martes, 5 de agosto de 2025

Capítulo 22. II. La impecabilidad de tu hermano (4ª parte).

II. La impecabilidad de tu hermano (4ª parte).

10. Contempla la gran proyección, pero mírala con la determina­ción de que tiene que ser sanada, aunque no mediante el temor. 2Nada que hayas fabricado tiene poder alguno sobre ti, a menos que todavía quieras estar separado de tu Creador y tener una voluntad que se oponga a la Suya. 3Pues sólo si crees que Su Hijo puede ser Su enemigo parece entonces posible que lo que has inventado sea asimismo enemigo tuyo. 4Prefieres condenar al sufrimiento Su alegría y hacer que Él sea diferente. 5Sin embargo, al único sufrimiento al que has dado lugar ha sido al tuyo propio. 6¿No te alegra saber que nada de eso es cierto? 7¿No son buenas nuevas oír que ni una sola de las ilusiones que forjaste ha substi­tuido a la verdad?

Qué difícil nos resulta creer en el mensaje esperanzador compartido por este punto. A pesar de que estamos de acuerdo al pensar que este mundo es demente, que no nos aporta paz y felicidad, sino sufrimiento y dolor, aún así seguimos rindiéndole culto a su sistema de pensamiento, el cual nos mantiene esclavos de la ilusión y del miedo.

La mente dividida nos mantiene distraídos y embelesados con la ilusión y nos permite ver la realidad, sin percibir la verdad. Continuar prestándole atención a la mente dividida es perpetuar el sufrimiento y el dolor, pues estaríamos alimentando la fuente del error que se encuentra en la creencia de la separación y en la creencia en la falsa identidad del cuerpo.

La mente recta nos brinda la oportunidad de la abstracción, del desapego de la ilusión y nos invita a ver las cosas de otra manera. El uso de la mente recta para crear nos lleva a expandir el amor y a fortalecer nuestras relaciones con la visión santa. Ese es el único camino que ha de conducirnos al encuentro con la paz y con la felicidad, pues es el único camino que nos conduce a las puertas del Cielo.

11. Son sólo tus pensamientos los que han sido imposibles. 2No puede ser que la salvación sea imposible. 3Pero sí es imposible ver a tu salvador como un enemigo y al mismo tiempo reconocerlo. 4No obstante, puedes reconocerlo como lo que es porque ésa es la Voluntad de Dios. 5Lo que Dios le confirió a tu relación santa aún se encuentra en ella. 6Pues lo que Él le dio al Espíritu Santo para que te lo diese a ti, el Espíritu Santo te lo dio. 7¿No querrías contem­plar al salvador que se te ha dado? 8¿Y no intercambiarías con gratitud la función de verdugo que le adjudicaste por la que en verdad tiene? 9Recibe de él lo que Dios le dio para ti, no lo que trataste de darte a ti mismo.

No somos hijos del pecado, ni tenemos que sentirnos culpables por haber elegido pensamientos carentes de amor e inspirados por el deseo de ser especiales. Somos hijos del Amor, el cual se fortalece en la santidad de la inocencia y de la impecabilidad. 

Si utilizamos la lógica de la razón, elegir la identidad pasajera del cuerpo físico, elegir la vía del sufrimiento y del dolor, no parece ser lo más acertado e inteligente. Si lo elegimos y seguimos haciéndolo es porque nuestra mente sirve a la ilusión y nuestros pensamientos sirven a la demencia.

La razón tiene la capacidad de disipar la niebla que no nos permite ver y percibir correctamente. La razón nos muestra un mundo donde vivir en paz y ser felices. Un mundo donde no hay carencia ni necesidades, tan sólo hay abundancia. Es un mundo imperecedero donde la igualdad y la unidad se convierten en el eslabón que nos une a la relación santa que alimentamos junto a nuestros hermanos.

Sí, quiero contemplar al Salvador que se me ha dado.

12. Más allá del cuerpo que has interpuesto entre tu hermano y tú, y reluciendo en la áurea luz que le llega desde el círculo radiante e infinito que se extiende eternamente, se encuentra tu relación santa, que Dios Mismo ama. 2¡Cuán serena descansa en el tiempo, y, sin embargo, más allá de él! a¡Cuán inmortal, y, sin embargo, en la tierra! 3¡Cuán grande el poder que en ella reside! 4El tiempo acata su voluntad, y la tierra será lo que ella disponga que sea. 5En ella no existe una voluntad separada ni el deseo de que nada se encuentre separado. 6Su voluntad no hace excepciones y lo que dispone es verdad. 7Toda ilusión que se lleva ante su perdón se pasa por alto dulcemente y desaparece. 8Pues Cristo ha renacido en su centro, para iluminar Su morada con una visión que pasa por alto al mundo. 9¿No querrías que esa santa morada fuese también la tuya? 10En ella no hay sufrimiento, sino únicamente dicha.

Si te has preguntado en alguna ocasión si es posible experimentar la relación santa en la tierra, en este punto encontrarás la respuesta. Sí, es posible. Y no tan sólo es posible, sino que es la única opción por la que debemos decidirnos. Para ello, debemos invitar al Espíritu Santo para que sea nuestro único anfitrión, para que su mente recta dirija nuestras decisiones. Pongamos todos nuestros asuntos en sus manos y nos guíe para que el amor prevalezca en nuestras relaciones.

Sustituir nuestros pensamientos de miedo por pensamientos de amor resucitará nuestra consciencia de la muerte y renaceremos bajo la luz de nuestra inocencia, de nuestra impecabilidad, de nuestra eternidad.

Que nuestra mente forme parte del áurea luz que emana desde el círculo radiante e infinito y que en ella nos fundamos en un fraternal y luminoso abrazo con todos nuestros hermanos de Filiación.

13. Lo único que necesitas hacer para morar aquí apaciblemente junto a Cristo, es compartir Su visión. 2Su visión se le concede inmediatamente y de todo corazón a todo aquel que esté dis­puesto a ver a su hermano libre de pecado. 3tienes que estar dispuesto a no excluir a nadie, si quieres liberarte completamente de todos los efectos del pecado. 4¿Te concederías a ti mismo un perdón parcial? 5¿Puedes alcanzar el Cielo mientras un solo pecado aún te tiente a seguir sufriendo? 6El Cielo es el hogar de la pureza perfecta, y Dios lo creó para ti. 7Contempla a tu santo hermano, tan libre de pecado como tú, y permítele que te con­duzca hasta allí.

Ver a nuestros hermanos libres de pecado es el resultado de haber mirado en nuestro interior y no haber contemplado pecado alguno. Si vemos impecabilidad, es la señal inequívoca de que hemos elegido la inocencia y la pureza de nuestra naturaleza santa.

Hemos vencido a la creencia en la separación y ello ha sido posible gracias a que hemos elegido al guía correcto y a la visión correcta. El Espíritu Santo y Cristo ahora están presentes en mi consciencia y forman parte de mis pensamientos. He elegido de nuevo y es mi voluntad servir al amor y a la unidad.

Mi propósito aquí en la tierra se circunscribe a la voluntad de colaborar en el plan de salvación que Dios ha dispuesto para Su Hijo. Para ello, hermano, reconozco tu valía, reconozco tu pureza, tu inocencia y te reconozco como mi salvador, ofreciéndome la oportunidad de andar el camino que nos conduce a la salvación, junto a ti.

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