lunes, 30 de junio de 2025

Capítulo 21. IV. El miedo a mirar adentro (3ª parte).

 IV. El miedo a mirar adentro (3ª parte).

6. En las enseñanzas del Espíritu Santo no hay inconsistencias. 2Éste es el razonamiento de los cuerdos. 3Has percibido la locura del ego, y no te ha dado miedo porque elegiste no compartirla. 4Pero aún te engaña a veces. 5No obstante, en tus momentos más lúcidos, sus desvaríos no producen ningún terror en tu corazón. 6Pues te has dado cuenta de que no quieres los regalos que el ego te quitaría de rabia por tu "presuntuoso" deseo de querer mirar adentro. 7Todavía quedan unas cuantas baratijas que parecen titi­lar y llamarte la atención. 8No obstante, ya no "venderías" el Cielo por ellas.

Cuando decidimos valientemente abrir la habitación prohibida del miedo y comprobamos que tal prohibición no estaba fundamentada, no era real, nuestra fe en nuestra visión, en nuestra creencia nos fortalecerá y la debilidad a la que estábamos acostumbrados, caminando de la mano del ego, se convertirá en fortaleza y reconocimiento de nuestra verdadera identidad.

La práctica de las acciones rectas formará parte de nuestros hábitos y de nuestra nueva personalidad. Dar y recibir nos hará abundantes; amar desde la libertad nos permitirá gozar de la fidelidad y nuestra inocencia garantizará nuestra seguridad.

7. Y ahora el ego tiene miedo. 2Mas lo que él oye aterrorizado, la otra parte de tu mente lo oye como la más dulce melodía: el canto que añoraba oír desde que el ego se presentó en tu mente por primera vez. 3La debilidad del ego es su fortaleza. 4El himno de la libertad, el cual canta en alabanza de otro mundo, le brinda espe­ranzas de paz. 5Pues recuerda al Cielo, y ve ahora que el Cielo por fin ha descendido a la tierra, de donde el dominio del ego lo había mantenido alejado por tanto tiempo. 6El Cielo ha llegado porque encontró un hogar en tu relación en la tierra. 7Y la tierra no puede retener por más tiempo lo que se le ha dado al Cielo como suyo propio.

Cuando no ponemos nuestra atención en el ego y en su contexto, el mundo material, ocurre lo que tiene que ocurrir, que lo que no es nada siga siéndolo; dicho de otro modo, que cada uno perciba lo que cree ser, que el miedo se quede con su miedo y desatendido.

En este nuevo estado de ser, el cuerpo desarrolla su función más elevada y se convierte en un canal de comunicación de la visión verdadera, la que nos lleva a experimentar el poder de la unión y del amor incondicional. De este modo, transformamos las relaciones especiales en relaciones santas.

8Contempla amorosamente a tu hermano, y recuerda que la debilidad del ego se pone de manifiesto ante vuestra vista. 2Lo que el ego pretendía mantener separado se ha encontrado y se ha unido, y ahora contempla al ego sin temor. 3Criatura inocente de todo pecado, sigue el camino de la certeza jubilosamente. 4No dejes que la demente insistencia del miedo de que la certeza reside en la duda te detenga. 5Eso no tiene sentido. 6¿Qué importa cuán imperiosamente se proclame? 7Lo que es insensato no cobra sentido porque se repita o se aclame. 8El camino de la paz está libre y despejado. 9Síguelo felizmente, y no pongas en duda lo que no puede sino ser cierto. 

Contemplar amorosamente a nuestro hermano es la confirmación de que hemos atendido a la llamada de la Expiación y hemos corregido el error de la falsa percepción de creernos separados del resto de la creación. Nos hemos deshecho del sistema de pensamiento del ego y hemos sustituido el miedo por el amor, así como la división por la unidad. Hemos abandonado el hábito de juzgar y condenar, al tiempo que hemos adoptado un nuevo estado de ser en el que elegimos perdonar todos nuestros errores y rendir culto a la inocencia en el altar de la verdad.

Ahora tenemos la certeza de la verdad y proclamamos nuestra filiación a ella.

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