martes, 29 de octubre de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 303

LECCIÓN 303

Hoy nace en mí el Cristo santo.

1. Velad conmigo, ángeles, velad conmigo hoy. 2Que todos los santos Pensamientos de Dios me rodeen y permanezcan muy que­dos a mi lado mientras nace el Hijo del Cielo. 3Que se acallen todos los sonidos terrenales y que todos los panoramas que estoy acostumbrado a ver desaparezcan. 4Que a Cristo se le dé la bien­venida allí donde Él está en Su hogar, 5que no oiga otra cosa que los sonidos que entiende y vea únicamente los panoramas que reflejan el Amor de Su Padre. 6Que Cristo deje de ser un extraño aquí, pues hoy Él renace en mí.

2. Le doy la bienvenida a tu Hijo, Padre. 2Él ha venido a salvarme del malvado ser que fabriqué. 3Tu Hijo es el Ser que Tú me has dado. 4Él es lo que yo soy en verdad. 5Él es el Hijo que Tú amas por sobre todas las cosas. 6Él es mi Ser tal como Tú me creaste. 7No es Cristo quien puede ser crucificado. 8salvo en Tus Brazos, déjame recibir a Tu Hijo.


¿Qué me enseña esta lección?

Hemos olvidado nuestra verdadera identidad, hemos olvidado que somos Hijos de Dios.

En su lugar, hemos fabricado una realidad ilusoria; nos hemos identificado con un mundo que no es real, cuya condición es temporal y perecedera. 

Hemos depositado nuestra identidad en la imagen de un cuerpo y nuestra verdad ha quedado depositada en manos de la información que recibimos a través de la percepción.

En esas circunstancias, creemos ser hijos del pecado y como consecuencia de ello, nos sentimos merecedores del castigo que nos libere del peso de la culpa, que hemos hecho nuestra al pensar que hemos contravenido las Leyes del Cielo, las Leyes de nuestro Creador.

Vivimos unos efectos que dan lugar a la enfermedad, el sufrimiento, el dolor, la tristeza, la muerte y, hemos determinado, en lo más profundo de nuestro inconsciente, de que la causa que origina todos esos efectos se encuentra en nuestra naturaleza pecaminosa.

Viendo el pecado en nuestro interior, lo proyectamos al exterior en un vano intento de liberarnos de él. Esa mente pecaminosa, da lugar al juicio condenatorio de todo aquello que interpretamos malo y nocivo, cuando en verdad, estamos juzgando aquello que llevamos dentro.

Hoy es un gran día. Diría que es el mejor de los días, pues el hijo del pecado abandona esa identidad para convertirse en el Hijo del Cielo, en el inocente Hijo de Dios.

Hoy mi comunión con Cristo es total. Hoy me perdono y perdono al mundo. Hoy abandono el miedo y doy la bienvenida al Amor. Hoy tomo plena consciencia de que soy el Ser tal como Dios ha creado.

Ejemplo-Guía: "¿Cómo te imaginas Ser Cristo?

Qué aparente contradicción estamos planteando, al cuestionarnos esta pregunta. Si soy el Hijo de Dios, soy Su Aspecto Amor, soy Cristo. Y si lo soy, ¿cómo puedo tener dificultad para imaginar lo que ya soy? Es como si, de repente, hubiésemos decidido padecer Alzheimer. Hemos elegido olvidar lo que realmente somos y hemos elegido adoptar otra identidad. 

Para que nuestra mente alcance a imaginar "Ser Cristo", más que imaginar, lo que debe hacer es "recordar", que en definitiva podríamos considerarlo como un renacimiento. 

Ya hemos tenido ocasión de ver el significado de la palabra recordar. Decíamos, entonces, que recordar significa "pasar de nuevo por el corazón". Es curioso que una función que atribuimos a la mente, el recuerdo, nos lleve a un estado de consciencia donde el corazón adquiere un especial protagonismo. Algún día, la ciencia (ya hay precedentes científicos) descubrirá y aceptará que el corazón tiene mente. Desde el punto de vista espiritual, la mente lo es todo, mientras que a nivel científico, asociamos la mente con el cerebro. Pero, debemos reflexionar sobre la mente que sirve a la visión de la separación, una mente con características seleccionadoras, y la mente que sirve a la unicidad, una mente con características unificadoras, una mente amorosa. 

Los que han escrito sobre la conexión Espíritu-Cuerpo, nos revelan que el espíritu está conectado con el cuerpo a través de lo que denominan "Cordón Plateado", cuyo vértice se sitúa en el corazón. Lo menciono como una información interesante. Con la muerte física, dicho "cordón" se rompe y el espíritu se ve liberado de la conexión con el envoltorio material. 

Retomando el hilo del tema que hemos planteado, la invitación que nos propone esta lección es recordar nuestra verdadera identidad. Ese recuerdo es a su vez una invitación a cambiar de sistema de pensamiento, una invitación a desaprender todo lo que el mundo nos ha enseñado, una invitación a adoptar la condición de inocencia propia de un niño, libres de toda limitación, impecables, plenos y amorosos. 

“La visión de Cristo se otorga en el mismo instante en que se percibe” (T-14.II.8:3). 

“Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensamiento de Su Padre, mediante el cual fue creado” (T-11.VIII.9:4).  

El renacimiento de Cristo en nosotros, es el significado del Segundo Advenimiento de Cristo, pues, representa el fin del dominio del ego y la curación de la mente. 

Recordar a Cristo ha de llevarnos a crear en Su Nombre, es decir, ha de llevarnos a extender el Amor y la belleza de Dios. 

Si necesitamos una pista que nos ayude a reconocer a Cristo, esa pista no es otra que el rostro de cada uno de los hermanos con quien te encuentras, el cual, se convierte en un testigo de Cristo o del ego, dependiendo de lo que percibamos en él. 

"Cada Hijo de Dios es uno en Cristo porque su ser está en Cristo, al igual como el de Cristo está en Dios. El Amor de Cristo por ti es Su Amor por Su Padre, que Él conoce porque conoce el Amor de Su Padre por Él" (T-12.VI.6:1-2). 

Un Curso de Milagros, en el capítulo 24, dedica un apartado que titula "El Cristo en ti", del cual, quiero compartir parte de su contenido: 

¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. Él está en paz porque no ve pecado alguno. Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no ten­gas? Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. ¡Qué afa­bles son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! ¡Qué hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! ¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír!” (T-24.V.3:1-7).

“Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que guiar. Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. Los Suyos son ilusio­nes también, lo mismo que los tuyos. Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado” (T-24.V.5:1-5). 

“El Cristo en ti está muy quedo. Él sabe adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de todo el tra­yecto. Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que creíste ver dentro de ti. Su santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. Y lo que ves es igual a ti. Pues, ¿a quién sino a Cristo se puede ver, oír, amar y seguir a casa? Él te contempló primero, pero recono­ció que no estabas completo. De modo que buscó lo que te completa en cada cosa viviente que Él contempla y ama. Y aún lo sigue buscando, para que cada una pueda ofrecerte el Amor de Dios” (T-24.V.6:1-9).

“Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de tu hermano. La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo. Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos celestiales para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de la muerte. Él se extiende hasta otros a través de ellos, y les ofrece Su mano para que puedan bendecir toda cosa viviente y ver su santidad. Él se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples con Él y compartas Su dicha. Él está libre de todo deseo de ser especial y eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a toda cosa viviente y recibir de cada una el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser. La visión de Cristo es lo único que se puede ver. El canto de Cristo es lo único que se puede oír. La mano de Cristo es lo único que se puede asir. 10No hay otra jornada, salvo caminar con Él” (T-24.V.7:1-9).

Reflexión: ¿Cómo crees que nos salvará Cristo del "malvado" ser que hemos fabricado? 

10 comentarios:

  1. Gracias, te reconozco comi
    mi hermano en Cristo, Uno con todo lo que existe, Bendiciones

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  2. Gracias gracias gracias que mensaje tan completo y explícito

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  3. Siendon uno con El,Uno con mis hermanos, y uno con mi propios Ser.

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  4. Soy Uno con Cristo,el es mi hermano,me guia,me sustenta,me inspira....Gracias,Gracias,Gracias por Ser en ti y tu en mi como una Sola Cosa🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏

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  5. Cristo nos salvará del malvado ser que hemos fabricado porque para él no existe ni el pecado ni la culpa, el hijo de Dios (tú y Yo) somos inocentes, impecables, invulnerables, sólo debemos reconocer nuestro Cristo interno, hacer renacer el Cristo en nuestros corazones, y por supuesto que nuestro corazón tiene mente y podemos conectar con nuestra esencia ser amor, he ir quitando las capitas cómo una Cebolla, seguros de que en el centro está la Luz, ésa Luz que realmente somos chispas divinas, fractales de Dios, es momento de ir descorriendo los velos del Ego, y recordar que somos Dioses en formación creadores de nuestro destino, en el aquí y ahora en este instante Santo podemos volver a decidir a favor de la felicidad.
    Abrazos de Corazón desde aquí que es allá donde cada uno de nosotros nos encontramos. Gracias JJ

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