martes, 12 de noviembre de 2024

Capítulo 15. IX. El instante santo y la atracción de Dios (2ª parte).

IX. El instante santo y la atracción de Dios (2ª parte).

4. Es imposible dividir tu fuerza entre el Cielo y el infierno, o entre Dios y el ego, y liberar el poder que se te dio para crear, que es para lo único que se te dio. 2El amor siempre producirá expansión. 3El ego es el que exige límites, y éstos representan sus exi­gencias de querer empequeñecer e incapacitar. 4Si te limitas a ver a tu hermano como un cuerpo, que es lo que harás mientras no quieras liberarlo del mismo, habrás rechazado el regalo que él te puede hacer. 5Su cuerpo es incapaz de dártelo, 6y tú no debes buscarlo a través del tuyo. 7Entre vuestras mentes, no obstante, ya existe continuidad, y lo único que es necesario es que se acepte su unión para que la soledad desaparezca del Cielo.

El ego, con la mirada puesta en el recuerdo del pasado y en las expectativas del futuro, establece sus relaciones especiales llamado por el deseo de liberarse de la culpa que le priva de la paz interior. En su iniciativa de conquistar el amor del otro, ocultará ese deseo de purificación, de redención, y proyectará la culpa inconsciente en el otro, de modo, que no tardará en teñir dicha relación con rencores y exigencias que limitarán la libertad de la persona amada. En este tipo de relación, el cuerpo se convierte en el señuelo que atraerá nuestra atención y lo que despertará nuestros deseos y pasiones para convencernos de que tenemos que hacer suyo aquel regalo de la naturaleza. Puede ser enamoramiento o pasión, lo que le guíe, pero en cualquier caso, dista mucho de ser amor verdadero, pues sus actos descubrirán que ese enamoramiento, esa pasión, se ha consumido dejando tan sólo las cenizas de un hermoso recuerdo mientras duró.

La relación, cuando es inspirada por el Espíritu Santo, nos permitirá experimentar las relaciones ilimitadas, las que se fundamentan en la unidad de las mentes.

5. Sólo con que le permitieses al Espíritu Santo hablarte del Amor que Dios te profesa y de la necesidad que tienen tus creaciones de estar contigo para siempre, experimentarías la atracción de lo eterno. 2Nadie puede oír al Espíritu Santo hablar de esto y seguir estando dispuesto a demorarse aquí por mucho más tiempo. 3Pues tu voluntad es estar en el Cielo, donde no te falta nada y donde te sientes en paz, en relaciones tan seguras y amorosas que es imposible que en ellas haya límite alguno. 4¿No desearías intercambiar tus irrisorias relaciones por esto? 5Pues el cuerpo es insignificante y limitado, y sólo aquellos que desees ver libres de los límites que el ego quisiera imponer sobre ellos, pueden ofre­certe el regalo de la libertad.

¿Si nos están ofreciendo el Cielo, vamos a desear el infierno? No, verdad. Entonces, ¿por qué seguimos fieles al infierno? ¿Por qué seguimos creyendo en la separación? ¿Por qué seguimos rindiendo culto al cuerpo? ¿Por qué seguimos teniendo miedo al amor?

Si estás leyendo estas líneas es porque, ambos, tú y yo, aún nos encontramos en el mundo de la percepción, lo que significa que aún estamos soñando. Sí, podemos interpretarlo como parte de un sueño feliz, en el cual, estamos compartiendo un modo diferente de ver las cosas de otra manera, a como la hemos percibidos anteriormente. Sí, tenemos un cuerpo y nuestros ojos perciben el mundo físico bajo las leyes del ego, aunque no creemos en ello. Somos afortunados por ello. Pero lo que percibimos, no es, ni por asomo, una muestra de lo que nos ofrece la Luz cuando nos encontremos de retorno en nuestro Hogar, el Cielo. En ese Estado de Consciencia, dejamos de percibir cuerpos, para ver la Luz del Espíritu. El placer físico que se sienten por la unión de los cuerpos en el acto sexual, no es comparable, con el placer espiritual que nos regala la Visión de los demás Seres de Luz.

Seremos habitantes del Cielo, de manera permanente, cuando dejemos de necesitar sentirnos especiales y diferentes a lo que realmente somos.

6. No tienes la menor idea de los límites que le has impuesto a tu percepción ni de toda la belleza que podrías ver. 2Pero recuerda esto: la atracción de la culpabilidad es lo opuesto a la atracción de Dios. 3La atracción que Dios siente por ti sigue siendo ilimi­tada, pero puesto que tu poder es el Suyo, y, por lo tanto, tan grande como el de Él, puedes darle la espalda al amor. 4La impor­tancia que le das a la culpabilidad se la quitas a Dios. 5tu visión se torna débil, tenue y limitada, pues has tratado de separar al Padre del Hijo y de limitar su comunicación. 6No busques la Expiación en mayor separación, 7ni limites tu visión del Hijo de Dios a lo que interfiere en su liberación y a lo que el Espíritu Santo tiene que deshacer para liberarlo. 8Pues es su propia creencia en la limitación lo que lo ha aprisionado.

Ya lo hemos visto en el análisis de los puntos que preceden a este. No debemos subestimar el poder que tiene el ego, pues este poder procede de nuestra condición divina, y podemos utilizarlo erróneamente, para hacer real lo ilusorio.
Estoy seguro, que la afirmación "la importancia que le das a la culpabilidad se la quitas a Dios", me va a ayudar a elegir correctamente, a desaprender lo aprendido bajo el guía incorrecto, el ego. La lección más importante, pues es la única lección qué debemos aprender, es a negar la culpabilidad y a aceptar nuestra inocencia y nuestra impecabilidad.

7. Cuando el cuerpo deje de atraerte y ya no le concedas ningún valor como medio de obtener algo, dejará de haber entonces interferencia en la comunicación y tus pensamientos serán tan libres como los de Dios. 2A medida que le permitas  al Espíritu Santo enseñarte a utilizar el cuerpo sólo como un medio de comunicación y dejes de valerte de él para fomentar la separación y el ata­que, que es la función que el ego le ha asignado, aprenderás que no tienes necesidad del cuerpo en absoluto. 3En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. 4Al aceptarla como algo completamente indiviso te unes a Él por completo en un instante, pues no quieres imponer ningún límite en tu unión con Él. 5La realidad de esta relación se convierte en la única verdad que jamás podrías desear. 6Toda verdad reside en ella. 

En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. Esto es así, porque el instante santo es la Visión de la verdad que emana de la mente Recta, la que se une conscientemente a la de Dios.

La comunicación verdadera es la que se comparte por las mentes unidas a las leyes de la creación, es decir, a las leyes del amor.      

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