miércoles, 13 de noviembre de 2024

Capítulo 15. X. La hora del renacer (1ª parte).

X. La hora del renacer (1ª parte).

1. Mientras estés en el tiempo, tendrás el poder de demorar la perfecta unión que existe entre Padre e Hijo. 2Pues en este mundo, la atracción de la culpabilidad se interpone entre ellos. 3En la eternidad, ni el tiempo ni las estaciones del año tienen significado alguno. 4Pero aquí, la función del Espíritu Santo es valerse de ambas cosas, mas no como lo hace el ego. 5Ésta es la temporada en la que se celebra mi nacimiento en el mundo. 6Más no sabes cómo celebrarlo. 7Deja que el Espíritu Santo te enseñe, y déjame celebrar tu nacimiento a través dé Él. 8El único regalo que puedo aceptar de ti es el regalo que yo te hice. 9Libérame tal como yo elijo liberarte a ti: 10Celebramos la hora de Cristo juntos, pues ésta no significa nada si estamos separados.

Para mí, la Navidad, la temporada en la que celebramos el nacimiento de Jesús en el mundo, siempre ha despertado un sentimiento "especial" en mi interior. Al referir que ese sentimiento es especial, lo hago con la intención de diferenciarlo de los sentimientos habituales y cotidianos que se experimentan a lo largo del resto del año, en los que, las sensaciones más frecuentes no son capaces de inspirarme paz y felicidad. 

Tal vez, la razón de que la Navidad sí despierte en mí, esas sensaciones de felicidad y alegría, responda a la seducción que me ofrece el disfrutar de las calles engalanadas con sus luces brillantes y de colores; con los cánticos de villancicos y con las tiendas abarrotadas de regalos, a cuál más seductor. Sí, es fácil dejarse contagiar por el ambiente navideño. Los belenes, los árboles de navidad, el olor de los hogares, donde las familias se sienten llamadas a convivir en paz, en verdad, son inspiradores y nos brindan la oportunidad de participar en esa puesta en escena, que parece despertar en cada uno de nosotros, el recuerdo del verdadero significado que se festeja, el renacer del Amor, el renacer de la Luz, en la noche más oscura del año.

No voy a entrar, en el uso que hace el ego de la Navidad, pues, estoy seguro que no es necesario decir, que está manipulada para satisfacer las carencias propias del sistema de pensamiento que postula: la codicia, el egoísmo, la posesión, el miedo...

Lo que sí voy a hacer, es plantear una reflexión sobre el uso que hace el Espíritu Santo de la Navidad. El mensaje del renacer de Jesús, en un humilde pesebre rodeado del calor de una mula y un buey, como reza la tradición, es una clara invitación a que reconozcamos, que el Amor no es especial, no debe seguir las leyes del ego, donde las apariencias es lo que prima, por encima de lo esencial. El Espíritu Santo utiliza esa simbología navideña para inspirarnos el recuerdo de lo esencial que hay en nuestro interior. Las luces, los regalos, los encuentros familiares, todos los personajes que rodean la navidad, llevan el mismo mensaje a nuestra consciencia. Debemos ser portadores de luz y amor, debemos dar lo que tenemos y compartillo con los demás, debemos ser creadores de paz y felicidad. Ese es el significado de la Navidad, el renacer de nuestra verdadera identidad.

2. El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo. 2Pues en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y, de esta manera, se le restituye su poder ilimitado. 3¿Qué otro regalo puedes ofrecerme cuando yo elijo ofrecerte sólo éste? 4Verme a mí es verme en todo el mundo y ofrecerles a todos el regalo que me ofreces a mí. 5Soy tan incapaz de recibir sacrificios como lo es Dios, y todo sacrificio que te exiges a ti mismo me lo exiges a mí también. 6Debes reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se le impone al acto de dar. 7Y mediante esa limitación limitas la aceptación del regalo que yo te ofrezco.

Tendríamos que inscribirlo con tinta permanente, el mensaje que se recoge en este punto y que, el ego, se niega a creer: "reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se impone al acto de dar".

Para dar, no supone ningún esfuerzo, cuando percibimos la vida desde la verdad, esto es, desde la Visión Crística de la Unidad. Dar es la expresión natural del Amor Incondicional. Sin embargo, la escasez y la necesidad, son falsos pensamientos que se han apoderado de nuestra mente al albergar la creencia en la separación, en el pecado y en la culpa. El ego piensa, está convencido, de que cuando da, pierde, lo que le lleva a creer, igualmente, que dar, siempre es un acto de sacrificio y así se lo recuerda a aquel al que da, despertando y perpetuando el sentimiento de la culpa en el otro.

"Me he sacrificado toda la vida por ti, y así me lo pagas" Seguro que reconocerás en el contenido de esa expresión, la identidad del ego.

3. Nosotros que somos uno, no podemos dar por separado. 2Cuando estés, dispuesto a reconocer que nuestra relación es real, la culpabilidad dejará de ejercer atracción sobre ti. 3Pues en nues­tra unión aceptarás a todos nuestros hermanos. 4Nací con el solo propósito de dar el regalo de la unión. 5Dámelo a mí, para que así puedas disponer de él. 6La hora de Cristo es la hora señalada para el regalo de la libertad que se le ofrece a todo el mundo. 7Y al tú aceptarla, se la ofreces a todos.

Aunque el acto de dar, lo percibimos como una acción externa, lo que nos sitúa en el escenario del ego, en verdad, responde a una extensión de nuestra mente, pues, si reflexionamos sobre esta dinámica, descubriremos que, dar, es una expresión del Amor, lo que significa que cuando damos desde esa frecuencia, lo que damos goza de la garantía de lo eterno. Esto significa, que cuando damos desde el amor, el otro no está obligado a devolvernos lo que le hemos dado. Su gracia, sellará el ciclo Dar-Recibir-Dar.

En cambio, cuando damos desde la frecuencia ego, lo que damos, lo hacemos desde el miedo (a perder), por lo que condicionamos dicho acto, con la exigencia de que se nos devuelva en la misma proporcionalidad a lo que hemos dado, sino exigimos un interés por lo dado. ¿Os resuena esto? El ego cuando da, aun viviéndolo como un sacrificio, siempre lo hace esperando recibir algo a cambio. No lo hace desinteresadamente.

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