lunes, 23 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IX. El reflejo de la santidad (2ª parte).

IX. El reflejo de la santidad (2ª parte).

5. En este mundo puedes convertirte en un espejo inmaculado en el que la santidad de tu Creador se refleje desde ti hacia todo lo que te rodea. 2Puedes ser el reflejo del Cielo aquí. 3Pero el espejo que desee reflejar a Dios no puede albergar imágenes de otros dioses que lo empañen. 4La tierra puede reflejar el Cielo o el infierno, a Dios o al ego. 5Lo único que necesitas hacer es mante­ner el espejo limpio y libre de toda imagen en la que se oculta la oscuridad que jamás hayas superpuesto sobre él. 6Dios brillará en él por Su cuenta. 7Sólo el claro reflejo de Dios puede ser perci­bido en dicho espejo.

La transformación a la que aludiamos en el punto anterior, elevará nuestra consciencia hacia nuestra identidad divina, lo que nos permitirá compartir nuestra santidad con todo lo que nos rodea. 

Considero muy importante el contenido que se recoge en este punto, pues nos deja muy claro, que la tierra puede reflejar el Cielo o el infierno, a Dios o al ego, es decir, dependerá de la dirección de nuestra visión, es decir, si miramos hacia el exterior, veremos separación y nos identificaremos con el ego. Si miramos hacia nuestro interior, veremos unidad y nos identificaremos con Dios.

6. Los reflejos se ven en la luz. 2En las tinieblas es difícil verlos, y su significado parece encontrarse únicamente en interpretaciones cambiantes en lugar de en sí mismos. 3El reflejo de Dios no necesita interpretación. 4Es claro. 5Limpia el espejo, y no habrá nadie que no pueda entender el mensaje que refulge desde él para que todos lo vean. 6Ese mensaje es el que el Espíritu Santo pone frente al espejo que se encuentra en todos. 7Todos lo reconocen porque se les ha enseñado que tienen necesidad de él, pero no saben dónde buscar para encontrarlo. 8Deja, por lo tanto, que lo vean en ti y que lo compartan contigo.

Por nosotros mismos, no podremos guiar a otros, por la sencilla razón, de que nuestros ojos están ciegos a la verdad, y si es así, cómo podremos mostrar el camino a los demás.

Tenemos que servir al Espíritu Santo, a la Mente Recta, y Él que sabe de nuestras necesidades, nos guiará hacia el encuentro santo con aquellos a los que mostraremos el reflejo de la santidad de Dios. Ellos reconocerán ese reflejo, pues, al igual que nosotros, estarán buscando la luz.

7. Si pudieses darte cuenta, aunque sólo fuese por un instante, del poder curativo que el reflejo de Dios que brilla en ti puede brindar a todo el mundo, apenas podrías esperar a limpiar el espejo de tu mente a fin de que pudiese recibir la imagen de santidad que sana al mundo. 2La imagen de santidad que refulge en tu mente no se encuentra oculta ni jamás podrá cambiar. 3Su significado le resulta evidente a todo aquel que la contempla, pues todos la perciben de la misma manera. 4Todos llevan sus diferentes problemas ante su luz sanadora y allí todos quedan resueltos. 

En verdad, tan sólo hay un error que hay que corregir. Cuando la Expiación hace su papel en nuestra consciencia, hace que nuestra mente active la percepción verdadera y desecharemos la falsa creencia de la separación.

Cuando la unicidad forme parte de nuestra mente, de nuestra visión, se convertirá en una luz que emanará de nuestro interior, la cual, será reconocida por todos aquellos que busquen su encuentro.

8. La respuesta de la santidad a cualquier forma de error es siem­pre la misma. 2No hay contradicción en lo que la santidad sus­cita. 3Sea cual fuere lo que se lleve ante ella su única respuesta es la curación. 4Aquellos que han aprendido a ofrecer únicamente curación, están por fin listos para alcanzar el Cielo debido a la santidad que se refleja en ellos. 5En el Cielo la santidad no es un reflejo, sino la verdadera condición de lo que aquí no era más que un reflejo en ellos. 6Dios no es una imagen, y Sus creaciones en cuanto que parte de Él, lo contienen a Él dentro de ellas mismas. 7Ellas no reflejan simplemente la verdad, sino que son la verdad. 

Tan solo las mentes que se creen separadas de los demás, son mentes enfermas y sus vidas se caracterizan por experimentar multitud de problemas. 

Sin embargo, como hemos referido en el punto anterior, tan sólo hay un error, por lo que podemos decir, que todos los problemas tienen la misma causa, el error original, esto es, la creencia en la separación.

Corregir ese error, nos permitirá sanar la mente enferma, y cambiar la falsa creencia en la separación, por la visión crística de la Unicidad. 

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