viernes, 20 de junio de 2025

Capítulo 21. III. Fe, creencia y visión (2ª parte).

III. Fe, creencia y visión (2ª parte).

3. ¿Por qué te resulta tan extraño que la fe pueda mover monta­ñas? 2En realidad, ésa es una hazaña insignificante para seme­jante poder. 3Pues la fe puede mantener al Hijo de Dios encadenado mientras él crea que lo está. 4Mas cuando se libre de las cadenas será simplemente porque habrá dejado de creer en ellas, al retirar su fe de la idea de que lo podían aprisionar, y depositarla en cambio en su libertad. 5Es imposible tener fe en dos orientaciones opuestas. 6La fe que depositas en el pecado se la quitas a la santidad. 7Y lo que le ofreces a la santidad se lo has quitado al pecado.

Si el cuerpo no es real, la montaña tampoco lo es. Recordemos que las enseñanzas del Curso no van dirigidas al aspecto corporal, a la manifestación tridimensional, a lo físico y experiencial, sino a la mente, al espíritu, pues tanto la mente como el espíritu sí forman parte de nuestra verdadera realidad.

El contenido de este punto así nos lo muestra. Se está dirigiendo a la fuerza de la fe, al poder de las creencias, al uso de la mente. Si creemos que somos un cuerpo, difícilmente aceptaremos que nuestra fe -pensamientos- pueda mover montañas. Ahora bien, si la montaña forma parte de nuestras ideas, adquiere el significado simbólico de "obstáculo", y mover un obstáculo significará corregirlo. Ese poder sí está en el nivel de la fe, en el nivel de las creencias. Esa montaña es la creencia en la separación, la cual representa el mayor de los obstáculos para alcanzar nuestra salvación, es decir, la de alcanzar la visión Crística de la Unidad que nos une a la Filiación, de la cual formamos parte.

4. La fe, la creencia y la visión son los medios por los que se alcanza el objetivo de la santidad. 2través de ellos el Espíritu Santo te conduce al mundo real, alejándote de todas las ilusiones en las que habías depositado tu fe. 3Ése es su rumbo, el único que Él jamás ve. 4cuando te desvías, Él te recuerda que no hay nin­gún otro. 5Su fe, Su creencia y Su visión son para ti. 6Y cuando las hayas aceptado completamente en lugar de las tuyas, ya no ten­drás necesidad de ellas. 7Pues la fe, la creencia y la visión única­mente tienen sentido antes de que se alcanza la certeza. 8En el Cielo son desconocidas. 9El Cielo, no obstante, se alcanza a través de ellas.

He aquí fundamentado lo que hemos dicho en el análisis del punto anterior. Es la fe, la creencia y la visión lo que nos permitirá mover montañas. La fe es el contenido de nuestras creencias y la visión nos muestra el contenido de nuestra fe. Vemos aquello que deseamos, pues el deseo se convierte en la fuerza que nos inspira nuestras creencias. Si creemos en la separación, nuestros deseos se movilizarán con el fin de ser especiales y ello nos mostrará la visión de la separación, de la individualidad.

Pero esa dinámica, cuando es utilizada por el Espíritu Santo, por la Mente Recta, nos lleva a creer en la Unidad, y esa creencia movilizará a nuestros deseos para que seamos canales del amor, lo que nos mostrará la visión de la unidad, de la Filiación. 

5. No es posible que al Hijo de Dios le falte fe, pero sí puede elegir dónde desea depositarla. 2La falta de fe no es realmente falta de fe, sino fe que se ha depositado en lo que no es nada. 3La fe que se deposita en las ilusiones no carece de poder, pues debido a ello el Hijo de Dios cree ser impotente. 4De ese modo, no se es fiel a sí mismo, pero sí tiene gran fe en las ilusiones que abriga acerca de sí mismo. 5Pues tú inventaste la fe, la percepción y la creencia a fin de perder la certeza y encontrar el pecado. 6Este rumbo demente fue tu propia elección, y al depositar tu fe en lo que habías elegido, fabricaste lo que deseabas.

La elección errónea del Hijo de Dios le llevó a sustituir el Conocimiento directo que lo unía a Su Fuente -Dios- por la creencia en la visión del mundo que percibía, la cual le llevó a depositar su fe en las imágenes percibidas.

La visión de la unidad fue sustituida por la creencia en la separación y ello ha condicionado que nuestra fe sirva al deseo de ser especial y a fabricar un mundo acorde con ese deseo de especialismo. Todas las estructuras sociales están inspiradas en satisfacer nuestros deseos, pero sus pilares están llamados a desaparecer, pues la creencia en la separación no da solidez a lo construido. Tan solo el amor es la fuerza que da cohesión para alcanzar un estado eterno e ilimitado.

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