IV. La entrada al arca (2ª parte).
3. Tus desquiciadas leyes fueron promulgadas para garantizar que cometieses errores y que éstos tuviesen poder sobre ti al aceptar sus consecuencias como tu justo merecido. 2¿Qué puede ser esto sino una locura? 3¿Y es esto acaso lo que quieres ver en aquel que te puede salvar de la demencia? 4Él está tan libre de ello como tú, y en la libertad que ves en él ves la tuya. 5Pues la libertad es algo que compartís. 6Lo que Dios ha dado obedece Sus leyes y sólo Sus leyes. 7Es imposible que aquellos que las obedecen puedan sufrir las consecuencias de cualquier otra causa.
Imagínate que has olvidado el modo en cómo tienes que reaccionar ante un hecho. Recibes una agresión, pero tu mente no reacciona a ella, pues no la reconoce como una agresión. No le aporta significado, pues en verdad no lo tiene salvo que nosotros se lo demos. Lo que nos parece impensable es fruto de que no lo hemos pensado, de que no se encuentra en nuestra mente. Ahora acepta la siguiente simulación como posible. Recibes una agresión que no reconoces como tal, pero que tu mente la admite sin resentimiento, sin dar una respuesta acorde al acto recibido. ¿Qué piensas que pasaría? ¿Crees que te sentirías humillado, dañado o malogrado? No. Esa es la respuesta, puesto que es la mente la que responde y no el cuerpo a los hechos que nos ocurren. Y si nuestra mente no aporta significado negativo al hecho, es porque en su código, en su ley, no se interpreta negativamente lo ocurrido.
4. Los que eligen la libertad experimentarán únicamente sus resultados. 2Pues el poder del que gozan procede de Dios, y sólo le otorgarán ese poder a lo que Dios ha dado, a fin de compartirlo con ellos. 3Nada excepto esto puede afectarles, pues es lo único que ven, y comparten su poder con ello de acuerdo con
¿Has reflexionado alguna vez en el sentido profundo que aporta el término libertad?
La libertad emana de la Voluntad de Dios, El Cual, haciendo uso del Amor, creó a Su Hijo, Su Obra Creadora. Y lo creó a su imagen y semejanza, es decir, el Hijo de Dios es portador de los mismos "Principios" de su Creador: Voluntad, amor e inteligencia.
Podemos interpretar que esos principios gozan de la libertad para poder ser ejercidos y que las consecuencias de hacer uso de dichos poderes libremente llevan implícitos los efectos de dicho acto creador.
Si nuestra mente elige servir a la Voluntad de Dios, utilizará libremente la fuerza del amor y de la inteligencia, dando lugar a creaciones eternas.
Si nuestra mente elige servir al deseo, utilizará libremente la fuerza de la división, dando lugar a fabricaciones efímeras y temporales.
La libertad conlleva en sí misma un importante aprendizaje, pues de su uso y de sus efectos, siempre tomaremos consciencia de las energías y las fuerzas que hemos elegido utilizar.
Dios no puede ir en contra de sus propias leyes, lo que significa que no puede alterar, ni condicionar, nuestra libertad.
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