jueves, 6 de noviembre de 2025

Capítulo 24. VI. Cómo escaparse del miedo (10ª parte).

VI. Cómo escaparse del miedo (10ª parte).

11. Ser especial es la función que tú te asignaste a ti mismo. 2Te representa exclusivamente a ti, como un ser que se creó a sí mismo, auto-suficiente, sin necesidad de nada y separado de todo lo que se encuentra más allá de su cuerpo. 3Ante los ojos del espe­cialismo tú eres un universo separado, capaz de mantenerse com­pleto en sí mismo, con todas las puertas aseguradas contra cual­quier intromisión y todas las ventanas cerradas herméticamente para no dejar pasar la luz. 4Y al estar siempre furioso por el cons­tante ataque al que siempre crees estar sometido y al sentir que tu ira está plenamente justificada, te has empeñado en lograr este objetivo con un ahínco del cual jamás pensaste desistir y con un esfuerzo que nunca pensaste abandonar. 5toda esa feroz deter­minación fue para esto: querías que ser especial fuese la verdad.

El punto hace referencia al especialismo como ilusión y, en este sentido, el texto señala que la idea de “ser especial” es una función que nosotros mismos nos hemos asignado, no algo que provenga de Dios. Es una construcción del ego, que busca diferenciarnos y separarnos de los demás, creyendo que podemos ser autosuficientes y completos por nosotros mismos, sin necesidad de nadie más.

El especialismo nos lleva a vernos como un “universo separado”, con barreras internas y externas (“puertas aseguradas”, “ventanas cerradas”) para protegernos de cualquier influencia externa. Esto simboliza el aislamiento y la resistencia a dejar entrar la luz (el amor, la verdad, la unidad).

Al sentirnos especiales y separados, percibimos constantemente ataques del exterior y justificamos nuestra ira y nuestra defensa. El ego nos convence de que debemos proteger nuestra especialidad a toda costa, lo que genera un estado de tensión, conflicto y soledad.

El texto subraya que mantener la ilusión de ser especial requiere un esfuerzo enorme y constante. El ego nunca descansa en su empeño por sostener esta identidad separada, aunque esto solo trae sufrimiento y no paz.

En el fondo, todo este esfuerzo es para intentar que la especialidad sea la verdad, cuando en realidad la verdad es la unidad, la igualdad y la conexión con todos. El especialismo es una ilusión que nos aleja de nuestra verdadera naturaleza, que es compartida y universal.

A título de resumen práctico:

El deseo de ser especial nos separa de los demás y de la paz interior.

El especialismo nos lleva a vivir a la defensiva, justificando la ira y el aislamiento.

La verdadera felicidad y libertad se encuentran en reconocer la unidad y la igualdad con todos, no en la separación.

El ego invierte mucha energía en mantener la ilusión de la especialidad, pero esto solo trae conflicto y soledad.

¿Cómo puede aparecer el especialismo en tu vida?

1. En tus relaciones personales

Familia: Puedes notar que buscas ser el hijo/a más valorado, el más sacrificado, el más correcto, o el que más sufre. Esto puede llevarte a sentirte aislado, incomprendido o a competir por atención y reconocimiento.

Pareja: Puedes sentir que necesitas ser “el más importante” o el que más razón tiene, lo que puede generar discusiones, resentimientos o distancia emocional.

Amistades: Tal vez te compares con tus amigos, buscando destacar o sentirte diferente, lo que puede dificultar la autenticidad y la conexión genuina.

2. En el trabajo o estudios

Puedes esforzarte por ser el mejor, el más eficiente o el más indispensable, lo que puede llevarte a estrés, agotamiento o a sentirte solo en tus logros.

Si no recibes el reconocimiento que esperas, puedes sentirte herido o resentido, reforzando la idea de que “nadie te entiende” o “nadie te valora como mereces”.

3. Contigo mismo

Puedes sentirte constantemente a la defensiva, justificando tus errores o tus emociones porque “nadie comprende por lo que pasas”.

Puedes experimentar soledad, incomprensión o una sensación de vacío, como si estuvieras separado del resto del mundo.

¿Cómo transformar el especialismo?

1. Observa tus pensamientos y emociones

Pregúntate: ¿Estoy buscando ser especial, diferente o más que los demás? ¿Me siento separado o aislado?

Reconoce cuándo te estás defendiendo, justificando o compitiendo por atención o reconocimiento.

2. Recuerda la verdad de la unidad.

Afirma para ti mismo: “No necesito ser especial para ser valioso. Mi valor es igual al de todos.”

Recuerda que la verdadera paz y felicidad vienen de la unión, la igualdad y la colaboración.

3. Practica la apertura y la humildad.

Permítete pedir ayuda, compartir tus emociones y reconocer el valor de los demás.

Celebra los logros y cualidades de otros, sabiendo que su luz no apaga la tuya.

4. Elige la visión del Cristo en ti.

Cuando surja el deseo de ser especial, haz una pausa y repite: “El Cristo en mí reconoce la santidad y el valor en todos, incluyéndome a mí.”

Busca conectar desde la autenticidad y la igualdad, no desde la comparación o la competencia.

Ejemplo práctico

Supón que en tu trabajo te esfuerzas mucho y sientes que nadie lo reconoce. Puedes caer en el especialismo pensando: “Nadie hace tanto como yo, nadie entiende mi esfuerzo.” Esto puede llevarte a sentirte solo, resentido o a la defensiva.

Transformación:
Haz una pausa y reconoce tu deseo de ser especial. Recuerda que todos aportan a su manera y que tu valor no depende del reconocimiento externo. Practica la gratitud por el trabajo en equipo y busca colaborar, en vez de competir. Reconoce y valora también el esfuerzo de los demás.

Frase para recordar.

“No necesito ser especial para ser feliz. Mi verdadera fortaleza está en la unión, la igualdad y el amor compartido.”

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