viernes, 19 de diciembre de 2025

Capítulo 25. II. El que te salva de las tinieblas (9ª parte).

II. El que te salva de las tinieblas (9ª parte).


9. ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su obra maestra? 2¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gra­cias a ti que amas a Su Hijo como Él lo ama? 3¿No te daría a conocer Su Amor, sólo con que te unieses a Él para alabar lo que Él ama? 4Dios ama la creación como el perfecto Padre que es. 5de esta manera, Su alegría es total cuando cualquier parte de Él se une a Sus alabanzas y comparte Su alegría. 6Este hermano es el perfecto regalo que Él te hace. 7Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. 8Y todo Su agradecimiento y felicidad refulgen sobre ti que haces que Su alegría sea total, junto con Él. 9Y así, tu alegría se vuelve total. 10Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre sea total, y la suya junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo de oscuridad. 11Dios Mismo ofrece Su gratitud libre­mente a todo aquel que comparte Su propósito. 12Su Voluntad no es estar solo. 13Ni la tuya tampoco.

¿Qué nos enseña Jesús a través de este punto?

Nos ofrece una enseñanza profunda sobre la visión espiritual, la gratitud y la unidad. Analicemos lo que nos transmite.

Nos enseña:

A ver a nuestros hermanos como la obra maestra de Dios.
Jesús nos invita a reconocer que cada uno de nuestros hermanos es una creación perfecta de Dios, una “obra maestra”. Cuando apreciamos y agradecemos la verdadera esencia de los demás —más allá de sus errores o apariencias— estamos honrando la creación de Dios.

La gratitud y la alegría compartida.
Dios se alegra y se siente agradecido cuando nosotros damos gracias por nuestros hermanos, por lo que realmente son. Al unirnos a Dios en la alabanza y el reconocimiento de Su Hijo (nuestros hermanos y nosotros mismos), compartimos Su alegría y Su Amor. La gratitud no solo es un regalo para el otro, sino que nos llena de felicidad y plenitud a nosotros mismos.

La unidad y la imposibilidad de la soledad.
El pasaje subraya que la Voluntad de Dios no es estar solo, y la nuestra tampoco. Nuestra verdadera felicidad y plenitud se encuentran en la unión, en compartir el propósito de Dios: amar y reconocer la santidad en todos. Cuando nuestra voluntad es que la felicidad de Dios sea total, y la nuestra junto con la Suya, desaparece toda oscuridad y separación.

La función de la gratitud en la sanación.
Dios ofrece Su gratitud a quienes comparten Su propósito. Cuando agradecemos y vemos la luz en nuestros hermanos, estamos participando en la obra de Dios y permitiendo que Su alegría y gratitud se reflejen en nosotros. Así, la gratitud se convierte en un camino de sanación y liberación para todos.

Aplicando el mensaje en la práctica:

  • Durante el día, podemos practicar agradeciendo internamente por cada persona que encontramos, reconociendo que es un regalo perfecto de Dios.
  • Cuando surja el juicio o la separación, recordemos: “Dios ama a esta persona como a Su Hijo perfecto. Yo elijo ver y agradecer esa verdad.”
  • Al final del día, podemos dar gracias por las oportunidades de ver la luz en los demás y en nosotros mismos, sabiendo que esa gratitud nos une más profundamente a Dios y a Su alegría.

Resumiendo: Este pasaje nos enseña que la verdadera alegría y plenitud surgen cuando reconocemos y agradecemos la santidad en nuestros hermanos, compartiendo así la visión y la felicidad de Dios. La gratitud es el puente que nos une a Él y a los demás, disolviendo la oscuridad y recordándonos que nunca estamos solos.

Ejercicio diario de gratitud y visión espiritual:

Por la mañana.

  • Al despertar, dedica unos minutos a la quietud.
  • Repetid juntos o mentalmente:
    “Hoy elegimos ver a cada hermano como la obra maestra de Dios. Queremos unirnos a Su alegría y compartir Su gratitud”.

Durante el día.

  • Cada vez que os encontréis con alguien (en persona, por mensaje o incluso en pensamiento), recordad:
    “Esta persona es un regalo perfecto de Dios. Doy gracias por su existencia y elijo ver su luz.”
  • Si surge un juicio, molestia o separación, haced una pausa y repetid:
    “Dios ama a esta persona como a Su Hijo perfecto. Yo también elijo agradecer y ver esa verdad.”

Al finalizar el día.

  • Antes de dormir, haced una revisión amorosa del día:
    • ¿A quiénes lograsteis ver con gratitud y aprecio?
    • ¿En qué momentos os costó más?
  • Sin juzgaros, simplemente observad y dad gracias por cada oportunidad de ver la luz en los demás y en vosotros mismos.
  • Repetid:
    “Gracias, Dios, por enseñarnos a ver y agradecer la santidad en todos. Mañana volveremos a elegir la visión y la alegría que compartimos contigo”.

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