lunes, 19 de mayo de 2025

Capítulo 20. V. Los heraldos de la eternidad (3ª parte).

V. Los heraldos de la eternidad (3ª parte).

5. El cuerpo de tu hermano tiene tan poca utilidad para ti como para él. 2Cuando se usa únicamente de acuerdo con las enseñan­zas del Espíritu Santo, no tiene función alguna. 3Pues las mentes no necesitan el cuerpo para comunicarse. 4La visión que ve al cuerpo no le es útil al propósito de la relación santa. 5mientras sigas viendo a tu hermano como un cuerpo, los medios y el fin no estarán en armonía. 6¿Por qué se han de necesitar tantos instantes santos para alcanzar una relación santa, cuando con uno solo bastaría? 7No hay más que uno. 8El pequeño aliento de eternidad que atraviesa el tiempo como una luz dorada es sólo uno: no ha habido nada antes ni nada después.

La percepción verdadera es la visión más cercana a la verdad en el mundo temporal. Es la creencia en la separación la que nos lleva a percibir y a utilizar el pensamiento para juzgar las diferencias entre los seres que percibimos. El cuerpo se convierte en un obstáculo, en un pensamiento erróneo que nos impide conectar con la visión verdadera de lo que somos: "Seres iguales y unidos por nuestras mentes a la Fuente que nos ha creado". Por lo tanto, más allá de la función como canal de comunicación, el cuerpo tiene poca utilidad, pues no es la causa que debemos corregir para alcanzar la salvación, pues esta se encuentra en la mente, donde surge la visión errónea y falsa que nos hace creyentes de un mundo separado.

Jesús nos plantea una pregunta en este punto que deberíamos contestar: "¿Por qué se han de necesitar tantos instantes santos para alcanzar una relación santa, cuando con uno solo bastaría? 

Cuando analizo esta pregunta y dejo que penetre en mi ser, no puedo evitar ver flaquear mi fe. Recuerdo vivencias donde mi consciencia ha alcanzado la visión de la unidad y, en ese instante santo, he gozado de lucidez espiritual permitiéndome reconocer lo que soy, sin desear nada más. Es como poder tocar por unos instantes la grandeza del Cielo para volver una vez más a sentir la densidad del mundo material. Esos cambios de percepción, al principio, me han hecho sentir mal. Ese sentimiento forma parte del especialismo del ego. Es una estrategia muy sutil que puede confundirnos con el propósito de sentirnos especiales.

Hoy lo veo de otra manera. Hoy sé que estoy ubicado en este mundo, que estoy soñando y que soy el soñador del sueño. Hoy sé que ese sueño tiene sus días contados, pues como todos los sueños, no es real, salvo para mi mente que ha elegido ese estado de conciencia. Hoy sé que soñar es un error que elijo corregir, llamado por la Voz que habla por Dios y que me tiende su mano para que, preñado de certeza, le acompañe allí donde se encuentra nuestro verdadero Hogar y que nunca hemos abandonado.

6. Ves cada instante santo como un punto diferente en el tiempo. 2Mas es siempre el mismo instante. 3Todo lo que jamás hubo o habrá en él se encuentra aquí ahora mismo. 4El pasado no le resta nada, y el futuro no le añadirá nada más. 5En el instante santo, entonces, se encuentra todo. 6En él se encuentra la belleza de tu relación, con los medios y el fin perfectamente armonizados ya. 7En él se te ha ofrecido ya la perfecta fe que algún día habrás de ofrecerle a tu hermano; en él se ha concedido ya el ilimitado per­dón que le concederás; y en él es visible ya la faz de Cristo que algún día habrás de contemplar.

Desde el sistema de pensamiento del ego, todo se interpreta desde el punto de vista secuencial y temporal. La verdad es percibida como algo que evoluciona a través del tiempo, que va cambiando y que está condicionado por el modo de ver de cada observador. Es por esta razón que este mundo, el físico, no es verdad, porque la verdad no cambia, simplemente es. Si no es verdad eternamente, no lo será nunca. Si no es verdad, eternamente, no es real.

De esta afirmación se deduce lo que este punto nos enseña con respecto al instante santo. Desde la mente egoica se tiene la creencia de que la verdad se va manifestando según cada momento y dependiendo de nuestro estado perceptivo. Desde la mente recta, el instante santo es eterno y cuando se vive, gozamos de la grandeza de la eternidad que brilla bajo la luz de la verdad. El instante santo nos muestra nuestra verdadera identidad, la cual se expresa dando testimonio de la unidad y del amor. 

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