miércoles, 31 de julio de 2024

Capítulo 13. V. Las dos emociones (2ª parte).

 V. Las dos emociones (2ªparte).

5. Sólo puedes experimentar dos emociones, pero en tu mundo privado reaccionas ante cada una de ellas como si se tratase de la otra. 2El amor no puede residir en un mundo aparte, donde no se le reconoce cuando hace acto de presencia. 3Si lo que ves en tu hermano es tu propio odio, no estás viéndolo a él. 4Todo el mundo se acerca a lo que ama, y se aleja de lo que teme. 5Y tú reaccionas con miedo ante el amor y te alejas de él. 6Sin embargo, el miedo te atrae, y tomándolo por amor, lo invitas a que venga a ti. 7Tu mundo privado está lleno de figuras tétricas que tú mismo has invitado, y, por lo tanto, no puedes ver todo el amor que tus hermanos te ofrecen.

La Verdad es una, y es esta: somos el Hijo de Dios y hemos sido creador a Su Imagen y Semejanza, lo que significa, que somos Hijos del Amor. El Amor es la expansión del Dios. El Amor se encuentra en la Filiación Divina, lo que significa que Todos somos iguales, somos Amor. El Amor une. El Amor no ataca. El Amor es real y eterno.

Si esta es la verdad y es una, cualquier otra manifestación del amor, que no esté recogido en lo dicho anteriormente, no será verdad, lo que es lo mismo, no será Amor.

La cuestión es: ¿cómo saber si estás amando? La respuesta es: mira a tu hermano y si te ves a ti mismo, entonces, estás amando.

6. Al contemplar con claridad el mundo que te rodea, no puedes sino darte cuenta de que estás sumergido en la demencia. 2Ves lo que no está ahí, y oyes lo que no emite sonido. 3Las emociones que expresas reflejan lo opuesto de lo que sientes. 4No te comuni­cas con nadie, y te encuentras tan aislado de la realidad como si tú fueses lo único que existe en todo el universo. 5En tu demencia pasas por alto la realidad completamente, y dondequiera que tu mirada se posa no ves más que tu mente dividida. 6Dios te llama, mas tú no le oyes, pues estás embebido en tu propia voz. 7Y no puedes ver la visión de Cristo, pues sólo te ves a ti mismo. 

Si al mirar a nuestro hermano, no nos vemos a nosotros mismos, es señal de que no hemos elegido al guía correcto, es decir, estamos eligiendo al miedo, en vez, del amor.

Nuestra ignorancia dejará de serlo, cuando al mirar fuera de nosotros nos veamos en el otro y decidamos andar juntos en camino que nos conduce a la salvación. ¿Somos capaces de ver en nuestro interior la esencia que nos ha de permitir establecer esa relación? Si somos capaces, habremos recordado que somos el Hijo de Dios. 

7. Criatura de Dios, ¿es eso lo que le quieres ofrecer a tu Padre? 2Pues si te lo ofreces a ti mismo, se lo ofreces a Él. 3Mas Él no te lo devolverá, pues no es digno de ti porque no es digno de Él. 4Aun así, Él quiere librarte de ello y ponerte en libertad. 5Su Respuesta cuerda te dice que lo que te has ofrecido a ti mismo no es verdad, pero que el ofrecimiento que Él te hizo sigue en pie. 6Tú que no sabes lo que haces puedes aprender lo que es la demencia y mirar más allá de ella. 7Se te ha concedido poder aprender a negarla y a escapar de tu mundo privado en paz. 8Verás todo lo que negaste en tus hermanos al haberlo negado en ti mismo. 9Pues los amarás y, al acercarte a ellos, los atraerás a ti al percibirlos como los testi­gos de la realidad que compartes con Dios. 10Yo estoy con ellos tal como estoy contigo, y juntos los extraeremos de sus mundos privados, pues tal como nosotros estamos unidos, así nos uniremos a ellos. 11El Padre nos da la bienvenida a todos con alegría, y alegría es lo que le debemos ofrecer. 12Pues se te ha encomendado cada Hijo de Dios a quien Dios se dio a Sí Mismo. 13Y es Dios lo que les debes ofrecer, para que puedas reconocer el regalo que Él te hizo.

Un camino hermoso nos aguarda, pero debemos desearlo. Con una pizca de nuestra voluntad, podremos revivir el estado paradisiaco que Dios dispuso para Su Hijo. Elegir servir a la Verdad, es servir a Dios y servir al Amor. Esa elección se traducirá en el fin de la ignorancia que nos ha mantenido sirviendo al error y al miedo. Ese camino hermoso que nos aguarda, lo es, porque lo recorreremos junto a nuestros hermanos, en la comprensión de que, sin su presencia, dejaría de ser hermoso y se convertiría en una camino lleno de espinas.

8. La visión depende de la luz. 2En la oscuridad no puedes ver. 3Mas en la oscuridad -el mundo privado que habitas cuando duermes- ves en sueños a pesar de que tus ojos están cerrados. 4Ahí es donde lo que ves es obra tuya. 5Con todo, si abandonas la oscuridad dejarás de ver todo lo que hiciste, pues verlo depende de negar la visión. 6Sin embargo, negar la visión no quiere decir que no puedas ver. 7Mas eso es lo que hace la negación, pues mediante ella aceptas la demencia, al creer que puedes construir un mundo privado y gobernar tu propia percepción. 8Mas para esto, la luz tiene que ser excluida. 9Cuando ésta llega, no ­obstante, los sueños se desvanecen y entonces puedes ver.

La visión depende de la luz, y la luz, es entendimiento. La luz es el camino que nos conduce a la liberación de nuestra ignorancia. La luz es amor y, con ello, se convierte en la esencia que nos permitirá reconocernos en nuestros hermanos.

Negar la luz, es elegir, la ignorancia. Es negar lo que somos y, por tanto, proyectar nuestro desconocimiento sobre los demás. Negar la luz, es negar al otro, como nuestra única vía de salvación. 

9. No intentes alcanzar la visión valiéndote de los ojos, pues tú mismo inventaste tu manera de ver para así poder ver en la os­curidad, y en eso te engañas. 2Más allá de esta oscuridad, pero todavía dentro de ti, se encuentra la visión de Cristo, Quien con­templa todo en la luz. 3Tu "visión" emana del miedo, tal como la Suya emana del amor. 4Él ve por ti, al ser tu testigo del mundo real. 5Él es la manifestación del Espíritu Santo, y lo único que hace es contemplar el mundo real, invocar a sus testigos y acer­cártelos. 6Cristo ama lo que ve en ti, y Su deseo es extenderlo. 7Y no retornará al Padre hasta que haya extendido tu percepción de forma que incluya al Padre. 8Y allí acaba la percepción, pues Él te habrá llevado consigo de vuelta al Padre.

La luz, el entendimiento, no se ve con los ojos físicos, sino que su visión se encuentra en la fuente de donde emana esa luz, en la Mente, la cual, se comparte en la unidad con Dios y con la Filiación.

Esa luz-entendimiento, nos permitirá ver el mundo real, el mundo de la percepción verdadera, la que nos conducirá, guiados por la mano de Cristo y el Espíritu Santo, hasta nuestro verdadero hogar, allí donde acaba la percepción, para fundirnos con el Conocimiento. 

10. Solo puedes experimentar dos emociones. 2Una la inventaste tú y la otra se te dio. 3Cada una de ellas representa una manera diferente de ver las cosas, y de sus correspondientes perspectivas emanan dos mundos distintos. Ve a través de la visión que se te ha dado, pues a través de la visión de Cristo Él se contempla a Sí Mismo. 5Y al ver lo que Él es, conoce a Su Padre. 6Más allá de tus sueños más tenebrosos Él ve en ti al inocente Hijo de Dios, res­plandeciendo con un fulgor perfecto que tus sueños no pueden atenuar. 7Y esto es lo que verás a medida que veas todo a través de Su visión, pues Su visión es el regalo de amor que Él te hace, y que el Padre le dio para ti.

La visión de Cristo, es la visión real de lo que somos, pues, es la visión del Amor. Esa visión es el reconocimiento de lo que sí mismo Es y ese reconocimiento le lleva a conocer al Padre, pues, el Hijo y el Padre, comparten la misma Fuente. 

11. El Espíritu Santo es la luz en la que Cristo se alza revelado. 2Y todos los que desean contemplarlo lo pueden ver, pues han pedido luz. 3No lo verán a Él solo, pues tal como ellos no están solos, Él tampoco lo está. 4Al ver al Hijo, ascendieron con Él hasta el Padre. 5Y todo esto lo entenderán porque miraron en su interior, más allá de la oscuridad, y al ver el Cristo en ellos lo reconocie­ron. 6En la cordura de Su visión se contemplaron a sí mismos con amor, y se vieron tal como el Espíritu Santo los ve. 7Y con esta visión de la verdad que mora en ellos, toda la belleza del mundo vino a resplandecer sobre ellos.

Este último punto, nos enseña la verdad que subyace en la manifestación de Dios, a través de Su aspecto Trino. Padre-Hijo y Espíritu Santo, esto es, un Dios único expresándose en tres “rostros” distintos.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 213

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.


LECCIÓN 213

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (193) Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda.

2Una lección es un milagro que Dios me ofrece, en lugar de los pensamientos que concebí que me hacen daño. 3Lo que aprendo de Él se convierte en el modo en que me libero. 4Por eso elijo aprender Sus lecciones y olvidarme de las mías.

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.


¿Qué me enseña esta lección?

Existe un solo error. Existe una sola corrección.

La Biblia nos lo transcribe como el “pecado original”. Así se ha inscrito en el inconsciente colectivo de la humanidad. Esa visión tergiversada de la Verdad, ha dado lugar a la creencia en la culpa y en la separación. La acción de nuestro “pensamiento original” nos ha llevado a ver una realidad diferente a la visión de Unidad que teníamos cuando seguíamos las directrices de nuestro Creador.

El error original, es el error sobre el que se fundamentan el resto de los errores a los que el ego ha llamado “pecados”. Ese error es la creencia en la separación.

Ningún padre deja a su hijo en manos del error. Dios, no ve el error de su Hijo, pero vela para que la luz forme parte del sueño ilusorio en el que permanece. Esa luz adopta el ropaje de lección y se manifiesta en forma de milagro.

El perdón es la corrección  de todos los errores. El perdón nos libera de la culpa y hace innecesario el castigo que ha de redimirnos de lo que hemos llamado “pecado”. El perdón desvanece el protagonismo del sufrimiento y del dolor y, en su lugar, favorece la manifestación de la alegría y de la felicidad.

Toda situación vivida por el ego en el mundo material, cuando es afrontada con la visión del perdón, nos permite disolver todo vestigio de conflicto, de preocupación, de contratiempo.

El perdón nos otorga el poder de la liberación.

Reflexión: Detrás de todo conflicto hay una lección de perdón.

martes, 30 de julio de 2024

Capítulo 13. V. Las dos emociones (1ª parte).

V. Las dos emociones (1ªparte).

1. Dije anteriormente que sólo puedes experimentar dos emociones: amor y miedo. 2Una de ellas es inmutable, aunque se inter­cambia continuamente, al ser ofrecida por lo eterno a lo eterno. 3Por medio de este intercambio es como se extiende, pues aumenta al darse. 4La otra adopta muchas formas, ya que el con­tenido de las fantasías individuales difiere enormemente. 5Mas todas ellas tienen algo en común: son todas dementes. 6Están compuestas de imágenes que no se pueden ver y de sonidos que no se pueden oír. 7Constituyen un mundo privado que no se puede compartir. 8Pues únicamente tienen sentido para su hace­dor, y, por consiguiente, no tienen sentido en absoluto. 9En este mundo su hacedor ronda solo, ya que únicamente él las percibe.

Para comprender la enseñanza que nos transmite, Jesús, en este punto, tendremos que entender previamente, el verdadero poder que encierran ambas emociones, el amor y el miedo. Digo esto, porque cuando leemos que el miedo está compuesto por imágenes que no se pueden ver y de sonidos que no se pueden oír, podríamos tener resistencia a creerlo, pues en base a la experiencia que nos aporta el sistema de pensamiento del ego, el miedo es perceptible, y lo es no tan solo para el que lo percibe, sino también para aquellas personas con las que podemos compartirlo.

Si el argumento del ego fuese verdad, estaríamos negando la afirmación que nos aporta Jesús. ¿Qué nos quiere enseñar, el Maestro, con dicha afirmación?

La enseñanza que nos transmite es muy valiosa, pues nos lleva a descubrir, que tan sólo el Amor tiene la capacidad de crear, de extenderse, de compartirse, pues lo que expresa es la verdad, al proceder de Dios. Si esto es así, y lo es, cuando el ego utiliza el miedo -es su modo operandi- para relacionarse con los demás, de los cuales se ve separado, realmente no está compartiendo, no está creando, no está expandiéndolo, pues lo que no es verdad, no es nada.

Cuando respondemos al miedo que nos contagia el ego, lo que estamos haciendo es reflejarlo, para que el que lo proyecta tome conciencia de lo proyectado. La dinámica es la siguiente: en lo personal, veo el miedo en mí; tengo pensamientos de miedo, pero reconocerlo me hace sentir débil, por lo que decido hacerme el fuerte, lo que me lleva a expulsar de mi interior ese sentimiento de miedo. ¿Cómo lo hago? Como lo hace siempre el ego, proyectándolo sobre los demás, viéndolo en los demás y juzgando el comportamiento de los demás, lo que le lleva a la creencia de que el causante del miedo es culpa del otro y buscará argumentos para justificarlo, pues como consecuencia de ello, deberá justificar, igualmente, su reacción más inmediata para combatir ese miedo, atacando al otro.

Ese proceder, no podemos confundirlo con el acto de expandir lo verdadero, el amor. El miedo, aunque el ego no estará de acuerdo, no genera más miedo, pues lo que no es nada, no puede crear nada. Pero, podemos creer que sí, y decidir, utilizarlo para defender nuestro sistema de pensamiento, basado en la ostentación de la falsa grandeza, aquella que nos lleva a sentirnos especiales y superiores a los demás. 

2. Cada cual puebla su mundo de figuras procedentes de su pasado individual, y ésa es la razón de que los mundos privados difieran tanto entre sí. 2No obstante, las imágenes que cada cual ve jamás han sido reales, pues están compuestas únicamente de sus reacciones hacia sus hermanos, y no incluyen las reacciones de éstos hacia él. 3No se da cuenta, por lo tanto, de que él mismo las forjó y de que están incompletas. 4Pues dichas figuras no tie­nen testigos, al ser percibidas únicamente por una mente sepa­rada.

El creer en que estamos separados de nuestros hermanos, se convierte en una barrera que impide el verdadero conocimiento de lo que somos. Es más, para conocernos, utilizamos el camino más largo, es decir, proyectamos nuestro interior sobre el otro, juzgándolo en aquellos aspectos que vemos en nuestro interior, pero que no queremos reconocer, lo que genera una reacción en el otro, en respuesta a lo que hemos proyectados, que no estaremos dispuestos a aceptar, pues lo que hará en recordarnos lo que no queremos recordar. De este modo, el conflicto está servido y el camino hacia el reencuentro con la unidad que somos, se hace tedioso y agotador.

El plan de salvación, dispuesto por Dios para Su Hijo, es mucho más cómodo, pero el ego no lo acepta, pues de hacerlo tendría que reconocer que no es nada y significaría la negación de su sistema de pensamiento. Ese plan de salvación nos lleva a reconocernos en el otro y a recordar que, unidos, formamos la Santa Filiación. 

3. A través de estas extrañas y sombrías figuras es como los que no están cuerdos se relacionan con su mundo demente. 2Pues sólo ven a aquellos que les recuerdan esas imágenes, y es con ellas con las que se relacionan. 3Por lo tanto, se comunican con los que no están ahí, y son éstos quienes les contestan: 4Mas nadie oye su respuesta, excepto aquel que los invocó, y sólo él cree que le contestaron. 5La proyección da lugar a la percepción, y no pue­des ver más allá de ella. 6Has atacado a tu hermano una y otra vez porque viste en él una sombría figura de tu mundo privado. 7Y así, no puedes sino atacarte a ti mismo primero, pues lo que atacas no está en los demás. 8La única realidad de lo que atacas se encuentra en tu propia mente, y al atacar a otros estás literal­mente atacando algo que no está ahí.

El desconocimiento de lo que somos, el miedo al amor que nos ha creado, nos lleva a proyectar sobre los demás ese mismo desconocimiento, creyendo que lo que estamos haciendo es porque lo conocemos. Ese conocimiento de lo desconocido nos lleva a juzgarlo, y ese juicio, en verdad, no es otra cosa que aquello que creemos conocer de nosotros mismos, la creencia en la separación, cuando es realidad, esa creencia es la manifestación del desconocimiento. Si nos amásemos, nos conoceríamos, y entonces, ese conocimiento de sí mismo, no nos llevaría al juicio de los demás, sino a la aceptación plena. 

4. Los que viven engañados pueden ser muy destructivos, pues no se dan cuenta de que se han condenado a sí mismos. 2No desean morir, sin embargo no dejan de condenar. 3De esta manera, cada uno se aisló en su propio mundo, en el que reina el desorden y en el que lo que está adentro aparenta estar afuera. 4Mas no ven lo que está adentro, pues no pueden reconocer la realidad de sus hermanos.

La ignorancia de lo que somos, nos lleva a experimentar fuera de nosotros, esa misma ignorancia. Esto nos lleva a establecer una relación con el mundo basada en la ignorancia. Parece que, a lo largo de la vida, buscamos respuestas para acallar la sombra de esa ignorancia. Ello nos lleva a escudriñar, a analizar, a investigar, tanto lo pequeño, como lo inmenso. Pero la ignorancia que debe satisfacer con el verdadero conocimiento, está más allá, de lo pequeño y de lo inmenso, pues se encuentra en nuestro interior, donde únicamente podremos encontrar el saber que nos libere de la ignorancia. Esto es así, pues de lo somos ignorante, es tan sólo de conocer qué somos en verdad: Hijos del Amor, o, hijos del miedo.

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 212

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .

4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.

LECCIÓN 212

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (192) Tengo una función que Dios quiere que desempeñe.

2Busco la función que me ha de liberar de todas las vanas ilu­siones del mundo. 3Solamente la función que Dios me dio puede ofrecerme libertad. 4Eso es lo único que busco y lo único que aceptaré como propio

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.

¿Qué me enseña esta lección?

Cuando la mente eligió prestar atención al mundo material, al mundo de la percepción, estableció un “velo” que lo llevó a creerse separado de su verdadero origen. Esa conciencia de separación, lleva a la mente a la visión de la culpabilidad, y al miedo a la soledad.

La situación previa a este estado era bien diferente pues, su evolución estaba en conexión directa con la Divinidad. Este estado de la evolución de la Humanidad se conoce como Paraíso Terrenal o Edén. El Hijo de Dios, gozaba de la visión unitaria que lo mantenía unido a su Creador y al resto de la Filiación. Disfrutaba de la protección de su Hacedor y su condición natural era la Plenitud.


Con la separación, con el acto volitivo de “conocer”, el Hijo de Dios se desconecta de la divinidad, cree romper el cordón umbilical que lo mantenía unido a su Padre, y percibe una nueva realidad, con la que se identifica y a la que le otorga el poder de su propia identidad.

En esa ilusoria realidad que le ofrece el mundo de la percepción, el ego, necesita comprender cuál es su función. Fabrica un mundo, su propio mundo, de acuerdo a sus necesidades internas. Proyecta su mundo interno, sus pensamientos y sentimientos, en el mundo externo y comienza a ver reflejado en los demás aquello que forma parte de su propia realidad. Se siente culpable y proyecta su culpa sobre los demás, haciendo que el otro sienta culpa. Siente miedo, se siente vulnerable, se percibe como un pecador, y proyecta toda su ira, su cólera, su temor, sobre el otro, en un intento de ataque para protegerse del otro.

Siente que su culpa le exige liberación y busca en las relaciones especiales, la vía del sacrificio y del sufrimiento, en un intento de ganar el perdón de aquellos a los que hemos atacados en un acto de defensa o venganza.

En lo más profundo de su ser, el ego, busca encontrar la única función que le aporte paz interior; que le aporte un sentido a su vana existencia. Busca ser perdonado por Dios, pues cree que su alma está condenada al dolor y al padecimiento, por el hecho de haber pecado.

Pero para conseguir esa paz interior, el ego, tendrá que renunciar a su poder, a su hegemonía, tendrá que ceder su fuerza a la verdadera autoridad, al Espíritu. Su liberación ha de llevarle a creer en la inocencia; ha de llevarle a perdonar al Hijo de Dios y abrirle la puerta para que tome asiento en su verdadero Hogar.

Cuando decidimos ver desde la unidad, el perdón, en el mundo de las formas, se convierte en nuestra única función. Independientemente del trabajo en el que nos encontremos ocupados, independientemente, del cargo que ejerzamos en nuestras ocupaciones, no podemos olvidar que nuestra única función es perdonar. En la medida en que desarrollemos nuestra función, en esa justa medida, seremos testigos del proceso de liberación que experimentará el mundo.

Reflexión: El perdón como ejercicio práctico de conducta diaria.

lunes, 29 de julio de 2024

Capítulo 13. IV. La función del tiempo (2ª parte).

IV. La función del tiempo (2ª parte). 


6. De las sombrías figuras del pasado es precisamente de las que te tienes que escapar. 2No son reales, y no pueden ejercer ningún dominio sobre ti, menos que las lleves contigo. 3Pues contienen las áreas de dolor que hay en tu mente, y te incitan a atacar en el presente como represalia por un pasado que no existe. 4Y esta decisión es una que te acarreará dolor en el futuro. 5A menos que aprendas que todo el dolor que sufriste en el pasado es una ilu­sión; estarás optando por un futuro de ilusiones y echando a per­der las múltiples oportunidades que el presente te ofrece para liberarte. 6El ego quiere conservar tus pesadillas e impedir que despiertes y te des cuenta de que pertenecen al pasado. 7¿Cómo podrías reconocer un encuentro santo si lo percibes simplemente como un encuentro con tu pasado? 8Pues en ese caso no te esta­rías reuniendo con nadie, y el compartir la salvación, que es lo que hace que el encuentro sea santo, quedaría excluido de tu visión. 9El Espíritu Santo te enseña que siempre te encuentras contigo mismo, y el encuentro es santo porque tú lo eres. 10El ego te enseña que siempre te encuentras con tu pasado, y que debido a que tus sueños no fueron santos, el futuro tampoco puede serlo, y el presente no tiene ningún significado. 

El ego ve en el pasado la confirmación de su identidad. Sin esa alianza con la creencia en el pasado, el ego, carece de referencia, pues ver la realidad del presente, le sitúa frente a frente con la inocencia, con el amor, con la impecabilidad. En el pasado tan solo encuentra el recuerdo de lo que dio su origen, la creencia en la separación. Sin ese recuerdo, no existiría. 

7. Es evidente que la percepción que el Espíritu Santo tiene del tiempo es exactamente la opuesta a la del ego. 2La razón de ello es igualmente clara, pues la percepción que ambos tienen del propósito del tiempo es diametralmente opuesta. 3Para el Espí­ritu Santo el propósito del tiempo es que éste finalmente se haga innecesario. 4El Espíritu Santo considera que la función del tiempo es temporal, al estar únicamente al servicio de Su función docente que, por definición, es temporal. 5Hace hincapié, por lo tanto, en el único aspecto del tiempo que se puede extender hasta el infinito, ya que él ahora es lo que más se aproxima a la eterni­dad en este mundo. 6En la realidad del "ahora", sin pasado ni futuro, es donde se puede empezar a apreciar lo que es la eterni­dad. 7Pues sólo el "ahora" está aquí, y sólo el "ahora" ofrece las oportunidades de los encuentros santos en los se puede encon­trar la salvación. 

Cuando alcancemos el estado de la Plenitud de la Consciencia, nuestra memoria recordará permanentemente lo que somos. La visión del Espíritu, abrirá nuestra consciencia a la eternidad. Ya no será necesario el propósito del tiempo, pues ya no tendremos necesidad de aprender las lecciones que han de enseñarnos a reconocer lo que somos. El milagro hace posible que el presente sea experimentado como la eternidad. 

8. El ego, por otra parte, considera que la función del tiempo es extenderse a sí mismo en lugar de extender la eternidad, pues, al igual que el Espíritu Santo, el ego considera que el objetivo del tiempo es el mismo que el suyo. 2El único propósito que el ego percibe en el tiempo, es que, bajo su dirección, haya continuidad entre pasado y futuro, y que el presente quede excluido a fin de que no se pueda abrir ninguna brecha en su propia continuidad. 3Su continuidad, por consiguiente, te mantiene en el tiempo, mientras que el Espíritu Santo quiere liberarte de él. 4La interpre­tación que el Espíritu Santo hace de los medios para alcanzar la salvación es la que tienes que aprender a aceptar, si quieres com­partir Su objetivo, que no es otro que tu salvación. 

La creencia del ego de que el tiempo lo cura todo, es válida tan solo desde el punto de vista de su sistema de pensamiento, el cual, hace real la separación con el resto de la creación. Este pensamiento oculta la verdad, en la medida que deposita en la ilusión del tiempo la vía de la salvación, cuando en realidad, esa vía no es otra que despertar a la percepción verdadera y recordar que somos Uno con el resto de nuestros hermanos, con los cuales compartimos la misma Fuente, la Mente de Dios. Por lo tanto, creer en el tiempo, se convierte en un obstáculo que retrasa el instante del despertar. 

9. Tú también interpretarás la función del tiempo según interpre­tes tu propia función. 2Si aceptas que tu función en el mundo del tiempo es curar, harás hincapié únicamente en el aspecto del tiempo en el que la curación puede tener lugar. 3La curación no se puede llevar a cabo en el pasado. 4Tiene que llevarse a cabo en el presente para así liberar el futuro.  5Esta interpretación enlaza el futuro con el presente, y extiende el presente en vez del pasado. 6Mas si crees que tu función es destruir, perderás de vista al pre­sente y te aferrarás al pasado a fin de asegurar un futuro destruc­tivo. 7Y el tiempo será tal como tú lo interpretes, pues, de por sí, no es nada. 

El ego, sin la visión del pasado, no es nada. Todo su sistema de pensamiento se basa en la creencia en el pasado. En su manera de pensar, el presente, pasa inadvertido, es un instante fugaz en el que no sabe apreciar su importante significado, pues lo oculta con todos los pensamientos que le habla del pasado. Esta ocupación del estado presente con el estado pasado, hace que desaprovechemos el inmenso poder que tiene el estado “ahora”, pues, como ya hemos visto a lo largo del análisis de estas lecciones, estar presente en el ahora, supone el único instante en el que podemos ver de otra manera y percibir de manera correcta, esto es, libres de pensamientos que nos hablan del pasado, cuando el pasado ya no está.

Nunca podremos sanar la mente, si buscamos sanarla en el pasado. La mente y los pensamientos erróneos por ella creados, deben ser sanados en su “fuente”, es decir, en la propia mente. 

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 211

SEXTO REPASO

Introducción

1. Para este repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practi­caremos tan a menudo cómo podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendie­ses. 4Cada una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.

2. Con esto en mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido en nuestras últimas veinte leccio­nes. 2Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estu­dios en su totalidad si se entiende, se practica, se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos, por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.

3. Al igual que nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema para el presente repaso es el siguiente:    

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.

6El día comienza y concluye con esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la hora, o siempre que nos acorde­mos, entre una hora y otra, que tenemos una función que trans­ciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo aban­dono de todo aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la simple verdad.

4. Lo que nos proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de Dios. 3Sencilla­mente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos libera­mos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.

5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego descarta tranquila­mente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no eres su presa, diciendo:

2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .


4Y entonces repite la idea del día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de quietud al Maes­tro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a nues­tros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.

7. A Él le ofrezco este repaso por ti. 2Te pongo en Sus manos, y dejo que Él te enseñe qué hacer, qué decir y qué pensar cada vez que recurres a Él. 3Él estará a tu disposición siempre que acudas a Él en busca de ayuda. 4Ofrezcámosle este repaso que ahora comenzamos, y no nos olvidemos de Quién es al que se le ha entregado, según practicamos día tras día, avanzando hacia el objetivo que Él fijó para nosotros, dejando que nos enseñe cómo proceder y confiando plenamente en Él para que nos indique la forma en que cada sesión de práctica puede convertirse en un amoroso regalo de libertad para el mundo.



LECCIÓN 211

No soy un cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy tal como Dios me creó.

1. (191) Soy el santo Hijo de Dios Mismo.

2En silencio y con verdadera humildad busco la gloria de Dios a fin de contemplarla en el Hijo que Él creó como mi Ser.

4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal como Dios me creó.


¿Qué me enseña esta lección?

“Soy el santo Hijo de Dios Mismo. No puedo sufrir ni sentir dolor; no puedo sufrir pérdidas ni dejar de hacer todo lo que la salvación me pida”.

Reconozco mi santidad y proclamo mi libertad para perdonar y para salvar el mundo.
Reconozco mi santidad. Soy tal como Dios me creó.
Reconozco mi santidad y elijo ver la Unidad.
Reconozco mi santidad y mi único propósito es ser fiel al Plan de Salvación de Dios.

Soy Uno con mi Padre y con Todos mis Hermanos.

Me libero de la culpa y del miedo.
Me libero de la creencia en el pecado.
Me libero del castigo y del dolor.
Me libero del sufrimiento y del sacrificio.
Me libero de la enfermedad y de la muerte.
Me libero de las ataduras del cuerpo.
Me libero de la separación.

Reflexión: ¡Soy el Hijo de Dios! ¿Cómo me siento?