lunes, 3 de junio de 2024

Capítulo 11. IV. La herencia del Hijo de Dios (1ª parte)

IV. La herencia del Hijo de Dios (1ª parte).

1. Nunca olvides que la Filiación es tu salvación, pues la Filiación es tu Ser. 2Al ser la creación de Dios, es tuya, y al pertenecerte a ti, es Suya. 3Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente necesita aprender lo que es la salvación. 4No se te salva de nada, sino que se te salva para la gloria. 5La gloria es tu herencia, que tu Creador te dio para que la extendieras. 6No obstante, si odias cualquier parte de tu Ser pierdes todo tu entendimiento porque estás con­templando lo que Dios creó como lo que eres, sin amor. 7Y puesto que lo que Él creó forma parte de Él, le estás negando el lugar que le corresponde en Su Propio altar.

La afirmación “La Filiación es tu Ser”, no da lugar a dudas en cuanto a la verdadera identidad del Hijo de Dios. Nos aporta la idea de individualidades (pluralidad) unidas en el gozo de la Plenitud (Una). La Filiación es el Ser que somos cada Hijo de Dios, el cual, se expresa en una pluralidad que forman las partes del Todo-Plenitud-Una.

2. ¿Cómo ibas a poder saber que estás en tu hogar si tratas de echar a Dios del Suyo? 2¿Cómo podría el Hijo negar al Padre sin creer que el Padre lo ha negado a él? 3Las leyes de Dios existen para tu protección, y no existen en vano. 4Lo que experimentas cuando niegas a tu Padre sigue siendo para tu protección, pues el poder de tu voluntad no puede ser reducido a menos que Dios intervenga contra él, y cualquier limitación de tu poder no es la Voluntad de Dios. 5Recurre, por lo tanto, únicamente al poder que Dios te dio para salvarte, recordando que es tuyo porque es Suyo, y únete a tus hermanos en Su paz.

Mientras que nuestras creencias nos lleven a negar la Voluntad de nuestro Padre, estaremos bajo el gobierno de las leyes del ego, donde el proceso de aprendizaje se resume tal y como se recoge en la Sagrada Biblia: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Aquello que experimentamos, como consecuencia de ese estado de negación de la realidad, sigue siendo para nuestra protección, pues nos conducirá a abrir nuestros ojos a la verdad, nos conducirá al despertar del sueño en el que nos encontramos sumidos.

Si te encuentras entres los que se cuestionan por qué Dios no interviene para evitarnos experiencias de sufrimiento, la respuesta se encuentra recogida en este punto: “cualquier limitación de tu poder no es la voluntad de Dios”.

3. Tu paz reside en el hecho de que Su paz es ilimitada. 2Limita la paz que compartes con Él, y tu Ser se vuelve necesariamente un extraño para ti. 3Todo altar a Dios forma parte de ti porque la luz que Él creó es una con Él. 4¿Le negarías a un hermano la luz que posees? 5No lo harías si te dieses cuenta de que con ello sólo podrías nublar tu propia mente. 6En la medida en que lo traes de regreso, regresas también tú. 7Ésa es la ley de Dios para la protec­ción de la plenitud de Su Hijo.

Si crees ser un ego cuyo sistema de pensamiento te lleva a ver a tus hermanos separados de ti y del resto de la creación, entonces, estarás compartiendo tu miedo, tu ataque, tu oscuridad, tu infelicidad y tu propio rechazo.

Si crees ser el Hijo de Dios, el Ser, entonces verás la unidad que te mantiene unido a tus hermanos y gozarás de la paz y la plenitud de la Filiación.

4. Sólo tú puedes privarte a ti mismo de algo. 2No resistas este hecho, pues es en verdad el comienzo de la iluminación. 3Recuerda tam­bién que la negación de este simple hecho adopta muchas formas, y que debes aprender a reconocerlas y a oponerte a ellas sin excepción y con firmeza. 4Éste es un paso crucial en el proceso de re-despertar. 5Las fases iniciales de esta inversión son con fre­cuencia bastante dolorosas, pues al dejar de echarle la culpa a lo que se encuentra afuera, existe una marcada tendencia a alber­garla adentro. 6Al principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera. 

La luz, el entendimiento, se evidencia cuando nos hacemos conscientes de la chispa que somos, como parte del Todo. Al igual, como el sueño es una consecuencia de haber elegido el camino de la percepción, de la separación, llevándonos a privarnos de estado pleno de la Unidad, nuestra pequeña dosis de voluntad, cuando se pone al servicio del Espíritu Santo, nos privará de la creencia en el ego y de su sistema de pensamiento.

Negar la separación ha de llevarnos a la aceptación de la Unidad y esta transformación de nuestras creencias, propiciará que veamos a nuestros hermanos, tal y como son, tal y como los ha creado Dios, a Su Imagen y Semejanza.

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