IV.
El miedo a mirar adentro (1ª parte).
1. El
Espíritu Santo jamás te enseñará que eres un pecador. 2Corregirá tus
errores, pero eso no es algo que le pueda causar temor a nadie. 3Tienes
un gran temor a mirar en tu interior y ver el pecado que crees que se encuentra
allí. 4No tienes miedo de admitir esto. 5El ego considera
muy apropiado que se asocie el miedo con el pecado, y sonríe con aprobación. 6No
teme dejar que te sientas avergonzado. 7No pone en duda la creencia
y la fe que tienes en el pecado. 8Sus templos no se tambalean por
razón de ello. 9Tu certeza de que dentro de ti anida el pecado no
hace sino dar fe de tu deseo de que esté allí para que se pueda ver. 10Sin
embargo, esto tan sólo aparenta ser la fuente del temor.
En este punto, Jesús nos muestra la estrategia del ego para ocultar la verdad que no quiere que descubramos. Para ello utiliza una técnica muy utilizada cuando queremos evitar que alguien pueda acceder a la instancia donde guardamos celosamente nuestros secretos. El miedo se convierte, en estas situaciones, en su mejor aliado. El ego nos dice: "De todas las habitaciones que hay podrás entrar, excepto en una. Si lo haces, algo terrible te ocurrirá". De este modo, el ego se asegura de que el miedo nos impedirá acceder a la habitación prohibida donde, supuestamente, nuestra integridad correría un grave peligro.
¿Qué hay en esa habitación prohibida que tanto valor tiene para el ego?
Esa habitación hace referencia a nuestro mundo interior. El ego es el fruto de haber elegido libremente dirigir su atención en una dirección incorrecta, donde la carencia del amor lo lleva a fabricar una realidad ilusoria donde imperan las leyes de la percepción. Esa elección errónea le lleva a ver un mundo diferente al que Su Creador dispuso para él. Esa elección le lleva a la creencia en la separación y a la pérdida de su inocencia, la cual fue sustituida por la idea de pecado. Por lo tanto, el secreto que custodia en esa habitación, en su interior, en su mente, es esa falsa creencia.
Pero la argucia del ego no se limita tan solo a mostrarnos la habitación donde no debemos entrar o, lo que es lo mismo, identificándonos el peligro que correremos si lo desobedecemos. El ego, el hijo del miedo, no puede mostrarnos un mundo ausente de miedo. Al igual que la oscuridad no puede aportarnos la visión de la luz al carecer de ella. Si nos muestra el lugar donde custodia su tesoro, esto es, el miedo, en realidad nos estaría mostrando su secreto y eso no lo permitiría nunca. Entonces, ¿qué es lo que oculta realmente en esa habitación?
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