lunes, 30 de septiembre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 274

LECCIÓN 274

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

1. Padre, hoy quiero dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste y ofrecerle a Tu Hijo el honor que se merece por su impecabilidad; el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo. 2De ese modo soy redimido. 3Y del mismo modo, la verdad pasará ocupar el lugar que antes ocupaban las ilusiones, la luz reemplazará toda oscuridad y Tu Hijo sabrá que él es tal como Tú lo creaste.

2. Hoy nos llega una bendición especial de Aquel que es nuestro Padre. 2Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor.


¿Qué me enseña esta lección?

Elegir el Amor al miedo, esa es la voluntad a la que dedico esta jornada, y me hago el firme propósito, de extenderlo para cada instante de mi existencia.

Elegir el Amor, me lleva a no ver la separación en las relaciones con los demás.

Elegir el Amor, me lleva a no ver el ataque y a no responder, al mismo, con el ataque.

Elegir el Amor, me lleva a no juzgar condenatoriamente a los demás.

Elegir el Amor, me lleva a no ver el pecado y, por lo tanto, a no sentirme culpable y justificar el castigo como la única vía de liberación.

Elegir el Amor, me lleva a perdonarme y a perdonar.

Elegir el Amor, me hace bendecir el cuerpo como un canal de comunicación, a través del cual, doy testimonio de la Verdad.

Elegir el Amor, me lleva a ver la inocencia en los demás y a ver el Rostro de Dios en cada uno de mis hermanos.

Elegir el Amor, me lleva a cumplir con mi función en el mundo, a ejecutar fielmente, el Plan de Salvación establecido por Dios.

Hoy elijo el Amor.

Ejemplo-Guía: "¿Cómo vas a festejar el día del Amor?

Hoy celebramos un día festivo, en el que nuestra voluntad se pone al servicio de la verdad, del Amor. Este día, no podemos confundirlo con el que el ego conmemora su deseo de posesión, a través de las relaciones especiales. Me refiero al día de San Valentín.

La respuesta a la cuestión que hemos planteado es personal e individual, pero, a diferencia de cómo enfoquemos nuestra mente, nos daremos cuenta de que tu respuesta y la mía, pueden ser muy distintas o prácticamente, semejantes. Todo dependerá si lo hacemos con nuestra mente egoica o con nuestra mente Crística. 

Si lo hacemos desde la mente Crística, el patrón común será el perdón, la más elevada expresión del verdadero Amor en el mundo del sueño.

Si lo hacemos desde la mente egoica, no existirá un patrón común, sino el contenido de una serie de gestos y cultos simbólicos a ídolos que esta sociedad venera celosamente.

Este es mi homenaje a este día que entrego al Amor.

  • Agradezco a Dios que forme parte de Su Mente, lo que me hace consciente de lo que Soy.
  • Entrego mi voluntad, en manos de la Voluntad de Dios.
  • Cada instante, del nuevo día, lo vivo desde el presente. Cada instante es una oportunidad de ver las cosas de otra manera.
  • Hago consciente en mí, el poder de elegir.
  • Mis ojos no darán valor a lo corporal, sino que verá detrás de ese envoltorio, la inocencia y la impecabilidad del Espíritu.
  • Veo en mi hermano la proyección de mí mismo, por lo que no dejaré que mi juicio emita condena, ni desaprobación alguna.
  • Perdonaré todos y cada uno de los pensamientos, sentimientos y acciones que puedan privarme de la Paz de Dios.
  • Daré y recibiré.
  • No dejaré que el miedo, altere la quietud que me dispensa el ser consciente de lo que verdaderamente Soy.
  • Dejaré marchar todos los apegos y caminaré libre, para compartir con mis hermanos la esencia del Amor.
    Reflexión: ¿Cómo brindaría este día al Amor?

    Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

    XI. La prueba de la verdad (2ª parte).

    4. Tú que aún no has llevado ante la luz que mora en ti toda la tenebrosidad que te has enseñado a ti mismo, difícilmente puedes juzgar la verdad o el valor de este curso. 2Pero Dios no te aban­donó. 3Y así, dispones de otra lección que Él te envía, la cual Aquel a Quien Él se la confió aprendió ya por cada criatura de la luz. 4Esta lección refulge con la gloria de Dios, pues en ella reside Su poder, que Él gustosamente comparte con Su Hijo. 5Aprende lo que es Su felicidad, la cual es también la tuya. 6Mas para alcanzar esto tienes primero que estar dispuesto a llevar todas las lecciones tenebrosas que has aprendido ante la verdad, y depositarlas de buen grado con manos que estén abiertas listas para recibir, y no cerradas para agarrar. 7Toda lección tenebrosa que lleves ante Aquel que enseña lo que es la luz, Él la aceptará, puesto que tú ya no la deseas. 8E intercambiará gustosamente cada una de ellas por la luminosa lección que Él ya aprendió por ti. 9Jamás creas que cualquier lección que hayas aprendido separado de Él tiene signi­ficado alguno.

    El origen del ego no es la luz, sino la oscuridad. El origen del ego no es el Amor, sino el miedo. No es la Unidad, sino la separación. No es la Vida, sino la muerte. No es la Eternidad, sino la temporalidad. Si esto es así, que lo es, las enseñanzas que nos otorga el ego no nos aportará el Conocimiento que sí compartimos con nuestro Creador. 

    Por lo tanto, es nuestra elección, seguir al maestro correcto, que ha de despertar nuestra consciencia a la luz, el Espíritu Santo, o continuar, participando de la escuela de la ignorancia propia del ego.

    5. Existe una sola prueba -tan infalible como Dios- con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. 2Si en reali­dad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la tuya. 3A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a todos los que te rodean. 4La ausencia de una paz perfecta sólo significa una cosa: crees que no quieres para el Hijo de Dios lo que su Padre dispuso para él. 5Toda lección tenebrosa enseña esto en una u otra forma. 6Y cada lección de luz con la que el Espíritu Santo reemplazará las leccio­nes tenebrosas que tú  no aceptes, te enseñará que tu voluntad dispone lo mismo que la del Padre y la del Hijo.

    Ya hemos dicho, que el origen del ego es el miedo, y ese miedo es la consecuencia de elegir la separación al Amor. Esa elección se ha inscrito en la mente del Hijo de Dios, como  la pérdida de su santidad, de su pureza, de su inocencia, lo que le ha llevado a la falsa creencia en el pecado. 

    El pecado, a su vez, origina culpa y la culpa, exige redención a través del castigo y del dolor.

    Como bien recoge este punto, la prueba, tan infalible como Dios, con la que podemos reconocer si lo que hemos aprendido es verdad, es la ausencia de miedo, o lo que es lo mismo, la firme creencia en la Unidad, pues tan sólo el Amor, puede ofrecernos paz y puede llevarnos a compartir paz.

    6. No te preocupes por cómo vas a aprender una lección tan dia­metralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. 2¿Cómo ibas a poder saberlo? 3Tu papel es muy simple. 4Sólo tie­nes que reconocer que ya no deseas lo que has aprendido. 5Pide nuevas enseñanzas, y no te valgas de tus experiencias para confirmar lo que has aprendido. 6Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente:

    7No conozco el significado de nada, incluido esto.
    8No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
    9No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora.
    10Cuando de este modo te niegues a tratar de enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que Dios te ha dado te hablará. 11Ocupará el lugar que le corresponde en tu conciencia en el momento en que tú lo desocupes y se lo ofrezcas Él.

    Desaprender lo aprendido, tan sólo es posible si elegimos vivir desde el presente, con la total certeza de que es ese espacio atemporal donde podremos comunicarnos con el Guía que Dios ha dispuesto para que encontremos el camino de retorno hasta Su Hogar.

    domingo, 29 de septiembre de 2024

    UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 273

    LECCIÓN 273

    Mía es la quietud de la paz de Dios.

    1. Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. 2Sl esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así. 3Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. 4Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quie­tud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.

    2. Padre, Tu paz me pertenece. 2¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? 3No puedo perder los dones que Tú me has dado. 4Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.


    ¿Qué me enseña esta lección?

    La creencia en el pecado originó el temor a Dios y, con ello, la pérdida de la Paz de la que gozaba su Hijo.

    Me pregunto, ¿qué hubiese pasado, si el Hijo de Dios, no hubiese interpretado su acción de ver el mundo de otra manera, como un acto pecaminoso?

    En la etapa conocida como “Paraíso”, el Hijo de Dios seguía las enseñanzas de Su Padre, vía directa, gracias a la conexión mental existente entre Creador y lo Creado.

    El acto de “independencia”, o lo que es lo mismo, elegir aprender por vía propia, llevó al Hijo de Dios, a buscar externamente un canal de aprendizaje, con lo cual, abrió sus ojos al mundo exterior y descubrió que tenía un cuerpo que respondía a los mandatos de su mente.

    La vía de la percepción se convirtió en el canal de aprendizaje por el cual iba adquiriendo conocimiento de sí mismo. La identificación con el cuerpo, le llevó a olvidar su verdadero origen y a adquirir la falsa creencia de que su realidad dependía de ese envoltorio material.

    La idea de que el pecado era posible, le llevó a despertar un profundo temor a Dios. Su naturaleza divina, quedó relegada al olvido, y su única verdad procedía del mundo externo. Ese temor, puso fin, igualmente, al Estado de Unidad, Coherencia y Paz del que gozaba.

    Recuperar ese Estado Espiritual, nos invita a rectificar el error con el que nos encontramos identificados. Debemos dejar de servir al ego, al cuerpo y a la conquista del mundo material, para reconocer nuestra verdadera identidad, nuestro verdadero Ser y expresar nuestra voluntad de ver la Unidad que impera en la Oleada de Vida Humana.

    Esa visión de Unidad se traducirá en experimentar el Estado de Paz, que es nuestra condición Espiritual: Mía es la quietud de la paz de Dios.

    Ejemplo-Guía: "¿Qué elegirías entre la Paz y el conflicto?

    Yo lo tengo claro: la Paz. Pero, no es tan fácil como parece, el mundo no favorece ese estado de quietud.

    La primera parte de lo expuesto, pienso que todos coincidiríamos al elegirla. Pero la aportación posterior, ¡cuidado!, tiene trampa. Si creemos que nuestra paz, nuestra quietud, está en manos del mundo exterior, en manos de los demás, entonces, seguiremos proyectando fuera, sin darnos cuenta, que todo lo externo es el reflejo de lo que se encuentra en nuestro interior.

    En este sentido, si nos decimos, que el mundo exterior no favorece nuestro estado de quietud, lo que estamos diciendo, realmente, es que en nuestro interior no gozamos de esa paz, pues si así fuese, la veríamos en el mundo que nos rodea.

    Ese proceso, forma parte de nuestro despertar. Este proceso, sitúa nuestra mente en el instante en el que reconocemos que somos los soñadores del sueño, en el instante en que reconocemos que nada externos a nosotros puede dañarnos, salvo que le otorguemos ese poder, en el instante en el que reconocemos que somos los únicos responsables de todas nuestras "causas" y por lo tanto, de todos nuestros "efectos".

    Si continuamos identificados con el máximo representante del ego, el cuerpo, tan sólo podremos dar un paso importante hacia el estado, que hemos llamado quietud, si le otorgamos la función que realmente tiene en el sueño: ser un comunicador. Desde esta perspectiva, el cuerpo en si mismo no tiene capacidad para ofrecernos paz o conflicto. El cuerpo, actúa según los dictados de la mente. Por lo tanto, el no tiene la capacidad para atacar si la mente no le da esa orden; ni tiene la capacidad de hacernos gozar de un instante de paz, si la mente no le ofrece ese estado interno. Luego, dejado claro ese punto, dediquémonos a la "fuente", a la mente. Es en ella, donde debemos llevar a cabo la corrección. Si nuestra mente alcanza la visión de lo que somos; si despierta a lo que es real y lo que es ilusorio, nos permitirá gozar de la quietud que ofrece la Paz de Dios.

    Es muy simple. Si te ves como Dios te ha creado, te recordarás como el Hijo de Dios: Inocente, Impecable, Pleno, Abundante, Amoroso y Uno con todo lo creado. ¿Qué puede turbar tu paz ante gloriosa visión?

    Reflexión: ¿Qué nos priva de sentir la quietud de la paz de Dios?

    sábado, 28 de septiembre de 2024

    UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 272

    LECCIÓN 272

    ¿Cómo iban a poder satisfacer las ilusiones al Hijo de Dios?

    1. Padre, la verdad me pertenece. 2Mi hogar se estableció en el Cielo mediante tu voluntad y la mía. 3¿Podrían contentarme los sueños? 4¿Podrían brindarme felicidad las ilusiones? 5¿Qué otra cosa sino Tu recuerdo podría satisfacer a Tu Hijo? 6No me contentaré con menos de lo que Tú me has dado. 7Tu Amor, por siempre dulce y sereno, me rodea y me mantiene a salvo eternamente. 8El Hijo de Dios no puede sino ser tal como Tú lo creaste.

    2. Hoy dejamos atrás las ilusiones. 2Y si oímos a la tentación lla­marnos e invitarnos a que nos entretengamos con un sueño, nos haremos a un lado y nos preguntaremos si nosotros, los Hijos de Dios, podríamos contentarnos con sueños cuando podemos ele­gir el Cielo con la misma facilidad que el infierno. aY el amor reemplazará gustosamente todo temor.


    ¿Qué me enseña esta lección?

    Elegimos, soltarnos de la mano protectora de nuestro Padre, cuando formábamos una Unidad con Él, para ir a experimentar por nuestra propia iniciativa y descubrir una nueva realidad, que no lo era, tan sólo era una ilusión.

    Sí, el Hijo de Dios, gozaba de esa libertad y la empleó. Dotado potencialmente de los Atributos de su Padre, utilizó su Voluntad para iniciar una nueva andadura. Aprender por sí mismo, le llevó a enfocar su mente en un mundo que, por ser temporal, no es real. El mundo material, le ofrecía a través de la vía sensorial, un canal de aprendizaje basado en la percepción. Sus ojos descubrieron un mundo nuevo, que favoreció la creencia en la separación, pues la percepción de cuerpos diferentes, unos de otros, le llevó a identificarse con él y determinar su identidad.

    El Hijo de Dios, desde ese momento, descubrió su soledad.

    Pero ¿qué padre no ofrece a su hijo su mano, para ayudarle a reencontrar el camino correcto? Ese padre, ha permanecido expectante, en espera, que su hijo reclamase su herencia.

    Del mismo modo, nuestro Padre, permanece paciente en espera de que le tendamos de nuevo nuestras manos, para hacernos sentir que nos encontramos en nuestro verdadero Hogar.

    Ese re-encuentro se producirá en el instante en que decidamos abandonar el mundo de la ilusión, para vivir tan sólo en el mundo de la Realidad, en el mundo de la Unidad.

    Ejemplo-Guía: "¿Qué elegirías entre lo real y lo falso?

    Yo lo tengo claro: lo real. Pero, la respuesta no es tan diáfana cuando no tenemos claro lo que es real. Es más, lo tenemos mucho más complicado, cuando nuestra mente percibe lo ilusorio, como real, y lo verdaderamente real, lo percibe como falso.

    Nuestra percepción actual, guiada por las razones que le aportan los sentidos, está plenamente identificada con aquello que puede ver y tocar, oír o sentir, en definitiva, percibir en alguna de sus formas. En cambio, aquello que no es capaz de ver, medir, analizar, para la mente no existe. En este sentido, el mundo espiritual, no es real.

    Sin embargo, la verdad no se puede ocultar. La vida, en el nivel del sueño en el que la percibimos, nos está mostrando que lo que venimos llamando real, el mundo material, no nos aporta los valores lógicos que debería aportarnos el mundo de la verdad. Es decir, sujetas a las leyes físicas de la temporalidad, todo lo material se convierte en una fuente de sufrimiento, de dolor, cuando nuestros deseos intentan gozar de ella permanentemente.

    La propia fuente del deseo de donde emanan nuestros anhelos, es efímera y cambiante; inestable y caprichosa, lo que nos lleva a estados anímicos depresivos y caóticos.

    ¿Qué elegirías entre lo eterno y lo efímero?

    Yo lo tengo aún más claro: lo eterno. Quizás ahora, te resulte más fácil elegir. Lo eterno favorece la condición del desapego. Si sabes que permanecerá por siempre, para qué desear apegarse a ello. El apego es fruto del miedo a perder. Ese miedo, es consecuencia del olvido de conocer que somos el Hijo de Dios. Ese miedo, ha sustituido al Amor. No es su opuesto, pues el Amor no tiene opuestos. El miedo es una fabricación ilusoria que surge como consecuencia de una falsa creencia en el pecado, en haber desobedecido a nuestro Creador.

    Recordar que somos Hijo de Dios, que somos tal y como Él nos ha creado, nos llevará a elegir lo eterno, pues ese reconocimiento nos permite vernos como verdaderamente somos, y somos eternos.

    Reflexión: ¿Te contentarás con sueños cuando puedes elegir el Cielo?

    viernes, 27 de septiembre de 2024

    UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 271

    ¿Qué es el Cristo?

    1. Cristo es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. 2Cristo es el Ser que compartimos y que nos une a unos con otros, y también con Dios. 3Es el Pensamiento que todavía mora en la Mente que es Su Fuente. 4No ha abandonado Su santo hogar ni ha perdido la ino­cencia en la que fue creado. 5Mora inmutable para siempre en la Mente de Dios.

    2. Cristo es el eslabón que te mantiene unido a Dios, y la garantía de que la separación no es más que una ilusión de desesperanza, pues toda esperanza morará por siempre en Él. 2Tu mente es parte de la Suya, y Ésta de la tuya. 3Él es la parte en la que se encuentra la Respuesta de Dios, y en la que ya se han tomado todas las decisiones y a los sueños les ha llegado su fin. 4Nada que los ojos del cuerpo puedan percibir lo afecta en absoluto. 5Pues aunque Su Padre depositó en Él los medios para tu salvación, Él sigue siendo, no obstante, el Ser que, al igual que Su Padre, no conoce el pecado.

    3. Al ser el hogar del Espíritu Santo y sentirse a gusto única­mente en Dios, Cristo permanece en paz en el Cielo de tu mente santa. 2Él es la única parte de ti que en verdad es real. 3Lo demás son sueños. 4Mas éstos se le entregarán a Cristo, para que se des­vanezcan ante Su gloria y pueda por fin serte revelado tu santo Ser, el Cristo.

    4. El Espíritu Santo se extiende desde el Cristo en ti hasta todos tus sueños, y los invita a venir hasta Él para que puedan ser transformados en la verdad. 2Él los intercambiará por el sueño final que Dios dispuso fuese el fin de todos los sueños. 3Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada, uno de los Hijos de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas sepa­radas cuando lo único que se puede ver es la faz de Cristo?

    5. ¿Y por cuánto tiempo habrá de verse esta santa faz, cuando no es más que el símbolo de que el período de aprendizaje ya ha concluido y de que el objetivo de la Expiación por fin se ha alcan­zado? 2Tratemos, por lo tanto, de encontrar la faz de Cristo y de no buscar nada más. 3Al contemplar Su gloria, sabremos que no tenemos necesidad de aprender nada, ni de percepción, ni de tiempo, ni de ninguna otra cosa excepto del santo Ser, el Cristo que Dios creó como Su Hijo.


    LECCIÓN 271

    Hoy sólo utilizaré la visión de Cristo.

    1. Cada día, cada hora y cada instante elijo lo que quiero contem­plar, los sonidos que quiero oír y los testigos de lo que quiero que sea verdad para mí. 2Hoy elijo contemplar lo que Cristo quiere que vea; hoy elijo escuchar la Voz de Dios, así como buscar los testigos de lo que es verdad en la creación de Dios. 3En la visión de Cristo, el mundo y la creación de Dios se encuentran, y según se unen, toda percepción desaparece. 4La dulce visión de Cristo redime al mundo de la muerte, pues todo aquello sobre lo que Su mirada se posa no puede sino vivir y recordar al Padre y al Hijo: la unión entre Creador y creación.

    2. Padre, la visión de Cristo es el camino que me conduce a Ti. 2Lo que Él contempla restaura Tu recuerdo en mí. 3Y eso es lo que elijo contem­plar hoy.


    ¿Qué me enseña esta lección?

    Hoy, elijo ver la Inocencia. Hoy, elijo ver la Unidad. Hoy proclamo mi afinidad con la Filiación Divina.

    Hoy retorno a mi Hogar, del cual me creía, erróneamente, escindido.

    Hoy, tomo consciencia de la perfección del Ser; tomo consciencia de la Abundancia que me rodea; tomo consciencia de mi impecabilidad; tomo consciencia de mi Divinidad.

    Hoy, mi mente es Una con la Mente de Dios. Mi voz es Su Voz, y mi palabra es Su Palabra.

    Hoy contemplo la Eternidad.

    Gracias, Cristo, por permitirme ver en tu Faz, el Rostro de mi Divinidad.


    Ejemplo-Guía: "¿Qué mundo te muestra la visión de Cristo?

    En la Lección 263, tuvimos ocasión de reflexionar sobre el significado de la visión de Cristo. Elegimos, entonces, como ejemplo-guía, la reflexión "Contemplando el mundo con los ojos de Cristo". Hoy, vamos a continuar profundizando en este mismo tema, y lo haremos, con una nueva propuesta.

    Mira tu mundo y hazte la siguiente pregunta: ¿lo que veo me muestra escenas propias de la visión de Cristo?

    ¿Lo que ves te muestra un mundo que condenas?

    ¿Acaso odias el comportamiento que estás percibiendo?

    ¿Te horroriza la enfermedad, la pobreza, las guerras, etc.?

    Podríamos enumerar, a título de ejemplo, muchas escenas que se muestran ante la mirada de nuestro mundo. Pero, ¡ojo!, ¿en verdad el mundo es como tú lo percibes o lo que percibes es tu propia percepción, tu propia proyección de lo que ocultas en lo más profundo de tu interior?

    La visión de actos condenatorios, hablan de nuestra propia condena. La visión de un mundo dividido, en guerra, habla de nuestra propia división interna. La visión de un mundo enfermo, nos habla de nuestra mente enferma. No, no te sientas culpable por tener esa visión falsa. Recuerda que nos encontramos en el mundo del sueño y es muy importante que tomes conciencia de que eres el soñador del mismo. Ese despertar te llevará a desear ver las cosas de otra manera, te llevará a dejar de ver con los ojos del cuerpo y a ver con la visión de Cristo.

    No sientas culpa por tu anterior visión, por haber fabricado sueños dementes e insensatos. Ahora, tu atención se centra en lo verdadero y desechas seguir utilizando una visión que te ha llevado a percibir erróneamente. La visión de la oscuridad te ha llevado a desear ver la luz.

    El sueño te seguirá mostrando escenas grotescas, pero no le darás el valor que le dabas antes. En el sueño, dabas valor al cuerpo material, pero ahora lo utilizas para compartir con tus hermanos tu nueva visión. Ahora no ves en ellos un objeto del pecado, ni te sientes temeroso por su presencia por miedo a ser atacado. Ahora los percibes desde la visión de la inocencia y de la impecabilidad y con esa visión los liberas del pecado. Ya no condenas, tan sólo comprendes que viven su sueño, al igual como tú vives el tuyo. Ahora le ayudas a despertar de ese sueño y a ser conscientes de que son los únicos soñadores y de que tienen el poder para elegir soñar sueños felices.

    ¿Qué mundo te muestra la visión de Cristo? Un mundo perdonado y unido.


    Reflexión: ¿Somos felices con el mundo que vemos?

    Capítulo 14. XI. La prueba de la verdad (1ª parte).

    XI. La prueba de la verdad (1ª parte).

    1.  Lo esencial, sin embargo, es que reconozcas que no sabes nada. 2El conocimiento es poder y todo poder es de Dios. 3Tú que has tratado de quedarte con el poder para ti sólo lo has "perdido". 4Todavía lo tienes, pero has interpuesto tantos obstáculos entre él y tu conciencia de él que no puedes utilizarlo. 5Todo lo que te has enseñado a ti mismo, ha hecho que seas cada vez menos cons­ciente de tu poder. 6No sabes lo que es ni dónde se encuentra. 7Has hecho un alarde de fuerza y de poder tan lamentable que no ha podido sino fallarte. 8Pues el poder no es una apariencia de fuerza, y la verdad está más allá de toda apariencia. 9Aun así, lo único que se interpone entre ti y el poder de Dios que hay en ti, es tu falso aprendizaje, así como todos tus vanos intentos de que­rer deshacer lo verdadero.

    El ego y su sistema de pensamiento, creen poseer el poder que otorga el conocimiento, y basan esa creencia en su capacidad para dar significado a las cosas, a las cuales, tras analizarlas y desmenuzarlas, les otorga nombres, sin importarles que éstos sean diferentes en razón a las coordenadas del espacio y del tiempo, que suele aplicar en todas sus observaciones. La separación es la base de su saber, de sus creencias y ello le lleva a desconocer lo esencial, el hilo conductor que nos mantiene unidos en el nivel mental.

    El saber del ego es limitado, temporal y, por tal razón, no cumple con el requisito de  la verdad, que no cambia. El saber no es Conocimiento, pues mientras que el Conocimiento pertenece a Dios y a Su relación directa con Su Hijo, el saber, es efímero y lo custodia celosamente el ego, para sentirse poderoso y marcar diferencias con los demás.

    Este punto, es claro al respecto: lo esencial es que reconozcamos que no sabemos nada. Pues esa es la verdad que abrirá nuestra mente y nuestra percepción a un nivel superior.

    2. Procura estar dispuesto, pues, a que todo esto sea des-hecho y a sentirte feliz de no ser un prisionero de ello eternamente. 2Pues te has enseñado a ti mismo a aprisionar al Hijo de Dios, lo cual es una lección tan descabellada que sólo un loco, en su delirio más profundo, podía haberla soñado. 3¿Cómo iba a poder Dios apren­der a no ser Dios? 4¿Y sería posible que Su Hijo, a quien Él ha dado todo poder, pudiese aprender a ser impotente? 5¿Hay algo de lo que te has enseñado a ti mismo que aún prefirieses conser­var en lugar de lo que tienes y eres?         

    El ego, la falsa creación del Hijo de Dios, nos enseña que somos cuerpos separados llamados a buscar fuera de nosotros mismos, la fuerza que ha de unirnos a otros, a  los que consideramos especiales. Esa fuerza, la llamamos amor, cuando en verdad, no lo es, pues el verdadero amor no limite y nos hace libres, mientras que el ego, cuando cree estar amando, está condicionando ese amor con los límites que le impone al ser amado.

    El Hijo de Dios debe recordar su verdadera identidad, y en el reencuentro con ese recuerdo, reconocerá que no necesita pedir amor, pues el Amor forma parte de su Ser

    3. La Expiación te enseña cómo escapar para siempre de todo lo que te has enseñado a ti mismo en el pasado, al mostrarte única­mente lo que eres ahora. 2El aprendizaje, tiene lugar antes de que sus efectos supongan de manifiesto. 3El aprendizaje, por lo tanto, es algo propio del pasado, pero su influencia determina el pre­sente al darle a éste el significado que tiene para ti. 4Tu aprendi­zaje no le aporta al presente significado alguno. 5Nada que jamás aprendiste te puede ayudar a entender el presente, o enseñarte a deshacer el pasado. 6Tu pasado es lo que tú te has enseñado a ti mismo. 7Renuncia a él completamente. 8No trates de entender nin­gún acontecimiento, ningún hermano ni ninguna cosa bajo su luz, pues la oscuridad en la que tratarías de ver tan sólo empañaría lo que vieses. 9No confíes en que la oscuridad pueda jamás ilumi­nar tu entendimiento, pues si lo haces estarás contradiciendo la luz, y, por lo tanto, creerás que puedes ver la oscuridad. 10La oscuridad, no obstante, no se puede ver, pues no es más que una condición en la que es imposible ver.

    Considero este punto muy importante, pues nos hace conscientes de cómo piensa nuestra mente en base a las experiencias del pasado. Damos credibilidad al hecho de que lo que somos ahora, es el resultado de lo vivido en el pasado, el cual, con sus experiencias nos ha permitido ir adquiriendo un aprendizaje que condiciona nuestro estado actual. Podemos decir, que creemos ser lo que hemos vivido con anterioridad. Tanto es así, que nuestra mente responde ante cada reto presente con la visión de pasado. Por ejemplo, en el mundo de relación, cuando nos encontramos con alguien la primera vez, no podemos evitar el hacernos un juicio de él basado en el recuerdo que nos ofrece nuestra mente sobre personas que hemos conocidos y que tienen puntos en común que nos recuerdan a la persona que acabamos de conocer. Son los típicos prejuicios que condicionan mucho nuestras vidas.

    El pasado no existe. Cuando existió no era pasado, sino presente, y ese presente se nos ofrece como una nueva oportunidad para ser lo que realmente somos, esto es, el Ser que nunca cambia, pues es Eterno, como Eterno es Su Fuente, Dios.

    Una mente desentrenada no se plantea vivir el presente desde ese estado único y eterno que nos permite manifestar nuestra esencia eterna. Su respuesta estará basada en el pasado, que es donde encuentra la seguridad de que existe, pues lo que cree ser, es la consecuencia directa de lo vivido. De este modo perpetúa su ignorancia y desaprovecha el instante presente para Ser lo que Es.

    jueves, 26 de septiembre de 2024

    UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 270

    LECCIÓN 270

     Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.

    1. Padre, la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. 2¡Cuán glorioso y lleno de gracia es ese mundo! 3No obstante, ¡cuánto más podré contemplar en él que lo que puede ofrecerme la vista! 4Un mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último instante de tiempo en el que éste acaba para siempre, conforme Tu recuerdo aflora en su memoria. 5ahora su voluntad es una con la Tuya. 6Ahora su función no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.

    2. El sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y, a través de ellos, la paz descenderá sobre todo el mundo. 2Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. 3mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo que Dios creó íntegro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.


    ¿Qué me enseña esta lección?

    ¿Qué visión te ofrece los ojos del cuerpo?

    ¿Acaso piensas que tus ojos te llevarán a evidenciar aquello que no se encuentre previamente en tu mente?

    No. No verás aquello en lo que tu mente no crea.

    Has deseado ver una realidad que no es real, y tus ojos te han mostrado un cuerpo material y un mundo en el que crees interactuar. A ese cuerpo, tus ojos le han otorgado el poder de tu identidad.

    Tal vez hayas comprendido que esa visión, es tan sólo una ilusión fabricada por ti, y que aquello que llamas existencia forma parte de un sueño.

    Sí, aún no has despertado de ese sueño, pero eres consciente de que estás soñando y ello te ha llevado a bendecir aquello que tus ojos ve.

    Hoy podemos dar un paso más. Hoy elegimos no ver con los ojos del cuerpo; elegimos ver ese mundo, perdonado. Hoy elegimos ver con los ojos de Cristo.

    ¡Cuánta paz y sosiego aporta Su Visión! Ya no percibimos la multiplicidad, la separación. Ya no vemos el conflicto. Todos formamos una Unidad: el Hijo de Dios.

    ¿Qué sentido tiene ahora el percibirnos separados? ¿Qué vamos a desear para nuestro hermano, que no deseamos para nosotros mismos? La Visión de Cristo, nos traslada a ese Estado de Consciencia. Hemos retornado a nuestro verdadero Hogar: El Paraíso, del que nos escindimos voluntariamente, y al que voluntariamente hemos retornado. En verdad, nunca hemos estado fuera de Él, pero así lo habíamos creído y así lo hemos experimentado.

    Gracias, Hermano Mayor, por permitirnos ver con tu Santa Visión.

    Ejemplo-Guía: "El firme propósito de ver la verdad"

    Hasta hoy, hemos permanecido ciegos, pues, aunque nuestros ojos físicos ven el mundo que le rodea, el mundo que percibe, ese mundo no es real, es una ilusión fabricada por nuestra mente, una mente que nos ha mostrado una percepción falsa, basada en la separación, en la división.

    No tienes más que mirar tu propia vida, para comprender que el mundo que ves y en el que crees existir, no puede ser el Hogar que Dios ha dispuesto para Su Hijo. ¿Acaso tú dispondrías un mundo tan demente para tu hijo?

    Observa tu existencia. Te crees un ser limitado, necesitado y escaso, cuando en verdad, eres Pleno y Abundante. Demandas ser querido y protegido, cuando en verdad, eres Amor y gozas del amparo de tu Creador. Sientes miedo y una destructiva culpabilidad, al creer que has fallado a tu Padre, cuando en verdad no puedes cambiar, ni has cambiado ni una sola línea del Plan de Salvación dispuesto por Él para Su Hijo.

    Haces necesario el dolor, el sufrimiento e incluso la muerte, para justificar tu erróneo sistema de pensamiento, cuando en verdad, eres inocente, eres impecable, eres eterno.

    ¿Qué mundo estás dispuesto a seguir viendo? El que estás muerto en vida o el que te libera, para siempre, de la muerte ofreciéndote la eternidad. Vas a elegir, la tristeza, cuando puedes gozar de la Dicha, de la Felicidad.

    Te sientes agotado, cansado, cuando experimentas la vida del mundo falso, pues vivir en él, te priva de la paz, mientras que elegir ver el mundo perdonado, te mantendrá animado y en pleno júbilo. Cada instante se convierte en una experiencia de gozo, pues cada uno de esos instantes gozas de la Presencia del Cristo en ti y en cada uno de tus hermanos.

    El firme propósito de ver la verdad, no es una iniciativa que te afecte tan sólo a ti o a mí. Cuando ese propósito se convierte en nuestro único deseo, es la señal de que Cristo ha realizado el milagro de curar al ciego que hay en nosotros, y ese regalo, lo expandimos con el resto del mundo, de tal modo que compartimos la verdadera visión con ellos.


    Hoy veo tu inocencia y tu impecabilidad, pues esa inocencia y esa impecabilidad se ha hecho consciente en mí.


    Reflexión: Tan solo vemos aquello que deseamos ver.

    Capítulo 14. X. La igualdad de los milagros (3ª parte).

     X. La igualdad de los milagros (3ª parte).

    9. Esto es típico de los juicios del ego. 2Por separado, parecen ser coherentes, pero enlázalos, el sistema de pensamiento que resulta de ese enlace es incoherente y totalmente caótico. 3Pues la forma no es suficiente para impartirle significado, y la falta de contenido subyacente impide la viabilidad de un sistema de pensamiento cohesivo. 4La separación sigue siendo, por lo tanto, la condición, que el ego siempre elegirá. 5Pues por su cuenta nadie puede juzgar al ego correctamente. 6Sin embargo, cuando dos más se unen para ir en busca de la verdad, el ego ya no puede defender por más tiempo su falta de contenido. 7El hecho de que puedan unirse les indica que el sistema de pensamiento del ego es falso.

    El sistema de pensamiento característico del ego, fracciona la verdad en tantas partes, que hace imposible reconocerla. El juicio, basado en la interpretación de las formas, impide que la mente descubra el hilo sagrado que mantiene unidas a las mentes, al proceder de la misma Fuente. Dirigir la mirada al exterior en un afán de dar significado a las cosas, nos lleva a interpretar tan sólo el envoltorio, lo que lleva a reafirmar la creencia en la separación.

    Tan sólo cuando cambiamos la orientación de nuestra mirada y la dirigimos hacia el interior, podremos descubrir lo esencial, esto es, reconocer la unicidad que nos mantiene unidos a todo lo creado y, fundamentalmente, al resto de la humanidad.

    La garantía de que la verdad prevalecerá por encima de la ilusión, es una realidad, por la sencilla razón de que somos el Hijo de Dios, creados de la Esencia del Amor, cuya manifestación en el plano denso da lugar a la fuerza de atracción. La mente reconocerá la verdad, no por su forma, sino por su contenido. La forma cambia permanentemente, por lo que no vibra a la fuerza del Amor, de la verdad, de la realidad. Mientras que el contenido siempre fluye desde el Amor, desde la Unidad.

    10. Es imposible recordar a Dios en secreto y a solas. 2Pues recordarle significa que no estás solo y que estás dispuesto a recordar ese hecho. 3No pienses acerca de ti, pues ninguno de los pensamientos que albergas es tuyo únicamente. 4Si quieres recordar a tu Padre, deja que el Espíritu Santo ponga orden en tus pensamientos y te dé la única respuesta con la que Él responde. 5Todo el mundo anda en busca de amor al igual que tú, pero no pueden saberlo a menos que se unan a ti en esa búsqueda. 6Si emprendéis la búsqueda juntos, la luz que os acompañará será tan poderosa que impartirá significado a todo lo que veáis. 7La jornada que se hace en solitario está destinada al fracaso porque ha excluido lo que quiere encontrar.

    El ego busca ser especial, pues se siente diferente y separado de los demás. Su existencia adquiere valor, cuando demuestra su superioridad sobre el otro. Confunde la acción de participar con la de competir, y, su vida, se convierte en una alocada carrera por ser el mejor, no importándole lo más mínimo lo que tenga que hacer para conseguir ese objetivo.

    El Hijo de Dios es el fruto del Pensamiento Creador emanado de la Mente de Su Hacedor, por tal razón, Padre e Hijo son una misma Mente, donde tan sólo puede imperar la Unidad. 

    Sin embargo, el Hijo de Dios, imaginó una realidad diferente dando lugar a la creencia en la separación. 

    Como bien se recoge en este punto del Capítulo que estamos analizando, es imposible recordar a Dios en secreto y a solas, o lo que es lo mismo, no podemos reconocer lo que somos, si decidimos mirar hacia el exterior e interpretar que no existe unidad entre lo que somos y lo que percibimos. La salvación solo es posible cuando decidimos ir de la mano con nuestros hermanos de Filiación.

    11. De la misma manera en que Dios se comunica con el Espíritu Santo en ti, de igual modo el Espíritu Santo te traduce Su comunicación a través de ti para que puedas entenderla. 2Ninguna comu­nicación de Dios es secreta, pues todo lo que es Suyo está al descubierto y es completamente accesible a todos, puesto que es para todos. 3Nada puede vivir en secreto, y lo que tú quisieras ocultarle al Espíritu Santo no existe. 4Ninguna interpretación que hagas de un hermano tiene sentido. 5Deja que el Espíritu Santo te muestre a tu hermano y te enseñe tanto su amor como sus peticio­nes de amor. 6Ni tu mente ni la de tu hermano albergan otros órdenes de pensamiento que no sean estos dos.

    Reconocer en nuestros hermanos su identidad divina, es recordar a Dios. Este reconocimiento no será posible si elegimos como maestro al ego, pues, como ya sabemos, su sistema de pensamiento se basa en la creencia en la separación.

    Para recordar a Dios en el reconocimiento de la identidad divina de nuestros hermanos, debemos poner nuestra mente al servicio de la Mente Recta, del Espíritu Santo. Él nos mostrará el lugar santo donde se producirá el reencuentro con la verdad.

    12. El milagro es el reconocimiento de que esto es verdad. 2Allí donde hay amor, tu hermano no puede sino ofrecértelo por razón de lo que el amor es. 3Pero donde lo que hay es una petición de amor, tú tienes que dar amor por razón de lo que eres. 4Dije antes que este curso te enseñará a recordar lo que eres y te restituirá tu Identidad. 5Ya hemos aprendido que se trata de una Identidad que compartes. 6El milagro se convierte en el medio a través del cual la compartes. 7Reconocerás tu Identidad al ofrecerla donde­quiera que Ésta no se reconoce. 8Y Dios Mismo, Quien ha dispuesto estar con Su Hijo eternamente, bendecirá cada acto de reconocimiento de Su Hijo con todo el Amor que le profesa. 9El poder de todo Su Amor estará presente en todos los milagros que le ofrezcas a Su Hijo. 10¿Cómo podría ser, entonces, que hubiese grados de dificultad en los milagros?

    La vida, debe ser vivida como un milagro, pues, en verdad, el tiempo es trascendido y cada instante, cada presente, nos ofrece la oportunidad de recordar y reconocer lo que somos, el Hijo de Dios, que junto a nuestros hermanos, formamos la Filiación Divina.

    Es por ello, que el milagro se convierte en el medio a través del cual, compartimos el reconocimiento de lo que realmente somos.