lunes, 14 de abril de 2025

Capítulo 19. C-i. El cuerpo incorruptible (2ª parte).

 i. El cuerpo incorruptible (2ª parte).

6. A ti que estás dedicado a lo incorruptible se te ha concedido, mediante tu aceptación, el poder de liberar de la corrupción. 2¿Qué mejor manera puede haber de enseñarte el primer princi­pio fundamental de un curso de milagros, que mostrándote que el que parece ser más difícil se puede lograr primero? 3El cuerpo no puede hacer otra cosa que servir a tu propósito. 4Tal como lo consideres, eso es lo que te parecerá que es. 5La muerte, de ser real, supondría la ruptura final y absoluta de la comunicación, lo cual es el objetivo del ego.

Si el cuerpo no es nada, no puede asignársele la condición de corruptor. La corrupción a la que hace referencia este punto es la que forma parte de la creencia errónea en lo que somos, la cual procede del uso de la mente. Dicho de otro modo, es la mente la que puede llevarnos a emitir pensamientos contrarios al orden divino, al orden del amor. Todo pensamiento que sirva al miedo es corrupto y, al extenderse, se convierte en el mensajero de la muerte y del dolor.

Al conocer que la corrupción se encuentra en nuestra mente y no en el cuerpo, podemos liberlarlo de su falsa condición, utilizándolo para extender pensamientos de amor y contagiar a los receptores de los mismos con su luz.

7. Aquellos que tienen miedo de la muerte no ven con cuánta fre­cuencia y con cuánta fuerza claman por ella, implorándole que venga a salvarlos de la comunicación. 2Pues consideran que la muerte es un refugio: el gran salvador tenebroso que libera de la luz de la verdad, la respuesta a la Respuesta, lo que acalla la Voz que habla en favor de Dios. 3Sin embargo, abandonarte a la muerte no pone fin al conflicto. 4Sólo la Respuesta de Dios es su fin. 5El obstáculo que tu aparente amor por la muerte supone y que la paz debe superar parece ser muy grande. 6Pues en él yacen ocultos todos los secretos del ego, todas sus insólitas artimañas, todas sus ideas enfermizas y extrañas imaginaciones. 7En él radica la ruptura final de la unión, el triunfo de lo que el ego ha fabri­cado sobre la creación de Dios, la victoria de lo que no tiene vida sobre la Vida Misma.

El ego y su secreta estrategia han quedado desvelados por la diáfana visión de Jesús. El arma más mortífera del ego es el miedo que le tiene al amor. Si amase, el ego no sería el ego, no tendría argumento alguno para seguir creyendo en el pecado y en la culpabilidad. Él se hace fuerte en la vulnerabilidad del cuerpo y en su fiel creencia en la temporalidad. Si amase, el ego dejaría de ser arrogante y tendría que reconocer que su existencia ya no puede responder a lo ilusorio y a lo irreal, con lo cual, no sería el ego. Al no tener un cuerpo separado, no tendría miedo al amor y su cuerpo no sería corruptible, pues no estaría sujeto a las leyes de la temporalidad.

8. Bajo el polvoriento contorno de su mundo distorsionado, el ego quiere dar sepultura al Hijo de Dios, a quien ordenó asesinar, y en cuya putrefacción reside la prueba de que Dios Mismo es impotente ante el poderío del ego e incapaz de proteger la vida que Él creó contra el cruel deseo de matar del ego. 2Hermano mío, criatura de Dios, esto no es más que un sueño de muerte. 3No hay funeral, ni altares tenebrosos, ni mandamientos siniestros, ni distorsionados ritos de condena a los que el cuerpo te pueda con­ducir. 4No pidas que se te libere de eso. 5Más bien, libera al cuerpo de las despiadadas inexorables órdenes a las que lo sometiste y perdónalo por lo que tú le ordenaste hacer. 6Al exaltarlo lo conde­naste a morir, pues sólo la muerte podía derrotar a la vida. 7¿Y qué otra cosa, sino la demencia, podría percibir la derrota de Dios y creer que es real?

El egocentrismo no permitirá que el cuerpo pueda contribuir al amor. ¿Cómo puede dedicarse al amor el principal agente del pecado? El ego no puede tolerar tal situación, y para evitarlo nos recordará que somos pecadores, empleando otra de sus herramientas favoritas, el juicio. Se crearán normas y preceptos con el objetivo de guiar nuestra conducta para que no infringamos sus normas, pero en realidad, lo que está haciendo es establecer el objetivo hacia el que apuntar sus dardos. Y al exponer sus sombras internas a los demás, se responderá: "lo ves, tenía razón, eres un pecador por infringir tal o cual ley". La implementación de la ley se transforma en un ataque incesante para eliminar todo lo que nos genera temor: el miedo a perder, al dolor, al sufrimiento, a no ser nada, a no ser querido, a no ser valorado, al fracaso, entre otros.

domingo, 13 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 103

LECCIÓN 103

Dios, al ser Amor, es también felicidad.

1. La felicidad es un atributo del amor. 2No se puede separar de él 3ni experimentarse donde éste no está. 4El amor no tiene límites, al estar en todas partes. 5La dicha, por consiguiente, está asimismo en todas partes. 6Mas la mente puede negar que esto es así, al creer que hay brechas en el amor por donde el pecado puede infil­trarse y acarrear dolor en lugar de dicha. 7Esta absurda creencia pretende limitar la felicidad al definir al amor como algo limitado, e introducir desacuerdo en lo que no tiene límites ni opuestos.

2. De este modo, se asocia el miedo con el amor, y sus resultados se convierten en el patrimonio de aquellas mentes que piensan que lo que han hecho es real. 2Estas imágenes, desprovistas de toda realidad, dan testimonio del temor a Dios, olvidándose de que, al ser Dios Amor, tiene que ser también dicha. 3Hoy tratare­mos nuevamente de llevar este error básico ante la verdad y de enseñarnos a nosotros mismos que: 

4Dios, al ser Amor, es también felicidad.

5Tener miedo de Él es tener miedo de la dicha. 

6Comienza tus sesiones de práctica de hoy con esta asociación que corrige la falsa creencia de que Dios es miedo. 7Subraya asi­mismo que la felicidad es tu patrimonio por razón de lo que es Él.

3. Permite hoy que esta corrección sea colocada en tu mente en cada hora de vigilia. 2Da la bienvenida entonces a toda la felici­dad que dicha corrección brinda a medida que la verdad reem­plaza al miedo, y la dicha se convierte en lo que esperas ha de ocupar el lugar del dolor. 3Dado que Dios es Amor, se te conce­derá. 4Refuerza esa esperanza a menudo a lo largo del día, y aca­lla todos tus temores con la siguiente expresión de certeza, la cual es benévola y completamente cierta: 

5Dios, al ser Amor, es también felicidad.

6Y la felicidad es lo que busco hoy.

7No puedo fracasar, pues lo que busco es la verdad.

¿Qué me enseña esta lección?

Cuando siembro Amor, el fruto que cosecho es la felicidad. De esta relación causa-efecto, deduzco que la felicidad no es una cuestión de azar, sino que es la consecuencia directa de una expresión de la voluntad dirigida hacia la acción de amar.

El Amor es el lenguaje con el que se expresa nuestro verdadero Ser. Es una expresión que se destila de la Mente Una. Una mente que cree estar separada del resto de las mentes es una mente que sirve al error. Ese tipo de mente piensa que Dios es algo externo a nosotros y siente temor a ser víctima de la Justicia Divina, pues participa de la creencia del pecado, de la culpa y del castigo como única vía de redención.

Sin embargo, esa creencia es fruto de la ignorancia del ego, el cual ha fraguado un sistema de creencias que le lleva a sentir verdadero pánico del único camino que pudiera poner en entredicho su credibilidad, su existencia, el del Amor. Amar, perdonar, le deja sin argumentos, pues sus pilares se asientan en la culpa, en el miedo, en la necesidad, en el sufrimiento, en el sacrificio.

La verdadera felicidad no podemos sustentarla en los logros que recibimos del mundo material, pues al ser estos efímeros, la felicidad también lo sería. La verdadera felicidad forma parte de nuestra realidad, pues el Amor es la condición de nuestro Ser.


Ejemplo-Guía: ¿Estás dispuesto a vivir sin miedos?

Si tu respuesta es afirmativa, entonces, lo primero que debes saber es que tu verdadero Ser no es de este mundo. No, no confundas esta afirmación con la posibilidad de que seas un extraterrestre, un mensajero intergaláctico perteneciente a otro planeta vecino. Tampoco pienses que he perdido la razón y estoy desvariando. Aún creo que conservo la cordura.

¿Entonces qué significado tiene lo que digo? ¿Qué quiero decir cuando manifiesto que nuestro verdadero Ser no es de este mundo? Sencillamente, que nuestra verdadera realidad no es el cuerpo que percibimos. Nuestra verdadera esencia es espiritual y tiene su Fuente en Su Creador, en Dios. El cuerpo es un vehículo transitorio que nos permite adquirir experiencias en el plano denso, en el mundo de las formas, en el mundo de la percepción, el mismo que permite a la mente expresarse en su manifestación individualizada, dando expresión al ego.

Esta afirmación es de vital importancia a la hora de vivir la vida. Si no sabemos realmente quiénes somos, cómo vamos a saber cuál es nuestra función en la existencia. Para mí, este punto de partida es la piedra angular donde levantar el edificio de la verdad.

Si tengo la certeza de que soy Espíritu, un Santo Hijo de Dios, libre de toda limitación, la vida será una fuente de inspiración donde expandir mi condición divina a través de mi esencia verdadera, el Amor. Esta certeza me permite gozar de la felicidad, pues la felicidad es un atributo del amor.

Ahora bien, si mi visión sirve a la mente dual, la que basa sus argumentos en la creencia en la separación, en el pecado y en la culpabilidad, entonces soy un fiel servidor del miedo. Ser servidor del miedo hará que todos mis intentos de gozar de la felicidad sean vanos, pues la propia semilla del miedo carece de la fortaleza precisa para hacer que disfrutemos del fruto de la felicidad.

Todas las lecciones del Curso de Milagros, así como toda la literatura expuesta en el Texto, podrían resumirse en este punto de partida. Tener la certeza de quiénes somos y actuar en consecuencia, con la total confianza de que somos Uno con el Creador y con la Filiación, nuestros hermanos en evolución.

A partir de esa certeza, aun experimentando en el mundo del sueño, en el mundo de la percepción, tendremos el entendimiento que nos permita saber que somos los soñadores de nuestros sueños. Ello favorece el estado mental de la aceptación, de la fe, o lo que es lo mismo, de la confianza y del compromiso. La felicidad forma parte de nuestra esencia. Viviremos todo tipo de vivencias, pero nuestra mente ya no las juzgará desde la dualidad: estas son buenas, estas otras son malas. Ya no calificaremos a las vivencias buenas como portadoras de felicidad y a las malas como portadoras de sufrimiento. Ya no otorgamos ese poder a las circunstancias externas, sino que elegimos vivir desde el "empoderamiento", lo que quiere decir que utilizamos la fuerza de la voluntad para dirigir nuestras elecciones y apostar por vivir la vida tal y como es.

¿Estás dispuesto a vivir sin miedos? Ama sin miedos, desde la libertad.

Reflexión: ¿Crees que la felicidad tiene algo que ver con el amor? ¿Se puede ser feliz sin amor?

sábado, 12 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 102

LECCIÓN 102

Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.

1. Tú no quieres sufrir. 2Tal vez creas que el sufrimiento te puede aportar algo, y puede que en cierta medida todavía creas que te aporta algo que deseas. 3Esta creencia, no obstante, ha quedado sin duda quebrantada ahora, por lo menos lo suficiente como para permitirte ponerla en duda y empezar a sospechar que en realidad no tiene sentido. 4Aún no ha desaparecido, mas ya no tiene las raíces que en un tiempo la sujetaban con firmeza a los ocultos y tenebrosos recovecos de tu mente.

2. Hoy trataremos de disminuir aún más su debilitado agarre, y de darnos cuenta de que el dolor no tiene objeto, ni causa, ni poder alguno con que lograr nada. 2No puede aportarte nada en absoluto. 3No te ofrece nada y no existe. 4Y todo lo que crees que te ofrece es tan inexistente como él. 5Has sido esclavo de algo que no es nada. 6Sé libre hoy de unirte a la feliz Voluntad de Dios.

3. Durante varios días continuaremos dedicando nuestras sesio­nes de práctica a llevar a cabo ejercicios que han sido diseñados para ayudarte a encontrar la felicidad que la Voluntad de Dios ubicó en ti. 2Ahí se encuentra tu hogar y tu seguridad. 3Ahí se encuentra tu paz y ahí no hay miedo. 4Ahí se encuentra la salva­ción. 5Ahí por fin encuentras descanso.

4. Da comienzo hoy a tus sesiones de práctica con esta declara­ción de que aceptas lo que la Voluntad de Dios dispone para ti:

2Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.
aY acepto ahora la felicidad como mi función.

3Busca entonces esa función en lo más recóndito de tu mente, pues está ahí, esperando tan sólo tu decisión. 4No puedes dejar de encontrarla una vez que te des cuenta de que ésa es tu deci­sión y de que compartes con Dios Su Voluntad.

5. Sé feliz, pues tu única función aquí es la felicidad. 2No tienes por qué ser menos amoroso con el Hijo de Dios que Aquel Cuyo Amor lo creó tan amoroso como Él Mismo. 3Además de estos descansos de cinco minutos cada hora, haz frecuentes pausas hoy para decirte a ti mismo que ahora has aceptado la felicidad como tu única función aquí. 4Y ten por seguro que al hacer esto te esta­rás uniendo a la Voluntad de Dios.

¿Qué me enseña esta lección?

Nada externo a nosotros puede aportarnos la felicidad. Desde pequeños, recibimos influencias de falsas creencias basadas en el error, como por ejemplo: “el dinero aporta la felicidad”; “el poseer nos hace feliz”. Atesorar riquezas en el mundo material nada tiene que ver con la verdadera felicidad.

En cambio, cuando decidimos que la felicidad es nuestra función dentro del Plan de Salvación establecido por nuestro Creador, sí seremos hacedores y creadores de la felicidad. Desde este punto de vista, la felicidad es una elección y un reconocimiento verdadero, basado en la certeza de que es una condición de nuestro verdadero Ser.

Comparto las palabras del fundador de la técnica conocida como logoterapia, el neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl:

“No se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros”.

“Definitivamente, nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos; tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede”.


Ejemplo-Guía: ¿A quién le estamos ofreciendo el poder de experimentar la felicidad?

¿Me acompañas en este interesante recorrido? Tal vez nos merezca la pena llevarlo a cabo, pues a lo largo de su travesía tendremos la oportunidad de tomar consciencia de que en verdad no somos libres para tomar la única elección verdadera: ser felices, porque es nuestra función y nuestra condición natural.

No somos libres, por la sencilla razón de que depositamos fuera de nosotros, en los demás, la causa, el poder, que ha de llevarnos a la experiencia de la felicidad; es decir, tenemos una total dependencia de lo que los demás quieran y puedan ofrecernos. Si la decisión de los demás no es satisfacernos en nuestros deseos, entonces la experiencia de la felicidad queda frustrada.

A veces llegamos a pensar que experimentar la felicidad es cosa del azar y con dicha creencia, seguimos depositando la causa de la felicidad fuera de nosotros. Participamos de la creencia de que ser felices no tiene nada que ver con nuestras decisiones, y no podemos estar más alejados de la verdad cuando así pensamos. La felicidad es nuestra elección.

¿Emprendemos el viaje anunciado? Vamos allá.

¿Qué es para ti la felicidad?

¿Crees que para ser feliz tienes que comportarte de una manera u otra?

¿Crees que para alcanzar la dicha de la felicidad debes complacer a alguien?

¿Recuerdas alguna experiencia de felicidad en tu vida? ¿Quién te la proporcionó?

¿Crees que la felicidad es pasajera o eterna?

Podríamos continuar esta lista de reflexiones, pero considero que tenemos material suficiente para llegar a entender el significado de lo que es para nosotros la felicidad.

Voy a compartir la respuesta aportada por alguien que experimenta conciencia de ego y cuya aportación, siendo totalmente respetable, nos dibuja el guion que muchos protagonizamos con relación a la cuestión que estamos analizando.

“La felicidad para mí es tener de todo en abundancia y no tener que estar permanentemente preocupado por llegar a final de mes, por tener los medios y los recursos necesarios para cubrir mis necesidades materiales y las de mi familia. Tener un buen trabajo con el que me sienta identificado. Poder contar con una reserva material que me garantice que no voy a pasar necesidad. Viajar. Disfrutar de los placeres de la vida”.

“Sí, para ser feliz, tengo que comportarme de manera que mantenga un equilibrio entre lo que yo deseo y lo que desean los demás. Tengo que sacrificar muchos deseos para armonizar mi vida con los demás. A veces, tengo que morderme los labios para no decirle a mi jefe lo que pienso de él. No siempre lo consigo. He de sonreír cuando no lo deseo verdaderamente y debo hacer ciertas cosas para que los demás se encuentren a gusto”.

“Sí, para alcanzar la felicidad debemos complacer a los demás. A nuestros padres, a nuestra esposa, a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestros jefes, a la dependienta de la tienda, a las instituciones estatales. Es interminable la lista. Si no complacemos a los demás, no conseguimos ser felices. Siempre queda por ahí un sentimiento de culpa que nos recuerda que no hemos actuado como los demás esperan de nosotros”.

“Las pocas experiencias de felicidad que recuerdo, siempre me las han proporcionado los demás”.

“Por supuesto que la felicidad es pasajera. Si fuese eterna, entonces, ¡Uf! qué maravilla”.

Reflexión: ¿Qué sentido le das al sufrimiento? ¿Lo consideras necesario?

viernes, 11 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 101

LECCIÓN 101

La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

1. Hoy continuaremos con el tema de la felicidad. 2Esta idea es esencial para poder comprender el significado de la salvación. 3Todavía crees que la salvación requiere que sufras como peni­tencia por tus "pecados". 4Pero no es así. 5No obstante, no podrás evitar pensar que lo es, mientras sigas creyendo que el pecado es real y que el Hijo de Dios puede pecar.

2. Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible. 2La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento. 3Si el pecado es real, la felicidad no puede sino ser una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad. 4Los que pecan sólo merecen muerte y dolor, y por eso es por lo que cla­man. 5Pues saben que eso es lo que les espera, y que los buscará y que en algún punto y en algún lugar los encontrará, de modo que puedan saldar la deuda que tienen con Dios. 6Debido a su terror, tratan de escaparse de Él. 7Mas Él los seguirá persiguiendo y ellos no podrán escapar.

3. Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor. 2El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable. 3La salvación no puede sino ser temible, pues mata, aunque lentamente, y antes de otorgar el deseado favor de la muerte a las víctimas que están casi en los huesos antes de haber sido apaciguada, los despoja de todo. 4Su ira es insaciable e in­clemente, aunque totalmente justa.

4. ¿Quién buscaría un castigo tan brutal? 2¿Quién no huiría de la salvación, intentando por todos los medios ahogar la Voz que se la ofrece? 3¿Por qué habría de tratar de escuchar y aceptar Su ofrecimiento? 4Si el pecado es real, lo que le ofrece es la muerte, que le inflige cruelmente para que esté a la par de los perversos deseos de donde nace el pecado. 5Si el pecado es real, la salvación se ha vuelto tu enemigo acérrimo, la maldición de Dios contra ti que crucificaste a Su Hijo.

5. Hoy necesitas las sesiones de práctica. 2Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitable­mente ha de ocurrir como consecuencia de él jamás podrá suce­der, pues carece de causa. 3Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio. 4El pecado no existe. 5Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy.

6. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa. 2La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado con respecto a ti mismo. 3No tengas miedo de la Voluntad de Dios. 4Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te liberará de todas las consecuencias que el pecado ha for­jado en tu febril imaginación. 5Di:

6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7El pecado no existe ni tiene consecuencias.

8Así es como debes dar comienzo a tus sesiones de práctica. Luego intenta otra vez encontrar la dicha que estos pensamientos le brin­darán a tu mente.

7. Da gustosamente estos cinco minutos, para eliminar la pesada carga que te has echado encima al abrigar la demente creencia de que el pecado es real. 2Escápate hoy de la locura. 3Ya estás firme­mente plantado en el camino que conduce a la libertad, y ahora la idea de hoy te da alas para acelerar tu progreso y esperanza para que vayas aún más deprisa hacia la meta de paz que te aguarda. 4El pecado no existe. 5Recuerda esto hoy, y repite en silencio tan a menudo como puedas:

6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.

¿Qué me enseña esta lección?

A lo largo de la historia de la humanidad, hemos participado, de una manera u otra, de un error colectivo, el cual se encuentra inscrito en el inconsciente de la raza humana. Ese magno error, es la creencia en el “pecado”. Haber violado el precepto divino de “no comer del Árbol del Bien y del Mal”, nos hace merecedores del castigo divino y de sufrir la expulsión de la condición paradisíaca de la cual gozábamos, previa, a la violación de esa ley. 

Desde entonces, nos hemos alimentado de la creencia en la culpa; hemos ido creciendo con un profundo sentimiento de desvalorización al no haber estado a la altura de nuestro creador. El creernos merecedores de ese “castigo” nos lleva a sentir miedo por la “ira divina”, el cual nos sentenció al padecimiento y al arduo trabajo para garantizar nuestro sustento físico.

Sin embargo, esas creencias están fundamentadas en el error. Hemos sustituido la Grandeza de nuestro Padre, por un rostro vengativo y justiciero, que se complace en recibir el regalo de nuestro sacrificio. 

Somos Hijos de Dios, parte Una de su Expansión Mental. Creados a su “Imagen y Semejanza”. Mira por un instante en tu corazón. ¿Acaso encuentras algún indicio de temor, de odio, de rencor? Míralo de nuevo, no confundas su pureza, con el ardor de tus deseos. No permitas que ese velo enturbie tu visión. Lo ves. Cada latido es una muestra de Vida; de Amor. 

Nuestra capacidad creadora, nos lleva a imitar al Padre. En nuestro papel paternal, ¿no estaríamos dispuestos a perdonar los errores de nuestros hijos? Si como aprendices, somos capaces de dar esa respuesta y con ello, ofrecemos un “plan de salvación para nuestro hijo”, ¿qué no será capaz nuestro Padre de perdonar? Es más, Él, no ve el error, pues sabe con total certeza, que somos Perfectos. Ver el error como un pecado, es una apuesta por la culpa y por la necesidad de rectificación. 

La única Voluntad de mi Padre es que sea Feliz. Esa es mi propia Voluntad hacia mis hijos.

 

Ejemplo-Guía: "¿Qué vas a elegir, sufrir o ser feliz?"

No, seguramente no te imaginarás a Adán y a Eva como los causantes de nuestras desgracias, como los pecadores originales que sucumbieron a la tentadora oferta de la serpiente.

No, seguro que interpretarás de una manera alegórica ese pasaje ancestral de la Biblia. Pero, igual de seguro, intuirás que lo que representan en nuestra conciencia los arquetipos de Adán y Eva sí será revelador a la hora de entender el profundo significado que nos representan con la escena de comer del fruto del Árbol del Bien y del Mal.

La humanidad en su totalidad queda representada por esos arquetipos: la fuerza potencial de la dualidad de la cual adquirimos conciencia tras el acto de que nuestros deseos (Eva) aceptasen abrir los ojos al mundo de la ilusión, inspirado por la figura de la serpiente paradisíaca (el ardor cupido). A partir de ese instante, la percepción se convierte en la vía de aprendizaje, dando lugar a la conciencia de la individualidad (ego) y a la creencia de la separación y del pecado.

¿Qué significado tiene el pecado para que haya ejercido tanta influencia en nuestras vidas?

El pecado es una creencia fabricada por el ego. Si antes de producirse el estado llamado de separación, manteníamos una conexión directa con nuestro Creador, ese estado de Plenitud y Abundancia (Paraíso Terrenal) nos hacía uno con Todo; no existía necesidad, ni carencia.

Sin embargo, con la separación, es decir, con la desconexión directa con nuestro Creador, aparece la percepción de necesidad, pues nuestros ojos se han abierto a un mundo desconocido e ilusorio. Este nuevo estado, aun siendo irreal, nos lleva a la percepción de que tenemos que alimentarnos y dar respuestas a las necesidades del cuerpo físico, vehículo que demanda ser atendido biológicamente. Es el comienzo de la gran aventura de la vida física. Sembramos y cosechamos. Es la ley.

Cada vez que sembramos desde la separación, movilizamos fuerzas contrarias al orden cósmico, es decir, fuerzas contrarias al amor. Sembramos desde el miedo y ello nos reportará efectos de miedo. Si atacamos, seremos atacados. Si damos, recibimos.

El pecado es la respuesta al miedo. Miedo a creer que hemos perdido la Gracia de Dios.

Pero es el momento de hacernos algunas preguntas. ¿No habremos estado equivocados? ¿No habremos interpretado erróneamente esa identificación con el mundo de percepción?

¿Y si no somos un cuerpo? ¿Y si nuestra existencia no acaba con la muerte? ¿Y si el sufrimiento no es necesario para salvarnos? ¿Y si todo el dolor se desvanece cuando perdonamos?

Aunque en verdad, tan sólo hay una pregunta: ¿Y si no estamos separados de nuestro Creador?

¿Estarías dispuesto a vivir la vida desde esa visión? Es una elección.

Reflexión: ¿Piensas que debes ser castigado por tus errores? ¿Cómo actúas ante el error, el propio y/o de los demás?

Capítulo 19. C-i. El cuerpo incorruptible (1ª parte).

i. El cuerpo incorruptible (1ª parte).

3. El pecado, la culpabilidad y la muerte se originaron en el ego, en clara oposición a la vida, a la inocencia y a la Voluntad de Dios Mismo. 2¿Dónde puede hallarse semejante oposición, sino en las mentes enfermizas de los desquiciados, que se han consagrado a la locura y se oponen firmemente a la paz del Cielo? 3Pero una cosa es segura: Dios, que no creó ni el pecado ni la muerte, no dispone que tú estés aprisionado por ellos. 4Pues Él no conoce ni el pecado ni sus resultados. 5Las figuras amortajadas que mar­chan en la procesión fúnebre no lo hacen en honor de su Creador, Cuya Voluntad es que vivan. 6No están acatando Su Voluntad, sino oponiéndose a ella.

En este punto, Jesús nos aporta dos aportaciones muy claras y concisas. Por un lado, nos señala que el origen del pecado, de la culpa y de la muerte se encuentra en el ego y en la creencia en la separación. Por otro lado, nos asegura que Dios no creó ni el pecado ni la muerte, liberándonos de la falsa creencia en que podemos cambiar Su Voluntad de que seamos inocentes, puros e impecables.

4. ¿Y qué es ese cuerpo vestido de negro que quieren enterrar? 2Es un cuerpo que ellos consagraron a la muerte, un símbolo de corrupción, un sacrificio al pecado, ofrecido a éste para que se cebe en él y, de este modo, siga viviendo; algo condenado, malde­cido por su hacedor y lamentado por todos los miembros de la procesión fúnebre que se identifican con él. 3Tú que crees haber sentenciado al Hijo de Dios a esto eres arrogante. 4Pero tú que quieres liberarlo no haces sino honrar la Voluntad de su Creador. 5La arrogancia del pecado, el orgullo de la culpabilidad, el sepul­cro de la separación, son todos parte de tu consagración a la muerte, lo cual aún no has reconocido. 6El brillo de culpabilidad con el que revestiste al cuerpo no haría sino destruirlo. 7Pues lo que el ego ama, lo mata por haberle obedecido. 8Pero no puede matar a lo que no le obedece.

No deberíamos sacar una conclusión a la ligera del contenido de las palabras transcritas en este punto, pues el Maestro del Amor no está juzgando condenatoriamente al símbolo del ego, el cuerpo. De hacerlo, estaría reconociendo que el cuerpo es nuestra verdadera identidad. 

Cuando nos dice que el cuerpo es un símbolo de corrupción, un sacrificio al pecado, lo que está mostrándonos es la fe que tenemos depositada en él, así como el juicio erróneo con el que lo identificamos, pues pensar que es el cuerpo el que puede pecar es no conocer su verdadera causa, la cual no es otra que el pensamiento, la creencia errónea en que podemos cambiar la Voluntad de nuestro Creador, imponiéndole nuestras leyes perecederas y efímeras. 

5. Tú tienes otra consagración que puede mantener al cuerpo incorrupto y en perfectas condiciones mientras sea útil para tu santo propósito. 2El cuerpo es tan incapaz de morir como de sen­tir. 3No hace nada. 4De por sí, no es ni corruptible ni incorruptible. 5No es nada. 6Es el resultado de una insignificante y descabellada idea de corrupción que puede ser corregida. 7Pues Dios ha con­testado a esta idea demente con una Suya, una Respuesta que no se ha alejado de Él, y que, por lo tanto, lleva al Creador a la conciencia de toda mente que haya oído Su Respuesta y la haya acep­tado.

Si, como hemos visto, el cuerpo es la materialización de un pensamiento, y el pensamiento nunca muere, podemos afirmar que el cuerpo es incapaz de morir. La muerte se manifiesta igualmente como la materialización de un pensamiento que, al hacerlo real, pasa a formar parte de nuestro sistema de pensamiento, constituyéndose como uno de sus principales pilares. 

Jesús no enseña a través de este punto que el cuerpo no hace nada, pues no es nada. Tan solo lo que es verdadero es eterno, mientras que lo temporal responde a un ciclo donde todo se inicia y tiene un final. 

jueves, 10 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 100

LECCIÓN 100

Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.

1. Del mismo modo en que el Hijo de Dios completa a su Padre, así también tu papel en el plan de tu Padre completa dicho plan. 2La salvación tiene que invertir la descabellada creencia en pensa­mientos y cuerpos separados, que viven vidas separadas y reco­rren caminos separados. 3Cuando mentes separadas comparten una sola función, se unen en un solo propósito, pues cada una de ellas es igualmente esencial para todas las demás.

2. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad. 2¿Por qué habrías de querer ir en contra de Su Voluntad? 3El papel que Él ha reservado para ti en el desarrollo de Su plan se te da para que puedas ser restituido a lo que Él dispone. 4Este papel es tan esen­cial para Su plan como para tu felicidad. 5Tu dicha tiene que ser total para que aquellos a los que Él te envía puedan entender Su plan. 6Ellos verán su función en tu radiante faz, y en tu risa feliz oirán a Dios llamándoles.


3. Eres ciertamente esencial en el plan de Dios. 2Sin tu dicha, la Suya no es total. 3Sin tu sonrisa, el mundo no se puede salvar. 4Mientras la tristeza se abata sobre ti, la luz que el Propio Dios designó como el medio para salvar al mundo se atenúa y pierde su fulgor, y nadie ríe porque toda risa no es sino el eco de la tuya.

4. Eres ciertamente esencial en el plan de Dios. 2Del mismo modo en que tu luz aumenta el fulgor de todas las luces que brillan en el Cielo, así también tu dicha en la tierra exhorta a todas las men­tes a abandonar sus pesares y a ocupar su puesto junto a ti en el plan de Dios. 3Los mensajeros de Dios rebosan de dicha, y su júbilo sana todo pesar y desesperación. 4Ellos son la prueba de que lo que la Voluntad de Dios dispone para todos los que acep­tan los regalos de su Padre como propios es perfecta felicidad.

5. Hoy no permitiremos que la tristeza se abata sobre nosotros. 2Pues en tal caso, no estaríamos asumiendo el papel que tan esen­cial es para el plan de Dios y para nuestra visión. 3La tristeza es señal de que prefieres desempeñar otro papel en lugar del que Dios te ha encomendado. 4Y así, no le muestras al mundo cuán grande es la felicidad que Él dispone para ti, y, por consiguiente, no reconoces que ya dispones de ella.

6. Hoy trataremos de comprender que la dicha es nuestra función aquí. 2Si te dejas abatir por la tristeza, no sólo no estarás cum­pliendo tu función, sino que estarás privándote a ti mismo de dicha y al mundo también. 3Dios te pide que seas feliz para que el mundo pueda ver cuánto ama Él a Su Hijo y que Su Voluntad es que ningún pesar menoscabe su dicha ni que ningún miedo lo acose y perturbe su paz. 4Tú eres hoy el mensajero de Dios. 5Brindas Su felicidad a todo aquel que contemplas y Su paz a todo aquel que al contemplarte ve Su mensaje en tu feliz semblante.

7. Hoy nos prepararemos para esto durante las sesiones de prác­tica de cinco minutos, dejando que la felicidad brote en nosotros tal como dispone la Voluntad de nuestro Padre y la nuestra. 2Comienza los ejercicios con el pensamiento que la idea de hoy presenta. 3Luego comprende que tu papel es ser feliz. 4Esto es lo único que se te pide a ti a cualquiera que desee ocupar el lugar que le corresponde entre los mensajeros de Dios. 5Piensa en lo que esto significa. 6Estabas ciertamente equivocado al creer que se te estaba exigiendo algún sacrificio. 7De acuerdo con el plan de Dios tan solo puedes recibir, sin jamás perder nada, hacer sacrificio alguno o morir.

8. Tratemos ahora de encontrar esa dicha que nos demuestra a nosotros, así como a todo el mundo, lo que la Voluntad de Dios dispone para nosotros. 2Tu función es encontrarla aquí, y encontrarla ahora. 3Para eso viniste. 4¡Ojalá que hoy sea el día en que lo logres! 5Busca en lo profundo de tu ser, sin dejarte desanimar por los pensamientos pueriles y metas absurdas que pasas de largo a medida que asciendes para encontrarte con el Cristo en ti.

9. Él estará allí. 2tú puedes llegar a Él ahora. 3¿Qué otra cosa preferirías contemplar en lugar de Aquel que aguarda para que tú lo contemples? 4¿Qué pensamiento pueril podría detenerte? 5¿Qué meta absurda podría impedirte triunfar cuando es Dios Mismo Quien te llama?

10. Él estará allí. 2Eres esencial en Su plan. 3Hoy eres Su mensajero. 4tienes que encontrar lo que Él quiere que des. 5No te olvides de la idea de hoy entre las sesiones de práctica de cada hora. 6Es tu Ser Quien te llama hoy. 7Y es Él a Quien respondes cada vez que te dices a ti mismo que eres esencial en el plan de Dios para la salvación del mundo.

¿Qué me enseña esta lección?

El Plan de Salvación es Amar y Perdonar. Cuando amamos y perdonamos, nuestro Ser se manifiesta en el estado de Paz, y cuando nos embriagamos con esta realidad, no podemos más que gozar de la Dicha y la Felicidad y nuestro rostro expresará sonriente esa placidez.

Cumplir con nuestra única función y alcanzar nuestra misión supone estar dispuesto a expiar los errores que nos mantienen atados a creencias basadas en la separación, en el pecado, en la culpa y en el miedo.

¿Qué padre no goza con la felicidad de un hijo? ¿Qué padre no se siente pleno y satisfecho cuando comparte la sonrisa de su descendiente? Tener la certeza de que el fruto de nuestra creación se siente dichoso y pleno nos aporta una inmensa satisfacción.

Mi papel es esencial en el plan de salvación de Dios, pues siendo una parte activa de la Filiación, mi condición afectará la condición de los demás, pues nuestras mentes están unidas por lazos de creación. En la medida en que mi mente es una, la Unidad forma parte de todas mis acciones. Siembro la unidad. Expando la unidad. Creo unidad.

  

Ejemplo-Guía: "El sacrificio no forma parte de la salvación".

Recuerdo, como si de un eco se tratase, las palabras de mis padres, transmitiéndome sus creencias sobre la vida. Entre dichas creencias, entresaco uno de sus más preciados consejos: "Hijo, para alcanzar algo en la vida hay que sacrificarse mucho".

Es evidente que aquellas palabras no cayeron en saco roto, y a pesar de que no seamos muy conscientes de haberlas entendido en su máxima dimensión, su mensaje sí hace mella en nuestro modo de ver la vida y, desde nuestro inconsciente, sentimos el impulso de satisfacer a nuestros padres. Cada vez que nos enfrentamos a alguna situación en nuestras vidas, lo hacemos dejando una partida para el sacrificio, lo que sin duda no nos aporta satisfacción alguna.

¿Acaso recuerdas que hayas gozado de la felicidad cuando en tus vivencias hayas apostado por el sacrificio? Seguro que recordarás muchas vivencias en las que hayas compartido tu insatisfacción por el hecho de haber tenido que sacrificar tus experiencias de paz.

Hoy tengo una claridad evidente de que el sacrificio es un componente de las convicciones egoicas. Hoy lo entiendo. Verdaderamente, es un componente de su lógica, de su manera de interpretar la vida. Si me siento separado de los demás; si tengo la firme creencia de que el otro desea lo que tengo y para conservarlo he de atacarle; si tengo la certeza de que cuando doy, estoy perdiendo; si mis experiencias de felicidad las baso en el deseo de poseer, no es extraño que el sacrificio forme parte del guion vital de nuestras vidas. El ego prefiere ser fiel a ese guion antes de negar la necesidad del sacrificio, pues hacerlo significaría que renuncia a su código de creencias; renunciaría a la visión del cuerpo, de la separación y de la muerte.

Hagamos una cosa. Busquemos un lugar donde podamos reflexionar en la quietud. Acallemos el vocerío de nuestra mente. Al principio no nos resultará fácil, pero no dejemos de intentarlo. Dejemos que los pensamientos fluyan.  Concentrémonos en el ritmo respiratorio. Relajémonos. En ese estado de quietud, elegimos el siguiente pensamiento. Soy el Hijo de Dios y soy parte de Su Mente. Dejemos que ese pensamiento se expanda en nuestro ser. La dicha y la certeza de que somos una extensión de Dios nos llevan a un estado de seguridad y de felicidad plena. Fundamos nuestras mentes en ese estado de felicidad.

Este ejercicio de armonización con lo que somos, a través de la repetición, nos permitirá reforzar nuestra mente en el servicio al Espíritu. Es muy importante que recordemos nuestra condición, pues en nuestro papel en el Plan de Salvación dispuesto por Nuestro Padre, se nos pide que gocemos de felicidad y de dicha, pues debemos compartirla con todos aquellos que Él nos envíe.

No podemos dar lo que no tenemos, lo que nos lleva a tener que recordar que en verdad somos felicidad y dicha. Nuestro despertar contagiará a los demás y entre todos, unidos en la comunión con la Fuente, formaremos la Filiación consciente.

Nos revela esta lección, que la risa es la expresión de que hemos alcanzado el estado de la felicidad y de la dicha divina. Cada vez que reímos, contagiamos felicidad. Hoy la terapia de la risa se extiende cada vez más, como una técnica para sanar. Es evidente que cuando reímos estamos revelando un estado de paz interior.

Cuando experimentemos la visión de nuestra verdadera identidad, cuando tengamos la certeza de que somos el Hijo de Dios, cuando seamos uno con todo lo creado, no podremos menos que sentirnos plenos y dichosos y la felicidad emanará de nuestro ser. Será entonces cuando el mundo, al percibir la sonrisa en nuestro rostro, reconocerá cuál es nuestra función en la vida.


Reflexión: ¿Qué te hace feliz? ¿Cómo compartes tu felicidad?

Capítulo 19. C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte.

C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte.

1.  A ti y a tu hermano, en cuya relación especial el Espíritu Santo entró a formar parte, se os ha concedido liberar -y ser libera­dos- del culto a la muerte. 2Pues esto fue lo que se os ofreció, y vosotros lo aceptasteis. 3No obstante, tenéis que aprender más acerca de este extraño culto, pues encierra el tercer obstáculo que la paz debe superar. 4Nadie puede morir a menos que elija la muerte. 5Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción. 6La culpabilidad es asimismo algo temido y temible. 7Mas no ejerce ningún poder, excepto sobre aquellos que se sien­ten atraídos por ella y la buscan. 8Y lo mismo ocurre con la muerte. 9Concebida por el ego, su tenebrosa sombra se extiende sobre toda cosa viviente porque el ego es el "enemigo" de la vida.

La liberación del culto a la muerte nos pide que dejemos de creer en ella tal y como nos lo ha enseñado el ego. A lo largo del contenido de las enseñanzas que vamos analizando en este Curso, hemos podido conocer las claves más importantes para saber, al menos teóricamente, lo que somos y cuál es nuestra misión. Hemos visto cómo el papel de la mente juega un papel estelar, dado que, dependiendo a quién decida elegir, a quién decida servir, nuestra identidad será una u otra cosa, es decir, un cuerpo físico, si nuestra elección es el ego y su creencia en la separación, o espíritu, si nuestra elección es el Espíritu Santo, la Mente Recta.

Cuando nos encontramos identificados con el sistema de pensamiento, es inevitable que podamos dejar de creer en las leyes que rigen en su "reino", las cuales se fundamentan en la creencia en el tiempo y en el ciclo vital de nacimiento y muerte. En este mundo todo es temporal, de ahí que sea considerado ilusorio y falso, pues lo real y verdadero no cambia, es eterno.

Por lo tanto, como decíamos al inicio, dejar de creer en la muerte nos lleva a cambiar de manera de pensar, de ver las cosas. Nos lleva a cambiar de creencia en lo que somos y, con la nueva percepción, ver la realidad, esta es, que no estamos limitados por las leyes del tiempo porque el espíritu es inmortal.

2. Mas una sombra no puede matar. 2¿Qué es una sombra para los que viven? 3Basta con que la pasen de largo para que desapa­rezca. 4¿Y qué ocurre con aquellos cuya consagración no es a la vida; los "pecadores" enlutados, el lúgubre coro del ego, quienes se arrastran penosamente en dirección contraria a la vida, tirando de sus cadenas y marchando en lenta procesión en honor de su sombrío dictador, señor y amo de la muerte? 5Toca a cual­quiera de ellos con las dulces manos del perdón, y observa cómo desaparecen sus cadenas, junto con las tuyas. 6Ve cómo se des­poja del ropaje de luto con el que iba vestido a su propio funeral y óyele reírse de la muerte. 7Gracias a tu perdón puede escapar de la sentencia que el pecado quería imponerle. 8Esto no es arro­gancia. 9Es la Voluntad de Dios. 10¿Qué podría ser imposible para ti que elegiste que Su Voluntad fuese la tuya? 11¿Qué significado podría tener la muerte para ti? 12Tu dedicación no es a la muerte ni a su amo. 13Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. 14Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. 15Y la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensa­miento de Dios.

Para el ego, la vida, la existencia es sinónimo de presencia. El ser tiene dependencia del estar. Y su verdad está sustentada en la percepción que adquiere a través de los sentidos físicos, lo que le lleva a afirmar que aquello que no percibe no existe. Su mejor testigo para dar credibilidad a su verdad es el cuerpo, el cual se convierte en su bien más preciado, pues tiene la certeza de que es el portador de la felicidad, de la paz, del placer, así como el portador de todos sus males, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte.

Para el espíritu, la existencia es sinónimo de Ser y no está sujeta a ninguna limitación. Su verdad está sustentada en la visión de la unidad y en la esencia del amor. Su mayor testigo es la unicidad de las mentes, la cual se completa en la Filiación. El amor que une a todas las mentes es la fuente de donde emana la verdadera felicidad, la paz, la dicha, la vida.

miércoles, 9 de abril de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 99

LECCIÓN 99

La salvación es mi única función aquí.

1. La salvación y el perdón son lo mismo. 2Ambas cosas implican que algo anda mal, algo de lo cual es necesario que se nos salve y se nos perdone; algo impropio que necesita corrección; algo aparte o diferente de la Voluntad de Dios. 3Ambos términos, por lo tanto, implican algo totalmente imposible, pero que, sin embargo, ha ocurrido, dando lugar a un estado de aparente con­flicto entre lo que es y lo que nunca podría ser.

2. La verdad y las ilusiones están ahora a la par, pues ambas han ocurrido. 2Lo imposible se convierte en aquello de lo que se te necesita salvar y perdonar. 3La salvación se convierte ahora en la zona fronteriza entre la verdad y las ilusiones. 4Refleja la verdad porque es el medio a través del cual puedes escaparte de las ilu­siones. 5No obstante, no es la verdad porque cancela lo que nunca ocurrió.

3. ¿Cómo podría haber un punto de encuentro en el que la tierra y el Cielo se pudiesen reconciliar dentro de una mente en la que ambos existen? 2La mente que ve ilusiones piensa que éstas son reales. 3Existen en cuanto que son pensamientos. 4Sin embargo, no son reales porque la mente que piensa estos pensamientos se encuentra separada de Dios.

4. ¿Qué podría unir a la mente y a los pensamientos separados con la Mente y el Pensamiento que están eternamente unidos? 2¿Qué plan podría reconocer las necesidades que plantean las ilu­siones y proponer medios con los que eliminarlas sin ataque o ápice alguno de dolor, y no violar la verdad? 3¿Qué podría ser este plan sino un Pensamiento de Dios mediante el cual se pasa por alto lo que nunca ocurrió y se olvidan los pecados que nunca fueron reales?

5. El Espíritu Santo conserva este plan de Dios en la Mente de Dios y en la tuya, exactamente como lo recibió de Él. 2Dicho plan no tiene nada que ver con el tiempo toda vez que su Fuente es intemporal. 3No obstante, opera dentro del tiempo debido a tu creencia de que el tiempo es real. 4El Espíritu Santo contempla impasible lo que tú ves: el pecado, el dolor y la muerte, así como la aflicción, la separación y la pérdida. 5Mas Él sabe que hay algo que no puede sino seguir siendo verdad: que Dios sigue siendo Amor, y que eso que ves no es Su Voluntad.

6. Éste es el Pensamiento que lleva las ilusiones a la verdad, donde las ve como apariencias tras las cuales se encuentra lo inmutable y lo seguro. 2Éste es el Pensamiento que salva y per­dona, pues no pone su fe en lo que no fue creado por la única Fuente que conoce. 3Éste es el Pensamiento cuya función es sal­var asignándote a ti su función. 4La salvación es tu función, junto con Aquel a Quien se le confió el plan. 5Ahora se te confía a ti junto con Él. 6Él tiene una respuesta para todas las apariencias sea cual sea la forma, el tamaño, el volumen o los atributos que parezcan tener, y es ésta:

7La salvación es mi única función aquí.

8Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.

7. Tú que aún has de obrar milagros, asegúrate de practicar bien la idea de hoy. 2Trata de percibir la fuerza de lo que dices, pues en esas palabras radica tu libertad. 3Tu Padre te ama. 4El mundo del dolor no es Su Voluntad. 5Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti. 6Deja entonces que el Pensa­miento con el que Él reemplazó todos tus errores se adentre en los sombríos lugares de tu mente que pensó los pensamientos que nunca fueron Su Voluntad.

8. Esa parte de tu mente le pertenece a Dios, al igual que el resto. 2Dicha parte no tiene pensamientos solitarios, ni los hace reales ocultándolos de Él. 3Deja pasar la luz, y ningún obstáculo te impe­dirá ver lo que Él dispone para ti. 4Pon al descubierto tus secretos ante Su benévola luz y observa cuán intenso es el fulgor con el que dicha luz todavía resplandece sobre ti.

9. Practica con Su Pensamiento hoy, y deja que Su luz busque e ilumine todo rincón tenebroso, y que al brillar a través de ellos los una al resto. 2La Voluntad de Dios es que tu mente sea una con la Suya. 3La Voluntad de Dios es tener solamente un Hijo. 4La Voluntad de Dios es que Su único Hijo eres tú. 5Reflexiona sobre estas cosas durante las prácticas de hoy, y da comienzo a la lec­ción que vamos a aprender hoy con estas instrucciones relativas a la verdad:

6La salvación es mi única función aquí.

7La salvación y el perdón son lo mismo.

8Dirígete entonces a Aquel que comparte contigo tu función aquí, y permítele que te enseñe lo que necesitas aprender para poder dejar de lado todo miedo y reconocer a tu Ser como un amor que no tiene opuesto en ti.

10. Perdona todo pensamiento que se oponga a la verdad de tu compleción, unidad y paz. 2No puedes perder los regalos que tu Padre te dio. 3No es tu deseo ser otro ser. 4No tienes ninguna función que no, sea de Dios. 5Perdónate a ti mismo la que crees haber inventado. 6El perdón y la salvación son lo mismo. 7Per­dona lo que inventaste y te habrás salvado.

11. Hay un mensaje especial para hoy que tiene el poder de elimi­nar para siempre de tu mente cualquier forma de duda o de temor. 2Si te asalta la tentación de creer que son reales, recuerda que las apariencias no pueden resistirse a la verdad que encie­rran estas poderosas palabras:

3La salvación es mi única función aquí.

4Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.

12. La única función que tienes te dice que eres uno. 2Recuérdate esto a ti mismo durante los intervalos de tiempo que transcurren entre los períodos en que das cinco minutos para compartirlos con Aquel que comparte el plan de Dios contigo. 3Recuérdate a ti mismo lo siguiente:

4La salvación es mi única función aquí.

5De esta manera, depositas el perdón en tu mente y dejas que todo temor sea suavemente descartado, para que el amor pueda encon­trar el lugar donde le corresponde estar en ti y mostrarte que tú eres el Hijo de Dios.

¿Qué me enseña esta lección?

Es crucial identificar cuál es la única función que tenemos asignada, ya que esta función determinará también la condición que debemos crear para lograrla.

Si preguntamos al ego cuál es su misión en la vida, su respuesta será confusa, pues, aun determinando que su misión es la felicidad, observamos que la realización de sus funciones le lleva a fabricar pensamientos que le alejan del logro fijado como misión. 

Desea ser feliz, sin embargo, siembra el miedo, la venganza, la culpa, la incoherencia, la ilusión, el error. Busca en el exterior los recursos que le aporte el fin perseguido, pero como en su naturaleza interna no alberga felicidad, se lanza a la conquista de una utopía que jamás formará parte de su realidad.

Para conseguir llevar a cabo nuestra verdadera función, la salvación, debemos despertar la conciencia al perdón, pues el origen de la infelicidad que experimentamos se encuentra en la fiel creencia en la culpabilidad. 

Cuando sustituimos el pensamiento erróneo de la culpa por el pensamiento verdadero del perdón, entonces, y solo entonces, realizaremos la función de perdonar o, lo que es lo mismo, la salvación.

Ejemplo-Guía: "Tengo la necesidad de ayudar a los demás y no lo consigo".

Es como una voz interior, que nos ha acompañado siempre, que nos invita a actuar como los soportes de los demás. Esa vocación que ha crecido con nosotros puede estar orientada a los seres queridos más cercanos, o puede proyectarse en un sentido más impersonal y canalizarse en el propósito de ser un "guía" para otros.

Este ejemplo nos revela una situación que suele ser bastante común. Sentimos el deseo de ayudar y ello supone una invitación a la reflexión.

Fijaros lo que tiene que aportarnos el Curso con respecto a este tema:

“No intentes "ayudar" a un hermano a tu manera, pues no pue­des ayudarte a ti mismo. Mas oye sus ruegos que claman por la Ayuda de Dios, y reconocerás de este modo la necesidad que tú mismo tienes del Padre” (T-12.I.6:10).

“Las interpretaciones que haces de las necesidades de tu hermano son las interpretaciones que haces de las tuyas propias. Al prestar ayuda la estás pidiendo, y si percibes tan sólo una necesi­dad en ti serás sanado. Pues reconocerás la Respuesta de Dios tal como deseas que ésta sea, y si de verdad la deseas, ciertamente será tuya. Cada súplica a la que respondes en el Nombre de Cristo acerca más a tu conciencia el recuerdo del Padre. En inte­rés de tu propia necesidad, pues, oye toda petición de ayuda como lo que es, para que Dios pueda responderte a ti” (T12.I.7:1-5). 

Estas aportaciones nos recuerdan que el mundo que vemos fuera es la proyección de nuestro mundo interior. Desde esa visión, aquello que percibimos como necesidades de ayuda hacia los demás son nuestras propias necesidades internas de ser ayudados. Detrás de esta percepción, se vislumbra una dificultad para aceptar la ayuda de los demás.

Entonces, ¿cómo debemos interpretar las peticiones de ayuda de los demás?

La única reacción apropiada hacia un hermano es apreciarlo. Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las perci­bes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia: Toda sensación de esfuerzo procede de tus intentos de no hacer simplemente eso. ¡Cuán simple es, entonces, el plan de Dios para la salvación! No hay sino una sola manera de reaccionar ante la realidad porque la realidad no suscita conflicto alguno. No hay sino un solo Maestro de la realidad, el Cual entiende lo que ésta es. Este Maestro no cambia de parecer con respecto a la realidad porque la realidad no cambia. Si bien tus interpretaciones de la realidad no tienen sentido en tu estado dividido, las Suyas son por siempre fieles a la verdad. Él te las da porque son para ti” (T-12.I.6:1-9).

Aprender y enseñar son los mayores recursos de que disponemos ahora, porque nos permiten cambiar de mentalidad y ayudar a otros a hacer lo mismo.

“Un terapeuta no cura, sino que deja que la curación ocurra espon­táneamente. Puede señalar la oscuridad, pero no puede traer luz por su cuenta, pues la luz no es de él. No obstante, al ser para él, tiene que ser también para su paciente. El Espíritu Santo es el único Terapeuta. Él hace que la curación sea evidente en cual­quier situación en la que Él es el Guía. Lo único que puedes hacer es dejar que Él desempeñe Su función. Él no necesita ayuda para llevarla a cabo. Te dirá exactamente lo que tienes que hacer para ayudar a todo aquel que Él te envíe en busca de ayuda, y le hablará a través de ti si tú no interfieres. Recuerda que eres tú el que elige el guía que ha de prestar la ayuda, y que una elección equivocada no constituirá ninguna ayuda. Pero recuerda asimismo que la elección correcta sí lo será. Confía en Él, pues ayudar es Su función, y Él es de Dios. A medida que despiertes otras mentes al Espíritu Santo a través de Él, y no a través de ti, te darás cuenta de que no estás obedeciendo las leyes de este mundo” (T-9.V.8:1-12).

Reflexión:  ¿Cómo contribuyes en el Plan de Salvación que Dios ha dispuesto para su Hijo?