miércoles, 25 de junio de 2025

Capítulo 21. III. Fe, creencia y visión (5ª parte).

III. Fe, creencia y visión (5ª parte).

11. ¿Crees acaso que al Espíritu Santo le preocupa eso? 2Él no te da aquello de lo que, de acuerdo con Su propósito, te quiere apartar. 3Tú crees que Él te quiere privar de algo por tu propio bien. 4Pero los términos "bien" y "privación" son opuestos, y no pueden reconciliarse de ninguna forma que tenga significado. 5Es como decir que la luna y el sol son una misma cosa porque vienen de noche y de día respectivamente, y que, por lo tanto, no pueden sino formar una unidad. 6Mas ver uno de ellos significa que el otro ya no se puede ver. 7Tampoco es posible que lo que irradia luz sea lo mismo que lo que depende de la oscuridad para poder ser visto. 8Ninguno de ellos exige el sacrificio del otro. 9Cada uno de ellos, no obstante, depende de la ausencia del otro.

La religión cristiana y sus enseñanzas están repletas de actos que engrandecen al sacrificio hasta elevarlo a la condición de santo. El lema que fundamenta tal hecho es el siguiente: Somos pecadores y hemos desobedecido a Dios. Para ganarnos su gracia y su perdón, tenemos que sacrificar nuestra naturaleza impura y pecaminosa. Pues bien, el que paga el pato en este juicio es el cuerpo, el único que nos ha podido llevar al acto de pecar.

Uno de los pasajes más controvertidos que nos ha legado la doctrina cristiana ha sido el acto de la crucifixión en el cual Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, elige sacrificar su cuerpo y derramar su sangre para purificar a la humanidad de sus pecados. Si el Maestro ha actuado así, sin duda, su lección debe ser ejemplo para el resto de la humanidad creyente, lo que significa que, para ser un buen cristiano, hay que reconocer nuestra culpa y estar dispuesto a sacrificarnos para alcanzar la redención de nuestros pecados y la salvación eterna.

Un Curso de Milagros nos enseña que la muerte de Jesucristo en la cruz está más allá de la interpretación acuñada por el cristianismo. Nos enseña que la verdadera esencia del ser no es el cuerpo, sino el Espíritu, y para reforzar esta enseñanza se mostró en su cuerpo espiritual, dando lugar a la creencia en la resurrección.

12. El cuerpo se concibió para que sirviese de sacrificio al pecado, y así es como aún se le considera en las tinieblas. 2A la luz de la visión, no obstante, se le considera de manera muy distinta. 3Pue­des confiar en que servirá fielmente al propósito del Espíritu Santo, y puedes conferirle poder para que se vuelva un instru­mento de ayuda a fin de que los ciegos puedan ver. 4Mas cuando ellos vean, mirarán más allá de él, al igual que tú. 5la fe y a la creencia que depositaste en el cuerpo les corresponde estar más allá de él. 6Transferiste tu percepción, tu creencia y tu fe de la mente al cuerpo. 7Deja que éstas les sean devueltas ahora a aque­llo que las produjo y que todavía puede valerse de ellas para salvarse de lo que inventó.

El representante del ego es el cuerpo físico. El ego es la conciencia del mundo dual que surge tras fabricar una realidad basada en la visión de la separación. El cuerpo ha sustituido al espíritu, al igual que el miedo ha sustituido al amor. El mundo físico, el mundo sensorial y perceptivo es el mundo del sueño, donde la conciencia de unidad y del conocimiento compartido con Dios y Su Creación se manifiesta en la conciencia egoica e individualista, inspirada por el deseo de ser especial.

Por lo tanto, el cuerpo es la causa del pecado cuando se percibe desde la oscuridad, es decir, cuando nos hemos desconectado de la luz, el principio inteligible, que nos permite ser partícipes de la verdad. Siendo la causa del pecado, el cuerpo sirve a la idea de sacrificio con la intención de redimirse de la culpa que acompaña siempre al pensamiento pecador.

Sin embargo, el Espíritu Santo nos enseña a ver el cuerpo en su expresión más elevada, mostrándonos la capacidad de manifestación que posee para hacer tangible la verdad a través de la percepción verdadera. Por tal motivo, Jesús nos dice que el cuerpo debe convertirse en un instrumento de ayuda a fin de que los ciegos puedan ver. Esos ciegos son los que tienen una fe limitada por las leyes del mundo material y necesitan ver para creer.

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