jueves, 24 de julio de 2025

Capítulo 22. LA SALVACIÓN Y LA RELACIÓN SANTA: Introducción

 Capítulo 22

LA SALVACIÓN Y LA RELACIÓN SANTA

 

Introducción

1. Ten piedad de ti mismo, tú que por tanto tiempo has estado esclavizado. 2Regocíjate de que los que Dios ha unido se han jun­tado y ya no tienen necesidad de seguir contemplando el pecado por separado. 3No es posible que dos individuos puedan contem­plar el pecado juntos, pues nunca podrían verlo en el mismo sitio o al mismo tiempo. 4El pecado es una percepción estrictamente personal, que se ve en el otro, pero que cada uno cree que está dentro de sí mismo. 5Y cada uno parece cometer un error dife­rente, que el otro no puede comprender. 6Hermano, se trata del mismo error, cometido por lo que es lo mismo, y perdonado por su hacedor de igual manera. 7La santidad de tu relación os per­dona a ti y a tu hermano, y cancela los efectos de lo que ambos creísteis y visteis. 8Y al desaparecer dichos efectos, desaparece también la necesidad del pecado.

La presentación del Capítulo 22, dedicado a la salvación y la relación santa, es sencillamente maravillosa y alentadora, invitándonos a un encuentro con el consuelo de reconfortarnos en la afirmación de la certeza de que hemos despertado del sueño en el que hemos creído estar sumidos y en el que hemos sufrido el desvarío de pesadillas que nos han mantenido prisioneros de la ilusión de estar solos y abandonados.

Dejemos de atormentarnos, de castigarnos, dejemos de sufrir y, en su lugar, contemplemonos desde la inocencia, desde la pureza, desde la impecabilidad.

¿Has dejado el dolor atrás? Ahora lo que nos espera es maravilloso, pues la salvación es el camino que hemos elegido realizar de la mano de nuestros hermanos. En ese viaje compartiremos nuestra santidad, nuestra visión de unidad, nuestra percepción verdadera. De esa relación no puede menos que fluir el amor verdadero.

2. ¿Quién tiene necesidad del pecado? 2Únicamente los que deambulan por su cuenta y en soledad, creyendo que sus herma­nos son diferentes de ellos. 3Es esta diferencia, que aunque es visible no es real, lo que hace que el pecado, que si bien no es real es visible, parezca estar justificado. 4Todo esto sería real si el pecado lo fuese. 5Pues una relación no santa se basa en diferen­cias y en que cada uno piense que el otro tiene lo que a él le falta. 6Se juntan, cada uno con el propósito de completarse a sí mismo robando al otro. 7Siguen juntos hasta que piensan que ya no queda nada más por robar, y luego se separan. 8Y así, vagan por un mundo de extraños, distintos de ellos, viviendo tal vez con los cuerpos de esos extraños bajo un mismo techo que a ninguno de ellos da cobijo; en la misma habitación y, sin embargo, a todo un mundo de distancia.

Nuestros ojos se han abierto y por fin vemos la verdad. Reconocemos que todos somos Hijos de Dios y que todos hemos sido emanados de la misma Fuente. Por lo tanto, nuestros hermanos no serán unos extraños. Veremos en ellos nuestra propia condición espiritual y esa visión de unidad nos llevará a compartir la esencia del amor de la que somos portadores. El miedo y la creencia en la separación ya no forman parte de nuestra mente. Ahora conocemos que Dios camina junto a nosotros en perfecta santidad.

¿Qué temor nos puede atacar cuando tenemos la certeza de que caminamos junto a nuestro Hacedor?

3. La relación santa parte de una premisa diferente. 2Cada uno ha mirado dentro de sí y no ha visto ninguna insuficiencia. 3Al acep­tar su compleción, desea extenderla uniéndose a otro, tan pleno como él. 4No ve diferencias entre su ser y el ser del otro, pues las diferencias sólo se dan a nivel del cuerpo. 5Por lo tanto, no ve nada de lo que quisiera apropiarse. 6No niega su propia realidad porque ésta es la verdad. 7Él se encuentra justo debajo del Cielo, pero lo bastante cerca como para no tener que retornar a la tierra. 8Pues esta relación goza de la santidad del Cielo. 9¿Cuán lejos del hogar puede estar una relación tan semejante al Cielo?

Desde la visión Crística, tan sólo vemos igualdad en lo que realmente somos. Tan sólo percibimos que, si bien nuestros cuerpos son diferentes, nuestras mentes gozan de la unidad compartida con Dios.

Todas las relaciones inspiradas por la visión crística gozan de plenitud, de felicidad, de abundancia y de paz. Estas relaciones santas tienen como propósito común expandir el amor que los une y ayudar a despertar a aquellas almas que aún permanezcan sumidas en el sueño.

4. ¡Piensa en lo que una relación santa te podría enseñar! 2En ella desaparece la creencia en diferencias. 3En ella la fe en las diferen­cias se convierte en fe en la igualdad. 4Y en ella la percepción de diferencias se transforma en visión. 5La razón puede ahora llevaros a ti y a tu hermano a la conclusión lógica de vuestra unión. 6Ésta se tiene que extender, de la misma forma en que vosotros os extendisteis al uniros. 7La unión tiene que extenderse más allá de sí misma, tal como vosotros os extendisteis más allá del cuerpo para hacer posible vuestra unión. 8Y ahora la igualdad que visteis se extiende y elimina finalmente cualquier sensación de diferen­cia, de modo que la igualdad que yace bajo todas las diferencias se hace evidente. 9Éste es el círculo áureo en el que reconocéis al Hijo de Dios. 10Pues lo que nace en una relación santa es impere­cedero.

Cuando la mente se santifica, ya no puede dejar de crear, lo que nos lleva a compartir, a extender nuestra santidad, o lo que es lo mismo, nuestra visión de la unidad y del amor.

¿Puedes visualizar una vida pletórica donde la moneda de cambio sea el amor incondicional y el reconocimiento de la santidad que nos une a nuestros hermanos de Filiación? ¿Puedes imaginar un mundo donde no exista la necesidad, el sacrificio, el sufrimiento, el dolor, la enfermedad? 

Ahora sabes lo que eres. Ahora reconoces el poder que siempre has tenido para crear tu realidad y del que eras inconsciente. Ahora puedes crear ese mundo. Yo creo en ti, pues cuando miro en mi interior veo ese poder y te veo a ti. Y si lo veo en mí, también está en ti. Hagamos que sea real. Cuando nos encontremos, te mostraré mi visión de unidad y te reconoceré en lo que realmente eres y nuestra relación será santa.

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