lunes, 12 de mayo de 2025

Capítulo 20. IV. La entrada al arca (2ª parte).

IV. La entrada al arca (2ª parte).

3. Tus desquiciadas leyes fueron promulgadas para garantizar que cometieses errores y que éstos tuviesen poder sobre ti al aceptar sus consecuencias como tu justo merecido. 2¿Qué puede ser esto sino una locura? 3¿Y es esto acaso lo que quieres ver en aquel que te puede salvar de la demencia? 4Él está tan libre de ello como tú, y en la libertad que ves en él ves la tuya. 5Pues la libertad es algo que compartís. 6Lo que Dios ha dado obedece Sus leyes y sólo Sus leyes. 7Es imposible que aquellos que las obede­cen puedan sufrir las consecuencias de cualquier otra causa.

Recordémoslo. Nada tiene el poder de herirnos si no le otorgamos ese poder. Si nos sentimos atacados y dañados, estamos reconociendo que le hemos otorgado el poder a los demás y a las circunstancias de que seamos víctimas de lo que nos ocurre. Los culparemos de nuestras desgracias y alegrías, cuando en verdad es nuestra mente y las leyes del sistema de pensamiento al que sirve, la única que tiene el poder para decidir lo que estamos decidiendo.

Imagínate que has olvidado el modo en cómo tienes que reaccionar ante un hecho. Recibes una agresión, pero tu mente no reacciona a ella, pues no la reconoce como una agresión. No le aporta significado, pues en verdad no lo tiene salvo que nosotros se lo demos. Lo que nos parece impensable es fruto de que no lo hemos pensado, de que no se encuentra en nuestra mente. Ahora acepta la siguiente simulación como posible. Recibes una agresión que no reconoces como tal, pero que tu mente la admite sin resentimiento, sin dar una respuesta acorde al acto recibido. ¿Qué piensas que pasaría? ¿Crees que te sentirías humillado, dañado o malogrado? No. Esa es la respuesta, puesto que es la mente la que responde y no el cuerpo a los hechos que nos ocurren. Y si nuestra mente no aporta significado negativo al hecho, es porque en su código, en su ley, no se interpreta negativamente lo ocurrido.

4. Los que eligen la libertad experimentarán únicamente sus resultados. 2Pues el poder del que gozan procede de Dios, y sólo le otorgarán ese poder a lo que Dios ha dado, a fin de compartirlo con ellos. 3Nada excepto esto puede afectarles, pues es lo único que ven, y comparten su poder con ello de acuerdo con la Volun­tad de Dios. 4de esta manera es como se establece se mantiene vigente su libertad, 5la cual prevalece por encima de cualquier tentación de querer aprisionar a otros de ser aprisionados. 6Debes preguntar qué es la libertad a aquellos que han aprendido lo que es. 7No le preguntes a un gorrión cómo se eleva el águila pues los alicortos no han aceptado para sí mismos el poder que pueden compartir contigo.

¿Has reflexionado alguna vez en el sentido profundo que aporta el término libertad?

Seguro que cada uno de nosotros, cuando pensamos en el significado de la libertad, visualizaremos cuestiones diferentes. No nos resultará fácil llegar a la misma definición, pues cada uno de nosotros la veremos de manera diferente y este hecho es muy significativo, pues si la libertad es verdad, no puede estar sujeta al cambio. Ya sabemos que la verdad es real cuando no es temporal, sino eterna. Desde este punto de vista, si la libertad es verdad y no cambia, ¿cuál es su significado?

La libertad emana de la Voluntad de Dios, El Cual, haciendo uso del Amor, creó a Su Hijo, Su Obra Creadora. Y lo creó a su imagen y semejanza, es decir, el Hijo de Dios es portador de los mismos "Principios" de su Creador: Voluntad, amor e inteligencia.

Podemos interpretar que esos principios gozan de la libertad para poder ser ejercidos y que las consecuencias de hacer uso de dichos poderes libremente llevan implícitos los efectos de dicho acto creador.

Si nuestra mente elige servir a la Voluntad de Dios, utilizará libremente la fuerza del amor y de la inteligencia, dando lugar a creaciones eternas.

Si nuestra mente elige servir al deseo, utilizará libremente la fuerza de la división, dando lugar a fabricaciones efímeras y temporales.

La libertad conlleva en sí misma un importante aprendizaje, pues de su uso y de sus efectos, siempre tomaremos consciencia de las energías y las fuerzas que hemos elegido utilizar. 

Dios no puede ir en contra de sus propias leyes, lo que significa que no puede alterar, ni condicionar, nuestra libertad.

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