jueves, 5 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IV. Tu papel en la Expiación (3ª parte).

IV. Tu papel en la Expiación (3ª parte).


7. A menos que seas inocente no puedes conocer a Dios, cuya Voluntad es que lo conozcas. 2Por lo tanto, tienes que ser inocente. 3Mas si no aceptas las condiciones necesarias para saberlo, es que has negado a Dios y no lo reconoces, si bien, te rodea por todas partes. 4A Dios no se le puede conocer sin Su Hijo, cuya inocencia es la condición en la que se le puede conocer. 5Aceptar que Su Hijo es culpable es una negación del Padre tan absoluta que impide que el conocimiento pueda ser reconocido por la misma mente en la que Dios Mismo lo depositó. 6¡Si tan sólo escuchases y te dieses cuenta de cuán absolutamente imposible es esto! 7No dotes a Dios de atributos que tú comprendes. 8Tú no lo creaste, y cualquier cosa que comprendas no forma parte de Él.

El lenguaje de Dios es fácil de identificar, pues tan sólo habla en términos de Amor Incondicional. El amor manifiesta nuestra condición de inocencia primigenia, pues lo que nace de la pureza, es puro, y todo cuanto emana del amor es eterno, por lo que la pureza, igualmente, forma parte de nuestra verdadera esencia. Conectar con la vibración de la inocencia, de la pureza, del amor, requiere, simplemente, ser conscientes de que somos Uno con el resto de la Filiación. Ese pensamiento de Unidad nos permitirá reconocer a Dios en cada uno de nuestros hermanos. Esta es la única y verdadera visión que nos permitirá conocer a nuestro Creador.

8. Tu tarea no es construir la realidad. 2La realidad está aquí sin que tú la hayas tenido que construir, pero no sin ti. 3Tú que has tratado de renunciar a ti mismo y que tan poco has valorado Dios, escúchame hablar en favor de ti y de Él. 4No puedes com­prender cuánto te ama tu Padre, pues en tu experiencia mundana no hay paralelo que te pueda ayudar a comprenderlo. 5En la tie­rra no hay nada comparable, ni nada que jamás hayas sentido aparte de Él se parece en lo más mínimo a Su Amor. 6Tú no pue­des ni siquiera dar una bendición con perfecta dulzura. 7¿No te gustaría conocer a Uno que da para siempre, y que lo único que sabe es dar? 

Nuestra tarea no es construir la realidad, pues la realidad está aquí sin que la hayamos tenido que construir, pero no sin nosotros. Parece una contradicción, pero no lo es. Cuando utilizamos el sistema de pensamiento del ego, aquello que llamamos realidad, es fruto de lo que percibimos con nuestros sentidos físicos. Sin embargo, aquello que percibimos desde la temporalidad carece del valor de la realidad, pues como nos enseña este Curso, la realidad, al igual como la verdad, no cambian, son eternas. 

Nuestra realidad no la hemos creado nosotros por sí mismo, pero no puede existir sin nuestro ser. 

En el mundo que percibimos desde la visión del ego, no nos permite conocer la verdadera realidad, así como, las expresiones que emanan de ella misma. La realidad verdadera es esencia espiritual con capacidad para expandir la fuerza del Amor Incondicional. Alcanzar la percepción verdadera de esta realidad significa que nuestra mente recta vibra en frecuencia del Cielo.

9. Los Hijos del Cielo viven en la luz de la bendición de su Padre, pues saben que están libres de pecado. 2La Expiación fue estable­cida como un medio de restaurar la inocencia en las mentes que la habían negado, y que, por lo tanto, se habían negado el Cielo sí mismas. 3La Expiación te muestra la verdadera condición del Hijo de Dios. 4No te enseña lo que eres, o lo que tu Padre es5El Espí­ritu Santo, que lo recuerda por ti, te enseña sencillamente a elimi­nar los obstáculos que se interponen entre ti y lo que sabes. 6Su memoria es tuya. 7Si recuerdas lo que has fabricado estarás recordando lo que no es nada. 8El recuerdo de la realidad se encuentra en Él, y, por lo tanto, en ti.

En este punto, se nos clarifica la función que realiza la Expiación del Espíritu Santo. No se puede confundir con el Conocimiento de Dios, ni de Su Hijo. La Expiación al corregir la percepción falsa, nos muestra nuestra verdadera condición, ayudándonos a recordar lo que ya se encuentra en nuestra memoria, pues, el recuerdo de la realidad se encuentra en dios, y, por lo tanto, en nosotros.

10. Los culpables y los inocentes son totalmente incapaces de entenderse entre sí. 2Cada uno percibe al otro diferente de como se percibe sí mismo, lo cual impide que pueda haber comunica­ción entre ellos, pues cada uno ve al otro de modo distinto de como se ve a sí mismo. 3Dios sólo se puede comunicar con el Espíritu Santo en tu mente porque sólo Él comparte el conoci­miento de lo que tú eres con Dios. 4sólo el Espíritu Santo puede contestarle a Dios por ti porque sólo Él sabe lo que es Dios. 5Todo lo demás que has puesto dentro de tu mente no existe, pues, lo que no está en comunicación con la Mente de Dios jamás ha exis­tido. 6La  comunicación con Dios es vida. 7Sin ella nada puede existir en absoluto.

Si no fuese porque ya llevamos realizado un interesante recorrido por las enseñanzas del Curso de Milagros, esta afirmación, nos resultaría impactante para nuestro actual sistema de pensamiento. Estamos habituados a pensar que la autoría del cuerpo físico recae sobre sí mismo y que es nuestra única realidad, la que percibimos, la que somos capaces de ver y sentir. Lo que llamamos existencia, lo que llamamos vida, depende del cuerpo físico y su interacción con el mundo que lo rodea. Sin embargo, este punto nos afirma, que tan sólo la comunicación con nuestro verdadero Creador, Dios, es vida y sin ella, nada puede existir en absoluto.

Antes de que neguemos esta afirmación, debemos entender el contenido de esta afirmación. No tan solo existe aquello que percibimos con nuestros sentidos físicos. La existencia hay que reconocerla en términos de realidad o ilusión, en términos de verdad o falsedad. Esto es así, porque tan sólo lo que es eterno es real, es verdad y por lo tanto, existe. Mientras que lo que es temporal, aunque sea percibido, no es real, no es verdad y por lo tanto no existe. 

Como bien empieza este punto, los culpables, los que perciben erróneamente, son totalmente incapaces de entender con los inocentes, es decir, con los que viven en el Cielo y son Eternos. 

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