sábado, 31 de agosto de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 244

LECCIÓN 244

No estoy en peligro en ningún lugar del mundo.

1. Tu Hijo está a salvo dondequiera que se encuentre porque Tú estás allí con él. 2Sólo con que invoque Tu Nombre recordará su seguridad y Tu Amor, pues éstos son uno. 3¿Cómo puede temer, dudar o no darse cuenta de que es imposible que pueda sufrir, estar en peligro o ser infeliz cuando él te pertenece a ti, es bienamado y amoroso, y está por siempre a salvo en Tu Paternal abrazo?

2. Y ahí es en verdad donde nos encontramos. 2No hay tormenta que pueda venir a azotar el santuario de nuestro hogar. 3En Dios estamos a salvo, 4pues, ¿qué podría suponer una amenaza para Dios, o venir a asustar a lo que por siempre ha de ser parte de Él?

¿Qué me enseña esta lección?

El miedo y el temor son fabricaciones del ego y su origen se encuentra en la falta de amor.

Cuando hago referencia al Amor, estoy invocando el Principio de la Unidad. El Ser que somos es Uno con su Creador. 

El Hijo de Dios se manifiesta en el mundo con conciencia dual. De este modo, es como fabrica el concepto del mal y el concepto del bien. El error al que ha dado lugar esa mente dual es la identificación con uno u otro de estos conceptos. Hasta tal punto ha sido esto así, que hemos identificado el mal con el pecado y el bien con la salvación. 

Cuando nuestra mente se identifica con la tuz, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones son portadoras de Amor. En cambio, cuando nuestra mente se identifica con las tinieblas, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones son portadoras de desorden, de caos y de dolor. 

La verdad está por encima de la manifestación dual, pues su origen y su final, su Alfa y su Omega, se encuentra en la Unidad. En ese estadio, la dualidad se integra en el Uno. 

Si el Amor es nuestra Fuente de Creación, ningún peligro podrá dañarme.


Ejemplo-Guía: "Me han atacado, ¿debo poner la otra mejilla, debo defenderme?"


No puedo evitar evocar una sonrisa, cuando a mi mente llega el recuerdo de los consejos recibidos en mi infancia por mis padres. Uno de los consejos más usuales, era el que me incitaba a defenderme cuando alguien me atacase. Ese mensaje protector calaba en mi conciencia como un reto que debía conseguir, y en muchas ocasiones, estaba deseoso de ser atacado para ponerlo en práctica. Aquellos momentos felices de la infancia, se convertían, por momentos, en una selva donde lo importante era sobrevivir y donde imperaba la ley del más fuerte.


Mi experiencia particular, después de haber aplicado los consejos de mi infancia, es que la mejor defensa no es el ataque. Que todo ataque, alimenta la ira y que esa emoción es el efecto, el resultado, del miedo.

Nuestra conciencia actual, ya vislumbra que, el mundo que la alimenta, el mundo de la percepción, no es la realidad, no es la verdad. Pero, mientras que permanezcamos en esa dimensión densa y al mismo tiempo ilusoria, le damos valor a las vivencias y a las experiencias, del mismo modo, que damos valor y significado a lo experimentado mientras soñamos.

Un Curso de Milagros nos enseña cómo debemos tratar el mundo de las ilusiones y nos alumbra en el manejo de las situaciones donde se despiertan las emociones del miedo y de la ira:

“¿Cómo se superan las ilusiones? Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad. Las ilusiones se opo­nen a lo que no puede sino ser verdad. La oposición procede de ellas, no de la realidad. La realidad no se opone a nada. Lo que simplemente "es" no necesita defensa ni ofrece ninguna. Sólo las ilusiones necesitan defensa debido a su debilidad. Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer el camino de la verdad cuando la debi­lidad es el único obstáculo? Tú eres el fuerte en este aparente conflicto y no necesitas ninguna defensa. Tampoco deseas nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te debilitará” (T-22.V.1:1-12).

“Examina para qué desea las defensas el ego, y verás que siempre es para justificar lo que va en contra de la verdad, lo que se esfuma en presencia de la razón y lo que no tiene sentido. ¿Puede esto acaso estar justificado? ¿Qué otra cosa podría ser, sino una invitación a la demencia para que te salve de la verdad? ¿Y de qué se te salvaría, sino de lo que temes? La creencia en el pecado requiere constante defensa, y a un costo exorbitante. Es preciso combatir y sacrificar todo lo que el Espíritu Santo te ofrece. Pues el pecado está tallado en un bloque que fue arran­cado de tu paz y colocado entre el retorno de ésta y tú” (T-22.V.2:1-8).

“Sin embargo, ¿cómo iba a poder estar la paz tan fragmentada? La paz sigue aún intacta, pues no se le ha quitado nada. Date cuenta de que tanto los medios como aquello de lo que se compo­nen los sueños perversos no significa nada. En realidad tu her­mano y tú estáis unidos y no hay nada que se interponga entre vosotros. Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría sepa­rar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser? Es de tu Padre de Quien te quieres defender. Sin embargo, sigue siendo imposible excluir el amor. Dios descansa contigo serena­mente, sin defensas y en total mansedumbre, pues sólo en esa quietud se encuentra la fuerza y el poder. Ahí la debilidad no tiene cabida porque ahí no hay ataque, y, por lo tanto, no hay ilusiones. El amor descansa en la certeza. Sólo la incertidum­bre se defiende. Y toda incertidumbre no es otra cosa que las dudas que tienes acerca de ti mismo” (T-22.V.3:1-12).

En verdad, cuando nos defendemos del ataque de los demás, lo que estamos haciendo es defendernos del ataque que nos estamos dirigiendo a nosotros mismos. No veríamos el ataque, si no creyésemos en él, si no nos lo aplicamos a nosotros mismos. Recodemos que damos lo que tenemos. Si damos ataque, es porque ese ataque forma parte de nuestra estructura mental. Atacar, aun cuando está justificado como defensa, está revelando que en nuestra mente anida y crece la creencia en la separación. Estamos viendo a nuestros hermanos como algo separado de nosotros mismos.


Reflexión: ¿Quién nos ataca, cuando nos sentimos atacados?

viernes, 30 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).

 III. La decisión en favor de la inocencia (4ª parte).


12. ¿Negarías la verdad de la decisión de Dios, imponiendo tu mísera evaluación de ti mismo en lugar de la serena e inmutable evaluación, que Él ha hecho de Su Hijo? 2Nada puede alterar la convicción de Dios de que todo lo que Él creó goza de perfecta pureza, pues es absolutamente puro. 3No decidas contra ello porque, dado que procede de Él, no puede sino ser verdad. 4La paz mora en toda mente que acepta serenamente el plan que Dios elaboró para su Expiación, renunciando al suyo propio. 5Tú no sabes lo que es la salvación, pues no comprendes lo que es. 6No tomes decisiones con respecto a lo que es o adónde se encuentra, sino que en vez de ello pregúntaselo todo al Espíritu Santo y no tomes ninguna decisión sin Su dulce consejo.

Desde que nacemos, nos enseñan afanosamente a comunicarnos con el mundo procedente del exterior, lo que aleja la conciencia pura que acaba de nacer de la fuente verdadera que lo ha mantenido en comunicación directa con su creador. Se sustituye lo interior por lo externo, y en esa separación, perdemos el verdadero significado de lo que somos.

La percepción de lo externo nos seduce y la aceptamos como el canal más apropiado para aprender a manejarnos en el mundo. Recibimos mucha información de cómo debemos comportarnos y de cómo debemos atender nuestras tareas. Y así, sin darnos cuenta de ella, nos hemos desconectado de la Voz de nuestro verdadero guía, el cual, tendrá que hacer maravillas para devolver nuestra dormida consciencia a la única y verdadera realidad, la que se encuentra en nuestro interior.

13. Aquel que conoce el plan que Dios quiere que sigas puede enseñarte lo que éste es. 2Sólo Su Sabiduría puede guiar tus pasos en dicho plan. 3Cada decisión que tomas por tu cuenta significa únicamente que quieres definir la que es la salvación y aquello de lo que debes ser salvado. 4El Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad. 5No tienes ningún otro "enemigo", y el Espíritu Santo es el único Amigo que te puede ayudar contra esta absurda distorsión de la pureza del Hijo de Dios. 6Él es el poderoso protector de la inocencia que te hace libre. 7Y Él ha decidido deshacer todo lo que podría ocultar tu inocencia de tu mente despejada.

El origen de la culpa se encuentra en la errónea interpretación que hemos hecho al pensar que hemos desobedecido a Dios al incumplir su mandato de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Desde ese acto, interpretado como pecaminoso, nos hemos sentido culpables de toda relación que nos lleve a elegir el miedo en vez del amor. 

De la Unidad de la Filiación, surgió la división de los seres, y dado que el miedo ha surgido como consecuencia de ser diferentes a Dios, el mundo fabricado, al que hemos dado significado, es ajeno a la verdad, por ser fruto del miedo, en vez del amor.

Por lo tanto, la salvación tan sólo es posible cuando conseguimos corregir ese error primigenio, es decir, cuando recuperamos la identidad de nuestra inocencia y escapamos de la culpabilidad ilusoria con la que nos hemos identificados.

14. Permítele, por lo tanto, ser el único Guía que sigues hacia la salvación. 2Él conoce el camino y te conduce gustosamente por él. 3Con Él no podrás sino aprender que lo que Dios desea para ti es tu voluntad. 4Sin Su dirección pensarás que puedes saber por tu cuenta lo que debes hacer, y decidirás contra tu paz tan irreme­diablemente como decidiste que la salvación residía solamente en ti. 5La salvación está en manos de Aquel a Quien Dios se la  confió para ti. 6Él no se ha olvidado de ello. 7No te olvides de Él y Él tomará todas tus decisiones por ti, las cuales serán en favor de tu salvación y de la paz de Dios en ti.

La Mente Una del Espíritu Santo, a través de la Expiación (corrección del error), no ayuda a transformar nuestra falsa percepción, de modo que abandonemos la falsa creencia en la separación y alcancemos la rectitud de la mente.

Todos estos puntos nos conducen a un único aprendizaje: pensar con la mente del Espíritu Santo y desechemos al falso guía que nos mantiene prisioneros del miedo y de la culpa: el ego.

15.  No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. 2Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. 3El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado" de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 4Lo que no puede suceder no puede tener efectos temibles. 5Descansa tranquila­mente en la fe que has depositado en Aquel que te ama y que desea librarte de la locura. 6Puede que lo que hayas elegido sea la demencia, mas la demencia no es tu realidad. 7Nunca te olvides del Amor de Dios, Quien se ha acordado de ti. 8Pues es absoluta­mente imposible que Él jamás hubiese permitido que Su Hijo dejara de formar parte de la amorosa Mente en la que fue creado, y donde se fijó su morada en perfecta paz para siempre.

Todo juicio condenatorio procede de la carencia de amor. Sentenciar al Hijo de Dios como culpable por utilizar los poderes creadores de manera errónea, es carencia de amor. Por este motivo, el Espíritu Santo sólo enseña que el pecado de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. 

Dios, no ha expulsado a Su Hijo del Paraíso Terrenal, y en Su Eterno Amor, aguarda la unificación de la Filiación en utilizar la voluntad al servicio de la Unidad.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 243

LECCIÓN 243

Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra.

1. Hoy seré honesto conmigo mismo. 2No pensaré que ya sé lo que no puede sino estar más allá de mi presente entendimiento. 3No pensaré que entiendo la totalidad basándome en unos cuan­tos fragmentos de mi percepción, que es lo único que puedo ver. 4Hoy reconozco esto. 5así quedo eximido de tener que emitir juicios que en realidad no puedo hacer. 6De esta manera, me libero a mí mismo y a todo lo que veo, de modo que pueda estar en paz tal como Dios nos creó.

2. Padre, hoy dejo que la creación sea lo que es. 2Honro todos sus aspec­tos, entre los que me cuento. 3Somos uno porque cada aspecto alberga Tu recuerdo, y la verdad sólo puede derramar su luz sobre todos nosotros cual uno solo.

¿Qué me enseña esta lección?

Me zambullí en el agua. El contacto con mi cuerpo, me hizo sentir sensaciones contradictorias. Un tramo del agua me hizo apreciar su frescor y mi piel reaccionó de una manera especial; identifiqué en mi mente esa sensación con el concepto de frío. Sin embargo, al bracear unos metros, ese mismo cuerpo, despertó a otra sensación bien distinta. La calidez del agua me llevó a sentir un intenso placer; identifiqué en mi mente esa nueva sensación con el concepto de calor.

Me pregunté en ese instante, cómo hubiese reaccionado mi mente al no conocer los conceptos frío y calor. Sin darme cuenta, tenía asociado el frío con el malestar, mientras que el calor lo asociaba al placer. Me cuestioné, que si tuviese la mente pura como la de un niño recién nacido, ¿qué juicio extraería de aquella experiencia? ¿Cómo reaccionaría ese niño al contacto con el frescor o calidez del agua? ¿Se sentiría molesto con el frío? ¿Se sentiría feliz con el calor?

Tomé consciencia del valor que tiene el juicio. Juzgamos, cuando nos dejamos llevar por la percepción. Es la percepción la que nos lleva a interpretar lo que experimentamos. Lo hace basándose en su fuente cognitiva, la dualidad. Es entonces, cuando valoramos lo agradable como bueno y lo desagradable como malo. Sin embargo, la percepción es unilateral y muy particular. Lo que es bueno para unos o malo para otros, puede ser valorado de manera diferente. Hemos ido más lejos, y hemos establecido costumbres y hábitos, en nuestra cultura, basadas en la percepción. A veces son tan firmes, que estamos dispuestos a defenderlas pese a quien pese.

El sesgo del juicio, nos lleva a ser arbitrarios, pues en verdad carecemos de la visión integral de aquello que estamos juzgando. Es más, el juicio que hacemos sobre lo externo es la proyección de lo que vemos en nuestro interior. Juzgamos lo que vemos externamente ante la negatividad de verlo internamente. Esta dinámica nos lleva a condenar en la medida que nos condenamos a nosotros mismos.

El despertar de la consciencia de la Unidad nos libera del hábito del juicio. Esa consciencia nos llevará a implantar la verdad más allá de la percepción y dará lugar a la mente recta.

Ejemplo-Guía: "Juzgar o no juzgar"

37No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. (Lucas, 6:37)

1No juzguéis para que no seáis juzgados. (Mateos, 7:1) 

He rescatado estas dos citas del Nuevo Testamento, para introducir el tema que vamos a tratar con motivo de la lección de hoy. Ambas citas, confirman uno de los mensajes que se repiten a lo largo de las enseñanzas de Un Curso de Milagros: dar es recibir. En la medida que hacemos uso del juicio, seremos juzgados, es decir, en la medida que sembramos, cosechamos.

Un Curso de Milagros, nos arroja mucha luz sobre el tema del juicio, y me gustaría extraer algunas referencias para ampliar nuestra visión sobre este interesante debate.

“Juzgar no es un atributo de Dios” (T-2.VIII.2:3).
 

Si aceptamos esta afirmación como verdadera, la cuestión que nos hemos planteado como ejemplo-guía, queda contestada de manera definitiva, pues si hemos sido creados a Imagen y Semejanza de Dios, no podemos ser diferentes a Él, lo que viene a significar, que juzgar no es un atributo que hayamos podido heredar. 

Si Dios no juzga, el Hijo de Dios, tampoco. Entonces, ¿por qué juzgamos? Por la misma razón de que hemos olvidado lo que realmente somos y por haber elegido identificarnos con una imagen irreal de nosotros. 

El juicio tiene su origen en el pensamiento que nos ha llevado a la percepción, a la separación. Como bien nos define el Texto, "la percepción, no puede tener lugar sin la creencia en "más" y en "menos". La percepción entraña selectivi­dad a todo nivel. Es un proceso continuo de aceptación y rechazo, de organización y reorganización, de substitución y cam­bio. Evaluar es un aspecto esencial de la percepción, ya que para poder seleccionar es necesario juzgar” (T-3.V.7:5-8). 

¿Qué le ocurre a la percepción en ausencia de juicios, o de nada que no sea perfecta igualdad? Percibir se vuelve imposible" (T-3.V.8:1-2).  

“Cuando la Biblia dice "No juzguéis y no seréis juzgados" lo que quiere decir es que si juzgamos la realidad de otros no podremos evitar juzgar la nuestra propia” (T-3.VI.1:4).  

“La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percep­ción, pero no el conocimiento” (T-3.VI.2:1-2).  

“Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en nosotros o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en nuestra mente porque ha sido percibido” (T-3.VI.2:4-6).  

¿Has experimentado lo agotador que resulta estar permanentemente emitiendo juicios? 

Un Curso de Milagros, nos dice a este respecto: "No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. Toda incertidumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar" (T-3.VI.3:1-4). 

Tal vez te estés preguntando, cómo podemos sobrevivir en este mundo sin hacer juicios, sin valorar lo que es bueno o malo. La cuestión radica en que aun sabiendo que este mundo no es real, necesitamos saber lo que es falso o verdadero.  

En este sentido, hay que añadir un nuevo elemento al debate, me estoy refiriendo a la condenación. "La condenación es un juicio que emites acerca de ti mismo, y eso es lo que proyectas sobre el mundo. Si lo ves como algo condenado, lo único que verás es lo que tú has hecho para herir al Hijo de Dios. Si contemplas desastres y catástrofes, es que has tratado de crucificarlo. Si ves santidad y esperanza, es que te has unido a la Voluntad de Dios para liberarlo. Estas son las únicas alternativas que tienes ante ti. lo que veas dará testimonio de tu elección y te permitirá reconocer cuál de ellas elegiste. El mundo que ves tan sólo te muestra cuánta dicha te has permitido ver en ti y aceptar como tuya" (T-21.In.2:1-7).  

Tal vez nos ayude saber, que, los juicios, al igual que cualquier otra defensa, se pueden utilizar para atacar o para proteger, para herir o para sanar. 8Al ego se le debe llevar a juicio y allí declararlo inexistente. 9Sin tu lealtad, protección y amor, el ego no puede existir”. 

He llegado a la conclusión, que mientras nos encontremos viviendo en el "sueño", el único juicio que debemos hacer, sin valor condenatorio, es negar la realidad del ego.

Un Curso de Milagros nos advierte, que "el primer paso hacia la libertad comprende separar lo falso de lo verdadero. Éste es un proceso de separación en el sentido cons­tructivo de la palabra, y refleja el verdadero significado del Apo­calipsis. Al final cada cual contemplará sus propias creaciones y elegirá conservar sólo lo bueno, tal como Dios Mismo contempló lo que había creado y vio que era bueno. A partir de ahí, la mente podrá comenzar a contemplar sus propias creaciones con amor por razón del mérito que tienen. Al mismo tiempo, la mente repudiará inevitablemente sus creaciones falsas que, en ausencia de la creencia que las originó, dejarán de existir” (T-2.VIII.4:1-5). 

El único propó­sito del tiempo es "darte tiempo" para alcanzar ese juicio, el cual no es otra cosa que el juicio perfecto con respecto a tus propias creaciones perfectas. Cuando todo lo que retengas en la memo­ria sea digno de amor, no habrá ninguna razón para que sigas teniendo miedo. Ése es tu papel en la Expiación" (T-2.VIII.5:8-11).


Ya sabemos cuál es nuestra función en este mundo, perdonar. El perdón es lo que sana la percepción de la separación. Es necesario que percibamos correctamente a nuestro hermano debido a que las mentes han elegido considerarse a sí mismas como entidades separadas.

Reflexión: ¿En verdad tenemos el conocimiento global de las cosas para poder juzgarlas?

jueves, 29 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (3ª parte).

III. La decisión en favor de la inocencia (3ª parte).


8. Dios es la única Causa, y la culpabilidad es algo ajeno a Él. 2No le enseñes a nadie que te ha hecho daño, pues si lo haces, te esta­rás enseñando a ti mismo que lo que es ajeno a Dios tiene poder sobre ti. 3Lo que no tiene causa no puede existir. 4No des testimonio de ello, ni fomentes el que ninguna mente lo crea. 5Recuerda siem­pre que la mente es una, y que la causa es una. 6No aprenderás a comunicarte con esta unicidad hasta que no aprendas a negar lo que no tiene causa y a aceptar como tuya la Causa que es Dios. 7El poder que Dios le ha dado a Su Hijo es de él, y no hay nada más que Su Hijo pueda ver o elija contemplar sin imponerse a sí mismo la pena de la culpabilidad, en lugar de la feliz enseñanza que gustosamente le ofrecería el Espíritu Santo.

Cuando este punto nos dice que Dios es la única Causa, nos está revelando que la única Causa de todo acto creador es el Amor de donde emana la Mente Una. Ya hemos visto a lo largo del apartado que estamos analizando, que tan sólo el Amor nos ofrece el principio de la libertad y que para poner fin a la rueda kármica que fabrica el miedo (dando desde el miedo recibimos tan sólo miedo), tenemos que activar el poder de la única Causa, el poder del Amor (dando amor cuando recibimos dolor).

Lo que no tiene causa no puede existir. Elegir cualquier otra fuente creadora, que no proceda del amor, dará lugar a la fabricación del error, de la ilusión y de la separación.

9. Siempre que eliges tomar una decisión para ti solo estás pen­sando destructivamente y la decisión será errónea. 2Te hará daño por razón del concepto de decisión que te condujo a ella. 3No es verdad que puedas tomar decisiones por tu cuenta, o para ti solo. 4Ningún pensamiento del Hijo de Dios puede estar separado o tener efectos aislados. 5Cada decisión que se toma, se toma para toda la Filiación, es aplicable tanto a lo interno como a lo externo y afecta a una constelación mucho mayor que nada que jamás hayas podido concebir.

La mente es una y la Filiación ha sido creada de una única Mente, la de Dios. Compartimos con Él Su Mente y tenemos el poder de crear utilizando la mente expandiendo el Amor. Pensar que cuando utilizamos la mente no afecta a la totalidad de la Filiación, es escindirnos de la verdad y servir al error. 

10. Los que aceptan la Expiación son invulnerables. 2Pero los que creen ser culpables reaccionarán ante la culpabilidad porque cree­rán que es la salvación, y no se negarán a verla ni a ponerse de su parte. 3Creen que incrementar la culpabilidad es la manera de auto-protegerse. 4No lograrán comprender el simple hecho de que lo que no desean no puede sino hacerles daño. 5Todo esto procede del hecho de que no creen que lo que desean sea bueno. 6Mas se les dio la voluntad porque es algo santo. y porque les brindará todo lo que necesitan, lo cual les llegará tan naturalmente como la paz que no conoce límites. 7Nada que su voluntad no les provea tiene valor alguno. 8Pero como ellos no entienden su propia voluntad, el Espíritu Santo la comprende por ellos silenciosa­mente y les da lo que desean sin que se tengan que esforzar o afanar, y sin dejarlos con la imposible carga de tener que decidir por su cuenta qué es lo que desean o necesitan.

Aceptar la Expiación es recordar nuestra verdadera identidad espiritual. Es decidir poner en manos del Espíritu Santo todas nuestras decisiones, pues reconocemos en Él, al verdadero Maestro, al guía que nos iluminará el camino que nos hace invulnerables e inocentes.

El Principio de la voluntad, al igual que los Principios del Amor y del Conocimiento, los hemos heredados de Dios. Cuando los utilizamos para crear, generamos obras de amor que gozan de la eternidad.

Caer en el olvido de lo que somos, ha propiciado, igualmente, que hemos olvidado la grandeza de los Principios con los que hemos sido creados, lo que nos lleva a elegir otros patrones a los que hemos dado credibilidad, como el deseo, el miedo y la culpa.

11. Jamás se dará el caso de que tengas que tomar decisiones por tu cuenta. 2No estás desprovisto de ayuda, y de una Ayuda que conoce la solución. 3¿Te conformarías con unas migajas, que es todo lo que por tu cuenta puedes ofrecerte a ti mismo, cuando Aquel que te lo da todo simplemente lo pone a tu disposición? 4Él nunca te preguntará qué has hecho para ser digno del regalo de Dios. 5Así pues, no te lo preguntes a ti mismo. 6Acepta, en cambio, Su respuesta pues Él sabe que tú eres digno de todo lo que Dios dispone para ti. 7No trates de librarte del regalo de Dios que el Espíritu Santo tan libre y gustosamente te ofrece. 8Él te ofrece sólo lo que Dios le dio para ti. 9No tienes que decidir si eres merecedor de ello o no. 10Dios sabe que lo eres.

Afortunadamente, somos como Dios nos ha creado. Somos Su Hijo Bienamado, y como nuestro amoroso Padre, ha dispuesto la ayuda del Espíritu Santo, para que nuestra mente sea capaz de recordar y reconocer su verdadera identidad, cuando sumido en la ilusión del falso sueño se sienta perdido, atacado, vulnerado, dañado y atormentado.

Dios sabe lo que somos.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 242

LECCIÓN 242

Este día se lo dedico a Dios. Es el regalo que le hago.

1. Hoy no dirigiré mi vida por mi cuenta. 2No entiendo el mundo, por lo tanto, tratar de dirigir mi vida por mi cuenta es una locura. 3Mas hay Alguien que sabe qué es lo que más me conviene. 4Él se alegra de tomar por mí únicamente aquellas decisiones que me conducen a Dios. 5Pongo este día en Sus manos, pues no quiero demorar mi regreso al hogar, y es Él el que conoce el camino que me conduce a Dios.

2. Y así, ponemos este día en Tus Manos. 2Venimos con mentes comple­tamente receptivas. 3No pedimos nada que creamos desear. 4Concédenos tan sólo lo que Tú deseas que recibamos. 5Tú conoces nuestros deseos y necesidades. 6Y nos concederás todo lo que sea necesario para ayudarnos a encontrar el camino que nos lleva hasta Ti.


¿Qué me enseña esta lección?

Hoy dispongo, que mi única voluntad, sea hacer la Voluntad del Padre.

Hoy dispongo, que mi único deseo, sea lo que Dios desea para mí.

Hoy dispongo, que mi única creencia, sea Ser Uno con el Pensamiento de mi Padre.

Hoy dispongo, que todos mis actos, den testimonios del Amor.

Soy consciente, que mientras me encuentre transitando por el plano material, no entenderé las leyes que dan lugar a un mundo demente e ilusorio. Es por ello, que le dedico todos mis pensamientos, deseos y actos al Padre, con el único propósito de que sea Él quién guíe mis pasos hacia el verdadero Hogar.

Con gratitud te entrego mi vida, Padre. 

Ejemplo-Guía: "Caminando en coherencia"

La coherencia, podemos definirla como la relación lógica entre dos cosas o entre las partes o elementos de algo de modo que no se produce contradicción ni oposición entre ellas. Decimos que una persona actúa en coherencia, cuando actúa en consecuencia con sus ideas o con lo que expresa.

Caminar en coherencia, siguiendo la lógica expuesta, nos invita a pensar, sentir y actuar en una misma dirección. Cuando esto no es posible, cuando pensamos, sentimos y actuamos de forma distinta, decimos que actuamos incoherentemente y uno de los efectos de este estado de desarmonía interior, da lugar, en el "sueño" que creemos estar experimentando y hacemos real, a la enfermedad.

El estado de la incoherencia, tiene su origen en el pensamiento original que llevó al Hijo de Dios a ver las cosas de manera diferente a Su Creador. Esa errónea visión dio lugar a la creencia en la separación y al adormecimiento de la consciencia Una, la cual quedó nublada por la percepción de una nueva dimensión.

Por lo tanto, la incoherencia, es la visión errónea de lo que somos. El olvido de que somos seres espirituales, dio lugar a la identificación con un envoltorio denso que tomó la forma del cuerpo físico.

Cada vez que recordamos lo que realmente somos, recuperamos la visión Una, o lo que es lo mismo, la coherencia o estado de unidad con todo lo creado. En la coherencia, no existe conflicto de niveles. Podemos decir, que la coherencia es la manifestación de la mente recta, mientras que la incoherencia, es la expresión de la mente errada.

La lección de hoy, nos invita a recuperar el estado de coherencia, y para ello, nos sugiere que dejemos de dirigir nuestra vida y le entreguemos el timón, de la misma, al Espíritu Santo, a la Voz que habla por Dios, para que el uso que hagamos del cuerpo y de este mundo, sea la extensión de la Voluntad de Dios.

Si nuestra mente se pone al servicio de la Luz y amamos esa Luz, la compartiremos en todas nuestras manifestaciones.


Reflexión: Un día sin deseos.

miércoles, 28 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (2ª parte).

 III. La decisión en favor de la inocencia (2ª parte).


4. Cada día, cada hora y cada minuto, e incluso cada segundo, estás decidiendo entre la crucifixión y la resurrección, entre el ego y el Espíritu Santo. 2El ego es la elección en favor de la culpa­bilidad; el Espíritu Santo, la elección en favor de la inocencia. 3De lo único que dispones es del poder de decisión. 4Aquello entre lo que puedes elegir ya se ha fijado porque aparte de la verdad y de la ilusión no hay ninguna otra alternativa. 5Ni la verdad ni la ilusión traspasan los límites de la otra, ya que son alternativas irreconciliables entre sí y ambas no pueden ser verdad. 6Eres cul­pable o inocente, prisionero o libre, infeliz feliz.

Este punto atesora tanta sabiduría que cualquier resistencia a no aceptar lo que en él se recoge con tanta sencillez, sin duda responde a que nuestra mente está atrapada prestando sus servicios al sistema de pensamiento incorrecto, el que niega la posibilidad de que Dios pueda existir en su máxima expresión de Amor y Libertad.

¿Somos conscientes de a quién sirve nuestra mente?

5. El milagro te enseña que has optado por la inocencia, la liber­tad y la dicha. 2El milagro no es causa sino efecto. 3Es el resultado natural de haber elegido acertadamente, y da testimonio de tu felicidad, la cual procede de haber elegido estar libre de toda culpa. 4Todo aquel a quien ofreces curación, te la devuelve. 5Todo aquel a quien ofreces ataque lo conserva y lo atesora guardán­dote rencor por ello. 6El que te guarde rencor no es irrelevante: tú creerás que lo hace. 7Es imposible ofrecerle a otro lo que no deseas sin recibir esta sanción. 8El costo de dar es recibir. 9Recibi­rás o bien una sanción que te hará sufrir, o bien la feliz adquisi­ción de un preciado tesoro.

El milagro es el resultado, el fruto, de toda creación amorosa, cuyos efectos nos deleita con el dulce sabor de la inocencia, de la libertad y de la dicha.

Tanto para bien, como para mal, el costo de dar es recibir. Si damos amor, recibiremos amor. Si damos odio, rencor, dolor, recibiremos sus mismos efectos.

6. Nadie le impone sanción alguna al Hijo de Dios, salvo la que él se impone a sí mismo. 2Cada oportunidad que se le da para sanar es otra oportunidad más de reemplazar las tinieblas por la luz y el miedo por el amor. 3Si la rechaza, se condena a sí mismo a las tinieblas, puesto que no eligió liberar a su hermano y entrar con él en la luz. 4Al otorgarle poder a lo que no es nada, desperdicia la gozosa oportunidad de aprender que lo que no es nada no tiene ningún poder. 5al no disipar las tinieblas, se vuelve teme­roso de ellas y de la luz. El gozo que resulta de aprender que las tinieblas no tienen poder alguno sobre el Hijo de Dios es la feliz lección que el Espíritu Santo enseña, y que desea que tú enseñes con Él. 7Enseñarla es Su gozo, tal como será el tuyo.

Cualquier acto de amor que no conlleve el principio de la libertad, no puede ser confundido con el amor verdadero, el cual, al igual que la verdad, siempre nos hará libres.

La única respuesta sanadora a cualquier acción que nos prive de la libertad es el amor, pues, el que expande su miedo es carente, precisamente, del amor. Al dar y al compartir su miedo, recibirá los efectos de su propio miedo, corriendo el riesgo de perpetuar su error entrando en un círculo interminable de dolor. Tan sólo el que se libera de las pesadas cadenas de la culpa, responde al miedo con amor, aportando luz allí donde tan sólo había oscuridad.

7. Así es como se enseña esa simple lección: la ausencia de culpa es invulnerabilidad. 2Por lo tanto, pon de manifiesto tu invulne­rabilidad ante todo el mundo. 3Enséñales que no importa lo que traten de hacerte, tu perfecta libertad de la creencia de que algo puede hacerte daño demuestra que ellos son inocentes. Ellos no pueden hacer nada que te haga daño, y al no dejarles pensar que pueden, les enseñas que la Expiación, que has aceptado para ti mismo, es también suya. 5No hay nada que perdonar. 6Nadie puede hacerle daño al Hijo de Dios. 7Su culpabilidad es total­mente infundada, y al no tener causa, no puede existir.

Llevar a la práctica el contenido de lo que nos enseña este punto, pondría fin al mundo de demencia en el que nos encontramos. Ya no habría necesidad de identificar a los culpables, pues al liberarnos de nuestra propia culpa, no la veríamos proyectada en los demás.

Las mentes se unirían en la creencia de que el amor es el camino verdadero que nos permitiría el encuentro con la felicidad y ello nos daría alas para volar por encima de todo aquello que estuviese vinculado con el miedo y la culpabilidad.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 241

3. ¿Qué es el mundo? 

1. El mundo es una percepción falsa. 2Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. 3Persistirá mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida. 4Cuando el pensamiento de separa­ción haya sido sustituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta; de una manera. que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer junto con todos sus errores. 5Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus efectos. 

2. El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios. 2Es el símbolo del miedo. 3Mas ¿qué es el miedo sino la ausencia de amor? 4El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él. 5Esa fue la cuna de la percep­ción, pues el conocimiento no podría haber sido la causa de pen­samientos tan descabellados. 6Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. 7Ahora es muy posible cometer errores porque se ha perdido la certeza. 

3. Y para sustituirla nacieron los mecanismos de la ilusión, 2que ahora van en pos de lo que se les ha encomendado buscar. 3Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. 4Dichos meca­nismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la ver­dad y donde se mantiene aparte de las mentiras. 5No obstante, no informan más que de ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad. 

4. Del mismo modo en que el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro propósito. 2Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. 3Sigue Su Luz, y verás el mundo tal como Él lo ve. 4Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. 5Y deja que Él te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó para ti en Él. 

5. No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. 2No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total. 3Y no intentemos cambiar nuestra función. 4Tenemos que salvar al mundo. 5Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser restituido a la vida eterna.




LECCIÓN 241

En este instante santo llega la salvación.

1. ¡Qué alegría tan grande la de hoy! 2Éste es un día de una cele­bración especial. 3Pues este día le ofrece al mundo de tinieblas el instante que se fijó para su liberación. 4Ha llegado el día en que todos los pesares se dejan atrás y el dolor desaparece. 5La gloria de la salvación alborea hoy sobre un mundo que ha sido libe­rado. 6Éste es un tiempo de esperanza para millones de seres. 7Ahora ellos se unirán conforme tú los perdones a todos. 8Pues hoy tú me perdonarás a mí.

2. Ahora nos hemos perdonado los unos a los otros, y así podemos por fin regresar a Ti. 2Padre, Tu Hijo, que en realidad jamás se ausentó, retorna al Cielo y a su hogar. 3iQué contentos estamos de que se nos haya restituido la cordura y de poder recordar que todos somos uno!

¿Qué me enseña esta lección?

Nos hemos sentido culpables, desde el momento en que decidimos usar nuestro poder creador y fabricar un mundo distante y separado al de nuestro Padre. 

Decidimos abandonar el Hogar dispuesto por nuestro Creador para que creciésemos y nos
 desarrollásemos espiritualmente y, en cambio, dirigimos nuestra atención al mundo de la percepción, con el cual nos identificamos llegando a creer que el cuerpo es nuestra verdadera realidad. 

Ese sentimiento de culpabilidad, por haber violado los preceptos de nuestro Padre, nos llevó a sentir temor por Él, al creer que lo habíamos contrariado. Desde ese instante, decidimos crecer separados de las Leyes Divinas, lo que nos llevó a proclamar nuestras propias leyes. Sustituimos el Amor por el miedo, por el castigo, por el dolor y la eternidad por el tiempo. 

La culpa es la manifestación del pecado. Este es el pensamiento del ego. Nos creemos merecedores del castigo y de la venganza divina y, ello, nos hace esclavo del sufrimiento, de la muerte. 

Cuando despertamos de ese amargo sueño, nuestro Ser añora su Libertad. El único camino que nos conduce a ser libres, es aquel que nos libera del peso del castigo y de la culpa: el camino del perdón. 

Debemos perdonar nuestro pasado ancestral; debemos perdonar cualquier acción emprendida por nuestra voluntad que entendamos contraria a las Leyes de Dios; debemos perdonar a nuestros hermanos, en los cuales proyectamos el reflejo de nuestra culpabilidad. 

Nuestra única función en la Tierra es el perdón, pues, en verdad, es el verdadero camino que nos conduce a la Salvación, a la consciencia de Unidad, a la consciencia de Amor.


Ejemplo-Guía: "El instante santo"

“¿Puedes imaginarte lo que sería no tener inquietudes, preocu­paciones ni ansiedades de ninguna clase, sino simplemente gozar de perfecta calma y sosiego todo el tiempo? Ése es, no obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y nada más” (T-15.I.1-2). 

De este modo, da comienzo el Capítulo 15 de Un Curso de Milagros, titulado "El instante santo". Reproduciré alguno de sus párrafos, pero os recomiendo su lectura integral, pues su enseñanza es muy reveladora. 

“El Maestro de Dios no puede sentirse satisfecho con Sus enseñanzas hasta que éstas no constituyan lo único que sabes. Su función docente no se consumará hasta que no seas un alumno tan dedi­cado que sólo aprendas de Él. Cuando eso haya ocurrido, ya no tendrás necesidad de un maestro, ni de tiempo en el que aprender” (T-15.I.3-5). 

“La razón del aparente desaliento del que tal vez padezcas es tu creencia de que ello toma tiempo y de que los resultados de las enseñanzas del Espíritu Santo se encuentran en un futuro remoto. Sin embargo, no es así, pues el Espíritu Santo usa el tiempo a Su manera, y no está limitado por él” (T-15.I.2:1-3). 

“El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de la inevitabilidad del obje­tivo y del final del aprendizaje. Él objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. Mas el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin” (T-15.I.2:7-9). 

“¡Cuán desolado y desesperante es el uso que el ego hace del tiempo! ¡Y cuán aterrador! Pues tras su fanática insistencia de que el pasado y el futuro son lo mismo se oculta una amenaza a la paz todavía más insidiosa. El ego no hace alarde de su amenaza final, pues quiere que sus devotos sigan creyendo que les puede ofrecer una escapatoria. Pero la creencia en la culpabilidad no puede sirio conducir a la creencia en el infierno, y eso es lo que siempre hace. De la única manera en que el ego permite que se experimente el miedo al infierno es trayendo el infierno aquí, pero siempre como una muestra de lo que te espera en el futuro. Pues nadie que se considere merecedor del infierno puede creer que su castigo acabará convirtiéndose en paz” (T-15.I.6:1-7).  

“El Espíritu Santo enseña, por lo tanto, que el infierno no existe. El infierno es únicamente lo que el ego ha hecho del presente. La creencia en el infierno es lo que te impide comprender el presente, pues tienes miedo de éste. El Espíritu Santo conduce al Cielo tan ineludiblemente como el ego conduce al infierno. Pues el Espíritu Santo, que sólo conoce el presente, se vale de éste para desvanecer el miedo con el que el ego quiere inutilizar el pre­sente. Tal como el ego usa el tiempo, es imposible librarse del miedo. Pues el tiempo, de acuerdo con las enseñanzas del ego, no es sino un recurso de enseñanza para incrementar la culpabili­dad hasta que ésta lo envuelva todo y exija eterna venganza” (T-15.I.7:1-7). 

“El Espíritu Santo quiere desvanecer todo esto ahora. No es el presente lo que da miedo, sino el pasado y el futuro, mas éstos no existen. El miedo no tiene cabida en el presente cuando cada instante se alza nítido y separado del pasado, sin que la sombra de éste se extienda hasta el futuro. Cada instante es un nacimiento inmaculado y puro en el que el Hijo de Dios emerge del pasado al presente. Y el presente se extiende eternamente. Es tan bello, puro e inocente, que en él sólo hay felicidad. En el presente no se recuerda la oscuridad, y lo único que existe es la inmortalidad y la dicha” (T-15.I.8:1-7).  

“Esta lección no requiere tiempo para aprenderse. Pues, ¿qué es el tiempo sin pasado ni futuro? El que te hayas descarriado tan completamente ha requerido tiempo, pero ser lo que eres no requiere tiempo en absoluto. Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad. Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él como si fuese todo el tiempo que existe. En él nada del pasado te puede afectar, y es en él donde te encuentras completamente absuelto, complemente libre y sin condenación alguna. Desde este instante santo donde tu santidad nace de nuevo, seguirás adelante en el tiempo libre de todo temor y sin experimentar ninguna sensación de cambio con el paso del tiempo” (T-15.I.9:1-7). 

“Si sientes la tentación de desanimarte pensando cuánto tiempo va a tomar poder, cambiar de parecer tan radicalmente, pregún­tate a ti mismo: "¿Es mucho un instante?” (T-15.I.11:1). 

“¿Cuánto dura un instante? Dura tan poco para tu hermano como para ti. Practica conceder ese bendito instante de libertad a todos aquellos que están esclavizados por el tiempo, haciendo así que para ellos éste se convierta en su amigo. Mediante tu dación, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das a tus hermanos. Al tú ofrecerlo, Él te lo ofrece a ti. No seas reacio a dar lo que quieres recibir de Él, pues al dar te unes a Él. En la cristalina pureza de la liberación que otorgas radica tu inmediata liberación .de la culpabilidad. Si ofreces santidad no puedes sino ser santo” (T-15.I.13:1-8). 

“¿Cuánto dura un instante? Dura el tiempo que sea necesario para re-establecer la perfecta cordura la perfecta paz y el perfecto amor por todo el mundo, por Dios y por ti; el tiempo que sea necesario para recordar la inmortalidad y a tus creaciones inmortales, que la comparten contigo; el tiempo que sea necesario para intercambiar el infierno por el Cielo. Dura el tiempo suficiente para que puedas trascender todo lo que el ego ha hecho y ascender hasta tu Padre” (T-5.I.14:1-5). 

¡Feliz instante santo!


Reflexión: ¿Qué nos mantiene alejado del instante santo?

martes, 27 de agosto de 2024

Capítulo 14. III. La decisión en favor de la inocencia (1ª parte).

III. La decisión en favor de la inocencia (1ª parte).

1. El alumno feliz no puede sentirse culpable por el hecho, de tener que aprender. 2Esto es tan fundamental para el aprendizaje que jamás debiera olvidarse. 3El alumno que está libre de culpa aprende con facilidad porque sus pensamientos son libres. 4Esto conlleva, no obstante, el reconocimiento de que la culpabilidad no es la salvación, sino una interferencia que no tiene ningún propósito.

No podemos olvidar que el sentimiento de culpa pertenece al proceso mental fabricado por el ego. Si el alumno feliz se sintiese culpable por el hecho de tener que aprender, lo que realmente está reconociendo es que en su sistema de pensamiento, aún existe una parte que cree estar separada de Su Creador, El Cual es Perfecto e Impecable. Pensar que tener que aprender no está a la altura del Hijo de Dios, pues aprender significa que carecemos de algo, nos puede llevar al sentimiento de culpa al no creernos perfectos. 

Sentir culpa nos hace prisioneros de nuestros falsos pensamientos basados en el miedo y en la separación. Estar libres de culpa, en cambio, hace que gocemos del principio de la libertad, el cual se manifiesta cuando servimos al amor y a la verdad.

2. Tal vez estés acostumbrado a utilizar la inocencia simplemente para contrarrestar el dolor de la culpabilidad, y no la ves como algo con valor propio. 2Crees que la culpabilidad y la inocencia son valiosas, y que cada una representa un escape de lo que la otra no te ofrece. 3No quieres tener solamente una de ellas, pues sin ambas te consideras a ti mismo incompleto, y, por lo tanto, infeliz. 4Sin embargo, sólo puedes estar completo en tu inocencia, y sólo en tu inocencia puedes ser feliz. 5En esto no hay conflicto. 6Desear de algún modo la culpabilidad, en cualquier forma que sea, hará que dejes de apreciar el valor de tu inocencia y que no la puedas ver.

Este punto viene a reforzar lo que hemos dicho en el anterior. La certeza en la inocencia, la visión de que somos puros e impecables, dispone nuestra mente a aprender desde la libertad: enseñar es aprender.

En cambio, cuando nuestro sistema de pensamientos trata de servir a dos señores a la vez, entonces, la culpa y la inocencia intercambian su hegemonía en nuestros pensamientos y ello no favorece el estado de paz y de libertad.

3. No puedes establecer ningún acuerdo con la culpabilidad, y al mismo tiempo escaparte del dolor que sólo la inocencia mitiga. 2Vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. 3Cada vez que el dolor de la culpabilidad parezca atraerte, recuerda que si sucumbes a él estarás eligiendo en contra de tu felicidad, y no podrás aprender a ser feliz. 4Con dulzura, por lo tanto, aunque con la convicción que nace del Amor del Padre y de Su Hijo, repite para tus adentros lo siguiente: 

5Pondré de manifiesto lo que experimente.

6Si Soy inocente no tengo nada que temer.

7Elijo dar testimonio de mi aceptación de la Expiación, no de su rechazo.

8Quiero aceptar mi inocencia poniéndola de manifiesto y compartiéndola.

9Quiero llevarle paz al Hijo de Dios de parte de su Padre.

 

Nos afirma este punto, que vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. Este mundo no ha sido creado, pues si así fuese gozaríamos de la esencia propia de todas las creaciones, del Amor. Este mundo ha sido fabricado, y es la muestra de la carencia y de la necesidad, los frutos propios del miedo. 

Mientras que el amor crea y se expande, permitiendo que la mente se exprese desde la pureza y la impecabilidad, el miedo fabrica y se contrae sobre sí mismo, favoreciendo que la mente se exprese desde la culpa y el pecado.