino que el de la Unidad, el del Amor Incondicional.



Ejemplo-Guía: "¿Cómo puedo ayudar a los demás a encontrar la paz?

Antes de responder a esta cuestión, considero primordial hacernos la siguiente pregunta: ¿Es posible la paz en este mundo?

Parece contradictorio plantear dicha reflexión cuando estamos deseosos de poder ayudar a los demás a encontrar la paz. Sin embargo, la realidad que percibimos parece convencernos de que dicha paz no es posible lograrla en este mundo.

En el Manual del Maestro, podemos encontrar un punto dedicado exclusivamente a dar respuesta a la cuestión que hemos planteado:

¿Es posible la paz en este mundo? 

Ésta es una pregunta que todo el mundo debe hacerse.  Es ver­dad que la paz no parece ser posible aquí. Sin embargo, la Pala­bra de Dios promete otras cosas que, al igual que ésta, parecen imposibles. Su Palabra ha prometido paz. Ha prometido tam­bién que la muerte no existe, que la resurrección tendrá lugar y que el renacimiento es la herencia del hombre. El mundo que ves no puede ser el mundo que Dios ama, y, sin embargo, Su Palabra nos asegura que Él ama al mundo. La Palabra de Dios ha prometido que aquí es posible la paz, y lo que Él promete no puede ser imposible. Mas es cierto que hay que contemplar el mundo de otra manera, si es que se han de aceptar Sus promesas. Lo que el mundo es, ya ha sido determinado. Tú no puedes elegir lo que debe ser. Pero sí puedes elegir cómo lo quieres ver. De hecho, eso tienes que elegirlo” (M-11.1:1-12). 

Volvemos nuevamente al tema de los juicios. Esta vez pregún­tate qué es más probable que sea verdad: tus juicios o la Palabra de Dios. Pues ambos afirman cosas diferentes acerca del mundo, y tan opuestas que no tiene objeto tratar de reconciliarlas. Dios ofrece salvación al mundo, tus juicios quieren condenarlo. Dios afirma que la muerte no existe; tu juicio ve a la muerte como el final inevitable de la vida. La Palabra de Dios te asegura que Él ama al mundo; tus juicios afirman que el mundo no es digno de ser amado. ¿Quién tiene razón? Pues uno de los dos tiene que estar equivocado. No puede ser de otra manera” (M-11.2:1-9). 

El texto explica que el Espíritu Santo es la Respuesta a todos los problemas a los que tú has dado lugar. Estos problemas no son reales, pero eso no significa nada para los que creen en ellos. todo el mundo cree en lo que ha hecho, pues lo hizo creyendo en ello. esta extraña y paradójica situación que no tiene sen­tido ni significado, de la cual, no obstante, no parece que haya forma de escaparse, Dios ha enviado Su juicio para reemplazar al tuyo. Con gran ternura, Su juicio sustituye al tuyo. por me­dio de esa sustitución, lo incomprensible se vuelve comprensi­ble. ¿Es posible la paz en este mundo? En tu juicio no lo es ni lo será nunca. Pero en el juicio de Dios, lo único que se refleja aquí es paz” (M-11.3:1-9). 

La paz es imposible para los que ven conflictos e inevitable para los que ofrecen paz. ¡Cuán fácilmente, pues, te puedes escapar del juicio que tienes acerca del mundo! No es el mundo lo que hace que la paz parezca imposible. El mundo que ves es lo que es imposible.   No obstante, el juicio de Dios acerca de este mundo distorsionado lo ha redimido y preparado para que le dé la bienvenida a la paz. Y la paz desciende sobre él en jubilosa respuesta. Ahora la paz puede estar aquí, ya que ha entrado un Pensamiento de Dios. ¿Qué otra cosa sino un Pensamiento de Dios podría trocar el infierno en Cielo sólo por ser lo que es? La tierra se postra ante su Presencia, que llena de gracia se inclina en respuesta, para elevarla de nuevo. Ahora la pregunta es diferen­te. Ya no es: ¿Es posible la paz en este mundo?, sino: ¿Cómo sería posible que no hubiese paz aquí?” (M-11.4:1-12).

Ya habrás intuido que nos resultará imposible ayudar a los demás a encontrar la paz si esa paz no forma parte de nuestra mente. Lo recordamos una vez más: no podemos dar lo que no tenemos. Por otro lado, es dando como recibimos; es dando como conservamos lo que damos. Nuestra verdadera esencia es paz, pero lo hemos olvidado a raíz de poner nuestra mente al servicio del ego. Recuperar nuestra consciencia de que somos paz pasa por recordar lo que somos, seres espirituales, el Hijo de Dios, impecable, inocente y puro.


La paz, cuando forma parte de nuestra consciencia, se expande en cada uno de nuestros gestos. Esa paz es contagiosa. Luego, no debemos preguntarnos cómo podemos ayudar a los demás a encontrar la paz, sino que la cuestión es ser conscientes de nuestra verdadera identidad. Lo demás vendrá por añadidura.

Reflexión: ¿Podemos dar paz, si no la hemos conquistado interiormente?

Capítulo 23. I. Las creencias irreconciliables (6ª parte).

I. Las creencias irreconciliables (6ª parte).

11. ¿Cómo iba a ser posible que el santuario de Dios se volviese contra sí mismo y tratase de subyugar al que allí mora? 2Piensa en lo que ocurre cuando la morada de Dios se percibe a sí misma como dividida: 3el altar desaparece, la luz se vuelve tenue y el templo del Santísimo se convierte en la morada del pecado. 4todo se olvida, salvo las ilusiones. 5Las ilusiones pueden estar en conflicto porque sus formas son diferentes. 6Y batallan única­mente para establecer qué forma es real.

En el punto anterior hemos utilizado la analogía de la gestación a nivel físico y el proceso creativo de la Divinidad. Me gustaría utilizarla una vez más para tratar un aspecto que considero significativo, al menos desde el punto de vista intelectual, entendiendo que su comprensión puede ser de ayuda para el entendimiento de los misterios que encierra el universo.

Si analizamos todo el proceso de creación a nivel humano, desde que el esperma masculino se une al óvulo femenino formando un embrión, cuyo crecimiento con el paso de los meses lo convertirá en una réplica potencial de sus progenitores. Esa criatura tiene en común con la Divinidad que posee los mismos atributos creadores que su hacedor. Además de este aspecto, también encuentro otros detalles que comparten en común; es más, diría que el proceso creativo a nivel humano escenifica fielmente el proceso creativo de la Divinidad y la trayectoria tomada por el resultado de dicha obra, en el caso del hombre, la criatura naciente, y en el caso de la Divinidad, el Hijo de Dios.

Ya hemos hablado del punto en común que ambos procesos comparten a la hora de analizar el estado de gestación. En ambos procesos, la criatura pasa por una fase en la que "su creador" le dispensa todo lo que necesita para su crecimiento. En el caso del proceso creativo humano, la criatura no tiene consciencia individualizada, es decir, es totalmente inconsciente de lo que le rodea. La cuestión es: ¿El Hijo de Dios en esa etapa paradisiaca era también totalmente inconsciente? ¿Tenía conciencia individualizada? Por las enseñanzas recibidas en los textos sagrados, todo parece indicar que no la tenía. Se adquiere tras el proceso de la transgresión, es decir, tras haber comido del fruto del árbol del bien y del mal. Al descubrir su desnudez, sintieron vergüenza y se cubrieron con la hoja de una parra. A partir de ese momento se desencadena todo lo relativo a la expulsión y al castigo de tener que ganarse el pan con el sudor de su frente.

Rica simbología para explicar lo mismo que ocurre con el nacimiento de la criatura a nivel humano. Una vez que se produce la primera toma de consciencia con el plano físico, se produce el llanto que abre sus pulmones a la vida en un nivel más denso. Ya el alimento no se produce a nivel interno, sino que se requiere un esfuerzo para conseguirlo de los pechos de la madre.

Sí, estamos de acuerdo en que este episodio forma parte de la ilusión que la mente ha fabricado con el objeto de adquirir una identidad acorde al nivel vibratorio en el que ha prestado su atención hasta el punto de hacerlo real para su mente errada.

El hecho de que las enseñanzas de UCDM en este apartado nos hagan referencia a la acción de recordar para volver a conectar con la verdad olvidada, nos sugiere que un nuevo episodio, el protagonizado por el "hijo pródigo", nos muestra una posible ayuda para comprender que, si bien el Hijo de Dios pudo ser inconsciente de su propia condición divina, sus errores mentales basados en el deseo de ser especial, una vez agotada la energía propiciada por dicho deseo, lo hagan recordar su linaje y le inspiren la voluntad de volver sobre sus pasos y retornar a los brazos de su padre, que lo recibirá con alegría y profunda satisfacción.

12. Las ilusiones encuentran ilusiones; la verdad se encuentra a sí misma. 2El encuentro de las ilusiones conduce a la guerra. 3Mas la paz se extiende a sí misma al contemplarse a sí misma. 4La guerra es la condición en la que el miedo nace, crece e intenta dominarlo todo. 5La paz es el estado donde mora el amor y donde busca compartirse a sí mismo. 6La paz y el conflicto son opuestos. 7Allí donde uno mora, el otro no puede estar; donde uno de ellos va, el otro desaparece. 8Así es como el recuerdo de Dios queda nublado en las mentes que se han convertido en el campo de batalla de las ilusiones. 9Mas Su recuerdo brilla muy por encima de esta guerra insensata listo para ser recordado cuando te pongas de parte de la paz.

Cuando analizamos el estado de la Plenitud podemos interpretarlo como la ausencia de necesidad, como la ausencia de deseos por lo que no se tiene. Ser Pleno es gozar de la abundancia.

La etapa paradisiaca de la que gozaban Adán y Eva nos evoca ese estado de Plenitud y Abundancia, o dicho de otro modo, no conocían la necesidad ni se sentían tentados por el deseo. 

La Biblia en la narración del Génesis, en el episodio de la tentación llevada a cabo por la serpiente -encarnación del diablo- nos narra cómo Eva fue tentada a comer del árbol del bien y del mal con la promesa de satisfacer el deseo de ser como Dios. En esa argucia se ocultaba la verdadera razón de la tentación, el despertar la conciencia al ardor del deseo de ser especial.

Podemos decir que el deseo de ser especial fue la causa del despertar de la individualidad y de la separación o pensamiento dual.   Al ceder el poder de nuestra voluntad y ponerlo al servicio del deseo, estamos "creando" una realidad paralela que, al carecer de la esencia que da cohesión a todo y la hace eterna, el amor, se constituyó como una realidad ilusoria con capacidad para multiplicarse y autodestruirse, pues la fuerza que la mueve es la de repulsión.

En cambio, cuando la mente responde a la rectitud, se restablece el verdadero orden cimentado por los sólidos e inquebrantables pilares del amor y todo cuanto creamos es portador de paz y plenitud. El amor es la fuente de la fuerza de atracción y tiene el poder de expandirse eternamente.

lunes, 1 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 244

LECCIÓN 244

No estoy en peligro en ningún lugar del mundo.

1. Tu Hijo está a salvo dondequiera que se encuentre porque Tú estás allí con él. 2Sólo con que invoque Tu Nombre recordará su seguridad y Tu Amor, pues éstos son uno. 3¿Cómo puede temer, dudar o no darse cuenta de que es imposible que pueda sufrir, estar en peligro o ser infeliz cuando él te pertenece a ti, es bienamado y amoroso, y está por siempre a salvo en Tu Paternal abrazo?

2. Y ahí es en verdad donde nos encontramos. 2No hay tormenta que pueda venir a azotar el santuario de nuestro hogar. 3En Dios estamos a salvo, 4pues, ¿qué podría suponer una amenaza para Dios, o venir a asustar a lo que por siempre ha de ser parte de Él?

¿Qué me enseña esta lección?

El miedo y el temor son fabricaciones del ego y su origen se encuentra en la falta de amor.

Cuando hago referencia al Amor, estoy invocando el Principio de la Unidad. El Ser que somos es Uno con su Creador. 

El Hijo de Dios se manifiesta en el mundo con conciencia dual. De este modo es como fabrica el concepto del mal y el concepto del bien. El error al que ha dado lugar esa mente dual es la identificación con uno u otro de estos conceptos. Hasta tal punto ha sido esto así, que hemos identificado el mal con el pecado y el bien con la salvación. 

Cuando nuestra mente se identifica con la luz, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones son portadoras de amor. En cambio, cuando nuestra mente se identifica con las tinieblas, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones son portadoras de desorden, de caos y de dolor. 

La verdad está por encima de la manifestación dual, pues su origen y su final, su Alfa y su Omega, se encuentran en la Unidad. En ese estadio, la dualidad se integra en el Uno. 

Si el Amor es nuestra Fuente de Creación, ningún peligro podrá dañarme.


Ejemplo-Guía: "Me han atacado, ¿debo poner la otra mejilla, debo defenderme?"


No puedo evitar evocar una sonrisa cuando a mi mente llega el recuerdo de los consejos recibidos en mi infancia por mis padres. Uno de los consejos más usuales era el que me incitaba a defenderme cuando alguien me atacase. Ese mensaje protector calaba en mi conciencia como un reto que debía conseguir, y en muchas ocasiones, estaba deseoso de ser atacado para ponerlo en práctica. Aquellos momentos felices de la infancia se convertían, por momentos, en una selva donde lo importante era sobrevivir y donde imperaba la ley del más fuerte.


Mi experiencia particular, después de haber aplicado los consejos de mi infancia, es que la mejor defensa no es el ataque. Que todo ataque alimenta la ira y que esa emoción es el efecto, el resultado, del miedo.

Nuestra conciencia actual ya vislumbra que el mundo que la alimenta, el mundo de la percepción, no es la realidad, no es la verdad. Pero, mientras que permanezcamos en esa dimensión densa y al mismo tiempo ilusoria, le damos valor a las vivencias y a las experiencias, del mismo modo que damos valor y significado a lo experimentado mientras soñamos.

Un Curso de Milagros nos enseña cómo debemos tratar el mundo de las ilusiones y nos alumbra en el manejo de las situaciones donde se despiertan las emociones del miedo y de la ira:

“¿Cómo se superan las ilusiones? Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad. Las ilusiones se opo­nen a lo que no puede sino ser verdad. La oposición procede de ellas, no de la realidad. La realidad no se opone a nada. Lo que simplemente "es" no necesita defensa ni ofrece ninguna. Sólo las ilusiones necesitan defensa debido a su debilidad. Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer el camino de la verdad cuando la debi­lidad es el único obstáculo? Tú eres el fuerte en este aparente conflicto y no necesitas ninguna defensa. Tampoco deseas nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te debilitará” (T-22.V.1:1-12).

“Examina para qué desea las defensas el ego, y verás que siempre es para justificar lo que va en contra de la verdad, lo que se esfuma en presencia de la razón y lo que no tiene sentido. ¿Puede esto acaso estar justificado? ¿Qué otra cosa podría ser, sino una invitación a la demencia para que te salve de la verdad? ¿Y de qué se te salvaría, sino de lo que temes? La creencia en el pecado requiere constante defensa, y a un costo exorbitante. Es preciso combatir y sacrificar todo lo que el Espíritu Santo te ofrece. Pues el pecado está tallado en un bloque que fue arran­cado de tu paz y colocado entre el retorno de ésta y tú” (T-22.V.2:1-8).

“Sin embargo, ¿cómo iba a poder estar la paz tan fragmentada? La paz sigue aún intacta, pues no se le ha quitado nada. Date cuenta de que tanto los medios como aquello de lo que se compo­nen los sueños perversos no significa nada. En realidad tu her­mano y tú estáis unidos y no hay nada que se interponga entre vosotros. Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría sepa­rar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser? Es de tu Padre de Quien te quieres defender. Sin embargo, sigue siendo imposible excluir el amor. Dios descansa contigo serena­mente, sin defensas y en total mansedumbre, pues sólo en esa quietud se encuentra la fuerza y el poder. Ahí la debilidad no tiene cabida porque ahí no hay ataque y, por lo tanto, no hay ilusiones. El amor descansa en la certeza. Sólo la incertidum­bre se defiende. Y toda incertidumbre no es otra cosa que las dudas que tienes acerca de ti mismo” (T-22.V.3:1-12).

En verdad, cuando nos defendemos del ataque de los demás, lo que estamos haciendo es defendernos del ataque que nos estamos dirigiendo a nosotros mismos. No veríamos el ataque si no creyésemos en él, si no nos lo aplicásemos a nosotros mismos.  Recodemos que damos lo que tenemos. Si damos ataque, es porque ese ataque forma parte de nuestra estructura mental. Atacar, aun cuando está justificado como defensa, está revelando que en nuestra mente anida y crece la creencia en la separación. Estamos viendo a nuestros hermanos como algo separado de nosotros mismos.


Reflexión: ¿Quién nos ataca cuando nos sentimos atacados?

Capítulo 23. I. Las creencias irreconciliables (5ª parte).

I. Las creencias irreconciliables (5ª parte).

9. ¡Observa cómo desaparece el conflicto que existe entre las ilu­siones cuando se lleva ante la verdad! 2Pues sólo parece real si lo ves como una guerra entre verdades conflictivas, en la que la vencedora es la más cierta, la más real y la que derrota a la ilu­sión que era menos real, que al ser vencida se convierte en una ilusión. 3Así pues, el conflicto es la elección entre dos ilusiones, una a la que se coronará como real, y la otra que será derrotada y despreciada. 4En esta situación el Padre jamás podrá ser recor­dado. 5Sin embargo, no hay ilusión que pueda invadir Su hogar y alejarlo de lo que Él ama eternamente. 6lo que Él ama no puede sino estar eternamente sereno y en paz porque es Su hogar.

Será aplicando la razón, la acción de la mente recta, que comprenderemos de una vez por todas que la identificación con el sistema de pensamiento del ego nos ha mantenido ciegos a la verdadera realidad que somos y prisioneros de creencias que tan solo generan realidades ilusorias.

Recordar que somos tal y como Dios nos ha creado supone el despertar de nuestra más elevada consciencia. Dejaremos de identificarnos con nuestra falsa identidad corporal y utilizaremos el cuerpo para percibir correctamente y manifestar la esencia con la que hemos sido creados, el amor.

El mando de nuestra nave será tomado por la mente y este cambio supondrá el fin de las ilusiones. Comprenderemos lo que significa ser real y verdadero y, dotados de la visión crística, nos uniremos a todas las mentes que hayan sentido la llamada de la unidad y de la paz para construir un mundo nuevo con plena consciencia de nuestro poder creador. Construiremos el cielo en la tierra.

10. Tú, Su Hijo bien amado, no eres una ilusión, puesto que eres tan real y tan santo como Él. 2La quietud de tu certeza acerca de Él y de ti mismo es el hogar de Ambos, donde moráis como uno solo y no como entes separados. 3Abre la puerta de Su santísimo hogar y deja que el perdón elimine todo vestigio de la creencia en el pecado, la cual priva a Dios de Su hogar y a Su Hijo con Él. 4No eres un extraño en la casa de Dios. 5Dale la bienvenida a tu hermano al hogar donde Dios Mismo lo ubicó en serenidad y en paz, y donde mora con él. 6Las ilusiones no tienen cabida allí donde mora el amor, pues éste te protege de todo lo que no es verdad. 7Moras en una paz tan ilimitada como la de Aquel que la creó, y a aquellos que quieren recordarlo a Él se les da todo. 8El Espíritu Santo vela Su hogar, seguro de que la paz de éste jamás se puede perturbar.

Tendremos, sin duda alguna, que reactivar nuestro corazón amando incondicionalmente si queremos recordar el estado de comunión que nos mantiene unidos eternamente con Dios.

En otra parte de estos comentarios sobre el Texto de UCDM he utilizado la gestación de una criatura, lo que es el poder creador de vida del ser humano, como analogía para facilitarnos la comprensión del Proceso Creador de Dios.

En la aplicación de esa analogía veíamos cómo la etapa de crecimiento del feto durante los meses de embarazo de la madre, en la cual la criatura gozaba de la protección y alimentación por parte de su progenitora, nos evocaba la idea de la etapa paradisiaca de la que disfrutaba la humanidad previa a la transgresión del mandato divino de no comer del fruto del árbol del bien y del mal.

Como consecuencia de dicha transgresión, tuvo lugar la expulsión del Edén, lo que propició la creencia en la separación y en el pecado original. Esta creencia ilusoria debe ser corregida, y si aplicamos el mensaje de este apartado, el recuerdo debe despertar nuestra memoria ancestral paradisiaca y corregir nuestra percepción falsa de identidad, al tomar conciencia de que somos seres de luz formando parte Una de Dios y de Su Filiación.

Existen estudios en el terreno de la psicología que recomiendan ejercicios retrospectivos que nos pongan en contacto con el estado de gestación dentro del vientre materno. La teoría defiende que la práctica de estos ejercicios ayuda al desbloqueo de traumas muy profundos que afectan nuestra conciencia y nuestra identidad.

Todo parece indicar que el recuerdo de nuestra verdadera identidad y la corrección de los errores que nos han llevado a creer en la separación con Dios facilitarán el final de las ilusiones y el triunfo de la verdad.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 246

LECCIÓN 246 Amar a mi Padre es amar a Su Hijo. 1.  Que no piense que puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón.  2 Que ...