martes, 3 de septiembre de 2024

Capítulo 14. IV. Tu papel en la Expiación (1ª parte).

IV. Tu papel en la Expiación (1ª parte).

1. Cuando aceptas la inocencia de un hermano ves la Expiación en él. 2Pues al proclamarla en él haces que sea tuya y ves lo que buscabas. 3Mas no verás el símbolo de la inocencia de tu hermano refulgiendo en él mientras todavía creas que no se encuentra en él. 4Su inocencia es tu Expiación. 5Concédesela, y te darás cuenta de la verdad de lo que has reconocido. 6No obstante, para que la verdad pueda ser recibida, tiene primero que ofrecerse, del mismo modo en que Dios se la dio primero a Su Hijo. 7El primero en el tiempo no significa nada, pero el Primero en la eternidad es Dios el Padre, Quien es a la vez Primero y Uno. 8Más allá del Primero no hay ningún otro, pues no hay ninguna secuencia, ni segundo ni tercero, ni nada excepto el Primero.

Cuando la mente, el foco a través expresamos nuestros pensamientos, se pone al servicio del miedo, nos lleva a la visión de la separación, es decir, a la percepción falsa a través de la cual vemos al otro como alguien externo a nosotros y cuyo único objetivo es atacarnos con su manera de percibirnos. Aquello que excluimos en nuestra mente se proyecta fuera de nosotros y adopta la imagen del enemigo, por lo que decidimos protegernos de él, utilizándolo como espejo de nuestras debilidades.

Cuando este punto nos enseña que aceptar la inocencia de un hermano es ver la Expiación en él, está mostrándonos el camino de la salvación, pues en la medida en que corregimos nuestros errores mentales, nuestros pensamientos incorrectos, estaremos, igualmente, corrigiendo nuestra percepción, de modo que sustituiremos lo falso por lo verdadero, y el otro, se convierte en el camino que debemos recorrer compartiendo la esencia que nos ha creado y que nos hace iguales, el amor.

2. Tú que perteneces a la Primera Causa, que fuiste creado por Él a Su Semejanza y como parte de Él, eres mucho más que simple­mente inocente. 2El estado de inocencia es sólo la condición en la que lo que nunca estuvo ahí ha sido eliminado de la mente pertur­bada que pensó que sí estaba ahí. 3Ese estado, y sólo ese estado, es lo que tienes que alcanzar, con Dios a tu lado. 4Pues hasta que no lo alcances, seguirás creyendo que estás separado de Él. 5Tal vez sientas Su Presencia a tu lado, pero no podrás saber que eres uno con Él. 6Esto no se puede enseñar. 7El aprendizaje se ocupa única­mente de la condición en la que ello ocurre por su cuenta.

La condición de Hijo de Dios, no es una conquista que se alcanza cuando se ha perdido dicha condición. Ser el Hijo de Dios es un estado inmutable y eterno que no está sujeto al cambio. No es un estado del ser que por propia decisión adquiere la condición de pecador y tras un proceso de aprendizaje alcanza de nuevo su condición de inocencia.

El Hijo de Dios ha sido creado como parte del Creador, lo que lo hace eternamente puro e inalterable. Creer que el Hijo de Dios puede pecar, es creer que el Hijo de Dios se encuentra separado de Su Creador. Esa creencia ha dado lugar a una situación irreal e imaginaria, a la que se le ha dado un valor del que carece: la realidad.

3. Cuando hayas permitido que todo lo que empaña a la verdad en tu santísima mente sea des-hecho y, consecuentemente, te alces en gracia ante tu Padre, Él se dará a Sí Mismo a ti como siempre lo ha hecho. 2Darse a Sí Mismo es lo único que Él sabe, y así, todo conocimiento consiste en eso. 3Pues lo que Él desconoce no existe, y, por consiguiente, no se puede dar. 4No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. 5Pide, más bien, cómo aprender a per­donar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido. 6La Expiación se vuelve real y visible para los que la ponen en práctica. 7Esa es tu única función en la tierra, y debes aprender que eso es lo único que te interesa aprender. 8Hasta que no lo aprendas te sentirás culpable, 9pues en última instancia y sea cual fuere la forma en que tu culpabilidad se manifieste, ésta procede de no llevar a cabo tu función en la Mente de Dios con toda tu mente. 10¿Cómo ibas a poder escapar de esa culpabilidad si dejas de cumplir tu función aquí?

Creernos separados de Dios nos mantiene alimentando permanentemente el error basado en la creencia de que podemos existir separados de Él. Nos sentimos pecadores y buscamos Su Gracia para que perdone nuestros pecados. Pero no nos damos cuenta, de que ese juicio condenatorio nos lleva a condenar al mundo, pues no podemos evitar juzgarlo desde nuestra propia culpa. No nos damos cuenta, de que jamás hemos estado separados de nuestro Padre, al que le hemos otorgado el papel de Juez, al igual como nosotros juzgamos a nuestros hermanos.

Olvidar lo esencial, esto es, olvidar que somos Hijos del Amor, nos lleva a negar la verdad, la cual no es otra que reconocer que como Hijos del Amor, siempre hemos formado parte de Dios.

Este punto nos recuerda, que nuestra función en la tierra es aprender a perdonar y a recordar lo que realmente somos. Cuando aceptamos esa verdad, nuestra percepción se torna verdadera, es decir, nuestra mente deja de servir al miedo y a la creencia en la separación y, en su lugar, se pone al servicio del amor, lo que que nos llevará a reconocer la inocencia en los demás y a liberarnos de las pesadas cadenas de la culpa.

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