miércoles, 31 de julio de 2024

Capítulo 13. V. Las dos emociones (2ª parte).

 V. Las dos emociones (2ªparte).

5. Sólo puedes experimentar dos emociones, pero en tu mundo privado reaccionas ante cada una de ellas como si se tratase de la otra. 2El amor no puede residir en un mundo aparte, donde no se le reconoce cuando hace acto de presencia. 3Si lo que ves en tu hermano es tu propio odio, no estás viéndolo a él. 4Todo el mundo se acerca a lo que ama, y se aleja de lo que teme. 5Y tú reaccionas con miedo ante el amor y te alejas de él. 6Sin embargo, el miedo te atrae, y tomándolo por amor, lo invitas a que venga a ti. 7Tu mundo privado está lleno de figuras tétricas que tú mismo has invitado, y, por lo tanto, no puedes ver todo el amor que tus hermanos te ofrecen.

La Verdad es una, y es esta: somos el Hijo de Dios y hemos sido creador a Su Imagen y Semejanza, lo que significa, que somos Hijos del Amor. El Amor es la expansión del Dios. El Amor se encuentra en la Filiación Divina, lo que significa que Todos somos iguales, somos Amor. El Amor une. El Amor no ataca. El Amor es real y eterno.

Si esta es la verdad y es una, cualquier otra manifestación del amor, que no esté recogido en lo dicho anteriormente, no será verdad, lo que es lo mismo, no será Amor.

La cuestión es: ¿cómo saber si estás amando? La respuesta es: mira a tu hermano y si te ves a ti mismo, entonces, estás amando.

6. Al contemplar con claridad el mundo que te rodea, no puedes sino darte cuenta de que estás sumergido en la demencia. 2Ves lo que no está ahí, y oyes lo que no emite sonido. 3Las emociones que expresas reflejan lo opuesto de lo que sientes. 4No te comuni­cas con nadie, y te encuentras tan aislado de la realidad como si tú fueses lo único que existe en todo el universo. 5En tu demencia pasas por alto la realidad completamente, y dondequiera que tu mirada se posa no ves más que tu mente dividida. 6Dios te llama, mas tú no le oyes, pues estás embebido en tu propia voz. 7Y no puedes ver la visión de Cristo, pues sólo te ves a ti mismo. 

Si al mirar a nuestro hermano, no nos vemos a nosotros mismos, es señal de que no hemos elegido al guía correcto, es decir, estamos eligiendo al miedo, en vez, del amor.

Nuestra ignorancia dejará de serlo, cuando al mirar fuera de nosotros nos veamos en el otro y decidamos andar juntos en camino que nos conduce a la salvación. ¿Somos capaces de ver en nuestro interior la esencia que nos ha de permitir establecer esa relación? Si somos capaces, habremos recordado que somos el Hijo de Dios. 

7. Criatura de Dios, ¿es eso lo que le quieres ofrecer a tu Padre? 2Pues si te lo ofreces a ti mismo, se lo ofreces a Él. 3Mas Él no te lo devolverá, pues no es digno de ti porque no es digno de Él. 4Aun así, Él quiere librarte de ello y ponerte en libertad. 5Su Respuesta cuerda te dice que lo que te has ofrecido a ti mismo no es verdad, pero que el ofrecimiento que Él te hizo sigue en pie. 6Tú que no sabes lo que haces puedes aprender lo que es la demencia y mirar más allá de ella. 7Se te ha concedido poder aprender a negarla y a escapar de tu mundo privado en paz. 8Verás todo lo que negaste en tus hermanos al haberlo negado en ti mismo. 9Pues los amarás y, al acercarte a ellos, los atraerás a ti al percibirlos como los testi­gos de la realidad que compartes con Dios. 10Yo estoy con ellos tal como estoy contigo, y juntos los extraeremos de sus mundos privados, pues tal como nosotros estamos unidos, así nos uniremos a ellos. 11El Padre nos da la bienvenida a todos con alegría, y alegría es lo que le debemos ofrecer. 12Pues se te ha encomendado cada Hijo de Dios a quien Dios se dio a Sí Mismo. 13Y es Dios lo que les debes ofrecer, para que puedas reconocer el regalo que Él te hizo.

Un camino hermoso nos aguarda, pero debemos desearlo. Con una pizca de nuestra voluntad, podremos revivir el estado paradisiaco que Dios dispuso para Su Hijo. Elegir servir a la Verdad, es servir a Dios y servir al Amor. Esa elección se traducirá en el fin de la ignorancia que nos ha mantenido sirviendo al error y al miedo. Ese camino hermoso que nos aguarda, lo es, porque lo recorreremos junto a nuestros hermanos, en la comprensión de que, sin su presencia, dejaría de ser hermoso y se convertiría en una camino lleno de espinas.

8. La visión depende de la luz. 2En la oscuridad no puedes ver. 3Mas en la oscuridad -el mundo privado que habitas cuando duermes- ves en sueños a pesar de que tus ojos están cerrados. 4Ahí es donde lo que ves es obra tuya. 5Con todo, si abandonas la oscuridad dejarás de ver todo lo que hiciste, pues verlo depende de negar la visión. 6Sin embargo, negar la visión no quiere decir que no puedas ver. 7Mas eso es lo que hace la negación, pues mediante ella aceptas la demencia, al creer que puedes construir un mundo privado y gobernar tu propia percepción. 8Mas para esto, la luz tiene que ser excluida. 9Cuando ésta llega, no ­obstante, los sueños se desvanecen y entonces puedes ver.

La visión depende de la luz, y la luz, es entendimiento. La luz es el camino que nos conduce a la liberación de nuestra ignorancia. La luz es amor y, con ello, se convierte en la esencia que nos permitirá reconocernos en nuestros hermanos.

Negar la luz, es elegir, la ignorancia. Es negar lo que somos y, por tanto, proyectar nuestro desconocimiento sobre los demás. Negar la luz, es negar al otro, como nuestra única vía de salvación. 

9. No intentes alcanzar la visión valiéndote de los ojos, pues tú mismo inventaste tu manera de ver para así poder ver en la os­curidad, y en eso te engañas. 2Más allá de esta oscuridad, pero todavía dentro de ti, se encuentra la visión de Cristo, Quien con­templa todo en la luz. 3Tu "visión" emana del miedo, tal como la Suya emana del amor. 4Él ve por ti, al ser tu testigo del mundo real. 5Él es la manifestación del Espíritu Santo, y lo único que hace es contemplar el mundo real, invocar a sus testigos y acer­cártelos. 6Cristo ama lo que ve en ti, y Su deseo es extenderlo. 7Y no retornará al Padre hasta que haya extendido tu percepción de forma que incluya al Padre. 8Y allí acaba la percepción, pues Él te habrá llevado consigo de vuelta al Padre.

La luz, el entendimiento, no se ve con los ojos físicos, sino que su visión se encuentra en la fuente de donde emana esa luz, en la Mente, la cual, se comparte en la unidad con Dios y con la Filiación.

Esa luz-entendimiento, nos permitirá ver el mundo real, el mundo de la percepción verdadera, la que nos conducirá, guiados por la mano de Cristo y el Espíritu Santo, hasta nuestro verdadero hogar, allí donde acaba la percepción, para fundirnos con el Conocimiento. 

10. Solo puedes experimentar dos emociones. 2Una la inventaste tú y la otra se te dio. 3Cada una de ellas representa una manera diferente de ver las cosas, y de sus correspondientes perspectivas emanan dos mundos distintos. Ve a través de la visión que se te ha dado, pues a través de la visión de Cristo Él se contempla a Sí Mismo. 5Y al ver lo que Él es, conoce a Su Padre. 6Más allá de tus sueños más tenebrosos Él ve en ti al inocente Hijo de Dios, res­plandeciendo con un fulgor perfecto que tus sueños no pueden atenuar. 7Y esto es lo que verás a medida que veas todo a través de Su visión, pues Su visión es el regalo de amor que Él te hace, y que el Padre le dio para ti.

La visión de Cristo, es la visión real de lo que somos, pues, es la visión del Amor. Esa visión es el reconocimiento de lo que sí mismo Es y ese reconocimiento le lleva a conocer al Padre, pues, el Hijo y el Padre, comparten la misma Fuente. 

11. El Espíritu Santo es la luz en la que Cristo se alza revelado. 2Y todos los que desean contemplarlo lo pueden ver, pues han pedido luz. 3No lo verán a Él solo, pues tal como ellos no están solos, Él tampoco lo está. 4Al ver al Hijo, ascendieron con Él hasta el Padre. 5Y todo esto lo entenderán porque miraron en su interior, más allá de la oscuridad, y al ver el Cristo en ellos lo reconocie­ron. 6En la cordura de Su visión se contemplaron a sí mismos con amor, y se vieron tal como el Espíritu Santo los ve. 7Y con esta visión de la verdad que mora en ellos, toda la belleza del mundo vino a resplandecer sobre ellos.

Este último punto, nos enseña la verdad que subyace en la manifestación de Dios, a través de Su aspecto Trino. Padre-Hijo y Espíritu Santo, esto es, un Dios único expresándose en tres “rostros” distintos.

martes, 30 de julio de 2024

Capítulo 13. V. Las dos emociones (1ª parte).

V. Las dos emociones (1ªparte).

1. Dije anteriormente que sólo puedes experimentar dos emociones: amor y miedo. 2Una de ellas es inmutable, aunque se inter­cambia continuamente, al ser ofrecida por lo eterno a lo eterno. 3Por medio de este intercambio es como se extiende, pues aumenta al darse. 4La otra adopta muchas formas, ya que el con­tenido de las fantasías individuales difiere enormemente. 5Mas todas ellas tienen algo en común: son todas dementes. 6Están compuestas de imágenes que no se pueden ver y de sonidos que no se pueden oír. 7Constituyen un mundo privado que no se puede compartir. 8Pues únicamente tienen sentido para su hace­dor, y, por consiguiente, no tienen sentido en absoluto. 9En este mundo su hacedor ronda solo, ya que únicamente él las percibe.

Para comprender la enseñanza que nos transmite, Jesús, en este punto, tendremos que entender previamente, el verdadero poder que encierran ambas emociones, el amor y el miedo. Digo esto, porque cuando leemos que el miedo está compuesto por imágenes que no se pueden ver y de sonidos que no se pueden oír, podríamos tener resistencia a creerlo, pues en base a la experiencia que nos aporta el sistema de pensamiento del ego, el miedo es perceptible, y lo es no tan solo para el que lo percibe, sino también para aquellas personas con las que podemos compartirlo.

Si el argumento del ego fuese verdad, estaríamos negando la afirmación que nos aporta Jesús. ¿Qué nos quiere enseñar, el Maestro, con dicha afirmación?

La enseñanza que nos transmite es muy valiosa, pues nos lleva a descubrir, que tan sólo el Amor tiene la capacidad de crear, de extenderse, de compartirse, pues lo que expresa es la verdad, al proceder de Dios. Si esto es así, y lo es, cuando el ego utiliza el miedo -es su modo operandi- para relacionarse con los demás, de los cuales se ve separado, realmente no está compartiendo, no está creando, no está expandiéndolo, pues lo que no es verdad, no es nada.

Cuando respondemos al miedo que nos contagia el ego, lo que estamos haciendo es reflejarlo, para que el que lo proyecta tome conciencia de lo proyectado. La dinámica es la siguiente: en lo personal, veo el miedo en mí; tengo pensamientos de miedo, pero reconocerlo me hace sentir débil, por lo que decido hacerme el fuerte, lo que me lleva a expulsar de mi interior ese sentimiento de miedo. ¿Cómo lo hago? Como lo hace siempre el ego, proyectándolo sobre los demás, viéndolo en los demás y juzgando el comportamiento de los demás, lo que le lleva a la creencia de que el causante del miedo es culpa del otro y buscará argumentos para justificarlo, pues como consecuencia de ello, deberá justificar, igualmente, su reacción más inmediata para combatir ese miedo, atacando al otro.

Ese proceder, no podemos confundirlo con el acto de expandir lo verdadero, el amor. El miedo, aunque el ego no estará de acuerdo, no genera más miedo, pues lo que no es nada, no puede crear nada. Pero, podemos creer que sí, y decidir, utilizarlo para defender nuestro sistema de pensamiento, basado en la ostentación de la falsa grandeza, aquella que nos lleva a sentirnos especiales y superiores a los demás. 

2. Cada cual puebla su mundo de figuras procedentes de su pasado individual, y ésa es la razón de que los mundos privados difieran tanto entre sí. 2No obstante, las imágenes que cada cual ve jamás han sido reales, pues están compuestas únicamente de sus reacciones hacia sus hermanos, y no incluyen las reacciones de éstos hacia él. 3No se da cuenta, por lo tanto, de que él mismo las forjó y de que están incompletas. 4Pues dichas figuras no tie­nen testigos, al ser percibidas únicamente por una mente sepa­rada.

El creer en que estamos separados de nuestros hermanos, se convierte en una barrera que impide el verdadero conocimiento de lo que somos. Es más, para conocernos, utilizamos el camino más largo, es decir, proyectamos nuestro interior sobre el otro, juzgándolo en aquellos aspectos que vemos en nuestro interior, pero que no queremos reconocer, lo que genera una reacción en el otro, en respuesta a lo que hemos proyectados, que no estaremos dispuestos a aceptar, pues lo que hará en recordarnos lo que no queremos recordar. De este modo, el conflicto está servido y el camino hacia el reencuentro con la unidad que somos, se hace tedioso y agotador.

El plan de salvación, dispuesto por Dios para Su Hijo, es mucho más cómodo, pero el ego no lo acepta, pues de hacerlo tendría que reconocer que no es nada y significaría la negación de su sistema de pensamiento. Ese plan de salvación nos lleva a reconocernos en el otro y a recordar que, unidos, formamos la Santa Filiación. 

3. A través de estas extrañas y sombrías figuras es como los que no están cuerdos se relacionan con su mundo demente. 2Pues sólo ven a aquellos que les recuerdan esas imágenes, y es con ellas con las que se relacionan. 3Por lo tanto, se comunican con los que no están ahí, y son éstos quienes les contestan: 4Mas nadie oye su respuesta, excepto aquel que los invocó, y sólo él cree que le contestaron. 5La proyección da lugar a la percepción, y no pue­des ver más allá de ella. 6Has atacado a tu hermano una y otra vez porque viste en él una sombría figura de tu mundo privado. 7Y así, no puedes sino atacarte a ti mismo primero, pues lo que atacas no está en los demás. 8La única realidad de lo que atacas se encuentra en tu propia mente, y al atacar a otros estás literal­mente atacando algo que no está ahí.

El desconocimiento de lo que somos, el miedo al amor que nos ha creado, nos lleva a proyectar sobre los demás ese mismo desconocimiento, creyendo que lo que estamos haciendo es porque lo conocemos. Ese conocimiento de lo desconocido nos lleva a juzgarlo, y ese juicio, en verdad, no es otra cosa que aquello que creemos conocer de nosotros mismos, la creencia en la separación, cuando es realidad, esa creencia es la manifestación del desconocimiento. Si nos amásemos, nos conoceríamos, y entonces, ese conocimiento de sí mismo, no nos llevaría al juicio de los demás, sino a la aceptación plena. 

4. Los que viven engañados pueden ser muy destructivos, pues no se dan cuenta de que se han condenado a sí mismos. 2No desean morir, sin embargo no dejan de condenar. 3De esta manera, cada uno se aisló en su propio mundo, en el que reina el desorden y en el que lo que está adentro aparenta estar afuera. 4Mas no ven lo que está adentro, pues no pueden reconocer la realidad de sus hermanos.

La ignorancia de lo que somos, nos lleva a experimentar fuera de nosotros, esa misma ignorancia. Esto nos lleva a establecer una relación con el mundo basada en la ignorancia. Parece que, a lo largo de la vida, buscamos respuestas para acallar la sombra de esa ignorancia. Ello nos lleva a escudriñar, a analizar, a investigar, tanto lo pequeño, como lo inmenso. Pero la ignorancia que debe satisfacer con el verdadero conocimiento, está más allá, de lo pequeño y de lo inmenso, pues se encuentra en nuestro interior, donde únicamente podremos encontrar el saber que nos libere de la ignorancia. Esto es así, pues de lo somos ignorante, es tan sólo de conocer qué somos en verdad: Hijos del Amor, o, hijos del miedo.

lunes, 29 de julio de 2024

Capítulo 13. IV. La función del tiempo (2ª parte).

IV. La función del tiempo (2ª parte). 


6. De las sombrías figuras del pasado es precisamente de las que te tienes que escapar. 2No son reales, y no pueden ejercer ningún dominio sobre ti, menos que las lleves contigo. 3Pues contienen las áreas de dolor que hay en tu mente, y te incitan a atacar en el presente como represalia por un pasado que no existe. 4Y esta decisión es una que te acarreará dolor en el futuro. 5A menos que aprendas que todo el dolor que sufriste en el pasado es una ilu­sión; estarás optando por un futuro de ilusiones y echando a per­der las múltiples oportunidades que el presente te ofrece para liberarte. 6El ego quiere conservar tus pesadillas e impedir que despiertes y te des cuenta de que pertenecen al pasado. 7¿Cómo podrías reconocer un encuentro santo si lo percibes simplemente como un encuentro con tu pasado? 8Pues en ese caso no te esta­rías reuniendo con nadie, y el compartir la salvación, que es lo que hace que el encuentro sea santo, quedaría excluido de tu visión. 9El Espíritu Santo te enseña que siempre te encuentras contigo mismo, y el encuentro es santo porque tú lo eres. 10El ego te enseña que siempre te encuentras con tu pasado, y que debido a que tus sueños no fueron santos, el futuro tampoco puede serlo, y el presente no tiene ningún significado. 

El ego ve en el pasado la confirmación de su identidad. Sin esa alianza con la creencia en el pasado, el ego, carece de referencia, pues ver la realidad del presente, le sitúa frente a frente con la inocencia, con el amor, con la impecabilidad. En el pasado tan solo encuentra el recuerdo de lo que dio su origen, la creencia en la separación. Sin ese recuerdo, no existiría. 

7. Es evidente que la percepción que el Espíritu Santo tiene del tiempo es exactamente la opuesta a la del ego. 2La razón de ello es igualmente clara, pues la percepción que ambos tienen del propósito del tiempo es diametralmente opuesta. 3Para el Espí­ritu Santo el propósito del tiempo es que éste finalmente se haga innecesario. 4El Espíritu Santo considera que la función del tiempo es temporal, al estar únicamente al servicio de Su función docente que, por definición, es temporal. 5Hace hincapié, por lo tanto, en el único aspecto del tiempo que se puede extender hasta el infinito, ya que él ahora es lo que más se aproxima a la eterni­dad en este mundo. 6En la realidad del "ahora", sin pasado ni futuro, es donde se puede empezar a apreciar lo que es la eterni­dad. 7Pues sólo el "ahora" está aquí, y sólo el "ahora" ofrece las oportunidades de los encuentros santos en los se puede encon­trar la salvación. 

Cuando alcancemos el estado de la Plenitud de la Consciencia, nuestra memoria recordará permanentemente lo que somos. La visión del Espíritu, abrirá nuestra consciencia a la eternidad. Ya no será necesario el propósito del tiempo, pues ya no tendremos necesidad de aprender las lecciones que han de enseñarnos a reconocer lo que somos. El milagro hace posible que el presente sea experimentado como la eternidad. 

8. El ego, por otra parte, considera que la función del tiempo es extenderse a sí mismo en lugar de extender la eternidad, pues, al igual que el Espíritu Santo, el ego considera que el objetivo del tiempo es el mismo que el suyo. 2El único propósito que el ego percibe en el tiempo, es que, bajo su dirección, haya continuidad entre pasado y futuro, y que el presente quede excluido a fin de que no se pueda abrir ninguna brecha en su propia continuidad. 3Su continuidad, por consiguiente, te mantiene en el tiempo, mientras que el Espíritu Santo quiere liberarte de él. 4La interpre­tación que el Espíritu Santo hace de los medios para alcanzar la salvación es la que tienes que aprender a aceptar, si quieres com­partir Su objetivo, que no es otro que tu salvación. 

La creencia del ego de que el tiempo lo cura todo, es válida tan solo desde el punto de vista de su sistema de pensamiento, el cual, hace real la separación con el resto de la creación. Este pensamiento oculta la verdad, en la medida que deposita en la ilusión del tiempo la vía de la salvación, cuando en realidad, esa vía no es otra que despertar a la percepción verdadera y recordar que somos Uno con el resto de nuestros hermanos, con los cuales compartimos la misma Fuente, la Mente de Dios. Por lo tanto, creer en el tiempo, se convierte en un obstáculo que retrasa el instante del despertar. 

9. Tú también interpretarás la función del tiempo según interpre­tes tu propia función. 2Si aceptas que tu función en el mundo del tiempo es curar, harás hincapié únicamente en el aspecto del tiempo en el que la curación puede tener lugar. 3La curación no se puede llevar a cabo en el pasado. 4Tiene que llevarse a cabo en el presente para así liberar el futuro.  5Esta interpretación enlaza el futuro con el presente, y extiende el presente en vez del pasado. 6Mas si crees que tu función es destruir, perderás de vista al pre­sente y te aferrarás al pasado a fin de asegurar un futuro destruc­tivo. 7Y el tiempo será tal como tú lo interpretes, pues, de por sí, no es nada. 

El ego, sin la visión del pasado, no es nada. Todo su sistema de pensamiento se basa en la creencia en el pasado. En su manera de pensar, el presente, pasa inadvertido, es un instante fugaz en el que no sabe apreciar su importante significado, pues lo oculta con todos los pensamientos que le habla del pasado. Esta ocupación del estado presente con el estado pasado, hace que desaprovechemos el inmenso poder que tiene el estado “ahora”, pues, como ya hemos visto a lo largo del análisis de estas lecciones, estar presente en el ahora, supone el único instante en el que podemos ver de otra manera y percibir de manera correcta, esto es, libres de pensamientos que nos hablan del pasado, cuando el pasado ya no está.

Nunca podremos sanar la mente, si buscamos sanarla en el pasado. La mente y los pensamientos erróneos por ella creados, deben ser sanados en su “fuente”, es decir, en la propia mente. 

viernes, 26 de julio de 2024

Capítulo 13. IV. La función del tiempo (1ª parte).

IV. La función del tiempo (1ª parte).

 

1. Y ahora, la razón por la que tienes miedo de este curso debiera ser evidente. 2Pues éste es un curso acerca del amor, ya que es un curso acerca de ti. 3Se te ha dicho que tu función en este mundo es curar, y que tu función en el Cielo es crear. 4El ego te enseña que tu función en la tierra es destruir; y que no tienes ninguna función en el Cielo. 5Quiere, por lo tanto, destruirte aquí y ente­rrarte aquí, sin dejarte otra herencia que el polvo del que cree fuiste "creado". 6Mientras el ego se encuentra razonablemente satisfecho contigo de acuerdo con sus razonamientos te ofrece el olvido. 7Cuando se torna abiertamente despiadado, te ofrece el infierno. 

No puedo menos que rendirme a estas palabras. Reconocer las verdades que se recogen en ellas, me lleva a reconocer, igualmente, mi identidad. Es mi Espíritu, mi verdadero Ser, el que se siente plenamente identificado con ellas. De no ser así, tendría la evidencia de que mi mente sirve plenamente al ego, lo que, sin duda, me llevaría a no creer en ellas.

Sí, este curso es acerca de mí, y, acerca del resto de mis hermanos, con los que soy uno en la Santa Filiación. Esto es así, pues es el Amor el que mantiene unidas nuestras mentes a la de Dios. Mientras que nuestra mente perciba en nuestros hermanos, nuestro propio Ser, estaremos percibiendo correctamente y no estaremos permitiendo caer en la trampa que nos ofrece del ego, llevándonos al olvido de lo que realmente somos: Hijo de Dios. 

2. No obstante, ni el olvido ni el infierno te resultan tan inacepta­bles como el Cielo. 2Para ti el Cielo es el infierno y el olvido y crees que el verdadero Cielo es la mayor amenaza que podrías experimentar. 3Pues el infierno y el olvido son ideas que tú mismo inventaste, y estás resuelto a demostrar su realidad para así esta­blecer la tuya. 4Si se pone en duda su realidad crees que se pone en duda la tuya, 5pues crees que el ataque es tu realidad, y que tu destrucción es la prueba final de que tenías razón. 

El infierno y el olvido son los dos pilares que soportan el mundo fabricado e inventado por el ego. Dejar de creer en ellos, esto es, recordar que somos el Hijo de Dios unido a Su Fuente por lazos de Amor, hará que esos pilares se desmoronen y la falsa identidad del ego ceda su hegemonía a la identidad verdadera, el Espíritu. 

3. Dadas las circunstancias, ¿no sería más deseable estar equivo­cado, aparte del hecho de que, en efecto, lo estás? 2Aunque tal vez se podría argumentar que la muerte indica que antes hubo vida, nadie sostendría que prueba que la vida existe. 3Incluso la vida previa a la que la muerte parece señalar, habría sido inútil si tan sólo hubiese desembocado en la muerte y necesitase de ésta para probar que existió. 4Pones en duda el Cielo, pero no pones en duda la muerte. 5No obstante, podrías sanar y ser sanado si la pusieses en duda. 6Y aunque no sabes lo que es el Cielo, ¿no sería éste más deseable que la muerte? 7Has sido tan selectivo con res­pecto a lo que pones en duda como con respecto a lo que perci­bes. 8Una mente receptiva es mucho más honesta que eso. 

El ego pone en duda el Cielo porque no sabe lo que es. Si lo supiese no lo pondría en duda, pero de ser así, ese conocimiento significaría su desaparición, el reconocimiento de su falsedad, pues el Reino de los Cielos es la morada del Amor y, en él, no hay cabida para la creencia en la separación. 

4. El ego tiene una extraña noción del tiempo, y ésa podría muy bien ser la primera de sus nociones que empiezas a poner en duda. 2Para el ego el pasado es importantísimo, y, en última instancia, cree que es el único aspecto del tiempo que tiene signifi­cado. 3Recuerda que el hincapié que el ego hace en la culpabilidad le permite asegurar su continuidad al hacer que el futuro sea igual que el pasado, eludiendo de esa manera el presente. 4La noción de pagar por el pasado en el futuro hace que el pasado se vuelva el factor determinante del futuro, convirtiéndolos así en un continuo sin la intervención del presente. 5Pues el ego considera que el pre­sente es tan sólo una breve transición hacia el futuro, en la que lleva el pasado hasta el futuro al interpretar el presente en función del pasado. 

Aplicar esta enseñanza en nuestra existencia, nos llevaría a la liberación del karma, pues el karma se basa en la interpretación errónea del tiempo, en el que la causa de nuestro destino se encuentra en el pasado, mientras que el futuro se nos presenta como el escenario donde veremos el resultado, los efectos, de ese pasado.

Cuando me refiero que esta enseñanza nos ofrece la oportunidad de librarnos del karma, lo que estoy diciendo, es que la creencia en el pasado y en el futuro, es ilusoria, no es real, mientras que el presente, el ahora, sí lo es. Es en el presente donde podremos crear bajo la visión milagrosa, bajo los pensamientos milagrosos, es decir, podemos crear desde el perdón, desde el amor. Por esa razón, el milagro colapsa el tiempo, haciéndolo innecesario. Hacer innecesario el papel del tiempo, es liberador, por que el presente, el ahora, nos ofrece la opción de purificarnos, cambiando nuestra visión errónea, por la visión verdadera; la visión del ego, por la visión de Cristo, la visión de la crucifixión, por la visión de la Resurrección. 

5. El "ahora" no significa nada para el ego. 2El presente tan sólo le recuerda viejas heridas, y reacciona ante él como si fuera el pasado. 3El ego no puede tolerar que te liberes del pasado, y aunque el pasado ya pasó, el ego trata de proteger su propia imagen reaccionando como si el pasado todavía estuviese aquí. 4Dicta tus reacciones hacia aquellos con los que te encuentras en el presente tomando como punto de referencia el pasado, empañando así la realidad actual de aquellos. 5De hecho, si sigues los dictados del ego, reaccionarás. ante tu hermano como si se tratase de otra per­sona, y esto sin duda te impedirá conocerlo tal como es. 6Y recibi­rás mensajes de él basados en tu propio pasado, porque, al hacer que el pasado cobre realidad en el presente, no te permitirás a ti mismo abandonarlo. 7De este modo, te niegas a ti mismo el men­saje de liberación que cada uno de: tus hermanos te ofrecen ahora. 

Si hacemos realidad el pasado en nuestra mente, no podremos utilizar el inmenso poder que tiene el presente. Si continuamos pensando en términos de pasado, cuando vivimos el presente, el recuerdo de ese pasado contaminará el estado presente, impidiéndonos sanar ese recuerdo enfermo. Cada presente es un milagro, pues tan solo en el ahora podremos sanar nuestra naturaleza enferma por pensamientos que ya no están, dado que pertenecen al pasado, el cual ya no existe. 

jueves, 25 de julio de 2024

Capítulo 13. III. El miedo a la redención (2ª parte).

 III. El miedo a la redención (2ª parte).

  

5. Puedes aceptar la demencia porque es obra tuya, pero no pue­des aceptar el amor porque no fuiste tú quien lo creó. 2Prefieres ser un esclavo de la crucifixión que un Hijo de Dios redimido. 3Tu muerte individual, parece más valiosa qué tu unicidad viviente, pues lo que se te ha dado no te parece tan valioso como lo que tú has fabricado. 4Tienes más miedo de Dios que del ego, y el amor no puede entrar donde no se le da la bienvenida. 5Pero el odio sí que puede, pues entra por su propia voluntad sin que le importe la tuya. 

Renunciar a los regalos que el sistema de pensamiento del ego ofrece, es apostar por el Amor. Para ello, tenemos que elevar al Espíritu Santo nuestra voluntad de redención y solicitar que nos entregue Su Regalo, la Expiación. La corrección del error de creernos separados de Dios, nos permitirá ver el mundo con la visión de Cristo, donde caminar junto a nuestros hermanos se convierte en el viaje que nos conduce hacia la salvación. 

6. Tienes que mirar de frente a tus ilusiones y no seguir ocultán­dolas, pues no descansan sobre sus propios cimientos. 2Aparenta ser así cuando están ocultas, y, por lo tanto, parecen ser autóno­mas. 3Ésta es la ilusión fundamental sobre la que descansan todas las demás. 4Pues debajo de ellas, y soterrada mientras las ilusiones se sigan ocultando, se encuentra la mente amorosa que creyó haberlas engendrado con ira. 5el dolor de esta mente es tan obvio cuando se pone al descubierto, que la necesidad que tiene de ser sanada es innegable. 6Todos los trucos y estratagemas que le ofreces no pueden sanarla, pues en eso radica la verdadera crucifixión del Hijo de Dios. 

El despertar comienza cuando decidimos poner nuestra voluntad al servicio del Ser, es decir, cuando reconocemos que aquello que nos muestra el sistema de pensamiento del ego, es ilusorio e irreal, impidiéndonos ver el mundo real, donde la percepción verdadera, la mente recta, nos permite recordar nuestra verdadera identidad como Hijo de Dios. 

7. Sin embargo, no se le puede realmente crucificar. 2En este hecho radica tanto su dolor como su curación, pues la visión del Espíritu Santo es misericordiosa y Su remedio no se hace esperar: 3No ocultes el sufrimiento de Su vista, sino llévalo gustosamente ante Él. 4Deposita ante Su eterna cordura todo tu dolor, y deja que Él te cure. 5No permitas que ningún vestigio de dolor perma­nezca oculto de Su Luz, y escudriña tu mente con gran minucio­sidad en busca de cualquier pensamiento que tengas miedo de revelar. 6Pues Él sanará cada pensamiento insignificante que hayas conservado con el propósito de herirte a ti mismo, lo expurgará de su pequeñez y lo restituirá a la grandeza de Dios. 

La mente recta, la percepción verdadera, la visión crística, abrirá nuestros ojos al mundo real, en el cual, la creencia en la separación se transformará en la experiencia de la unicidad; la creencia en el miedo se transformará en la experiencia del amor; la creencia en la culpa se transformará en la experiencia de la inocencia y de la impecabilidad. 

8. Bajo la grandiosidad que en tanta estima tienes se encuentra la petición de ayuda que verdaderamente estás haciendo. 2Le pides amor a tu Padre, tal como Él te pide que regreses a Él. 3Lo único que deseas hacer en ese lugar que has encubierto es unirte al Padre, en amoroso recuerdo de Él. 4Encontrarás ese lugar donde mora la verdad a medida que lo veas en tus hermanos, que si bien pueden engañarse a sí mismos, anhelan, al igual que tú, la grandeza que se encuentra en ellos. 5al percibirla le darás la bienvenida y dispondrás de ella, 6pues la grandeza es el derecho del Hijo de Dios y no hay ilusión que pueda satisfacerle o impedirle ser lo que él es. 7Lo único que es real es su amor, y lo único que puede satisfacerle es su realidad. 

Tan solo el Amor verdadero nos abrirá las puertas de la salvación, pues ese Amor, será compartido con nuestros hermanos, haciendo real la compleción de Dios, con la unidad de la Filiación. 

9. Sálvale de sus ilusiones para que puedas aceptar la magnifi­cencia de tu Padre jubilosamente y en paz. 2Mas no excluyas a nadie de tu amor, o, de lo contrario, estarás ocultando un tene­broso lugar de tu mente donde se le niega la bienvenida al Espí­ritu Santo. 3Y de este modo te excluirás a ti mismo de Su poder sanador, pues al no ofrecer amor total no podrás sanar completa­mente. 4La curación tiene que ser tan completa como el miedo, pues el amor no puede entrar allí donde hay un solo ápice de dolor que malogre su bienvenida. 

Donde hay dolor, aun no se ha perdonado. El dolor es el efecto del miedo, al igual que el perdón es el efecto del Amor. Podemos decir, que donde hay dolor, hay ausencia de Amor. 

10. Tú que prefieres la separación a la cordura no puedes hacer que ésta tenga lugar en tu mente recta. 2Estabas en paz hasta que pediste un favor especial. 3Dios no te lo concedió, pues lo que pedías era algo ajeno a Él, y tú no podías pedirle eso a un Padre que realmente amase a Su Hijo. 4Por lo tanto, hiciste de Él un padre no amoroso al exigir de Él lo que sólo un padre no amo­roso podía dar. 5Y la paz del Hijo de Dios quedó destruida, pues ya no podía entender a su Padre. 6Tuvo miedo de lo que había hecho, pero tuvo todavía más miedo de su verdadero Padre, al haber atacado su gloriosa igualdad con Él. 

¿Qué petición ha hecho el Hijo de Dios a Su Padre para que se la negara? La única petición posible tendría que haber sido aquella que exigiera a Dios Su propia negación, es decir, renunciar a Su propia Identidad, renunciar a Su Ser, renunciar al Amor y aceptar el miedo como su nueva identidad.

Dios no puede dar lo que no es. En cambio, el Hijo de Dios, creyó que ello era posible, y tal creencia lo llevó a inventar una falsa identidad: renegó de lo que era -amor-, para ver un nuevo “ropaje”, la individualidad, la separación y el miedo. Tuvo miedo de lo que había hecho y tuvo miedo de su verdadero Padre, pues ese miedo, fue su elección a nivel mental. 

11. Cuando estaba en paz no necesitaba nada ni pedía nada. 2Cuando se declaró en guerra lo exigió todo y no encontró nada. 3¿De qué otra manera podía haber respondido la dulzura del amor a sus exigencias, sino partiendo en paz y retornando al Padre? 4Si el Hijo no deseaba permanecer en paz, no podía permanecer aquí en absoluto. 5Una mente tenebrosa no puede vivir en la luz, y tiene que buscar un lugar tenebroso donde poder creer que allí es donde se encuentra aunque realmente no sea así. 6Dios no permitió que esto ocurriese. 7Tú, no obstante, exigiste que ocu­rriese, y, por consiguiente, creíste que ocurrió. 

Escindirse de la Luz, nos sitúa en su ausencia, es decir, en la oscuridad. Luz es Unidad, por lo que la oscuridad es división, separación. Luz es Amor, por lo que la oscuridad es miedo. Luz es Entendimiento y Conocimiento, la oscuridad es ignorancia y demencia. Luz es la Verdad y Real, oscuridad es falsedad e ilusión. 

12. "Singularizar" es "aislar" y, por lo tanto, causar soledad. 2Dios no te hizo eso. 3¿Cómo iba a poder excluirte de Sí Mismo, sabiendo que tu paz reside en Su Unicidad? 4Lo único que te negó fue tu petición de dolor, pues el sufrimiento no forma parte de Su creación. 5Habiéndote otorgado la capacidad de crear, no podía quitártela. 6Lo único que pudo hacer fue contestar a tu petición demente con una respuesta cuerda que residiese contigo en tu demencia. 7Él ciertamente hizo eso. 8No es posible oír Su res­puesta sin renunciar a la demencia. 9Su respuesta es el punto de referencia que se encuentra más allá de las ilusiones, desde el cual puedes contemplarlas y ver que son dementes. 10Basta con que busques ese lugar y lo encontrarás, pues el Amor reside en ti y te conducirá hasta él. 

La respuesta de Dios no podía hacer real el dolor, pues el dolor es el efecto de la ausencia del Amor. Dios no puede negarse a Si Mismo, pues de hacerlo, todas Sus Creaciones serían falsas.

miércoles, 24 de julio de 2024

Capítulo 13. III. El miedo a la redención (1ª parte).

III. El miedo a la redención (1ª parte).

 

1.  Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. 2Puede que también pienses que al Espíritu Santo le sería muy fácil mostrártelo desvanecerlo, sin que tú tuvieses necesidad de traerlo a la conciencia. 3Hay, no obs­tante, un obstáculo adicional que has interpuesto entre la Expia­ción y tú. 4Hemos dicho que nadie toleraría el miedo si lo reconociese. 5Pero en tu trastornado estado mental no le tienes miedo al miedo. 6No te gusta, pero tu deseo de atacar no es lo que realmente te asusta. 7Tu hostilidad no te perturba seriamente. 8La mantienes oculta porque tienes aún más miedo de lo que encubre. 9Podrías examinar incluso la piedra angular más tenebrosa del ego sin miedo si no creyeses que, sin el ego, encontrarías dentro de ti algo de lo que todavía tienes más miedo. 10No es de la crucifi­xión de lo que realmente tienes miedo. 11Lo que verdaderamente te aterra es la redención. 

¿Por qué nos aterra la redención? Ya hemos visto en el apartado II, como la identificación del Hijo de Dios con el ego puede convertirse en un obstáculo para recordar nuestra verdadera identidad. Al desconectarse de la Fuente directa del conocimiento, la mente ha elegido ver una realidad diferente la cual le ha llevado a la creencia de que es la causa de su propia creación. Ese estado, al que se le ha llamado “sueño”, mantiene a la mente prisionera de su propia oscuridad, sin saber que está en posesión de la llave que ha de liberarla de tal estado.

Para el sistema de pensamiento del ego, con el cual nos encontramos identificados, el miedo, la culpa, el ataque, la separación, son sus pilares más sólidos y sobre los cuales se encuentra levantado su hogar, el cuerpo. El ego no siente miedo del miedo, sino del amor. La redención es la llave que abre los barrotes de la celda en la que nos encontramos privados de la libertad; es la luz que disipa la oscuridad que percibimos en nuestras pesadillas. La redención no puede ser aceptada por el ego, pues el ego es hijo de la culpa, y, si ésta desaparece, desaparecería el ego, igualmente. 

2. Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios, y de eso es de lo que realmente tienes miedo. 2Pues este recuerdo te restituiría instantáneamente al lugar donde te corresponde estar, del cual te has querido marchar. 3El miedo al ataque no es nada en comparación con el miedo que le tienes al amor. 4Estarías dispuesto incluso a examinar tu salvaje deseo de dar muerte al Hijo de Dios, si pensases que eso te podría salvar del amor. 5Pues éste deseo causó la separación, y lo has protegido porque no quie­res que ésta cese. 6Te das cuenta de que al despejar la tenebrosa nube que lo oculta el amor por tu Padre te impulsaría a contestar Su llamada y a llegar al Cielo de un salto. 7Crees que el ataque es la salvación porque el ataque impide que eso ocurra. 8Pues subya­cente a los cimientos del ego, y mucho más fuerte de lo que éste jamás pueda ser, se encuentra tu intenso y ardiente amor por Dios, y el Suyo por ti. 9Esto es lo que realmente quieres ocultar. 

La redención abrirá nuestros ojos y nos permitirá ver que el mundo del ego no es nada. Nos permitirá despertar de la pesadilla de nuestros sueños y reconocer que somos los soñadores y, como tal, podemos elegir tener sueños felices. La redención nos permitirá reconocer como el Hijo de Dios y que formamos la santa Filiación unidos al Padre por nuestra condición de Amor. 

3. Honestamente, ¿no te es más difícil decir "te quiero” que "te odio"? 2Asocias el amor con la debilidad y el odio con la fuerza, y te parece que tu verdadero poder es realmente tu debilidad. 3Pues no podrías dejar de responder jubilosamente a la llamada del amor si la oyeses, y el mundo que creíste haber construido desaparecería. 4El Espíritu Santo, pues, parece estar atacando tu fuerza, ya que tú prefieres excluir a Dios. aMas Su Voluntad no es ser excluido. 

El verdadero Amor no lo ve el ego. El sistema de pensamiento del ego confunde ese Amor con el deseo que despierta la atracción física y con la atracción que despierta la simpatía de compartir ideas, las cuales son filtradas por el colador del juicio, separando todo aquello que no está en sintonía con nuestros pensamientos. Ese tipo de amor, da lugar a las relaciones especiales, las cuales están condicionadas por el pensamiento de la culpa. Este tipo de relaciones responden a la atracción por compensar carencias inconscientes que subyacen en nuestra mente. Cuando el amor del ego se enfrenta al miedo, tratará por todos los medios de protegerse de ese sentimiento, es entonces, cuando ese amor da lugar a la posesión y al sentimiento de propiedad: “tú me perteneces porque te amo”.

El ego, al no ver el verdadero Amor, lo asocia con la debilidad, y a la hora de elegir, se decanta por aquello que le hace sentir fortaleza, como el ataque y el egoísmo. 

4. Has construido todo tu demente sistema de pensamiento por­que crees que estarías desamparado en Presencia de Dios, y quie­res salvarte de Su Amor porque crees que éste te aniquilaría. 2Tienes miedo de que pueda alejarte completamente de ti mismo y empequeñecerte porque crees que la magnificencia radica en el desafío y la grandeza en el ataque. 3Crees haber construido un mundo que Dios quiere destruir, y que amando a Dios -y ciertamente lo amas- desecharías ese mundo, lo cual es, sin duda, lo que harías. 4Te has valido del mundo, por lo tanto, para encubrir tu amor, y cuanto más profundamente te adentras en los tenebro­sos cimientos del ego, más te acercas al Amor que yace allí oculto. 5Y eso es lo que realmente te asusta. 

Si analizamos el peculiar sistema de pensamiento del ego, la confusión que gobierna su mente le lleva a manifestarse de forma contradictorias, aunque en el fondo, la causa es la misma, la ausencia de amor. En este sentido, nos encontramos a los que niegan la existencia de Dios, alegando que ningún “dios” podría crear un mundo cruel para sus hijos. También nos encontramos, a los que sí creen en Dios, y lo utilizan como benefactor para conseguir los intereses egoístas que los mueven. Son los que invocan la ayuda de “dios” para ganar sus batallas, sus contiendas. Por otro lado, se encuentran los que por su devoción se consideran los fieles “mensajeros” de la divinidad, y en nombre del “amor” exigen y practican severos sacrificios en respuesta a sus sentimientos de culpa por ser pecadores.

Todos ellos, comparten el mismo error: la ausencia del verdadero Amor. 

martes, 23 de julio de 2024

Capítulo 13. II. El inocente Hijo de Dios (2ª parte).

 II. El inocente Hijo de Dios (2ª parte).

 

5. En la serena luz de la verdad, reconozcamos que crees haber crucificado al Hijo de Dios. 2No has admitido este "terrible" secreto porque todavía desearías crucificarlo si pudieses encon­trarlo. 3No obstante, este deseo ha hecho que el Hijo de Dios se mantenga oculto de ti, ya que es un deseo aterrante, y, por lo tanto, temes encontrarlo. 4La manera en que has lidiado con este deseo de matarte es desconociendo tu identidad e identificándote con lo que no eres. 5Has proyectado la culpabilidad ciega e indis­criminadamente, pero no has podido descubrir su fuente. 6Pues el ego quiere destruirte, y si te identificas con él no podrás sino creer que su objetivo es también el tuyo. 

El ego ha fabricado un mundo donde impera la oscuridad. La ausencia de luz, es sinónimo de falsedad, de error, de irreal, de ilusión, de fantasía, de miedo, de culpa. Todo esto se justifica por el hecho de que la luz es amor y la ausencia de amor, es miedo. Podemos decir, que el sistema de pensamiento del ego es “enemigo” del sistema de pensamiento de Dios. La separación es enemigo de la unidad. O bien el ego es real, o, lo es Dios.

Tal y como se recoge en este punto, el ego quiere destruir al Hijo de Dios. Es la única manera que tiene el ego, la creencia en la separación, de sobrevivir. Si nos identificamos con el sistema de pensamiento del ego, esto es, si nuestra mente sigue eligiendo ver de manera separada a la de Dios, estaremos haciendo real su identidad y el mundo que percibiremos nos ofrecerá sus “productos”: dolor, sufrimiento, pérdida, enfermedad, sacrificio, escasez, etc. 

6. He dicho que la crucifixión es el símbolo del ego. 2Cuando el ego se enfrentó con la verdadera inocencia del Hijo de Dios intentó darle muerte, y la razón que adujo fue que la inocencia es una blasfemia contra Dios. 3Para el ego, el ego es Dios, y la inocen­cia tiene que ser interpretada como la máxima expresión de culpabilidad que justifica plenamente el asesinato. 4Todavía no entiendes que cualquier miedo que puedas experimentar en cone­xión con este curso procede, en última instancia, de esa interpreta­ción, pero si examinases las reacciones que éste suscita en ti, te convencerías cada vez más de que eso es cierto. 

La crucifixión es el símbolo del ego, es la muerte del amor por el miedo; la negación de la Unidad por la creencia en la separación; es la pérdida de la inocencia por el sentimiento de culpa. 

7. Este curso ha afirmado explícitamente que su objetivo es tu felicidad y tu paz. 2pesar de ello, le tienes miedo. 3Se te ha dicho una y otra vez que te liberará, no obstante, reaccionas en muchas ocasiones como si estuviese tratando de aprisionarte. 4A menudo lo descartas con mayor diligencia de la que empleas para descartar los postulados del ego. 5En cierta medida, pues, debes creer que si no aprendes el curso te estás protegiendo a ti mismo. 6no te das cuenta de que lo único que puede protegerte es tu inocencia. 

Cualquier enseñanza que nos ayude a recordar nuestra verdadera identidad, la de ser el Hijo de Dios, será negada y atacada por el sistema de pensamiento del ego, pues aceptarla, ya lo hemos dicho en otras ocasiones, significaría la extinción de la identidad del ego, o lo que es lo mismo, dejaríamos de percibir lo falso y lo ilusorio, para ver la verdadera realidad del mundo real. 

8. La Expiación se ha interpretado siempre como lo que libera de la culpabilidad, y esto es cierto si se entiende debidamente. 2No obstante, incluso si yo te interpreto lo que es, puede que la rechaces y no la aceptes para ti mismo. 3Tal vez hayas reconocido la futilidad del ego y de sus ofrecimientos, pero, aunque no los deseas, puede que todavía no contemples la alternativa con agrado. 4En última instancia, tienes miedo de la redención y crees que te aniquilaría. 5No te engañes con respecto a la intensidad de ese miedo, 6pues crees que, en presencia de la verdad, puedes volverte contra ti mismo y destruirte. 

La autoría del mundo irreal, del mundo del ego, se encuentra en la libre elección ejecutada por el Hijo de Dios de ver un mundo diferente al creado por Su Padre. Podemos decir, que el mundo fabricado por el pensamiento erróneo de creer posible crear de manera diferente a la de Dios, ha llevado al Hijo de Dios a adquirir una identidad falsa, la del ego, y a proteger su sistema de pensamiento. Por este motivo, aceptar la vía de redención de ese error, la Expiación, es una elección que no está dispuesto a aceptar por miedo a perder la seguridad que le aporta su identidad falsa. Es una elección por la muerte y una negación de la vida. 

9. Criatura de Dios, eso no es así. 2Ese “secreto por el que te sientes culpable” no es nada, y si lo sacas la luz, la Luz lo desvane­cerá. 3No quedará entonces ninguna nube tenebrosa que pueda interponerse entre ti y el recuerdo de tu Padre, pues recordarás a Su inocente Hijo, que no murió porque es inmortal. 4Y te darás cuenta de que fuiste redimido juntó con él y de que nunca has estado separado de él. 5El que puedas recordar depende de que comprendas esto, pues ello implica que has reconocido el amor sin miedo. 6Con ocasión de tu vuelta a casa se producirá un gran júbilo en el Cielo y el júbilo será tuyo. 7Pues el hijo redimido del hombre es el Hijo inocente de Dios, y reconocerlo es tu redención. 

Recordar lo que somos, Hijos de Dios, inocentes y puros, libres de pecado y culpa, nos permitirá reconocer que el amor es la única vía de redención y la Filiación, la única vía de salvación.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 215

SEXTO REPASO Introducción 1.  Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos.  2 Además d...