viernes, 19 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 262

LECCIÓN 262

No dejes que hoy perciba diferencias.

1. Padre, tienes un solo Hijo. 2es a él a quien hoy deseo contemplar. 3Él es Tu única creación. 4¿Por qué habría de percibir miles de formas en lo que sigue siendo uno solo? 5¿Por qué habría de darle miles de nombres, cuando con uno solo basta? 6Pues Tu Hijo tiene que llevar Tu Nombre, ya que Tú lo creaste. 7No permitas que lo vea como algo ajeno a su Padre o a mí. 8Pues él es parte de mí, así como yo de él, y ambos somos parte de Ti que eres nuestra Fuente. 9Estamos eternamente uni­dos en Tu Amor y somos eternamente el santo Hijo de Dios.

2. Nosotros que somos uno, queremos reconocer en este día la verdad acerca de nosotros mismos. 2Queremos regresar a nuestro hogar y descansar en la unidad. 3Pues allí reside la paz, la cual no se puede buscar ni hallar en ninguna otra parte.


¿Qué me enseña esta lección?

En mi corazón ha resonado este mensaje. Al leerlo, mi mente se ha abierto a la Verdad, la única Verdad: Somos una Unidad con todo lo creado.

Hoy, esa verdad ha adquirido un tono más certero. Hasta este momento, he teorizado con el concepto de la unidad. He llegado a comprender su significado. Pero ha sido en un instante que he vivido la realidad que envuelve el Acto Creador de Dios: Hemos sido creados como Unidad y con un potencial para expresarnos a nivel individual.

El nombre sagrado Elohim significa El-los Dioses. Ese nombre se encuentra latente en nuestro genoma espiritual. Somos Hijos de Dios, y hemos heredado sus dones creadores.

Elohim expresa la Unidad y al mismo tiempo la Multiplicidad. La semilla es capaz de propagarse en múltiples frutos que a su vez dan lugar a nuevas semillas.

El Hijo de Dios es Uno y múltiple. Ha sido en el proceso de expresión de la individualidad que ha procesado la creencia de que es un ser diferente a los demás. Su identificación con el cuerpo material le ha llevado a adquirir una falsa identidad, que tan sólo logrará corregir retornando al Estado Primigenio de la Unidad, y eso tan sólo es posible cuando se reconoce como Espíritu y no como cuerpo.

Llegar a alcanzar la Visión de la Unidad despertará nuestra consciencia del sueño de la ilusión y nos movilizaremos para hacer real esa visión en el mundo.

Ejemplo-Guía: "¿Cómo tratarías al mundo, sabiendo que somos uno?"

No podemos dar aquello que no tenemos, y con ello quiero decir que no podemos tratar a los demás de una manera distinta a como nos tratamos a nosotros mismos.

Reflexionar sobre ello nos permitirá dar un paso muy importante que nos invitará a realizar un cambio en nuestro sistema de pensamiento.

Nuestro modus operandi nos revela que no sólo tratamos a los demás de la misma manera que nos tratamos a nosotros mismos, sino que, además, somos inconscientes de ello, eligiendo juzgar fuera de nosotros todo aquello que nos recuerda nuestra naturaleza interna. Los demás hacen de espejos de nosotros mismos y nos ofrecen, permanentemente, la oportunidad de vernos tal y como somos en nuestro fuero interno.

Te invito a mirar, con sinceridad y honestidad, a tu interior. Tómate tu tiempo; esta propuesta exige un ejercicio de memoria, pero sobre todo un ejercicio de amor hacia uno mismo. En la medida en que nos neguemos a reconocer nuestras "sombras", en la medida en que pretendamos ocultar nuestras debilidades, en esa misma medida será la dimensión del obstáculo que tendremos que salvar para alcanzar la paz interior.

En esa mirada, tal vez descubras a una parte de ti que se autocastiga, que se aplica un exceso de rigor, que se condena, que se critica, que se agrede con el castigo de la culpa. Si te has encontrado con esa visión de ti mismo, pregúntate, ¿Cómo no vas a castigar, condenar, criticar, agredir a los demás?

Tal vez no te preocupe esa revelación de ti mismo, ni te preocupe el maltrato a los demás. Prefieres seguir con tu sistema de pensamiento y creer que el otro se encuentra separado de ti.

Pero si te has cansado de dar esa respuesta y decides ver las cosas de otra manera, tal vez te interese realizar un ejercicio de imaginación y visualizar un mundo en el que reine la unidad entre todos sus seres. ¿Cómo tratarías a los demás?

La respuesta, estoy seguro de que la habrás intuido, no responderá esa pregunta en cuestión, sino que la replanteará: ¿Cómo me voy a tratar a mí mismo para tratar a los demás desde la unidad?


Reflexión: ¿Cómo entiendes la unidad del Hijo de Dios?

Capítulo 23. IV. Por encima del campo de batalla (4ª parte).

IV. Por encima del campo de batalla (4ª parte).

8. Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propó­sito de su Padre sabiendo que es también el suyo: 2no tienen necesidad de nada; 3cualquier clase de pesar es inconcebible; 4de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. 5El amor es su pasado, su pre­sente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y com­pletamente compartido. 6Saben que es imposible que su felicidad pueda jamás sufrir cambio alguno. 7Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. 8Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? 9¿Y podría ser algo que durase eternamente?

El cuerpo físico es un envoltorio con el que ocultamos nuestra verdadera identidad. La realidad que hemos otorgado a ese envoltorio se convierte en un obstáculo para percibir correctamente lo que somos en esencia. Es tan tangible para nuestros sentidos que nos ha hecho olvidar lo que realmente somos. Y lo que es peor, ignora que ese envoltorio es ilusorio, es temporal, mientras que lo que somos es eterno e intemporal.

Al tratarse de un envoltorio, podemos deshacernos de él. ¿Cómo podemos hacerlo sin ponerle fin a su existencia?, se preguntará el ego. No tenemos que deshacernos del envoltorio en los términos en los que el ego cree, sino en aquellos en los que nos lo dicta la razón del Espíritu Santo, deshaciendo la falsa creencia y sustituyéndola por la creencia verdadera. Dicho de otra manera, dejando de creer en el envoltorio y dándole valor al contenido, a la mente.

Cuando estemos dispuestos a realizar ese cambio en nuestra mente, estaremos compartiendo el propósito del Padre y sabremos que la escasez percibida mientras hemos servido al sistema de pensamiento del ego era una ilusión. Ver y Ser lo que somos nos hace gozar de la abundancia divina. Es la mente la que decide creer en la necesidad desde el miedo o crear abundancia desde el amor.

Crear un mundo desde el amor es vivir eternamente en él. Las consecuencias de esa elección nos llevan a experimentar la paz, la felicidad, la dicha, la unidad en cada presente.

9. Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. 2¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? 3Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofre­cer o poseer. 4Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. 5La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla. 6¿Qué puede estar en con­flicto con lo que lo es todo? ¿Y qué hay que, ofreciendo menos, pudiese ser más deseable? 8¿A quién que esté respaldado por el amor de Dios podría resultarle difícil elegir entre los milagros y el asesinato?

Si lo tenemos todo, si somos todo, si no somos un envoltorio sino su contenido, ¿por qué luchamos por el deseo de ser especial que nos inspira ser el envoltorio? Nuestra mente debe estar demente si elige la lucha en vez de la paz; nuestra mente debe estar poseída por una creencia que hace real lo ilusorio y niega la verdad. Nuestra mente debe estar sumida en un profundo sueño del que no acaba de despertar.

La ignorancia de lo que somos, lo decíamos más arriba, se convierte en un obstáculo que nos impide conocer el inmenso poder que tiene nuestra mente para crear nuestra realidad. Si nuestra mente está en comunión con la Voluntad del Padre, lo estará igualmente con Su Abundancia, con Su Plenitud, lo que significa que somos parte de esos dones. ¿Quién, teniendo los dones de Dios, desea algo más? Tan sólo aquellos que desean ser especial; ser diferentes a Dios. Ese deseo de ser especial los desliga de la fuente de la abundancia y los sitúa en un nivel de conciencia donde se percibe un mundo separado en el que el miedo ha sustituido al amor y la escasez a la abundancia.

Una mente egoísta tan sólo puede dar lo que tiene: miedo.

Una mente unida tan sólo puede dar lo que tiene: amor. 

jueves, 18 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 261

¿Qué es el cuerpo?

1. El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios se imagina haber erigido para separar partes de su Ser de otras partes. 2Cree vivir dentro de esa cerca, para morir a medida que ésta se deteriora y se desmorona. 3Pues cree estar a salvo del amor dentro de ella. 4Al identificarse con lo que considera es su seguridad, cree ser lo que ésta es. 5¿De qué otro modo, si no, podría estar seguro de que permanece dentro del cuerpo, y de que mantiene al amor afuera?

2. El cuerpo no perdurará. 2Sin embargo, para él eso supone una doble seguridad. 3Pues la temporalidad del Hijo de Dios es la "prueba” de que sus cercas funcionan y de que están llevando a cabo la tarea que su mente les asignó. 4Pues si su unidad aún permaneciese intacta, ¿quién podría atacar y quién podría ser ata­cado? 5¿Quién podría ser el vencedor? 6¿Quién la presa? 7¿Quién podría ser la víctima? 8¿Quién el asesino? 9Y si él no muriese, ¿qué "prueba" habría de que el eterno Hijo de Dios puede ser des­truido?

3. El cuerpo es un sueño. 2Al igual que otros sueños, a veces pa­rece reflejar felicidad, pero puede súbitamente revertir al miedo, la cuna de todos los sueños. 3Pues sólo el amor puede crear de verdad, y la verdad jamás puede temer. 4Hecho para ser temeroso, el cuerpo no puede sino cumplir el propósito que le fue asignado. 5Mas podemos cambiar el propósito que el cuerpo obedece si cambiamos de parecer con respecto a su finalidad.

4. El cuerpo es el medio a través del cual el Hijo de Dios recobra la cordura. 2Aunque el cuerpo fue concebido para condenarlo al infierno para siempre, el objetivo del Cielo ha sustituido a la búsqueda del infierno. 3El Hijo de Dios busca la mano de su her­mano para ayudarlo a marchar por la misma senda que él. 4Ahora el cuerpo es santo. 5Ahora su propósito es sanar la misma mente para dar muerte a la cual fue concebido.

5. Te identificarás con lo que pienses que te ha de dar seguridad. 2Sea lo que sea, creerás que ello es lo que tú eres. 3Tu seguridad reside en la verdad, no en las mentiras. 4El amor es tu seguridad. 5El miedo no existe. 6Identifícate con el amor, y estarás a salvo. 7Identifícate con el amor, y estarás en tu morada. 8Identifícate con el amor, y hallarás tu Ser.

LECCIÓN 261

Dios es mi refugio y seguridad.

1. Me identificaré con lo que creo que es mi refugio y mi seguridad. 2Me veré a mí mismo allí donde percibo mi fuerza y pensaré que vivo dentro de la ciudadela en la que estoy a salvo y en la que no puedo ser atacado. 3No dejes que hoy busque seguridad en el peligro ni que trate de hallar mi paz en ataques asesinos. 4Vivo en Dios. 5En Él encuentro mi refugio y mi fortaleza. 6En Él radica mi Identidad. 7En Él reside la paz eterna. 8Y sólo allí recordaré Quién soy realmente.

2. No dejes que vaya en pos de ídolos, 2Padre mío, pues lo que deseo es estar Contigo en casa. 3Elijo ser tal como Tú me creaste y encontrar al Hijo que Tú creaste como mi Ser.


¿Qué me enseña esta lección?

Desde pequeño, recuerdo que cuando hacía frente a episodios de miedos, buscaba la presencia inmediata de mis seres queridos, pues ellos tenían el poder de calmar mi ansiedad y alejar mis temores. Hoy, comprendo que el amor que sentía por ellos era suficiente para sentirme seguro y protegido.

El amor disipa el miedo. El amor aporta seguridad y protección. El amor es la esencia con la que hemos sido creados por nuestro Hacedor. El amor es nuestra condición natural.

El miedo es la ausencia de amor. El miedo procede de la identificación errónea con el cuerpo material, el cual se siente amenazado al creerse separado de los demás cuerpos. El miedo es la consecuencia de la ilusión del pecado. Sentimos temor de Dios, pues interpretamos que nuestro acto creador ha despertado su ira y justificado su venganza. El miedo reclama nuestro sacrificio y suscita la experiencia del sufrimiento, como vías de purificación y redención. El miedo pone fin a su hegemonía cuando permitimos que la luz penetre en nuestra consciencia y disipe la oscuridad del temor. La luz es el símbolo de la unidad, mientras que las tinieblas son el símbolo de la separación.

¿Qué padre no protege a su hijo?

Dios es nuestro refugio y Su luz —el Amor— nos protege.


Ejemplo-Guía: "Vivir sin miedos".

La creencia de que el cuerpo nos aporta seguridad nos ha llevado a la fabricación de formas, cada vez más terroríficas, para superar nuestros miedos.

El ego no le tiene miedo al cuerpo, le tiene miedo al amor. No tenerle miedo al amor significaría el fin de su identidad, el reconocimiento de que su mundo es irreal, es una ilusión.

Te imaginas un mundo en que se pueda vivir sin miedos. Vencer el miedo en este mundo es el paso previo al retorno de nuestro despertar. Dentro del sueño, tener consciencia de que somos los soñadores de nuestros sueños nos invita a elegir tener sueños felices. Tal vez haya sido necesario experimentar pesadillas y recibir el consuelo de nuestros progenitores para darnos cuenta de la ilusión de nuestros temores.

Es de esta forma como podremos dejar de dar significado al miedo, cuando aceptamos la presencia de Dios en nuestras mentes, en nuestras vidas. En ese encuentro, en ese instante santo, recordamos nuestra verdadera identidad y entregamos nuestras defensas al Espíritu Santo, el cual guía nuestras mentes hasta la "indefensión".

Vivir sin miedos tiene un sólo requisito previo: dejar de creer en la separación. Tomar consciencia de que nada externo a nosotros existe y, por lo tanto, nada externo nos puede dañar, nos elevará a un estado de total libertad.


Utilicemos nuestra imaginación para crear pensamientos libres de miedos. Ese pensamiento adoptará un "cuerpo", convirtiéndose en experiencias, que nos llevarán a percibir de manera correcta, con la visión unificadora de que todo forma parte del Todo.


Reflexión: ¿Qué te aporta más seguridad, el miedo o el amor?

Capítulo 23. IV. Por encima del campo de batalla (3ª parte).

IV. Por encima del campo de batalla (3ª parte).

6. Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. 2Incluso cuando se presenta en formas que no reco­noces, conoces las señales: 3una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. 4Conoces esto muy bien. 5Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. 6Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. 7Pues habrás elegido permane­cer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.

La pérdida de la paz es la señal inequívoca de que hemos elegido como guía al ego. Cuando esta sensación ocupa nuestra mente, debemos recordar de inmediato que nuestro verdadero hogar se encuentra en el Cielo, es decir, en el Mundo de Dios, donde todo es Uno. Lo que realmente estamos haciendo al invocar ese recuerdo en nuestra mente es elevarnos más allá de lo mundano, de la percepción errónea, y decidir ver la situación de la mano de la razón y elegir al guía correcto, a la Voz que habla por Dios, al Espíritu Santo.

Elegir es la clave que transforma nuestra realidad. Elegir al guía correcto, al que nos aporta paz, es crear. Mientras que elegir al falso guía que nos seduce con la promesa de satisfacer todos nuestros deseos especiales es apostar por la pérdida de la paz y de la felicidad.

7. No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. 2No tienes un punto de referencia desde el que observar y desde el que lo que ves pueda tener significado. 3Pues sólo los cuerpos pueden atacar y asesinar, y si éste es tu propósito, eso quiere decir que eres un cuerpo. 4Sólo los propósitos unifican, y aquellos que comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. 5El cuerpo de por sí no tiene propósito alguno, y no puede sino ser algo solitario. 6Desde abajo, no puede ser transcendido. 7Desde arriba, las limita­ciones que les impone a aquellos que todavía batallan desapare­cen y se hace imposible percibirlas. 8El cuerpo se interpone entre el Padre y el Cielo que Él creó para Su Hijo precisamente porque no tiene ningún propósito.

Otra de las claves relevantes que nos ayudará en el proceso de transformación de la conciencia, en el despertar espiritual, es analizar la función que realiza el cuerpo. Si lo hacemos, descubriremos que carece de la capacidad creadora, la cual procede de la mente. 

Los postulados de la ciencia, durante muchos años, han defendido que el cuerpo es el centro motor de la vida. Esa visión permitió abogar a los estudiosos por una ciencia determinista en la que el cuerpo tenía el mayor protagonismo.

Hoy día, gracias a las aportaciones de la física cuántica, la ciencia determinista newtoniana se ve obligada a corregir muchos de sus postulados y dar paso a una nueva visión de la realidad de la forma. En este nuevo mundo de paradigmas, la mente (no el cerebro) adquiere un especial énfasis a la hora de determinar el aspecto de la realidad percibida. Podemos decir que las nuevas teorías, poco a poco, nos van acercando a la visión de que somos mentes y no cuerpos.

El cuerpo no tiene propósito; en cambio, la mente sí. Por lo tanto, debemos situarnos en el nivel de la mente si queremos conseguir corregir el error de creernos separados unos de otros, con lo que ello significa, elegir un mundo de miedo o un mundo de amor.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 260

LECCIÓN 260

Que recuerde que Dios me creó.

1. Padre, yo no me creé a mí mismo, aunque en mi demencia creí que así había sido. 2No obstante, en cuanto que Pensamiento Tuyo, no he aban­donado mi Fuente y sigo siendo parte de Aquel que me creó. 3Tu Hijo, Padre mío, Te llama hoy. 4Que recuerde que Tú me creaste. 5Que recuerde mi Identidad. 6Y que deje que mi impecabilidad vuelva a alzarse ante la visión de Cristo, a través de la cual deseo hoy contemplar a mis hermanos y contemplarme a mí mismo.

2. Ahora recordamos nuestra Fuente, y en Ella encontramos por fin nuestra verdadera Identidad. 2Somos en verdad santos porque nuestra Fuente no conoce el pecado. 3Y nosotros que somos Sus Hijos, somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él.

¿Qué me enseña esta lección?

No puedo recordar aquello en lo que no creo.

Vemos aquello en lo que creemos, y esa es la razón por la que nos encontramos plenamente identificados con el cuerpo, pues el ego es la creencia de que somos tan sólo un vehículo material.

Tener certeza en lo que somos nos llevará a recordar que Dios nos creó. Ese instante de recordar se traduce a un estado de toma de consciencia, que debe llevarnos a actuar de acuerdo a la condición que hemos hecho consciente.

No podemos conformarnos con llevar a cabo un mero acto mental en el que nos decimos: “Soy Hijo de Dios”. Esta afirmación puede quedar vacía, sin contenido, si no va acompañada de la firme decisión de poner nuestra voluntad al servicio del Amor, de la verdad.

¿Esto qué quiere decir? Sencillamente, debemos hacer que todos y cada uno de nuestros actos sean la manifestación de nuestros pensamientos amorosos. En las relaciones con el mundo, dejaremos de juzgar y condenar a nuestros hermanos y, en cambio, veremos en sus rostros el Sagrado Rostro de la Divinidad.

Ejemplo-Guía: "Creados a Su imagen y semejanza".

Cuando elegí este tema de debate y reflexión, me surgió una pregunta que quiero compartir con vosotros: ¿Qué imagen tengo de Dios?

Permítanme reflexionar en voz alta. Si nunca he visto a Dios, ¿cómo puedo tener una imagen suya? Pero, si la cita bíblica afirma que he sido creado a Su imagen y yo tengo conciencia de mi propia imagen, entonces, Dios tiene que tener un cuerpo. Esta reflexión no es ninguna tontería. La cultura, sobre todo la pintura y la escultura, nos ha hecho llegar una visión de un Dios poderoso, musculoso, con una larga melena y una copiosa barba blanca y con una aureola de luminosidad, como expresión simbólica de su identidad divina. ¿Cómo puedo pensar que Dios es algo diferente a esa imagen tan cultivada?

Todos sabemos que ese lenguaje, utilizado por los artistas, pertenece a lo simbólico. Pero lo que sí reviste importancia de esa visión de Dios es que, independientemente del envoltorio que adquiera (pensamos que, dado su inmenso poder, puede reproducir cualquier forma), se encuentra fuera de nosotros, es decir, nos dirigimos a Él como si se encontrara en el exterior, en una dimensión superior.

Entonces, ¿hemos sido creados a Su imagen y semejanza? Sí.

Esta afirmación nos lleva a plantear una nueva cuestión. Si hemos sido creados a Su imagen y semejanza, entonces, la imagen que tenemos de nosotros mismos no es real. Es decir, si Dios no tiene forma corporal, su Hijo tampoco debe tenerla. Hemos alcanzado un punto que viene a confirmar uno de los principales mensajes que nos aporta Un Curso de Milagros: "El mundo que percibimos no es real".

Un Curso de Milagros nos refiere con relación al tema que estamos analizando lo siguiente:

“La afirmación "Dios creó al hombre a imagen y semejanza pro­pia" necesita ser reinterpretada. "Imagen" puede entenderse como "pensamiento", y "semejanza" como "de una calidad semejante." Dios efectivamente creó al espíritu en Su Propio Pensa­miento y de una calidad semejante a la Suya Propia. No hay nada más" (T-3.V.7:1-4). 

Esta aclaración es importante hacerla, pues el Curso da una interpretación diferente al término "imagen" y no conocerla puede dar motivo a confusión. 

"(...) es imposible que puedas percibirte a ti mismo correcta­mente. No tienes una imagen que puedas percibir. La palabra "imagen" está siempre vinculada a la percepción y no forma parte del conocimiento. Las imágenes son simbólicas y representan algo diferente de ellas mismas" (T-3.V.4:4-7). 

Al no ser un cuerpo, no podemos tener una imagen de lo que somos realmente, pues el espíritu, al no ser visible en el mundo, no puede ser percibido.

Si pensamos que somos un cuerpo, es lógico que otorguemos a nuestros padres físicos la autoría de nuestra creación. Cuando se produce el proceso de nuestro despertar, esa visión sufre una profunda transformación, pues la figura del padre físico es trascendida por la Presencia del Padre verdadero, del Padre Espiritual. Esto no quiere decir que nos mostremos distantes con nuestros hacedores físicos; digo esto porque he sido testigo de la rotura de familias al intentar aplicar lo que debe ser un proceso natural de una manera exagerada y extrema (teórica). Tan sólo debemos hacernos una pregunta para saber si estamos haciendo el proceso de forma natural: ¿cómo puedo dejar de amar a mi padre físico, aludiendo que no es nuestro verdadero Padre, cuando realmente es nuestro hermano?


Reflexión: Recuerda que eres invulnerable: ¿cómo te sientes?

Capítulo 23. IV. Por encima del campo de batalla (2ª parte).

IV. Por encima del campo de batalla (2ª parte).

3. Dios no comparte Su función con un cuerpo. 2El le encomendó a Su Hijo la función de crear porque es la Suya Propia. 3Creer que la función del Hijo es asesinar no es un pecado, pero sí es una locura. 4Lo que es lo mismo no puede tener una función dife­rente. 5La creación es el medio por el que Dios se extiende a Sí Mismo, y lo que es Suyo no puede sino ser de Su Hijo también. 6Pues, o bien el Padre y el Hijo son asesinos, o bien ninguno de los dos lo es. 7La vida no crea a la muerte, puesto que sólo puede crear a semejanza propia.

Desde el punto de vista del sistema de pensamiento del ego, que, como sabemos, está basado en la percepción, el cuerpo se identifica como lo que somos; dicho de otro modo, el cuerpo es nuestra identidad. Siguiendo el hilo de ese razonamiento, si somos un cuerpo, lo que experimentemos a través de él debe llevar el mismo sello de identidad; esto es, debe ser perceptible. Esta manera de ver las cosas nos lleva a negar todo aquello que no sea percibido por los cinco sentidos físicos. Podríamos decir que el cuerpo da valor a la forma desechando el contenido.

¿Y si no fuésemos un cuerpo? ¿Y si en realidad nuestra identidad verdadera es espiritual? Si ello fuese así, nuestras experiencias no procederían del mundo de la forma, sino del mundo del contenido, lo que significaría que dichas experiencias serían el fruto de nuestras creaciones, del uso que hagamos de la esencia con la que hemos sido creados. Esa esencia es el amor.  La experiencia de crear, podemos llamarla experimentar a Cristo en nuestro Ser.

Lo que procede del cuerpo-percepción no nos aporta esa experiencia crística dado que la causa de la percepción procede de la creencia errónea en la separación. 

4. La hermosa luz de tu relación es como el Amor de Dios. 2Mas aún no puede asumir la sagrada función que Dios le encomendó a Su Hijo, puesto que todavía no has perdonado a tu hermano com­pletamente, y, por ende, el perdón no se puede extender a toda la creación. 3Toda forma de asesinato y ataque que todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es, limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el mundo. 4Aun así, el Espíritu Santo sabe cómo multiplicar tus pequeñas ofrendas y hacerlas poderosas. 5Sabe también cómo ele­var tu relación por encima del campo de batalla para que ya no se encuentre más en él. 6Esto es lo único que tienes que hacer: reco­nocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla.

La vida no puede crear a la muerte; tan sólo puede crear a semejanza propia. La afirmación de Jesús nos da la clave para que nuestra experiencia en el mundo de la forma, del sueño, nos resulte fácil identificarlo como una ilusión. 

El ego utilizará su amplio arsenal de armas para defender su sistema de pensamiento y para ganar nuestra fidelidad a él. Sin embargo, si utilizamos la razón que nos ofrece la guía del Espíritu Santo y reflexionamos sobre los regalos que nos ofrece este mundo demente en el que el fin último es alcanzar la muerte, llegamos a plantearnos la siguiente pregunta: ¿cómo puedo elegir un mundo de muerte a uno de vida?

Todo comenzó con un pensamiento erróneo al que llamamos pecado y que nos hizo olvidar nuestra impecabilidad e inocencia. 

El error se corrige con la rectitud, pero el pecado se perpetúa con la culpa. El perdón es el antídoto que nos abre las puertas de la salvación. Si nuestra mente se pone al servicio del Espíritu Santo e invocamos la Expiación, nuestra percepción será corregida y recordaremos nuestra verdadera identidad y nuestra unidad con la Filiación.

5. Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. 2Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. 3Aquí, en medio de él, cierta­mente parece real. 4Aquí has elegido ser parte de él. 5Aquí tu elección es asesinar. 6Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. 7Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. 8Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. 9Y éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. 10¿Cómo ibas a poder percibir una batalla como inexistente si participas en ella? 11¿Cómo ibas a poder reconocer la verdad de los milagros si el asesinato es tu elección?

El pecado y la culpa se convierten en nuestro campo de batalla. Somos adictos a pensar que Dios se siente engañado por nuestro acto pecador y que, en justicia, se vengó de nosotros expulsándonos del paraíso terrenal donde gozábamos de su protección y grandeza.

La percepción del cuerpo favorece la creencia en la separación y en los peligros que esa visión nos aporta desde el punto de vista de la seguridad personal. El deseo de ser especial gobierna nuestro sistema de creencias y nuestra vida se convierte en una permanente lucha para garantizar que nadie nos puede arrebatar lo que poseemos, pues lo que tenemos es lo que somos.

La elevación a lo más alto es la metáfora que utiliza Jesús para invitarnos a ir más allá de la percepción del mundo físico y verlo desde la visión superior, desde la visión espiritual, desde la visión crística de la unidad. Elevarnos significa ir más allá de lo mundano con el propósito de alcanzar el Cielo. Dicho de otro modo, ir más allá de la creencia en la separación para fundirnos en la verdad de la unidad que gobierna el Cielo.

martes, 16 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 259

LECCIÓN 259

Que recuerde que el pecado no existe.

1. El pecado es el único pensamiento que hace que el objetivo de alcanzar a Dios parezca irrealizable. 2¿Qué otra cosa podría impe­dirnos ver lo obvio, o hacer que lo que es extraño y distorsionado parezca más claro? 3¿Qué otra cosa sino el pecado nos incita al ataque? 4¿Qué otra cosa sino el pecado podría ser la fuente de la culpabilidad y exigir castigo y sufrimiento? 5¿Y qué otra cosa sino el pecado podría ser la fuente del miedo, al eclipsar la creación de Dios y conferirle al amor los atributos del miedo y del ataque?

2. Padre, hoy no quiero ser presa de la locura. 2No tendré miedo del amor ni buscaré refugio en su opuesto. 3Pues el amor no puede tener opuestos. 4Tú eres la Fuente de todo lo que existe. 5Y todo lo que existe sigue estando Contigo, así como Tú con ello.

¿Qué me enseña esta lección?

La creencia en el pecado está tan arraigada en nuestro inconsciente colectivo e individual que hemos desarrollado una aptitud hacia el castigo, que condiciona nuestra vida. Pensamos que en la medida en que nos sometemos al sufrimiento, al sacrificio, con el fin de redimir nuestras culpas, nos liberaremos de ese pesado fardo.

El pecado es el origen del miedo. El miedo es la ausencia del Amor; por lo tanto, el pecado adquiere protagonismo cuando decidimos renunciar al Amor, cuando elegimos escindirnos de la relación de Unidad con nuestro Padre.

Esa falta de amor nos llevó a fabricar una condición ilusoria basada en la separación de la fuente primordial. El pecado nos llevó a la culpa y la creencia en la violación del Precepto Divino de no comer del Árbol del Bien y del Mal. Propició la visión de un Dios "vengativo", el cual debía estar muy enfadado con su Hijo y al cual había que complacer para calmar su ira.

Nuestras desgracias se las atribuimos al pecado, al divorcio establecido entre el Hijo y Su Padre. Nuestro Creador, con la intención de enderezar nuestro camino, nos impone pruebas y castiga nuestras debilidades. Esa falsa creencia atormenta nuestra alma y nos condiciona al dolor y a la muerte.

Hoy declaro que me deshago de la fe en el pecado. Y que en el mundo onírico donde soy el soñador, lo que denomino error es una condición que permite la corrección.


Ejemplo-Guía: "Ataco, cuando me creo separado".

El ataque encuentra su causa en la creencia en la separación y la visión de la separación da lugar a la creencia en el pecado. Todo ello es una ilusión. Carece de significado. Al carecer de significado, fabricamos un mundo donde impera la demencia, pues damos credibilidad a lo irreal.

Dar traslado, en nuestras vidas, a estas afirmaciones nos lleva a reflexionar sobre la causa oculta que se esconde en cada relación, y de la cual somos totalmente inconscientes. Quizás comprendamos ahora la razón por la que el miedo prevalece sobre el amor a la hora de mantener una relación. Si al ver al otro, estamos viendo un cuerpo separado del nuestro, en esa visión va implícito el temor oculto de ser atacado.

El otro desea lo que yo tengo. No es un pensamiento carente de sentido cuando, en verdad, el otro está representando la proyección de nuestro mundo interno. Por lo tanto, lo que yo deseo, el otro lo desea. Es así como nosotros lo creemos. Ese enfoque de deseos nos lleva al enfrentamiento en algún punto del camino. Cuando esto ocurre, tenemos dos opciones: nos enfrentamos al temeroso deseo de ser desposeído de nuestras posesiones o decidimos vencer nuestros miedos y apostamos por liberarnos de aquello que nos oprime interiormente. Ese gesto interno exige una visión nueva que se llama perdón. El perdón es la manifestación más cercana al amor, en este mundo. Por lo tanto, el perdón es el antídoto más eficaz sobre el pecado, sobre el miedo.

La visión interna proyectada sobre el otro nos lleva a percibir fuera lo que ocultamos en nuestro interior. Si nos sentimos pecadores (visión de la separación), esa visión es muy dolorosa para reconocerla, así que decidimos luchar contra ella, pero no lo hacemos interiormente, sino fuera de nosotros. Ese es el motivo por el que condenamos exteriormente aquello que estamos condenando a nivel interno.

La lección de hoy nos está aportando la clave principal que acabaría con las luchas, las guerras, las oposiciones, las rivalidades, las acusaciones, los maltratos, las violaciones, los asesinatos, etc.

Una vez más tenemos que hacer énfasis sobre la importancia de la elección, mejor dicho, de volver a elegir. De ser conscientes de elegir de manera diferente a como lo hemos estado haciendo.

Cuando nos encontremos frente al otro, no veamos a un desconocido, a alguien separado de nosotros. Veamos la verdad. Veamos lo real. Ese "otro" no es "otro". Es nuestro hermano, y junto a él, formamos la Filiación del Hijo de Dios. Nuestras mentes son una con la Mente de nuestro Creador.

Recordemos que no somos pecadores, que gozamos de la inocencia del Hijo de Dios. Que ningún "otro" puede hacernos daño, ni atacarnos, si nosotros no le otorgamos ese poder, pues nosotros no somos un cuerpo, sino Espíritu, y el Espíritu es invulnerable.


Dejemos de relacionarnos con el "otro" desde la visión del cuerpo, pues esa visión favorece el ataque y, por lo tanto, el pecado. Veámonos como realmente somos.



Reflexión: ¿Pensamos que el correctivo del pecado debe ser el castigo?

Capítulo 23. IV. Por encima del campo de batalla (1ª parte).

IV. Por encima del campo de batalla (1ª parte).

1. No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber guerra. 2Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte. 3Sin embargo, Dios sigue siendo el único refugio. 4En Él no hay ataques, ni el Cielo se ve acechado por ninguna clase de ilusión. 5El Cielo es completamente real. 6En él las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en conflicto. 7No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. 8Pero sí se te pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la intención del mismo. 9Y es eso lo que te asusta, no la forma que adopta. 10Lo que no es amor es asesinato. 11Lo que no es amoroso no puede sino ser un ataque. 12Toda ilusión es un asalto contra la verdad y cada una de ellas es una agresión contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas.


El miedo es la consecuencia de creer que somos pecadores. Dicha creencia supone elegir que estamos separados de nuestro creador y que nuestra desobediencia ha despertado el aspecto vengativo de Él. Ese pensamiento arrogante ha llevado al Hijo a interpretar de forma imaginaria lo que nunca sucedió. Seducido por el deseo de ser especial, su conciencia se hace sensible a una dimensión donde no imperan las leyes del Cielo, esto es, donde el amor es sustituido por el deseo, por el egoísmo y por el miedo.

Imaginar que podemos ser diferentes a Dios es el pensamiento arrogante que nos lleva a la creencia en la separación. Imaginar que nuestra decisión de satisfacer el deseo de ser especial nos convierte en pecadores despierta en nosotros la ilusión de que nuestro Amoroso Padre deja de serlo y se convierte en un Padre vengativo. Esa falsa creencia es la causa de que el miedo sustituya al Amor. Ese es el pensamiento origen que da lugar al conflicto, a la división.

Una mente dividida tan sólo puede ver división y ataque. La salvación requiere la Expiación de ese error, de modo que aquello que se consideró pecado nunca ocurrió y que el perdón debe sustituir el rencor y el odio que sentimos por Dios, al que hemos considerado el agresor que propició la expulsión del Paraíso Terrenal.

2. Mas ¿qué puede ser igual a la verdad y sin embargo diferente? 2El asesinato y el amor son incompatibles. 3Si ambos fuesen cier­tos, tendrían entonces que ser lo mismo e indistinguibles el uno del otro. 4Y así deben serlo para aquellos que ven al Hijo de Dios como un cuerpo. 5Pues no es el cuerpo lo que es como el Creador del Hijo. 6Y lo que carece de vida no puede ser el Hijo de la Vida. 7¿Puede acaso el cuerpo extenderse hasta abarcar todo el universo? 8¿Puede acaso crear, y ser lo que crea? 9¿Y puede ofrecerle a sus creaciones todo lo que él es sin jamás sufrir pérdida alguna?

Nos anunciaba Jesús en el punto anterior que todo lo que no es amor es asesinato. En este punto añade que el asesinato y el amor son incompatibles. Entiendo por el contenido que nos aportan ambos puntos que el mensaje que nos quieren transmitir hace referencia a la incompatibilidad que se deriva de los conceptos vida y muerte.

Un Curso de Milagros nos enseña que el significado que aporta el sistema de pensamiento del ego a lo que llama vida, no es verdad, pues si lo fuera, tendría que tener las características intrínsecas de la verdad, esto es, no es temporal, no cambia, es eterna. El cuerpo, el símbolo central del ego, es efímero y está sujeto a la temporalidad; por lo tanto, el cuerpo no vive y, si no vive, entonces tampoco puede morir, lo que nos lleva a aceptar la afirmación que nos hace el Curso, de que lo que no es vida, no es nada. Dicho de otro modo, la vida desde el punto de vista del ego es una ilusión.

Cuando compartimos la creencia de que la vida es lo que experimentamos a través del cuerpo, lo que estamos afirmando realmente es que estamos rindiendo culto a la muerte. Nuestro error mental de creer estar separados del Creador se amplifica con la creencia en que la vida es experimentada desde el cuerpo, pues si admitimos las palabras de Jesús como ciertas, lo que estamos haciendo es asesinar a la verdad con las armas de la ilusión.

lunes, 15 de septiembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 258

LECCIÓN 258

Que recuerde que Dios es mi objetivo.

1. Lo único que necesitamos hacer es entrenar nuestras mentes a pasar por alto todos los objetivos triviales e insensatos, y a recor­dar que Dios es nuestro objetivo. 2Su recuerdo se encuentra oculto en nuestras mentes, eclipsado tan sólo por nuestras absurdas e insignificantes metas, que no nos deparan nada y que ni siquiera existen. 3¿Vamos acaso continuar permitiendo que la gracia de Dios siga brillando inadvertida, mientras nosotros preferimos ir en pos de los juguetes y las baratijas del mundo? 4Dios es nuestro único objetivo, nuestro único Amor. 5No tenemos otro propósito que recordarle.

2. No tenemos otro objetivo que seguir el camino que conduce a Ti. 2Ése es nuestro único objetivo. 3¿Qué podríamos desear sino recordarte? 4¿Qué otra cosa podemos buscar sino nuestra Identidad?

¿Qué me enseña esta lección?

La repetición es una técnica que favorece el proceso de aprendizaje.

Un Curso de Milagros es un curso de entrenamiento mental. Dentro de ese entrenamiento, es preciso recordar permanentemente las nuevas ideas, las nuevas creencias que se van adquiriendo a lo largo del curso. En este sentido, la repetición reforzará aquellas verdades que nos conectan con la realidad que somos.

Dicho entrenamiento nos permitirá romper la dinámica y los antiguos hábitos que han controlado y dirigido nuestra vida.

No debemos ceder a la tentación que nos tenderá la arcaica creencia en la culpa, cuando seamos testigos de que hemos caído en aquellos errores con los que ya no queremos identificarnos. El ego sabrá cómo tratar esa “caída” para hacernos creer que somos de naturaleza débil y pecaminosa. Nos invitará a sentir apetencia por el castigo, pues es, según su sistema de pensamiento, la vía más directa para salvarnos.

Recordar a Dios nos invita a vivir el Pensamiento Divino en cada presente, o lo que es lo mismo, hacer del ahora un Instante Santo.

Llegará un día en que no sea necesario estar permanentemente recordando esa idea, pues, más allá de un concepto, Dios ocupará la totalidad de nuestra mente.


Ejemplo-Guía: ¿Qué efectos tendrá en nuestra vida recordar que Dios es nuestro objetivo?

Sabrás de lo que te hablo cuando comparta contigo que en el mundo del sueño el olvido es muy sutil, tanto, que parece tenerle ganada la partida a la capacidad de recordar.

Sabes, al igual que yo, que, para andar el camino, es preciso manifestar la firme voluntad de recorrerlo. Muchas podrán ser las vicisitudes que nos encontremos en esa aventura, pero si nuestro objetivo es vago, si no contamos con la fortaleza de una firme decisión, es muy posible que abandonemos a mitad del trayecto.


Sabes que la repetición favorece el hábito y que el énfasis en el hábito se convierte en un carácter, lo que dará lugar a una vivencia, a una experiencia, a una nueva percepción.


Tal vez estés cansado de andar los tortuosos caminos por los que te ha conducido el ego. Sabes que puedes elegir cambiar tu ruta y dejar a un lado al guía equivocado.


Sabes, estoy seguro de ello, que no podrás fracasar en tu nueva elección, y sabes, igualmente, que, para conseguir alcanzar el éxito, debes elegirlo tu única opción.


Sí, lo sabes. Sabes que elegir recordar a Dios como tu único objetivo te llevará a dejar de ver (de desear) el mundo ilusorio. Tus ojos mirarán con una mirada nueva, inocente y libre. Nada te atará. Nada te atemorizará. Nada te privará.


Reflexión: ¿Qué nos impide recordar?

Capítulo 23. III. Salvación sin transigencias (2ª parte).

III. Salvación sin transigencias (2ª parte).

4. Este curso es fácil precisamente porque no transige en abso­luto. 2Aun así, parece ser difícil para aquellos que todavía creen que es posible transigir. 3No se dan cuenta de que si lo fuese, la salvación sería un ataque. 4Es indudable que la creencia de que la salvación es imposible no puede propiciar la calmada y serena certidumbre de que ésta ha llegado. 5El perdón no se puede negar sólo un poco. 6Tampoco es posible atacar por una razón y amar por otra, y entender lo que es el perdón. 7¿No te gustaría poder reconocer lo que constituye un asalto a tu paz, si sólo de esa manera resulta imposible que la pierdas de vista? 8Si no la defiendes, puedes mantenerla brillando ante tu visión, eterna­mente diáfana y sin jamás perderla de vista.

En el mundo fabricado por el ego, la verdad no es algo evidente y accesible para todos. La mente está tan atrapada por el deseo de especialismo que nos lleva a buscar la verdad por caminos diferentes y en lugares distintos. Lo que para uno es verdad, para otro no lo es. Así, la verdad se convierte en una búsqueda incesante que da lugar a constantes ataques entre los buscadores, sin darse cuenta de que esas diferencias que los mantienen fieles a su deseo de ser especial es lo que les impide ver la verdad.

La verdad para el ego tiene ropajes físicos y es perceptiva. Si no la puedo ver, medir y tocar, esa verdad no existe. La verdad siempre se encuentra en el exterior, de ahí que se convierta en una búsqueda permanente. Cuando logramos encontrar lo que pensamos que es verdad, se convierte en motivo de poder, de arrogancia y de vanidad, pues viene a reforzar nuestros deseos de ser especiales. Pero claro, como esa verdad carece del ingrediente que ha de permitirle ser eterna, comenzará a deteriorarse, generando dudas de que sea la verdad que siempre han estado buscando, lo que propiciará iniciar una nueva búsqueda de la verdad que sustituirá a la anterior.

La verdad es Amor y nosotros somos Hijos del Amor. Luego la verdad forma parte de nuestra verdadera Identidad. Somos Uno en la santa Filiación. La salvación es Amor y se alcanza cuando somos conscientes de la unidad que nos une a la Filiación.

5. Los que creen que es posible defender la paz y que está justifi­cado atacar en su nombre, no pueden percibir que la paz se encuentra dentro de ellos. 2¿Cómo iban a saberlo? ¿Cómo iban a poder aceptar el perdón y al mismo tiempo seguir albergando la creencia de que algunas formas de asesinato mantienen la paz a salvo? 4¿Cómo iban a estar dispuestos a aceptar el hecho de que su brutal propósito va dirigido contra ellos mismos? 5Nadie se une a su enemigo ni comparte su propósito. 6Y nadie transige con un enemigo sin seguir odiándolo por razón de lo que éste le privó.

El entorno en el que se manifiesta la identidad del ego, es decir, la dimensión tridimensional, no favorece la visión de la unidad, sino que la oculta. Por esta razón, la búsqueda de la verdad se convierte en una aventura que nos inspira la conquista de lo exterior, cuando en realidad, esa verdad se encuentra en nuestro interior. 

Hemos sustituido la visión interna y el uso de la mente para ser conscientes del Mundo del Pensamiento, el Mundo de Dios, por la visión externa y el uso de la mente para ser conscientes del Mundo Material, el mundo del hombre.

La diferencia de estos "mundos" es vibracional. Mientras que en el Mundo del Pensamiento la manifestación de todo es energía, son ondas de vibración, en el Mundo Material, la manifestación de todo es materia.

La característica principal del Mundo del Pensamiento es la Unidad. Hablamos del "campo de las infinitas posibilidades". 

La característica del mundo material es la división. En dicho nivel, la energía en forma de onda-pensamiento es colapsada a través del poder de la atención mental, de la observación, lo que hace que la onda se convierta en partícula.

La diferencia entre ambos "mundos" hace que, mientras en el Mundo del Pensamiento la energía es eterna, en el Mundo Material la materia es temporal. Si la mente se identifica con la apariencia corporal hasta el punto de pensar que esa es su verdadera identidad, lo que está haciendo es fabricar una ilusión que condiciona toda la vida.

6. No confundas una tregua con la paz ni la transigencia con el escape del conflicto. 2Haber sido liberado del conflicto significa que éste ha cesado. 3La puerta está abierta; te has retirado del campo de batalla. 4No te has quedado allí con la esperanza cobarde de que el conflicto no se reanude sólo porque los caño­nes se han acallado por un momento y el miedo que asola el lugar de la muerte no es evidente. 5En un campo de batalla no hay seguridad. 6Lo puedes contemplar salvo desde lo alto sin que te afecte. 7Pero dentro de él no puedes encontrar ninguna seguri­dad. 8Ni uno solo de los árboles que aún quedan en pie puede ofrecerte cobijo. 9Ni una sola fantasía de protección puede servir de escudo contra la fe en el asesinato. 10He aquí el cuerpo, vaci­lando entre el deseo natural de comunicarse y la intención anti­natural de asesinar y de morir. 11¿Creeás que puede haber alguna forma de asesinato que ofrezca seguridad? 12¿Podría acaso la cul­pabilidad estar ausente de un campo de batalla?

El sistema de pensamiento del ego se ha convertido en una venda que cubre nuestros ojos, mejor dicho, nuestra mente, impidiéndonos ver lo que realmente somos. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza. Somos energía espiritual emanada de Su Mente Creadora. Tenemos sus mismas cualidades y su capacidad creadora. El uso de esas cualidades nos ha llevado a un estado de conciencia semejante a estar dormido, o lo que es lo mismo, nos ha llevado a sustituir la verdad por la ilusión.

Un Curso de Milagros nos ayuda a recordar la verdad y a reconocerla. Nos lleva a ejercitar nuestra mente para que se ponga al servicio de la verdad. Para ello, debemos dominar el deseo de ser especial y sustituirlo por el deseo de amar incondicionalmente a toda la Filiación.