viernes, 21 de junio de 2024

Capítulo 12. III. Cómo invertir en la realidad (1ª parte).

III. Cómo invertir en la realidad (1ª parte).

 

1. Te pedí una vez que vendieses todo cuanto tuvieses, que se lo dieses a los pobres y que me siguieras. 2Esto es lo que quise decir: si no inviertes tu atención en ninguna de las cosas de este mundo, puedes enseñarle a los pobres dónde está su tesoro. 3Los pobres son sencillamente los que han invertido mal, ¡y vaya que son pobres! 4Puesto que están necesitados, se te ha encomendado que los ayudes, pues te cuentas entre ellos. 5Observa lo bien que aprenderías tu lección si te negases a compartir su pobreza, 6pues la pobreza no es otra cosa que insuficiencia, y sólo hay una insu­ficiencia, ya que sólo hay una necesidad. 

En este punto, Jesús nos enseña una importante lección de la que tenemos que tomar consciencia. Utiliza el término “pobre” y lo vincula con uno de los sinónimos de dicho término, la escasez, la necesidad.

¿Cómo puede ser el Hijo de Dios, escaso, pobre, si goza de los atributos divinos que Su Padre le ha otorgado, entre los que se encuentra la Abundancia y la Plenitud?

La razón de esta percepción de escasez y de pobreza responde a la creencia de haber elegido el miedo, en sustitución del amor. 

2. Suponte que un hermano insiste en que hagas algo que tú crees que no quieres hacer. 2Su misma insistencia debería indicarte que él cree que su salvación depende de que tú hagas lo que te pide. 3Si insistes en que no puedes satisfacer su deseo y experimentas de inmediato una reacción de oposición, es que crees que tu salva­ción depende de no hacerlo. 4Estás, por lo tanto, cometiendo el mismo error que él, y haciendo que su error sea real para ambos. 5Insistir significa invertir, y aquello en lo que inviertes está siem­pre relacionado con tu idea de lo que es la salvación. 6La pregunta se compone de dos partes: primera, ¿qué es lo que hay que salvar? 7y segunda, ¿cómo se puede salvar? 

Tenemos que salvarnos de la creencia en la separación y la única manera que tenemos para salvarnos de esa creencia, es percibiendo correctamente, lo que nos llevará a recordar el pacto de amor que nos une a la Filiación Divina. 

3. Cada vez que te enfadas con un hermano, por la razón que sea, crees que tienes que proteger al ego, y que tienes que protegerlo atacando. 2Si es tu hermano el que ataca, estás de acuerdo con esta creencia; si eres tú el que ataca, no haces sino reforzarla. 3Recuerda que los que atacan son pobres. 4Su pobreza pide regalos, no mayor empobrecimiento. 5Tú que podrías ayudarles estás ciertamente actuando en forma destructiva si aceptas su pobreza como propia. 6Si no hubieses invertido de la manera en que ellos lo hicieron, jamás se te hubiese ocurrido pasar por alto su necesidad.  

El sistema de pensamiento del ego, tan solo favorece la invención de un mundo donde impera el miedo. El miedo impide ver lo real, impide ver que, la necesidad del otro es nuestra propia necesidad. Creer que dar es perder, nos llevará a hacer real la escasez. 

4. Reconoce lo que no importa, y si tus hermanos te piden algo "des­cabellado", hazlo precisamente porque no importa. 2Niégate, y tu oposición demuestra que sí te importa. 3Eres únicamente tú, por lo tanto, el que determina si la petición es descabellada o no, y toda petición de un hermano es tu propia petición. 4¿Por qué te empeñas en negarle lo que pide? 5Pues negárselo es negártelo a ti mismo, y empobrecerte a ti y a él. 6Él está pidiendo la salvación, al igual que tú. 7La pobreza es siempre cosa del ego y nunca de Dios. 8Ninguna petición es "descabellada” para el que reconoce lo que es valioso y no acepta nada más. 

Aplicar esta enseñanza en el mundo, significaría el fin de la pobreza, y cuando hablamos de pobreza, no nos estamos refiriendo tan solo a lo material, sino también, a la mental y a la emocional. Podemos ser tacaños con nuestras ideas y con nuestros sentimientos, y ello, nos llevaría a apropiarnos de las ideas y sentimientos de los demás.

Dar cuando se nos requiera, es conservar lo que tenemos. No es lo que damos, sino desde donde decidimos dar. Cuando damos nuestra negación, lo que estamos haciendo es negarnos a nosotros mismos. Si somos amor, recibiremos amor. Si negamos nuestro amor, lo que damos, realmente, es nuestra falta de amor y, será esa ausencia de amor, lo que recibiremos. 

5. La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la paz. 2La mente es lo único que se puede salvar, y sólo se puede salvar a través de la paz. 3Cualquier otra respuesta que no sea amor, surge como resultado de una confusión con respecto a "qué" es la salva­ción y a "cómo" se alcanza, y el amor es la única respuesta. 4Nunca te olvides de esto, y nunca te permitas creer, ni por un solo instante, que existe otra respuesta, 5pues de otro modo te contarás forzosamente entre los pobres, quienes no han entendido que moran en la abundancia y que la salvación ha llegado. 

El origen, la causa de la pobreza, es un pensamiento irreal, una creencia ilusoria, pues se fundamenta en la negación de lo que realmente somos: Hijos del Amor. 

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